Orígenes, ¿claros?
Damien y Ashal quedaron pasmados ante la impactante revelación, que por un momento sus mentes se nublaron. En tanto, Adolf Dunesque aprovechó el desconcierto de su interlocutor para continuar soltando su veneno.

—No esperabas esto, ¿verdad? Nunca imaginaste que el grandioso Constantine se metía con todas las concubinas y hasta con su esposa, pero ninguna de ellas resultó embarazaba.

—¡Basta! —gritó Ashal, al borde del colapso—. No quiero escucharte más, estás mintiendo.

—¿Mentir? “Hijo”, —recalcó esto con sarcasmo—, ¿no te das cuenta de que te pareces más a mí que al “magnífico Constantine”? —insistió el soberbio hombre—. Si no hubiera sido por esa m*****a marca, yo habría sido el emperador por haber nacido primero antes que el estúpido de mi hermano. Pero lo irónico de todo es que conmigo continuó nuestro linaje, a pesar de no ser el emperador legítimo.

El testimonio de su supuesto padre resultaba tan increíble para Ashal, que por un momento se quedó sin argumentos, sin embargo,
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