Deidad, ¿sospechosa?
“Fui maldecido por Dios”.

Mientras se dirigían al río en un vehículo para ir en busca de Julius Zenitty, Damien le daba vueltas a la charla que había tenido minutos atrás con Ashal. Aunque este no había sido claro sobre esa supuesta maldición, en el fondo sentía que él era la causa por la cual su medio hermano se encontrara en esa condición.

Azabach, que no era indiferente al silencio de Damien, se atrevió a preguntar.

—Damien, ¿hay algún problema? Desde que nos despedimos del emperador, no has dicho nada en todo el camino.

La voz de Azabach hizo que Damien volviera en sí y respondiera vagamente:

—¡Ah! No es nada.

Sin creer en tales palabras, la joven nómada cuestionó de nuevo.

—¡Qué dices! Si hace un momento parecías bastante ansioso al enterarte de que la enfermedad del emperador Ashal era degenerativa.

Al sentirse descubierto, Damien aclaró la garganta y dijo seriamente.

—No quiero hablar más de eso, primero enfoquémonos en encontrar a tu padre.

—¡No desvíes el tema! —recl
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