El lunes siguiente Bastián lee en primera plana su aparición en público y eso lo pone de un humor de perros, no desayuna y sale de su ático directo hacia la empresa donde lo esperan un montón de chicos desagradables para que les enseñe y califique en el oficio. Ama su profesión todo lo que concierne a ella, pero en aras de que su familia por lo menos lo considere decidió abrir el programa de becas donde coexisten estudiantes de varios países – los mejor calificados por supuesto – para trabajar en sus empresas de las cuales tiene sucursales en varios países.
Sin embargo no puede negar que el proyecto es el reflejo de su propia vida; nacido en una familia humilde en la cual se hallaba un padre cruel y una madre consentidora de las marramucias del mismo.
— Sr. Christopoulos la Srta. Sarantos lo solicita y dice que es urgente – cierra los ojos y toma una bocanada de aire.
— Si dice que es importante pues dígale que pase adelante – responde sin levantar la vista.
La chica en cuestión es la rubia que comparte habitación con Amelia y entra como un torbellino a la amplia y elegante oficina.
— No la quiero en mi cuarto – expresa con voz chillona y aniñada.
— ¿Y te refieres a? – pregunta sin despegar la vista del ordenador.
No le tiene nada de paciencia ni a la rubia, ni a nadie, pero considerando que la chica es hija de una pareja de primos de su madre, se vio en la obligación moral de aceptarla en el proyecto dada la súplica de su padre que es un reconocido arquitecto de la zona.
— A esa chica nueva que es tan corriente – resopla mentalmente y maldice el momento en el que se permitió un desliz con ella.
— Supongo que esa chica tiene un nombre ¿no es así? – ahora levanta la cabeza del ordenador — porque no tengo dotes de adivinador ¿sabes? – expresa con la odiosidad característica.
— Y yo que sé, Amelia algo – ella rueda los ojos — hasta el nombre es desagradable.
Achica los ojos a muy poco de ponerse en evidencia ante la manera tan despectiva que tiene la chica de referirse al objeto de su deseo.
— Formula una queja y colócala en el buzón de sugerencias, no entiendo tu presencia aquí si sabes perfectamente como debes proceder – gruñe —. Te agradecería que salgas de mi oficina y vuelvas a tus labores, no tengo tiempo para esto – el jadeo de la chica se escucha en toda la oficina.
— ¿Te atreves a echarme luego de todo lo que hemos pasado? – él la mira fijamente.
— ¡Largo de aquí! – grita — ¿o quieres que te envíe a detención por lo que resta del día? – la chica aprieta los puños.
— Mi tía sabrá de esto ¡lo juro! – sal dando un portazo, empujando a todo aquel que se le atraviese.
Bastián solo resopla enojado por la altanería de la mujer que piensa aun es una adolescente, jamás daría su brazo a torcer ante la exigencia de su madre. Belice Sarantos puede ser la mujer perfecta para encargarse de un esposo empresario y la mejor opción a los ojos de su familia, pero él definitivamente no se encerrará en un matrimonio forzado ya que a sus treinta y siete años ya lo experimentó y las cosas no salieron nada bien.
[***]
— No creo que sea conveniente, faltan dos milímetros de espesor y eso podría causar un derrumbe en las bases – advierte Amelia a sus compañeros frente al primer proyecto pautado para esta tarde.
— ¿Por dos milímetros? – resopla uno de los compañeros — ¡por el amor de Dios! Es solo la primera prueba.
— Y una de las más sencillas, pero significativas – recalca Amelia — si nos equivocamos en esto corremos el riesgo de reprobar ya que igual al edificio que tenemos enfrente, se nos derrumbaría la carrera solo por dos milímetros – los mira a todos y ellos la observan como a un bicho raro.
— ¡Diez minutos para culminar la tarea de hoy! – informa la instructora.
— ¿Y según tú, que debemos hacer ahora? – increpa una de las estudiantes —. Ya la instructora dio un ultimátum y no podemos hacerlo de nuevo.
— Coloquemos una leyenda al pie del trabajo y de ese modo tomarán en cuenta de que somos humanos y podemos equivocarnos, pero lo mejor de todo es que nos percatamos a tiempo y rectificamos ¿somos personas después de todo, no? – se hace un silencio sepulcral y luego todos rompen en risas.
— Creo que estás loca y definitivamente vas a reprobar – Amelia aprieta los labios con inconformidad, pero ella no se encuentra dispuesta a perder el tiempo con personas inconscientes.
Levanta la mano hacia la instructora y esta le indica que espere un minuto ya que se encuentra atendiendo otra exigencia. Al llegar su turno plantea el problema, discuten las probabilidades y ella propone una solución con lo que la mentora queda satisfecha y le otorga la razón ante los rostros pasmados de sus compañeros.
— Somos ingenieros, pero también somos personas normales y corrientes. Las equivocaciones siempre serán parte de nuestro día a día – aclara con una pedagogía sorprendente — sin embargo rectificar y señalar nuestros errores para luego superarlos es sin duda el mejor aprendizaje ¡felicidades al grupo!
Los compañeros de Amelia – todos niños ricos y malcriados – la felicitaron por su percepción frente al problema ya que a ellos no se les habría ocurrido.
Considerando el hecho de que el proyecto se debe exponer al final del día y el juez es el dueño de la empresa, a Amelia se le pone la piel de gallina solo al pensar que debe enfrentarlo habiendo sido escogida como la capitana del equipo y por ende la expositora de dicho primer proyecto cosa que le adjudicará un sobresaliente, pero también tendrá que lidiar con el problema de que estará en la mira para el grupo de élite que necesita – o desea – formar Bastián Christopoulos.
— ¡Ni pretendas que el Jefe se fije en ti zorra! – queda completamente desestabilizada ante el comentario de su desagradable compañera de cuarto —. Sé que viniste con intención de quedarte con todo, las americanas son de ese tipo.
La mano de la americana se estampa contra la mejilla de la rubia y esta jadea ofendida porque no pensó que el resultado de su impertinencia fuese ese. Las personas se aglomeran. El escándalo llega a oídos de Bastián quien entrecierra los ojos ante lo que ve frente a las cámaras ya que algo de eso esperaba en cualquier momento de parte de Belice Sarantos. Sale de la oficina dirigiéndose al comedor antes de que haya algún destrozo.
— ¡Vuelve a insultarme de ese modo y te irá peor! – advierte Amelia lista para saltarle encima.
— Señoritas… - la voz del jefe suena como un trueno y la aglomeración se disipa — ¡a mi oficina, ahora!
Bastián Christopoulos camina firmemente hacia su oficina con los puños y la mandíbula apretada. No es un hombre de paciencia y menos cuando se trata de peleas de gatas sin embargo su interés falla a favor de Amelia quien camina detrás de él y de la rubia que es más antigua que ella no solo en la academia sino en la empresa. Abre la puerta y la sostiene para que ingresen ambas y cierra de nuevo. Inspira ruidosamente ante la decisión que se dispone a tomar en este momento. — Srta. Sarantos está usted suspendida de su empleo en la empresa y deberá abandonar de inmediato la academia – el jadeo de Belice llena la oficina por completo. — ¿Pero, qué? – grita sin tomar en cuenta la falta que comete al hacerlo — ¿y ella? ¿Me golpeó y tú me despides? Bastián no se inmuta. La mira directo a los ojos y niega. — Es mi empresa y se va, no quiero que ocupe un puesto el cual ni siquiera es de su interés – espeta aunque en voz baja — Ahora… salga de mi oficina y es más una orden que una petic
Amelia se mira al espejo y el reflejo que este le devuelve es la viva imagen del sufrimiento, en este momento no se encuentra su madre con ella para prestarle el apoyo que necesita, pero si estuviese aquí moriría de la vergüenza ante el rumbo que ha llevado su vida hasta ahora. Tiene un enorme problema con que le ordenen hacer cosas que no desea – como cualquier persona que se aprecie de normal – ya que se crió en un entorno donde solo su madre ponía las reglas y no tiene que ver siquiera con el hecho de que no pueda seguir o adaptarse a ellas. Es la manera en que el “jefe” se ha pronunciado ante ella. Le ha faltado el respeto. Pero no puede regresar a su país con las manos vacías y menos con la decepción de que no pudo hacer nada al respecto. — Necesito tomar la decisión correcta para no decepcionar a mi madre y menos aún perder mi carrera ya que hemos luchado muy duro por esto – se dice a sí misma —, además mi madre no tiene culpa de lo que me depara el destino… Dicho esto tom
A pesar de la tensión que experimentó Amelia al estar en la misma habitación con Bastián, considera que la clase estuvo perfecta. El hombre tiene una didáctica que ni siquiera los académicos de la universidad de Nueva York poseían, era específico, pero exigente a la hora de lanzar preguntas a los estudiantes. Es duro e implacable a su criterio y sin embargo doblegaba su arrogancia al expresar de forma explícita y no demandante como normalmente lo es su tono. — En la biblioteca encontrarán todo lo que necesitan para el reto impuesto, considerando que la tarea no es grupal sino un test para calificar sus conocimientos de la materia – se escuchan murmullos por doquier —, existe un premio – la sala queda en silencio —. Los primeros tres es decir, las tres mejores calificaciones podrán trabajar conmigo codo a codo un día entero – todo lo dice sin mirar a nadie en específico. Amelia no puede negar el magnetismo que tiene el hombre embutido en ese traje a medida, se nota no solo su cuerpo
Amelia entra a la habitación con piernas temblorosas y un nudo en la garganta que no le permite respirar lo cual se le hace extraño considerando que el autor intelectual de toda su desgracia lleva por nombre Bastián Christopoulos. Entonces ¿por qué se siente traicionada al enterarse de que la chica Bélice es su prometida? , le grita una vocecita dentro de ella. — Y mi madre dice que la conciencia nos habla ¡vaya m****a! – se reprocha ella misma —. Bienvenidos a la inquisición. Observa el folio con los documentos arrugados y se pregunta ¿cuál es su papel en todo este enredo? Es una chica fuerte y con mucho temple, pero no puede negar que en este momento donde las cosas ya han tomado un color oscuro necesita más que nunca a su mamá, ella sabría que hacer e incluso se enfrentaría a cualquiera que quisiera lastimar a su hija, pero retiene el impulso de tomar el teléfono y marcar su número en este momento porque su afección coronaria podría empeorar
Amelia sale del todoterreno aun tambaleante a causa del desmayo, su estómago se resiente a causa del medicamento administrado por el caballero que la atendió en el hotel. El chofer la dirige hacia el elevador que la llevará al décimo piso donde se encuentra el ático de Bastián. — Srta. Blackstone – el hombre llama su atención, extiende un teléfono y ella niega rechazándolo —. Es el jefe, necesita decirle algo – Amelia hace un ademán con la mano para que entienda que no desea hablar con él —, no lo coge jefe de hecho se rehúsa a hacerlo – escucha las instrucciones — enseguida Sr. Christopoulos. Procede a ayudarla a ingresar al aparato y al sentir el movimiento Amanda se desvanece por completo cayendo en los brazos del sujeto que la acompaña. El cual entra en el apartamento y la acomoda en la gran cama del jefe saliendo de inmediato del inmueble. — Dime Cesar – responde el teléfono en un gruñido —, está bien déjala dormir y por favor solicita que alguien le lleve algo para que cene
Bastián Christopoulos ingresa a su despacho desesperado por calmar el fuego que lo abrasa luego de la plática con Amelia en su alcoba. Normalmente mantiene la compostura ante este tipo de situación y aunque se ha mantenido firme en la exigencia de Amelia de no tocarla, hoy siente que ha sido una prueba de fuego luchando contra sus instintos y sus hormonas. Ninguna mujer hasta ahora había desestabilizado su vida como lo ha hecho esa pequeña mujer con el rostro impregnado de pecas y ese cabello de fuego. , piensa ahora con la cabeza impregnada de dudas al respecto. Pero ella es la mujer que ha escogido para el propósito de pasar el resto de su vida junto a ella, tener hijos y cumplir al fin con sus sueños. Reflexiona en todo lo que se le viene encima y se dice a si mismo dándose ánimos que todo irá bien mientras destapa la botella de bourbon que lo acompañará esta noche y en la cual ahogará los malos recuerdos del pasado. < Creo que m
Bastián sonríe casi imperceptiblemente ante el susto que le ha dado a Amelia, no resistió la tentación de tenerla en su habitación y no poder verla, le preocupa el hecho de que no pueda controlarse frente a ella y sin embargo se atrevió a ingresar a motivado no solo por el alcohol sino las ganas de mirarla descaradamente. — ¡Vaya! cualquiera diría que te encontré haciendo algo indebido – capta el momento preciso en que ella traga salido con dificultad Y entonces en su perfecta boca se forma una sonrisa casi diabólica — y por tu reacción parece que así es.— Por favor no seas ridículo, solo estaba… buscando el baño y si no te molesta claro está porque es tu casa, necesito que salgas porque lo voy a usar - especifica abriendo los ojos y a él le parece más hermosa que nunca.— Y yo necesito que te cases conmigo lo más pronto posible y te conviene darme una respuesta que me satisfaga - sus palabras la desestabilizan por completo.,
Amelia quedó prendada de aquella sonrisa rompe bragas de dentadura perfecta. No era la primera vez que estaba frente a un hombre que la atraía sin embargo Bastián sobrepasaba toda expectativa que se pudiese plantear. Atractivo, inteligente, llamativo y con mucha clase; era un hombre con una personalidad distinta tanto por su cultura como por su posición social que lo hacían poderoso además de ser una figura pública. ¿Entonces que querría demostrar uniéndose en matrimonio a ella? ¿Qué pensará su familia al respecto? Y más aún: ¿Qué esperaba de ella? cuando era él quien tenía una experiencia mundana y decadente.— ¿Tan rápido te has arrepentido Amelia? – escucha su voz y al girar se percata de que ha estado dando pasos en círculo sumida en sus pensamientos.— ¿Eh, yo? Solo pensaba – responde sin mirarlo.No puede hacerlo y que se encuentra llena de dudas al respecto planteándose si es una buena idea aceptar su propuesta o no aunque al parecer ya no hay vuelta atrás puesto que ha