Adeline se quedó sin argumentos para convencer a Ashal de no renunciar al trono, por lo que apenas pudo mencionar: —Tú… ¿Realmente dejarás todo por mí? El emperador se acercó para darle un beso en la frente y respondió con dulzura: —Eres demasiado importante para mí, que no pienso vivir más tiempo alejado de tu lado. Tales palabras conmovieron demasiado a Adeline, que empezó a llorar. Esto perturbó a Ashal e inmediatamente se disculpó: —Adi, tranquila, no te sientas mal… Ya no pudo terminar de hablar, debido a que ella se abalanzó a sus brazos, al tiempo que decía con emoción. —Yo siempre deseé escuchar que estabas dispuesto a todo por mí. Incluso cuando supe lo que habías hecho para corregir nuestro pasado, no había creído por completo en tu amor. Perdón, si dudé de ti. Ashal correspondió el abrazo y, estrechándola con todas sus fuerzas, reiteró. —Mi corazón siempre será tuyo y ahora lo que más me importa es que tú estés a mi lado. No puedo vivir sin ti. Al escuchar esto, la
«¿Vale la pena seguir peleando? Es agotador luchar por un trono, por el cual mis antepasados derramaron sangre. Incluso si mi revolución tenía el objetivo de erradicar el mal gobierno, al final, solo conseguí lastimar a mis seres queridos. De nada sirvió venir al pasado para enmendar mis errores, si siempre habrá alguien que se interponga en mi camino. ¿Acaso no merezco una vida pacífica?», reflexionó Ashal, mientras esperaba a que sus subordinados le dieran luz verde para comenzar a dar su mensaje al imperio. Tales ideas rondaban en su mente desde que se había apartado de Adeline, por lo que ahora sentía que había perdido el entusiasmo por seguir su propósito de gobernar el imperio. Es más, solo tenía deseos de abandonar todo y vivir como un simple mortal, sin otra ambición más en la vida. En lo que Gérard coordinaba la conexión con las distintas difusoras ubicadas a lo largo del territorio de Mont Risto, Damien se acercó para comprobar que Ashal estuviera seguro de su decisión: —
Los presentes miraron con preocupación el encuentro entre ambos hombres, cuyas auras distaban de ser amistosas. Damien estaba a punto de intervenir, cuando Azabach apareció para romper con el ambiente gélido. —¡Majestad! Lo siento, no esperaba que mi padre… —Así es —respondió Ashal a la pregunta de Julius, sin prestar atención a la llegada de la joven nómada. Azabach se congeló ante la reacción del emperador y luego miró a su padre, confundida. En tanto, el líder de los nómadas señaló con severidad. —Ya veo, Ashal, supongo que esa es la mejor solución que propones para esta crisis, ¿no? —¡Padre! —exclamó Azabach, preocupada por la actitud hostil de su progenitor. En cambio, Ashal se mantuvo imperturbable ante el cuestionamiento y solo respondió: —Lo he meditado bastante y esta es la solución que consideré mejor para todos. —¿Crees que la guerra acabará si haces esto? Escuché que había un grupo de disidentes amenazando el norte de la ciudad —volvió Julius a cuestionar. —Estoy s
Mientras se dirigían a su encuentro con Adolf Dunesque, los hermanos se mantuvieron callados por largo rato, hasta que Damien rompió el silencio. —¿No me preguntarás el porqué Julius está aquí en el palacio? —Asumo que lo hiciste para mantenerlo vigilado —contestó Ashal, despreocupadamente—. Este lugar es mucho mejor que la casa de seguridad donde lo teníamos resguardado. Cuando su hermano mencionó esto, Damien recordó lo sucedido el día cuando fueron a rescatar a Julius e inmediatamente comentó: —Ahora que lo mencionas, esa noche pasó algo extraño. —¿Extraño? ¿A qué te refieres? Damien se detuvo para acomodar sus ideas y luego respondió: —Sucedió que, cuando llegamos a donde nos dijiste, nos encontramos con que no había nadie resguardando el lugar. A primera vista, parecía como si todos los guardias hubieran abandonado sus puestos a toda prisa, porque había papeles y demás artículos regados en el piso. En un principio pensamos que no encontraríamos a Julius por ningún lado, pe
Damien y Ashal quedaron pasmados ante la impactante revelación, que por un momento sus mentes se nublaron. En tanto, Adolf Dunesque aprovechó el desconcierto de su interlocutor para continuar soltando su veneno. —No esperabas esto, ¿verdad? Nunca imaginaste que el grandioso Constantine se metía con todas las concubinas y hasta con su esposa, pero ninguna de ellas resultó embarazaba. —¡Basta! —gritó Ashal, al borde del colapso—. No quiero escucharte más, estás mintiendo. —¿Mentir? “Hijo”, —recalcó esto con sarcasmo—, ¿no te das cuenta de que te pareces más a mí que al “magnífico Constantine”? —insistió el soberbio hombre—. Si no hubiera sido por esa m*****a marca, yo habría sido el emperador por haber nacido primero antes que el estúpido de mi hermano. Pero lo irónico de todo es que conmigo continuó nuestro linaje, a pesar de no ser el emperador legítimo. El testimonio de su supuesto padre resultaba tan increíble para Ashal, que por un momento se quedó sin argumentos, sin embargo,
El encuentro con Demon estremeció a Adeline, que casi estuvo a punto de desmayarse, pero cuando este se esfumó entre la multitud, ella hizo lo posible por mantener la compostura y abandonar el lugar bajo la excusa de estar agotada, para que los demás no notaran su nerviosismo. No obstante, Annie y Marion se percataron que la ex emperatriz lucía pálida y apresuraron a acompañarla hasta sus aposentos. Cuando regresaron a la habitación, la asistente se atrevió a preguntar:—Mi señora, ¿se siente mal? Adeline volteó y respondió vagamente:—¿Podrías traerme un té para calmar los nervios? —¿Eh? ¡Claro! En un momento se lo traigo.Tras decir esto, la diligente mujer se marchó, dejando a Adeline con Marion. Este último había detectado, durante el encuentro con los pobladores de Tirón, la presencia de un aura intimidante que se dirigía a la emperatriz, pero como no descubrió a nadie sospechoso entre la multitud, solo se mantuvo alerta para prevenir cualquier ataque. «Ahora que recuerdo, l
La propuesta de Damien crispó a Ashal, que se dirigió hacia su hermano para oponerse rotundamente.—Cómo te atreves…—Sé lo que estás pensando —interrumpió Damien con serenidad—. Escuché lo que estaban diciendo y considero que Marion tiene más conocimiento sobre los templos que yo. Conviene que él vaya a Marz, mientras que yo me encargo de cuidar a la sacerdotisa de Tirón.Debido a los incidentes ocurridos en el pasado, aun sin resolver, Ashal se sentía incómodo con el hecho de que su hermano estuviera cerca de Adeline, así que preguntó sin tapujos.—Acaso, ¿ya no estás interesado en mi esposa?Tal cuestionamiento avergonzó a Damien, ya que si bien era cierto que él había tenido un interés “pecaminoso” con la esposa de su hermano, en esos momentos estaba seguro de que sus sentimientos no estaban enfocados en ella. Por su parte, Adeline estaba sorprendida de que su marido tocara un tema tan incómodo en ese momento, que desvió su rostro para no ver Marion. Este último tenía una idea vag
Fue durante la noche de Luna Roja, cuando la rebelión contra el régimen de Ashal Dunesque alcanzó al palacio. Adeline, convencida por su instructor Mikhail, abandonó su habitación para escapar de los ataques. Ella tenía miedo de morir y aprovechó la oportunidad que su único amigo le daba para librarse del constante abuso que recibía por parte del tirano de su marido.—Majestad, sígame por aquí, este camino no lo conocen los rebeldes —dijo Mikhail con agitación.—S… Sí… —balbuceó la joven, alterada por el sonido de los disparos y bombas que se escuchaban a fuera del palacio.Mientras avanzaba torpemente por un pasillo lúgubre, ella pudo ver, a través de la ventana que daba al patio principal, a un grupo de rebeldes sometiendo a los guardias del palacio. Tal escena causó escalofríos en la inocente joven, que se derrumbó y comenzó a llorar.—¡Voy a morir! ¡Estamos atrapados!Mikhail se detuvo y mirando con frialdad a la frágil emperatriz, respondió como si no tuviera idea de lo que decía: