13. Encuentro perdido.

Las manos de Franchesca no dudaron en deslizarse por la abertura de su camisa, donde un par de botones ya habían cedido a su toque travieso momentos antes.

—Quiero cumplir todas y cada una de tus fantasías.

—Tú eres mi fantasía —respondió Alexander con voz ronca, rozando los labios de su esposa. Con una mano en su nalga, la levantó, obligándola a rodearlo con las piernas mientras se apoyaba en el cristal para mantenerla así.

Ella se dejó atrapar entre el cuerpo de su esposo y los enormes ventanales de la torre Eiffel. El calor de su cuerpo aumentó justo cuando las manos de Alexander recorrieron sus piernas hasta sus nalgas, levantándole la falda. Casi gruñó al sentirlo alejarse.

Alex se desabrochó los pantalones como pudo y liberó su erección. Le resultaba difícil controlarse; la necesidad animal que su esposa le provocaba era algo que jamás había experimentado con ninguna amante, novia, ni siquiera con Teresa.

Era una mezcla extraña de sentimientos, pasión y necesidad que, si pudiera
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