Adeline era un “miembro deshonroso” de la familia Laval. Su padre, Fernand, se había obsesionado con una rubia trabajadora que asistía a su paralítica esposa Hilda. La joven asistente, de nombre Gisela, siempre huía del acoso de su patrón y buscaba refugio en su señora, quien ya se había percatado de las intensiones de su marido, pero prefería no intervenir demasiado para evitar que su marido expulsara a su preciada empleada.Una noche tormentosa, cuando la señora Hilda había partido a la capital para tratar sus piernas inmóviles, Gisela fue atacada por su patrón. Ese fue el inicio de su tormento, porque ese hombre llegaba cada noche a satisfacer sus más bajos instintos. El constante abuso afectó profundamente el espíritu de la joven Gisela, que ya no se resistía a los ataques de su violador.Al regreso de la señora de la casa, la joven empleada tuvo un poco de descanso de los asedios de Fernand, pero eso duró poco cuando empezó a notar que su vientre empezaba a crecer. Hilda fue la pr
“La forma para derrotar a un demonio es sencilla, tendrás que escribir sobre tu cuerpo el conjuro de exorcismo y, cuando estés frente a la persona poseída, elevarás tu energía al límite para hacer que la oración se traslade a las paredes y así se forme un círculo que encierre al ente maligno. Cuando esté atrapado, será momento de atacar”, recordó Marion.Cuando vio a Demon revolcarse en el piso, comprendió que era momento de atacar con todo su poder e invitar a Adeline que sumara al exorcismo. De esta forma, el demonio no tendría otra opción que abandonar el cuerpo de su víctima y enfrentarse a ellos.—Demon, te lo ordeno, abandona ese cuerpo —repitió con firmeza.A pesar de esto, la entidad demoniaca seguía aferrándose al cuerpo de Lionel.—¡Malditos! Primero mato a este idiota, antes de que ustedes se atrevan a tocarme —vociferó.Adeline sintió escalofríos al escuchar que Demon planeaba matar a su hermano, que se plantó frente a Marion y exclamó aterrada:—¡Alto! ¿Qué es lo que piens
Ashal se encontraba frente al acceso a la habitación de interrogatorios, vacilando en si debía encontrarse con esa persona o no. Realmente detestaba la idea de verle la cara, pero también necesitaba cerrar ese círculo para así detener esa espiral destructiva que afectaba su vida.—¡Ah! Acabemos con esto de una vez.Tras decir de esto, entró a la habitación y tomó asiento frente a Adolf Dunesque, quien ya lo esperaba con una sonrisa cínica. —¡Tiempo sin vernos, hijo mío! ¿Estás aquí para decirme que me indultarás por ser tu padre? ¡Qué conmovedor de tu parte!Esto causó gracia a Ashal, que respondió en el mismo tono.—¿No te muerdes la lengua a señalar que soy tu hijo? —¿Entonces comprobaste que sí soy tu padre? —volvió a cuestionar Adolf, confiadamente.—¿Tan seguro estás de que sí estuviste con mi madre? —reviró el ex emperador.Adolf sonrió triunfalmente y recalcó.—Tu madre era preciosa y yo me encargué de embarazarla dos veces, para que ella pudiera conseguir el título de emperat
“Demon es más débil cuando está dentro de un cuerpo humano. Si posee a una persona de espíritu débil, no puede usar sus poderes y de esta forma es más sencillo atraparlo”, recordó Marion las palabras del Gran Claudio, al tiempo que elevaba su energía al máximo y la enfocaba en el báculo que su antepasado le había legado, para así dirigirla a Lionel.—Demon, ¡sehi sarira chhadidia! (Abandona ese cuerpo) —repitió el mantra con voz firme.Mientras el proceso de exorcismo se desarrollaba, Adeline miraba con terror cómo el cuerpo de su hermano se revolcaba de dolor y vociferaba maldiciones.—¡Mal… ditos! ¡No me… vencerán… desgraciados! ¡Soy más fuerte… que ustedes! ¡No saldré de este cuerpo… hasta matarte… zorra! ¡Juro… que te mataré! ¡Juro… que los mataré… a todos!Aunque sabía que quien pronunciaba tales palabras no era Lionel, a Adeline le dolía escucharlas. Entonces cerró los ojos, para concentrar su mente en su súplica al Cielo: «Deidad Suprema, por favor, te pido que salves a Lionel.
Los juicios contra los lores corruptos y los rebeldes que habían puesto en peligro la soberanía de Mont Risto se realizaron durante un mes. En su mayoría fueron a puerta cerrada, para mantener el control en el proceso y evitar suspicacias. Como las pruebas contra ellos eran demasiado contundentes, sus procesos fueron rápidos y no tardaron en recibir el castigo correspondiente. Tal era el furor sobre estos casos, que afuera del Tribunal se encontraban los reporteros, esperando por captar cualquier primicia. Con respecto al juicio de Adolf Dunesque, el proceso fue un poco más lento y se requirieron varias audiencias para que la Fiscalía presentara los cargos por intento de golpe de Estado, delitos contra la soberanía nacional, incitación a la rebelión y perjuicio al patrimonio de la nación; así como rapto de menores y violación de mujeres. Este despliegue de crímenes conmocionó demasiado a la audiencia y fue material valioso para la prensa, ya que en el imaginario colectivo, el duque D
Tras varias semanas intensas trabajando en la transición del gobierno imperial a la república, Ashal aprovechó que ese fin de semana no tenía más pendientes, para visitar a su esposa en Tirón, a quien no había visto desde el incidente con Fernand Laval. Es así que al entrar al templo, escuchó que alguien anunciaba efusivamente la dulce noticia, por lo que Ashal arrojó su equipaje y corrió hacia la habitación de su esposa. Mientras avanzaba por el amplio pasillo, pasajes de su infancia aparecieron en su mente. «¡Increíble! ¿Realmente seré padre? ¿En estos momentos soy capaz de criar a un niño? Aunque de esta vida no tengo buenos recuerdos del emperador Constantine actuando como un padre, tampoco estoy seguro de poder replicar la experiencia de mi anterior vida», pensó, sumamente ansioso. Al llegar frente a la puerta, vaciló por un momento, pero a los pocos segundos entró. Entonces, cuando cruzó miradas con su esposa, se quedó sin palabras. Ella lo miró y dijo con una sonrisa nervios
—Jurado, ¿cómo declaran al acusado? El silencio reinó en sala. Todos los ojos estaban puestos en la mujer que tenía la responsabilidad de revelar el veredicto. Tal atención abrumó a la jurado, que los nervios congelaron los músculos de su garganta, aumentando la expectativa de los presentes. —¿Y bien? —intervino el juez, mirando fijamente a la nerviosa joven. —Yo… lo siento… Bueno, este jurado decidió que el acusado es culpable de todos los crímenes que se le señalan. De nuevo, las miradas cayeron en Adolf Dunesque, quien mantuvo su expresión imperturbable. Por su parte, Gérard respiró de alivio al escuchar el veredicto del jurado, pero luego sintió nerviosismo cuando dirigió su mirada hacia el acusado, quien lucía bastante tranquilo a pesar de que el resultado era desfavorable para él. «¿Acaso no piensa manifestarse? Desde que comenzaron las audiencias, Adolf es el único acusado que ha preferido guardar silencio y no ser representado legalmente, ¿será que tiene un plan oculto par
En los meses siguientes, Mont Risto tuvo sus primeras campañas presidenciales, en las que se postularon dos candidatos: Fernand Laval, por el partido conservador, y Gérard Bunger, por el partido democrático. En un principio, ambos candidatos no tuvieron gran aceptación entre los votantes, pero conforme pasaba el tiempo, los ánimos incrementaban y las tendencias estaban demasiado parejas, con una leve preferencia por el candidato conservador. No obstante, en semanas previas a la elección presidencial, Lionel Laval reveló, en entrevista a un medio de comunicación de mayor difusión en Mont Risto, que él y su hermana Adeline habían sido víctimas del maltrato de su padre. Asimismo, dio pruebas de sus actos de corrupción y sus planes para derrocar el régimen de Ashal, lo que se volvió un escándalo en toda la sociedad. Tal revelación aplastó la popularidad del aspirante presidencial, que aunado a su reacción iracunda contra su hijo, provocó que perdiera la elección frente a Gérard Bunger,