Los exámenes clínicos empezaron de inmediato y George estaba tan o más entusiasmado que Rudolph y yo misma. Me hizo pasar por todos los chequeos habidos por haber en el hospital. Estuve en manos de ginecólogos, obstetras, neumólogos, cardiólogos, nutricionistas, especialistas en la sangre, en el hígado, los riñones, traumatólogos y hasta una psicóloga para evaluar si estaba preparada para ser mamá, me hicieron toda suerte de análisis, me tomaron radiografías y ecografías, controlaron mi temperatura, mi presión, todo. Prácticamente la pasé una semana entera en la clínica, al extremo que me conocí hasta el último de sus consultorios y pasadizos, je je je. Mi felicidad y entusiasmo coincidía también con la dicha de Alondra. Su relación con Gaston Brown iba de maravillas. Se veían todas las noches, él la llevaba a lujosos restaurantes, a exclusivos night club, a costosos conciertos y a salones de bailes, reservados, donde la pasaban muy bien, encandilados a su amor. -Te veo muy ena
Por la noche, después que hicimos el amor con mucha intensidad, Rudolph se alzó y me miró largo rato, acariciando mis pelos, enredando sus dedos en mis cabellos. Yo transpiraba aún después de la intensa faena y mordía mis labios, eclipsada y obnubilada después que me hizo suya igual a un volcán en erupción. -Me equivoqué, Patricia, me dijo, Brown es un buen hombre- Yo intentaba desacelerar mi corazón, echaba humo por mis narices y las llamas seguían chisporroteando por todos mis poros. -Tengo miedo que Brown se lleve a Alondra-, le confesé finalmente. -No creo que te deje, ella disfruta mucho de su trabajo-, mi marido no compartió mis dudas. Igual se lo pregunté a Alondra cuando hacíamos las fotos para la publicidad del museo de cera que abriría en breve sus puertas al público. Alondra me hizo posar con grandes personalidades de la historia, hechas estatuas, y también con las imágenes escalofriantes de Jack el Destripador o el abominable hombre de las nieves. -¿D
Esa mañana recibí la esperada llamada de George. Yo me había duchado, estaba metida en una bata, me hacía un delicioso hígado frito, ya había comprado pan antes de darme el baño y me haría, además, café con leche porque tenía mucha hambre. La había pasado de maravillas, además, en los brazos de Rudolph, estaba feliz, en realidad, me sentía súper coqueta y femenina y por eso deseaba darme una sabrosa comilona, cuando timbró mi móvil. -Todo bien, Patricia, los exámenes han salido todos bien, estás en condiciones de inseminarte, esto se hará la semana entrante, el miércoles o jueves que estarás ovulando-, me dijo él resoluto. Junté los dientes, las rodillas, moví los hombros, creo que mis mejillas se pintaron, por completo, de rosa y quería explotar de felicidad. -¿Soportaré un embarazo múltiple?-, parpadeé varias veces. -Por supuesto, eres una mujer, fuerte, sana, sin ningún tipo de problemas. Te reitero que es una posibilidad no es nada definitivo-, me aclaró George. Como
Tomé mi desayuno muy nerviosa, inquieta bastante eufórica en realidad pensando en cómo decírselo a Rudolph. Lo que yo quería era tener una faena muy romántica con mi marido y luego inseminarme, para de esta forma, coincidir la velada con el tratamiento que me haría George y quedar embarazada, como si en efecto, él, mi marido muerto, fuera el responsable de mi futura e inminente gestación. También debía decírselo a Alondra para que ella, paralelamente, tuviera su noche de amor intensa con Gaston y tratar, igualmente, de quedar embarazada. Pensé además en organizar la boda de ella, de mi amiga, apenas nos dieran la noticia de que estábamos en la dulce espera- Todo eso me tenía febril, entusiasmada, sumida en nervios, cuando, de pronto, Sebastián empezó a gritar frente a mi puerta, alterando a todos los vecinos. -¡¡¡Patricia!!! ¡¡¡Abre la puerta!!!-, decía Sebas como un energúmeno. Desorbité mis ojos, mis pelos se erizaron, mi corazón se alteró y quedé estupefacta y desconcertada
Esa mañana me llamaron a mi móvil autoridades de salud para que me presente de inmediato en sus oficinas. -¿Con quién vive, señorita Pölöskei?-, me preguntaron extrañados cuando me presenté delante de ellos. Fui con Alondra. Yo no sabía lo que estaba pasando, en realidad. -Vivo sola ,¿por qué?-, empecé a inquietarme. Me preguntaron si tenía familia, si trabajaba, qué es lo que hacía y si me había hecho exámenes psicológicos. Lo que yo tampoco era que el abogado de Sebastián también había reunido pruebas de personas que me vieron hablando sola en los parques, restaurantes, salsódromos y espacios públicos, también videos de las cámaras de vigilancia, tantas que definitivamente las autoridades de salud, también se convencieron de que yo estaba mal de la azotea. Alondra estalló indignada. -Patricia Pölöskei es una figura pública, una cotizada modelo, una exitosa publicista, la imagen de numerosas marcas, tiendas, galerías, acuarios, líneas de ropa, autos, están vilipendiando a una
Primero fue en el parque, un domingo por la tarde, mientras iba mirando las mariposas y las golondrinas, volando junto a las rosas y los árboles, relajándome, despejando mi mente, tratando de calmar mis nervios por la inseminación artificial que me iba a someter, pensando en no tener problemas en mi embarazo, en el pánico que me sumía la posibilidad de un embarazo múltiple y los riesgos que eso podría provocar eso cuando vi a un sujeto que me miraba con mucha atención. Tenía un enorme hueco en la frente. Es lo que me parecía. Estaba sentado en una banca, con los brazos y las piernas cruzadas y no dejaba de mirarme y asentía con una larga sonrisa dibujada en los labios. No entendía cómo podía tener ese enorme forado entre las cejas que, incluso, le había atravesado el cráneo, tanto que se veía el otro lado de la ciudad. No voy a mentir, me asusté mucho y eché a correr a mi casa. El tipo ese, incluso, me llamo, -¡¡¡Patricia, no corras, ven!!!-, le escuché decir fuerte y sonoro, lo
Alondra era la que más sufría por toda esa situación de ser perseguidos por fantasmas, queriendo que los ayudemos, hablarnos o simplemente contarnos sus cuitas y pesares. Fue tal la psicosis que le provocó el poder ver y comunicarse con finados de toda índole, que mi amiga se sumió en un incontrolable pavor. Vio cuadros muy conmovedores, personas muertas que le hablaban de grandes tragedias, de crímenes que convulsionaron al país y asesinatos múltiples que, obviamente, era peor que ser protagonista de una película de terror. Alondra no dejaba de llorar, estaba encerrada en su casa y dejó de trabajar una semana completa, dejándome todos los contratos pendientes sobre mis espaldas. Debí multiplicarme para cumplir con nuestros clientes. No solo ser la modelo, sino también tomar fotos y hacer videos, contratar a chicos para que me ayuden y preparar las locaciones. Un poco más y ésta vez sí, me vuelvo loca de remate En medio de ese caos, me llamó George, el encargado de mi inse
Ese jueves, al fin, apareció Hauss. Yo recién terminaba de hacer el diseño de un tríptico de una florería que requería, urgente, de publicidad. Tocó la puerta y metió la nariz muy confianzudo. -¿Se puede, Patricia?-, me preguntó riéndose. -Mi vida está de cabeza, los fantasmas me buscan y no me dejan en paz-, le dije mortificada. Hauss miró con curiosidad mis cuadros grandes de los avisajes que modelé. Estiró una larga sonrisa en el que aparecía en el acuario del que había sido dueño antes de morir. -Sí, ha habido problemas con el pez arowana, un simple resfriado, ja ja ja-, tomaba las cosas a la ligera. -Alondra no quiere salir de su casa, se la pasa llorando-, le reclamé muy molesta. Hauss se sentó al fin en una silla. -La cosa es simple, Patricia, nadie quiere estar muerto, todos quieren volver a la vida, no les gusta el otro mundo ja ja ja-, me dijo, sin despintar su sonrisa. -¡¡¡Alondra ni yo tenemos la culpa de lo que les haya pasado!!!-, me puse aún más fur