Adeline apenas podía conciliar el sueño tras lo ocurrido con Mikhail, que ni siquiera el medicamento para dormir ni la compañía de sus asistentes era suficiente para calmar sus nervios. Era tal su angustia, que solo se preguntaba mentalmente: «¿Qué sucede con esta historia? ¿Por qué todo es tan diferente a como lo leí en el libro? Jamás imaginé que esto llegaría a tal extremo. Estoy tan aterrada, que todos me parecen sospechosos y temo que si me duermo, alguien vendrá a matarme». Mientras daba vueltas en la cama, se quedó mirando hacia la ventana, en la cual solo podía ver la oscuridad del cielo sin estrellas. Esto le hizo ansiar que ya pronto amaneciera para sentirse más segura. «No quiero estar aquí. ¡Es más! ¿Por qué renací como la protagonista de esta novela? ¿Qué deidad tan cruel fue la que me trajo a este mundo para sufrir? Por lo menos en mi otra vida tenía una profesión y podía andar tranquilamente sin miedo a que alguien se acercara a mí con la intención de matarme», meditó.
Tras resolver la crisis en el palacio, Gérard pasó el resto de la noche lidiando con el reforzamiento de la seguridad y la detención de posibles sospechosos que habrían colaborado con los rebeldes que habían violado la seguridad del palacio para liberar a Julius Zenitty. Ya casi estaba a punto de amanecer, cuando el cansancio lo venció y se durmió sobre el escritorio del emperador. No obstante, su sueño fue interrumpido al poco rato, cuando los soldados entraron a primera hora para darle un anuncio urgente. —Sir Bunger —llamó uno sin dilación—, un grupo de lores acaba de llegar y demandan una audiencia urgente. Malhumorado, levantó la cabeza y preguntó para confirmar. —¿Qué acabas de decir? —Varios lores están afuera exigiendo entrar y hablar con el emperador —repitió el soldado. Al escuchar esto, suspiró profundamente y se talló los ojos para despabilarse. Entonces, dijo con frustración. —¡Ains! Tal parece que los chismes vuelan rápido, que ahora estos carroñeros quieren ver si
Para Adeline, si la trama había cambiado completamente, daba lo mismo si se esforzaba por mantener la línea temporal o empezaba a forjar una nueva historia. Por lo tanto, aprovechando que sus asistentes y los soldados estaban entretenidos buscándola, ella se escabulló entre los pasillos hasta llegar a las habitaciones de los sirvientes, en donde hizo una parada para robarse la ropa de alguna de las sirvientas, con la intención de usarla como camuflaje y llevarse algunas otras dentro de su valija. «Sé que esto no es digno de Adeline Laval, pero yo estoy ocupando su cuerpo y no estoy dispuesta a morir fácilmente en este mundo», pensó decidida, mientras se vestía rápidamente y escondía sus ropas en el armario que se encontraba en la habitación. Luego de revisar en su valija que llevaba todo lo necesario, sacó la bolsita con las monedas que tenía disponibles para gastar durante su huida y las contó rápidamente. —¡Uf! Según los libros, estas monedas tienen un valor inferior al oro, por l
Adeline pensó que era su fin cuando el militar le ordenó quitarse la mascada que cubría la mitad de la cara. Ante esto, no le quedó de otra que aceptar que había fallado en su escape y revelar su identidad a esa persona. «¡Ah! Estoy acabada, no soy tan hábil en este tipo de cosas, así que tendré que regresar a ese palacio donde me espera la muerte», pensó con impotencia, al tiempo que se descubría el rostro. Cuando ella se retiró la mascada, el militar se sonrojó al descubrir las hermosas facciones de la pasajera y rápidamente se disculpó. —Perdone mi rudeza, señorita, pero tenemos la orden de confirmar las identidades de los pasajeros. Por lo tanto, podría decirme cuál es su nombre —pidió galantemente. «¿Cómo? ¿Este hombre no me reconoció? ¿Acaso jamás ha visto el rostro de la emperatriz? En ese caso, creo que puedo darle una identidad falsa, me parece que robé la identificación de la dueña de esta ropa. Como no tiene fotografía, tal vez me sirva para despistar a esta persona», pen
Tras recibir la noticia de que el palacio de Mont Risto había sido atacado y que Adeline estaba en peligro de muerte, Ashal se derrumbó. Se sentía incrédulo al saber que, a pesar de haber hecho las cosas bien, el resultado había sido similar y ya no le quedaba nada por qué luchar. En tanto, Damien mantuvo su expresión calmada, esperando que su mentira funcionara y finalmente consiguiera que el emperador cooperara con los planes de Adolf. —¿No dices nada? —preguntó de nuevo. —Realmente piensas que voy a creer en lo que dices —murmuró Ashal. —¿Qué? ¿Necesitas pruebas para comprobar que tu palacio cayó en manos de los rebeldes? Vamos, ¡responde! ¿Dónde está Julius Zenitty? «¡No! Estoy seguro de que Gérard no habría sido derrotado fácilmente si hubo algún ataque por parte de grupos rebeldes. Por otro lado, aún mantengo el poder del Ejército, así que es poco probable que Damien hubiera tenido oportunidad de orquestar un golpe de Estado», meditó Ashal, para después replicar con desgano
Gérard estaba al borde del colapso ante el hecho de que la emperatriz había desaparecido sin dejar rastro, que apenas su mente podía pensar en sitios probables en los que ella estuviera escondida. Mientras estaba derrumbado en el asiento detrás de su escritorio dándole vueltas al asunto, exclamó de frustración. —¡Maldita sea! ¿Cómo es posible que los soldados no hayan podido reconocer a una mujer tan delicada como la emperatriz Adeline? No es como que ella tenga una apariencia tan común como para salir tranquilamente del palacio sin ser reconocida. ¡Es absurdo! ¿Acaso todos estaban ciegos? Justo cuando azotaba su puño contra el escritorio para descargar su ira, entró el comandante Solep. Este último escuchó a su compañero de armas y dijo sarcásticamente: —Tienes que darle crédito al ingenio de la emperatriz Adeline para escapar de su habitación sin que los soldados se dieran cuenta. Es mucho más hábil que cualquier militar en misiones de encubierto —recalcó esto último un tanto dive
—¿Quién eres? —preguntó Adeline, aterrorizada de escuchar esa misteriosa voz en medio de la oscuridad inmensa. —Soy quien te sacó de este mundo y te regaló la oportunidad de renacer en uno nuevo —respondió el ente. Esta respuesta consternó bastante a Adeline, que inmediatamente imaginó que se refería a su antigua vida como Mercy. —¿Así que eres tú quien me hizo morir en mi mundo y me trajo aquí? —cuestionó furiosa. —¿Te gustó el cambio de aires? —devolvió interrogativamente el extraño ser. —¿Cambio de aires? ¡Me arrancaste de mi cómoda vida como soltera de 30 años y me trajiste a este mundo donde fácilmente me pueden asesinar! —reclamó indignada. Cuando mencionó esto, todo a su alrededor se tornó blanco y el ente se manifestó en forma de un hombre de apariencia etérea. —¿Crees que esta es tu segunda vida? —preguntó con una expresión sarcástica. —¿Cómo? ¿Acaso no lo es? —cuestionó Adeline extrañada. El ente negó con la cabeza y volvió a decir. —Parece que el bloqueo aún sigue,
En el momento en que sintió el dolor punzante, Ashal empujó con todas sus fuerzas a Damien, provocando que este perdiera el equilibrio y cayera hacia atrás, golpeándose la cabeza contra la base de uno de los asientos. Como no quería perder más tiempo peleando con su contrincante, Ashal se arrastró para mantener el control de vehículo, antes de que chocaran contra un muro que estaba en su camino. Al mismo tiempo, Damien se incorporó para detenerlo, pero de nuevo trastabilló, debido a que se sentía mareado a causa del golpe que había recibido. —¡Detente, Ashal! ¡No podrás escapar de aquí! —gritó con esfuerzo. Ignorando el llamado de su antiguo compañero de armas, Ashal volanteó para esquivar unos obstáculos y dijo con frialdad. —Prefiero morir luchando, que dejarme asesinar por ustedes. En tanto, Damien intentó llegar hasta Ashal con tal de detenerlo, pero le fue imposible debido a que su cuerpo no respondía como él quería y finalmente se derrumbó. Ashal no prestó atención a lo que