Batalla, ¿ganada?
En un campamento provisional ubicado en las afueras de la capital de Mont Risto, Adolf Dunesque se encontraba revisando con sus hombres los siguientes movimientos que realizarían para mermar las fuerzas del emperador Ashal.

—Señor, me llegaron reportes de que los lores del Norte y Oriente se rindieron pacíficamente y están dispuestos a cooperar con usted para derrocar al emperador Ashal. Solo resta tener noticias de los que se encuentran en el Sur y Poniente, pero confío en que pronto manifestarán su posición —expuso Thomas Zenitty.

—Bien, parece que Ashal no logró erradicar por completo la semilla de la ambición —señaló el duque con orgullo—. Esos hombres solo les ofreces dinero y fácilmente aceptan traicionar incluso a su propia familia. Sin embargo, yo no soy como mi estúpido sobrino. Cuando todo esto termine, me encargaré de eliminarlos, así nadie podrá oponerse a mí.

Thomas y los demás se miraron entre sí, incómodos con lo que acababan de escuchar, pero antes de mencionar algo
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