Instructor, ¿altanero?
Haciendo a un lado la angustia por no saber nada de su esposo, Adeline volvió a su habitación para asearse rápidamente y volver con Gérard. En el proceso, sus asistentes corrían presurosas para todos lados con tal de que su señora tuviera todo a la mano.

—Aquí trajimos el desayuno, es importante que siga al pie las recomendaciones del doctor —señaló Annie agitada.

Como tenía prisa, Adeline pensó en rechazarlo de inmediato, pero como desde el día anterior no había probado bocado, aceptó de mala gana.

—Bien —dijo mientras se sentaba en la mesa que estaba cerca de la ventana.

Mientras comía rápidamente, vio que Mikhail caminaba hacia el palacio. Esta presencia le causó escalofríos, que se atragantó con el bocado y comenzó a toser.

—¡Mi señora! ¿Le pasa algo? —preguntó la ansiosa Annie.

—¡Cof! ¡No! ¡Cof! ¡No es nada! —respondió entre jadeos Adeline, al tiempo que tomaba agua para calmar el reflejo de su garganta y se levantaba de la mesa—. Ya me llené, tengo que ir con Gérard.

Esto
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