Alexander casi no escuchaba nada, porque no podía dejar de observar lo perfecta que se veía su esposa. Suya. Solo tenía que dar el sí, y eso hizo exactamente en el instante en que el juez se calló.—Sí. Claro que quiero.El juez de paz asintió ante las palabras de Alexander y volvió su mirada hacia la novia.—Ahora me dirijo a la señorita Franchesca Devaroux…Franchesca , al igual que Alex, no podía escuchar con claridad lo que decía el juez de paz. Lo único que podía oír en ese instante era el sonido de su corazón latiendo cada vez más rápido, deteniéndose en el momento exacto en que el ministro paró, sabiendo que Alex y todos los presentes estaban esperando por su respuesta.—¡Sí, acepto! —dijo emocionada, con una mirada soñadora y una voz cargada de ilusiones.Hasta el juez de paz se sintió contagiado por la alegría y euforia de los dos novios, por lo que no perdió más tiempo y dio por culminada la ceremonia con la peculiar frase:—Por el poder que me confiere el estado de Palermo
Las manos de Franchesca no dudaron en deslizarse por la abertura de su camisa, donde un par de botones ya habían cedido a su toque travieso momentos antes.—Quiero cumplir todas y cada una de tus fantasías.—Tú eres mi fantasía —respondió Alexander con voz ronca, rozando los labios de su esposa. Con una mano en su nalga, la levantó, obligándola a rodearlo con las piernas mientras se apoyaba en el cristal para mantenerla así.Ella se dejó atrapar entre el cuerpo de su esposo y los enormes ventanales de la torre Eiffel. El calor de su cuerpo aumentó justo cuando las manos de Alexander recorrieron sus piernas hasta sus nalgas, levantándole la falda. Casi gruñó al sentirlo alejarse.Alex se desabrochó los pantalones como pudo y liberó su erección. Le resultaba difícil controlarse; la necesidad animal que su esposa le provocaba era algo que jamás había experimentado con ninguna amante, novia, ni siquiera con Teresa.Era una mezcla extraña de sentimientos, pasión y necesidad que, si pudiera
Teresa entró a paso acelerado a la mansión Di Angelo. Caminó hasta el estudio y dejó caer sobre el escritorio unas fotos que el investigador privado le había puesto tras de que Alexander le hiciera llegar.—Tu hijo acaba de casarse con una prostituta. ¿Qué vas a hacer al respecto?La sonrisa que Alexandra Di Angelo mostraba en ese momento tras saber que Teresa, la mejor amiga de su hijo, se encontraba visitándola después de su matrimonio con un rico hombre estadounidense, desapareció en el momento en que la joven le dio la noticia del casamiento de su propio hijo.—Eso no puede ser posible, Alexander no puede casarse con una cualquiera —dijo Alexandra tomando las fotos que Teresa dejó caer en su escritorio.Las pruebas eran más que claras: en cada una de sus fotos, su hijo se encontraba acompañado de una mujer mucho más joven que él, y también había fotos de ellos dos besándose.—No creo que esta mujer sea algo serio —dijo Alexandra tratando de aparentar calma—. Ya conoces a mi hijo y
Ni bien Alexander pisó suelo inglés y regresó a su trabajo un mes después de su boda, Alexandra se preparó para ir a visitar a su hijo.La felicidad de Alexander se vio empañada por la inesperada visita de su madre en su oficina.—¿Qué haces aquí, madre? —preguntó con tono frío y distante.—¿Acaso no puedo venir a ver a mi único hijo? —replicó Alexandra con una sonrisa forzada. La ironía en las palabras de Alexander no pasó desapercibida para ella.—Así que ahora jugaremos a la madre devota y al hijo ingrato —espetó Alexander con sarcasmo.La sonrisa de la bella mujer se desvaneció ante la mordacidad de su hijo.—En fin, he venido a darte esta invitación —dijo entregándole un sobre—. Andrew y yo hemos decidido que ya es hora de que sientes cabeza si quieres seguir al frente de la farmacéutica.—¿Desde cuándo tu amante y tú se creen con derecho a tomar decisiones sobre mi vida? —replicó Alexander con furia contenida.—Andrew no es mi amante, es mi esposo y también tu tío, por si no lo
Después de que Franchesca se sentara, Alexander ocupó la silla frente a ella, tomó su mano y la miró a los ojos.—Agradezco cada uno de los días que hemos vivido juntos. Me enamoro más de ti con cada día que pasa, y nada ni nadie podrá alejarme de ti —dijo, llevando la mano de Franchesca a sus labios y besando sus nudillos—. Debo acudir a una fiesta organizada por mi madre, y odio tener que exponerte a ella.—Sin embargo, hay un "pero" —dijo Franchesca con voz juguetona, observando a su esposo. Alexander era un libro abierto para ella—. No es solo que no quieras exponerme, sino que hay algo más. Dime, ¿qué es eso que no quieres que sepa?—Verás, cariño, es que… —Alexander no pudo terminar de hablar.En ese momento, el maitre, acompañado de un par de meseros, se acercó y colocó los platillos en la mesa. Eran delicias del mar Mediterráneo, la comida favorita de Franchesca.—Solo esperamos que nos digan con qué vino desean acompañar su cena —dijo el maitre.Alexander tomó la carta de vin
En la puerta, ansiosos, esperaban la madre de Alexandre, Alexandra, y su tío Andrew, también esposo de Alexandra.—Hijo, qué bueno que llegas— dijo Alexandra acercándose a Alexandre, su hijo y supuesta asistente, apartando a la joven de su lado—. Señorita, ¿por qué no toma algo? Disfrute de la fiesta, pero mi hijo no necesita asistente en este momento.Franchesca sonrió a Alexandra Di Angelo, aunque sus manos aferraban con fuerza su bolso pequeño. Su suegra la había tratado como una empleada.Alexander negó rápidamente, tomando con delicadeza pero firmeza el antebrazo de su esposa para que no se marchara.—No te vayas, te quiero a mi lado— dijo rápidamente sin importarle que su madre lo escuchara. Solo miraba a los ojos de su esposa. En ese momento, solo quería saber si ella estaba bien. Nada lo alejaría de ella, ni siquiera su madre.Por supuesto, Alexandra sabía quién era la joven y disfrutaba humillándola, sabiendo que su hijo no podía hacer nada para evitarlo.—Vamos, hijo, tu emp
Franchesca no podía creer lo que escuchaba. La pareja frente a ella estaba segura que tratarían de seguir con sus planes de atarla a un desconocido. En su mente aún resonaba la última conversación entre sus abuelos y sus padres que había espiado tras la puerta del despacho de su padre, la que la había obligado a huir.—¡Solo me ven como una moneda de cambio! —gritó Franchesca al hombre frente a ella—. ¡Los escuché hablar de ello con mi padre!Antuan se acercó un paso más a su nieta. Franchesca retrocedió, intentando mantener la distancia.El crujido de las hojas del seto detrás de ella le confirmó que no tenía escapatoria.—Eso no es así, si tan solo nos dejaras explicarte— trato de razonar con ella Antuan, volteando a ver a su esposa quien se acercaba a paso lento hasta donde se encontraban ambos.—No se acerquen más —amenazó Franchesca—, ¡si lo hacen, gritaré!En ese momento, se arrepintió profundamente de haberse alejado de Alexander."Alex, por favor, aparece", rogó en silencio.L
Alexander no entendía por qué aquella mujer se atrevía a llamarlo “bastardo” cuando todo el mundo decía que se parecía mucho a su padre.—No me importa lo que usted piense de mí, Franchesca es mi esposa —aseguró Alexander, sintiendo nuevamente aquel calor interno que hacía arder su sangre por dentro.—Eso no es cierto, mi hijo no es un bastardo —aseguró Alexandra, viviendo con la vergüenza de que todos creyeran que Alexander era fruto de su aventura con Andrew, la cual había empezado muchos años después de la muerte de su esposo.—¿Entonces por qué la diosa no dotó a tu hijo de los dones de su linaje? —preguntó Sophie, avanzando hacia ella.—Lo que está claro es que mi nieta jamás estará casada con el bastardo —aseguró Antuan, secundando a su esposa—, porque un humano común es incapaz de llevar a cabo el ritual.Franchesca estaba harta de que hablaran de ella y, sobre todo, de que sus abuelos insultaran a Alexander. Empezó a caminar para colocarse en medio de todos; sin embargo, no