Adeline sintió escalofríos al escuchar que el duque del Norte ya estaba enterado de la situación y su mente comenzó a imaginar terroríficos escenarios. «¡Mierda! ¿Qué planes tendrá el duque Adolf conmigo? ¿Acaso me usará como cebo para lastimar a Ashal o hacer que él renuncie al trono? ¡No puede permitirlo! ¡Necesito escapar pronto antes de que estos individuos se atrevan a tocarme!», pensó. En tanto, el tal Max aplaudió satisfecho y preguntó a su compinche. —¿Qué dijo el duque? —Que mantengamos a la emperatriz resguardada, que no es necesario usarla por el momento, solo hasta que consigan dominar a la capital —respondió su compañero. —¿Cómo? ¿Solo eso? ¡Arg! —exclamó Max frustrado. —Igual estoy sorprendido, parece que la emperatriz no es tan valiosa como pensábamos —añadió su compañero, bastante decepcionado. El otro sujeto que estaba junto a Max, se acercó y preguntó con un tanto incómodo. —¿Qué haremos con ella? Max dirigió una mirada severa hacia Adeline y, tomándola brus
El estruendo tan espantoso sacudió la habitación donde se encontraba Adeline, quien al ver cómo las paredes se movían violentamente y el techo parecía a punto de caer, sintió terror. —¡Ah! ¿Qué está pasando? —gritó asustada. En su desesperación, intentó zafarse de sus ataduras, pero perdió el equilibrio y cayó de lado, gritando de dolor al lastimarse el hombro. —¡Arg! ¡No puede ser! ¡Pedí salir de aquí, no morir aplastada por un temblor! —se lamentó, mientras lloraba por el intenso malestar que sentía. Sin comprender qué estaba pasando afuera, el escándalo resultó suficiente para angustiarla. —¿Qué está sucediendo? ¿Acaso llegó el Ejército Imperial y está atacando a mis captores? —se preguntó ansiosa. Como no podía hacer otra cosa más que quedarse quieta soportando el dolor, gritó con todas sus fuerzas con la esperanza de que alguien la escuchara. —¡Ayuda! Quien quiera que sea, ¡sáqueme de aquí! ¡Me tienen secuestrada y estoy herida! No obstante, el ruido exterior ahogaba sus g
La solicitud del emperador Dunesque fue que ambos sujetos lo llevaran hasta la ubicación donde se encontraban Marion y sus hermanos. Aunque seguía dudando de que los soldados de su tío realmente lo ayudaran a salir de Flines, necesitaba de su cooperación para poder pasar desapercibidos en el territorio que ya había sido invadido por el duque. Mientras se dirigían al estacionamiento donde se encontraban varios vehículos del ejército enemigo, el grupo tuvo que pasar por varios pasillos, en los cuales yacían los cuerpos de los soldados imperiales. Al ver este escenario, Adeline se cubrió la boca de la impresión, Ashal notó el malestar de su esposa y se acercó para tranquilizarla. —No mires… —Lo sé, pero aunque cierre los ojos, el olor a sangre es penetrante —respondió ella con una expresión de asco. Uno de los hombres que los acompañaban, al escuchar la conversación, se atrevió a decir. —Lo siento, eso lo hicieron nuestros compañeros, aunque tengo que admitir que los soldados imperia
Las palabras de Adeline sacudieron bastante a Ashal, como si esto fuera una señal prodigiosa. Entusiasmado con la posibilidad de que ella hubiera recuperado sus recuerdos, la tomó de los hombros y preguntó ansioso. —Adi… ¿qué acabas de decir? En ese momento, la joven comprendió que había hablado de más, así que desvió la mirada y respondió vagamente. —¿Eh? Bueno, yo me refería a que debemos estar juntos en esta guerra. No puedo seguir huyendo, eso me dejaría mal ante los ciudadanos del imperio. En tanto, Hina no comprendía de qué estaban hablando ellos, pero decidió darles espacio para que pudieran limar asperezas. Así que aclaró la garganta y dijo seriamente. —Bien, parece que lo mejor será que discutamos más tarde el plan para cruzar la frontera. Por fortuna, este lugar está abandonada y tenemos provisiones para pasar la noche, así que en teoría no tenemos prisa por salir. Además, me alivia que estés aquí para ayudar a Marion. No me sentía tranquila dejándole a él toda la carga
Tras mencionar que era su tercera vida, Adeline miró fijamente a su esposo con la esperanza de que este le diera una explicación lógica o confesara la verdad del porqué ella se encontraba en ese universo. Ante esta revelación, Ashal la tomó de los brazos y respondió afligido. —Perdóname, Adi, es mi culpa que hayamos vuelto. —¿Aceptas la culpa? ¿Solo eso? —cuestionó ella, apartándose de Ashal. —Sé que no tengo excusa para justificar lo que hice —continuó diciendo el emperador, con voz entrecortada—, pero realmente me sentía tan culpable con lo que te hice, que únicamente deseaba enmendar mis errores, sin importar en el mundo en el que nos encontráramos. La desesperación de ese hombre conmovió un poco a la joven, pero al recordar la visión de sí misma suplicando por tener una vida feliz, dijo seriamente. —¿Sabías que sacrifiqué mis recuerdos a cambio de mi deseo? —¿Eh? ¿De qué estás hablando? —cuestionó Ashal contrariado. Adeline se apartó y continuó diciendo. —Para mi, todo es
—¿Y cuál fue tu deseo? —preguntó Ashal, mirándola fijamente. Ante este cuestionamiento, Adeline volvió a suspirar y respondió seriamente. —En una de mis visiones —hizo una pausa para tratar de acomodar sus ideas—, me vi a mí misma quejándome por los constantes abusos que había sufrido en mi vida. Incluso llegué a culparte por no haber estado cuando Mikhail me atacó. Fue entonces que supliqué a la deidad que me enviara a un mundo donde pudiera ser feliz —en ese momento alzó la mirada y continuó diciendo con lágrimas en los ojos—. La deidad me cuestionó si estaba segura de lo que pedía, puesto que ello implicaba olvidar todo lo relacionado contigo. Consternado con este relato, Ashal la estrechó entre sus brazos y dijo afligido: —Lo siento mucho, fui un tonto por no haber sido un mejor esposo para ti en nuestra primera vida. —Luego de esto, se apartó y preguntó con inquietud—. Entonces, significa que a raíz de esa promesa, los recuerdos sobre tu vida anterior fueron bloqueados. —Algo
Adeline se estremeció al escuchar la voz ronca de su esposo, que inmediatamente se apartó e intentó justificarse. —¡Ashal! No es lo que piensas, yo solo quería… Ignorando las justificaciones desesperadas de su esposa, Ashal la atrapó de la muñeca para atraerla hacia él y luego añadir cínicamente. —¿Qué sucede? ¿Por qué tiemblas conejita? —¿Eh? Que… que… ¿Qué piensas hacer? —preguntó nerviosa. —No sé, ¿tú que querías hacerme mientras yo dormía? —reviró mientras besaba seductoramente la delicada muñeca. —Yo… bueno… quería revisar… —¿Qué tan grande es? —completó Ashal atrevidamente. —¿Qué? ¡No! Yo solo quería ver que no tuvieras más heridas —replicó Adeline un tanto indignada por el atrevimiento de su marido. Ashal sonrió perversamente y luego añadió. —¿En serio? No tenía idea de que te gustara jugar a la enfermera. Ofendida por el cinismo de Ashal, la joven comenzó a forcejear para librarse de sus garras. —¿De qué hablas? ¡Suéltame! Yo solo quería curarte, pero veo que ya est
Para Ashal, el que Adeline lo invitara de esa forma resultó bastante inesperada y excitante, que por un momento pensó en abalanzarse sobre ella. No obstante, se contuvo al recordar la primera vez que consumaron su matrimonio, hecho que resultó bastante traumático para la joven. Temeroso de lastimarla como en esa ocasión, preguntó: —¿Crees estar lista? —¿Por qué no lo intentamos? —respondió ella atrevidamente, mientras se acariciaba la vulva para mantener la excitación. —¿No temes que te lastime? Digo… técnicamente es tu primera vez y yo… soy un poco grande —replicó Ashal. En ese momento, Adeline recordó el capítulo que relataba la noche de bodas, específicamente el detalle en el que Ashal había forzado a que su miembro viril entrara en la estrecha vagina, causándole un intenso dolor a la indefensa Adeline. Entonces, sonrió dulcemente y señaló. —Pero ahora esto es consensuado y dudo mucho que puedas lastimarme. —¿Tú crees? Yo… no me gustaría causarte un trauma por meter mi pene…