Amalia despierta con nuevos ánimos y sonríe ante el amanecer de un día más ya que según dice su madre: hay que dar gracias cada vez que despierte y al acostarse también.
— Buenos días Creta, hoy quiero conocerte y aprender de ti – dice en voz alta al estirarse en la cama como un gatito.
Observa a su alrededor y su compañera de cuarto no se encuentra en la cama, escucha el agua de la ducha y supone que es ella sin embargo al estirar su cama ese percata de unos gemidos provenientes del baño y se acerca para descubrirla con el chico de servicio.
— ¿Qué miras estúpida? - Amelia rueda los ojos ante la crudeza de la escena.
— Creo que deberías tener un poco de decencia y no pavonearte de esa manera con… él – el chico la mira interrogante.
— ¿Y por qué? – interroga insolente —. Está es mi habitación asignada…
— ¡Nuestra!
— Y a menos que desees un poco del postre que estoy degustando agradecería te largaras – espeta la rubia no solo ignorándola, sino incluso mostrando su desnudez —. Te advierto que no soy de tríos – espera con mal humor la chica.
— Descuida querida – le sonríe con toda la sorna que puede — tampoco yo soy de tríos, ni de dúos y mucho menos de líos sexuales – expresa concluyente.
Amelia decide que se larga sin bañarse directo a un hotel. A un sitio donde pueda estar sola, relajada y sin intromisiones de tipo sexual. Toma un bolso de deporte con algunos enceres de aseo y ropa para dominguear. Da un portazo y baja por el ascensor.
— Buen día Srta. Blackstone, que placer verla ¿Va a algún lugar tan temprano? – la detiene su anfitriona.
Amelia recuerda el ofrecimiento de la mujer en cuanto a tener una habitación para ella sola o un ático particular, pero descarta la idea al mismo tiempo ya que no desea tener acercamientos con el jefe considerando la petición tan deshonrosa que le hizo.
— Voy de paseo, quiero explorar y disfrutar de la isla antes de sumergirme en el trabajo y los estudios – sonríe casi tan convincente como la cara de sospecha que tiene la mujer.
— Entonces déjeme recomendarle algunos sitios – se le acerca y Amelia retrocede negando con la cabeza.
— ¡Muchas gracias por el ofrecimiento! En serio lo aprecio, pero prefiero explorar por mí misma – la anfitriona abre los ojos y se recompone enseguida reconociendo la determinación en cada palabra.
Ahora entiende el interés de su jefe en esta chica, es arrojada y muy determinada. Algo le dice que le va a hacer las cosas muy difíciles tanto a ella como a él.
— ¡Excelente entonces! – sonríe radiante la mujer —. Le deseo un lindo día – expresa encantada.
Se gira para caminar rápidamente hacia su oficina sin dejar que Amelia le responda nada y una vez encerrada marca el número del jefe.
— Diga – responde con voz rasposa y tono malhumorado.
— Jefe la Srta. Amelia Blackstone va saliendo de la residencia a pasarse el día fuera, pensé que le gustaría saberlo – el hombre queda en silencio un momento.
— Bien, estaré atento – se levanta de la cama donde paso la noche… solo.
Dirige su cuerpo dolorido por la espera de una mujer que lo satisfaga de dentro hacia afuera hasta la ducha y trata de sacarse de encima la nostalgia que le produce recordar que su antigua esposa no solo lo dejó sino que se cambió el nombre para que no pudiese dar con ella – cosa que se le hizo sencillo claro está – sin embargo la sola mención del apellido Blackstone lo pone en alerta ya que su interés por esa chica raya en lo obsesivo.
Sale de la residencia vestido de domingo e ingresa a la limusina que lo espera aunque no sea costumbre salir este día – ni ninguno – empero no puede dejar de pensar en Amelia como su mujer aun cuando eso lo obligue a salir de su zona de confort.
[***]
Caminar las estrechas calles de Creta para Amelia es un gran placer, no solo porque ama la isla sino porque es tan hermosa que sus ojos se van detrás de cada uno de los sitios donde pasa ya que lo exuberante y llamativo de cada rincón es para ella tan singular a sus ojos que no puede dejar de sonreír.
— ¡Hola! – saluda aún vendedor de helados —. Fresa por favor – el hombre asiente y le sonríe.
— ¿Turisteando? – expresa aludido por los pantaloncillos y la camiseta de Amelia con la cual se ve preciosa.
— ¡Si, conociendo! – responde ella con una sonrisa enorme —. Espero recorrer un gran trecho ante del anochecer – su expresión es de pura alegría y es contagiosa para el hombre de los helados.
— Entonces le deseo un gran recorrido señorita – ella le responde con un guiño y un gracias sin voz antes de seguir su camino.
Se percata del enorme vehículo estacionado en una esquina y el cual ya había divisado porque inconfundiblemente es gigante. Toma aire y camina rápidamente para alejarse de lo que considera es un peligro.
— ¡Amelia!
Esa voz le recorre el cuerpo haciéndola jadear ya que la sensación es tan intensa que no puede evitarlo. La sola pronunciación de su nombre en los labios de ese hombre la hace querer correr, alejarse, pero es su jefe y a pesar de que no se arrepiente de haberlo golpeado siente temor de que la saquen del programa. Gira con el helado en las manos y la expresión sería.
— Sr. Christopoulos, que placer -expresa casi con horror.
— No sea hipócrita Amelia, su rostro no es de placer, por el contrario no desea verme – la chica aprieta los labios.
Bastián no puede evitar sentir el deseo recorrer su cuerpo al detallarla, su atuendo es una explosión de belleza ya que Amelia tiene un cuerpo perfecto y él se considera un simple mortal ante lo glorioso, llamativo y despampanante.
— ¿Entonces por qué me sigue? – ella levanta una ceja y él muere por besarla —. Porque no puede negar que lo hace ¿O sí?
— ¡Pero por supuesto que lo hago! – responde con toda la desfachatez — y no solo eso, espero que lo tome en cuenta ya que no lo hago con cualquier mujer, no me disculparé por lo de ayer, pero quiero proponerle que me acepte aunque sea como amigo con beneficios…
El rostro de Amelia se tornó rojo por la ira que le produjo su comentario. Ella no necesitaba en este momento ningún amigo con beneficios, solo le interesaba su carrera y que la respetaran por supuesto.
— ¿Pero, qué? Su demencia no tiene límites – grita casi en shock — ¡Escúcheme bien Sr. Christopoulos! – lo señala a la cara.
El hombre levanta una mano para que la chica detenga cualquier comentario.
— Amelia…
— ¡No! – espeta enojada —. No deseo escucharlo, es usted un grosero y además mal educado ¡Atrevido! – su respiración se hizo dificultosa en el momento que los ojos del hombre casi la engulleron — aléjese de mi, se lo advierto.
Cada palabra que pronunciaba se le hacía mucho más difícil porque sus labios temblaban. Era imposible asimilar que el hombre frente a ella fuese a ser su jefe el cual sin ningún tipo de vergüenza la asediaba con propuestas sexuales. Lo consideraba un atropello.
— ¿Ah sí? – Bastián sonríe enigmático — ¿Y que hará? ¿Denunciarme por acoso?
— En términos laborales es viable… podría denunciar – Bastián se carcajea.
— ¿Y con quién me denunciará si soy el dueño absoluto?
Amelia siente que sus ojos pican, pero se rehúsa a dejar salir las lágrimas ya que no pretende demostrarle temor alguno a ese hombre.
— Buscaré donde denunciar y agregaré abuso de poder además de acoso laboral y proposiciones… indecorosas.
Se gira para alejarse de él con la sensación de que sus ojos se encuentran anegados. Siente La mirada intensa de esos orbes azulados quebrarle la espalda y sin embargo se niega a caer en la tentación de esa boca perfecta ya que nunca ha aceptado fiestecitas subidas de tono a nadie.
Y ahora menos que nunca…
— No sé haga la dura – ella se detuvo sin voltear a verlo —, ya descubrí que tiene mal genio Amelia y por eso es que pienso necesita alguien como yo que la dome como una fiera.
— Añadiré difamación e injuria al expediente que redactaré en su contra… grosero.
Y siguió su camino como si nada.
— Sr. Christopoulos creo que debemos irnos las personas se aglomeran – expresa su guardaespaldas con apremio —, sabe que no debería estar aquí.
— ¡Lo sé! – responde con la mirada perdida mientras ve alejarse a la chica —. Pero esa mujer vale el sacrificio.
El lunes siguiente Bastián lee en primera plana su aparición en público y eso lo pone de un humor de perros, no desayuna y sale de su ático directo hacia la empresa donde lo esperan un montón de chicos desagradables para que les enseñe y califique en el oficio. Ama su profesión todo lo que concierne a ella, pero en aras de que su familia por lo menos lo considere decidió abrir el programa de becas donde coexisten estudiantes de varios países – los mejor calificados por supuesto – para trabajar en sus empresas de las cuales tiene sucursales en varios países.Sin embargo no puede negar que el proyecto es el reflejo de su propia vida; nacido en una familia humilde en la cual se hallaba un padre cruel y una madre consentidora de las marramucias del mismo.— Sr. Christopoulos la Srta. Sarantos lo solicita y dice que es urgente – cierra los ojos y toma una bocanada de aire.— Si dice que es importante pues dígale que pase adelante – responde sin levantar la vista.La chica en cuestión es
Bastián Christopoulos camina firmemente hacia su oficina con los puños y la mandíbula apretada. No es un hombre de paciencia y menos cuando se trata de peleas de gatas sin embargo su interés falla a favor de Amelia quien camina detrás de él y de la rubia que es más antigua que ella no solo en la academia sino en la empresa. Abre la puerta y la sostiene para que ingresen ambas y cierra de nuevo. Inspira ruidosamente ante la decisión que se dispone a tomar en este momento. — Srta. Sarantos está usted suspendida de su empleo en la empresa y deberá abandonar de inmediato la academia – el jadeo de Belice llena la oficina por completo. — ¿Pero, qué? – grita sin tomar en cuenta la falta que comete al hacerlo — ¿y ella? ¿Me golpeó y tú me despides? Bastián no se inmuta. La mira directo a los ojos y niega. — Es mi empresa y se va, no quiero que ocupe un puesto el cual ni siquiera es de su interés – espeta aunque en voz baja — Ahora… salga de mi oficina y es más una orden que una petic
Amelia se mira al espejo y el reflejo que este le devuelve es la viva imagen del sufrimiento, en este momento no se encuentra su madre con ella para prestarle el apoyo que necesita, pero si estuviese aquí moriría de la vergüenza ante el rumbo que ha llevado su vida hasta ahora. Tiene un enorme problema con que le ordenen hacer cosas que no desea – como cualquier persona que se aprecie de normal – ya que se crió en un entorno donde solo su madre ponía las reglas y no tiene que ver siquiera con el hecho de que no pueda seguir o adaptarse a ellas. Es la manera en que el “jefe” se ha pronunciado ante ella. Le ha faltado el respeto. Pero no puede regresar a su país con las manos vacías y menos con la decepción de que no pudo hacer nada al respecto. — Necesito tomar la decisión correcta para no decepcionar a mi madre y menos aún perder mi carrera ya que hemos luchado muy duro por esto – se dice a sí misma —, además mi madre no tiene culpa de lo que me depara el destino… Dicho esto tom
A pesar de la tensión que experimentó Amelia al estar en la misma habitación con Bastián, considera que la clase estuvo perfecta. El hombre tiene una didáctica que ni siquiera los académicos de la universidad de Nueva York poseían, era específico, pero exigente a la hora de lanzar preguntas a los estudiantes. Es duro e implacable a su criterio y sin embargo doblegaba su arrogancia al expresar de forma explícita y no demandante como normalmente lo es su tono. — En la biblioteca encontrarán todo lo que necesitan para el reto impuesto, considerando que la tarea no es grupal sino un test para calificar sus conocimientos de la materia – se escuchan murmullos por doquier —, existe un premio – la sala queda en silencio —. Los primeros tres es decir, las tres mejores calificaciones podrán trabajar conmigo codo a codo un día entero – todo lo dice sin mirar a nadie en específico. Amelia no puede negar el magnetismo que tiene el hombre embutido en ese traje a medida, se nota no solo su cuerpo
Amelia entra a la habitación con piernas temblorosas y un nudo en la garganta que no le permite respirar lo cual se le hace extraño considerando que el autor intelectual de toda su desgracia lleva por nombre Bastián Christopoulos. Entonces ¿por qué se siente traicionada al enterarse de que la chica Bélice es su prometida? , le grita una vocecita dentro de ella. — Y mi madre dice que la conciencia nos habla ¡vaya m****a! – se reprocha ella misma —. Bienvenidos a la inquisición. Observa el folio con los documentos arrugados y se pregunta ¿cuál es su papel en todo este enredo? Es una chica fuerte y con mucho temple, pero no puede negar que en este momento donde las cosas ya han tomado un color oscuro necesita más que nunca a su mamá, ella sabría que hacer e incluso se enfrentaría a cualquiera que quisiera lastimar a su hija, pero retiene el impulso de tomar el teléfono y marcar su número en este momento porque su afección coronaria podría empeorar
Amelia sale del todoterreno aun tambaleante a causa del desmayo, su estómago se resiente a causa del medicamento administrado por el caballero que la atendió en el hotel. El chofer la dirige hacia el elevador que la llevará al décimo piso donde se encuentra el ático de Bastián. — Srta. Blackstone – el hombre llama su atención, extiende un teléfono y ella niega rechazándolo —. Es el jefe, necesita decirle algo – Amelia hace un ademán con la mano para que entienda que no desea hablar con él —, no lo coge jefe de hecho se rehúsa a hacerlo – escucha las instrucciones — enseguida Sr. Christopoulos. Procede a ayudarla a ingresar al aparato y al sentir el movimiento Amanda se desvanece por completo cayendo en los brazos del sujeto que la acompaña. El cual entra en el apartamento y la acomoda en la gran cama del jefe saliendo de inmediato del inmueble. — Dime Cesar – responde el teléfono en un gruñido —, está bien déjala dormir y por favor solicita que alguien le lleve algo para que cene
Bastián Christopoulos ingresa a su despacho desesperado por calmar el fuego que lo abrasa luego de la plática con Amelia en su alcoba. Normalmente mantiene la compostura ante este tipo de situación y aunque se ha mantenido firme en la exigencia de Amelia de no tocarla, hoy siente que ha sido una prueba de fuego luchando contra sus instintos y sus hormonas. Ninguna mujer hasta ahora había desestabilizado su vida como lo ha hecho esa pequeña mujer con el rostro impregnado de pecas y ese cabello de fuego. , piensa ahora con la cabeza impregnada de dudas al respecto. Pero ella es la mujer que ha escogido para el propósito de pasar el resto de su vida junto a ella, tener hijos y cumplir al fin con sus sueños. Reflexiona en todo lo que se le viene encima y se dice a si mismo dándose ánimos que todo irá bien mientras destapa la botella de bourbon que lo acompañará esta noche y en la cual ahogará los malos recuerdos del pasado. < Creo que m
Bastián sonríe casi imperceptiblemente ante el susto que le ha dado a Amelia, no resistió la tentación de tenerla en su habitación y no poder verla, le preocupa el hecho de que no pueda controlarse frente a ella y sin embargo se atrevió a ingresar a motivado no solo por el alcohol sino las ganas de mirarla descaradamente. — ¡Vaya! cualquiera diría que te encontré haciendo algo indebido – capta el momento preciso en que ella traga salido con dificultad Y entonces en su perfecta boca se forma una sonrisa casi diabólica — y por tu reacción parece que así es.— Por favor no seas ridículo, solo estaba… buscando el baño y si no te molesta claro está porque es tu casa, necesito que salgas porque lo voy a usar - especifica abriendo los ojos y a él le parece más hermosa que nunca.— Y yo necesito que te cases conmigo lo más pronto posible y te conviene darme una respuesta que me satisfaga - sus palabras la desestabilizan por completo.,