Esa mañana me llamaron a mi móvil autoridades de salud para que me presente de inmediato en sus oficinas. -¿Con quién vive, señorita Pölöskei?-, me preguntaron extrañados cuando me presenté delante de ellos. Fui con Alondra. Yo no sabía lo que estaba pasando, en realidad. -Vivo sola ,¿por qué?-, empecé a inquietarme. Me preguntaron si tenía familia, si trabajaba, qué es lo que hacía y si me había hecho exámenes psicológicos. Lo que yo tampoco era que el abogado de Sebastián también había reunido pruebas de personas que me vieron hablando sola en los parques, restaurantes, salsódromos y espacios públicos, también videos de las cámaras de vigilancia, tantas que definitivamente las autoridades de salud, también se convencieron de que yo estaba mal de la azotea. Alondra estalló indignada. -Patricia Pölöskei es una figura pública, una cotizada modelo, una exitosa publicista, la imagen de numerosas marcas, tiendas, galerías, acuarios, líneas de ropa, autos, están vilipendiando a una
Primero fue en el parque, un domingo por la tarde, mientras iba mirando las mariposas y las golondrinas, volando junto a las rosas y los árboles, relajándome, despejando mi mente, tratando de calmar mis nervios por la inseminación artificial que me iba a someter, pensando en no tener problemas en mi embarazo, en el pánico que me sumía la posibilidad de un embarazo múltiple y los riesgos que eso podría provocar eso cuando vi a un sujeto que me miraba con mucha atención. Tenía un enorme hueco en la frente. Es lo que me parecía. Estaba sentado en una banca, con los brazos y las piernas cruzadas y no dejaba de mirarme y asentía con una larga sonrisa dibujada en los labios. No entendía cómo podía tener ese enorme forado entre las cejas que, incluso, le había atravesado el cráneo, tanto que se veía el otro lado de la ciudad. No voy a mentir, me asusté mucho y eché a correr a mi casa. El tipo ese, incluso, me llamo, -¡¡¡Patricia, no corras, ven!!!-, le escuché decir fuerte y sonoro, lo
Alondra era la que más sufría por toda esa situación de ser perseguidos por fantasmas, queriendo que los ayudemos, hablarnos o simplemente contarnos sus cuitas y pesares. Fue tal la psicosis que le provocó el poder ver y comunicarse con finados de toda índole, que mi amiga se sumió en un incontrolable pavor. Vio cuadros muy conmovedores, personas muertas que le hablaban de grandes tragedias, de crímenes que convulsionaron al país y asesinatos múltiples que, obviamente, era peor que ser protagonista de una película de terror. Alondra no dejaba de llorar, estaba encerrada en su casa y dejó de trabajar una semana completa, dejándome todos los contratos pendientes sobre mis espaldas. Debí multiplicarme para cumplir con nuestros clientes. No solo ser la modelo, sino también tomar fotos y hacer videos, contratar a chicos para que me ayuden y preparar las locaciones. Un poco más y ésta vez sí, me vuelvo loca de remate En medio de ese caos, me llamó George, el encargado de mi inse
Ese jueves, al fin, apareció Hauss. Yo recién terminaba de hacer el diseño de un tríptico de una florería que requería, urgente, de publicidad. Tocó la puerta y metió la nariz muy confianzudo. -¿Se puede, Patricia?-, me preguntó riéndose. -Mi vida está de cabeza, los fantasmas me buscan y no me dejan en paz-, le dije mortificada. Hauss miró con curiosidad mis cuadros grandes de los avisajes que modelé. Estiró una larga sonrisa en el que aparecía en el acuario del que había sido dueño antes de morir. -Sí, ha habido problemas con el pez arowana, un simple resfriado, ja ja ja-, tomaba las cosas a la ligera. -Alondra no quiere salir de su casa, se la pasa llorando-, le reclamé muy molesta. Hauss se sentó al fin en una silla. -La cosa es simple, Patricia, nadie quiere estar muerto, todos quieren volver a la vida, no les gusta el otro mundo ja ja ja-, me dijo, sin despintar su sonrisa. -¡¡¡Alondra ni yo tenemos la culpa de lo que les haya pasado!!!-, me puse aún más fur
Alondra y Gaston iban de maravillas en su relación. Todas las noches salían, los fines de semana se iban a la playa, incluso partían de viaje y hasta hicieron un crucero por el Caribe. Disfrutaban a plenitud de su amor y ella estaba muy feliz. Ya había superado la horripilante experiencia de verse con los muertos. En realidad fue Brown, con su inmenso amor y cariño, la que hizo posible que Alondra lograra superar ese mal momento. A su lado, ella se sentía protegida, segura y comprometida a vencer cualquier inconveniente y seguir juntos frente a todo tipo de tormentas y marejadas. Hauss cumplió su parte y los fantasmas dejaron de aparecer frente a nosotras. Yo, como imaginarán, estaba espantada pero también temía que Rudolph dejara de aparecer en mi vida, sin embargo no ocurrió nada de eso, felizmente. Mi marido no dejaba de visitarme en las noches y dormía conmigo, aunque él, en realidad, se la pasaba besándome y acariciándome, embelesado y maravillado con la lozanía de mi piel
Volvimos, entonces, a planificar las cosas para quedar encinta al mismo tiempo je je je. -El miércoles es tu gran día, entonces, yo debo hacerlo el jueves-, me decía Alondra pícara, mordiendo sus labios, frotando sus rodillas, con sus pechos empinados y pétreos, muy excitada. Ciertamente le encantaba la idea, también, de quedar embarazada de Brown. -¿Qué te ha dicho él?-, me interesé. -Está de acuerdo. Le conté lo de tu inseminación, de que queremos quedar embarazadas al mismo tiempo, dar a luz y cerrar por medio año la agencia, para luego volver a lo nuestro, me dijo que contaba con su apoyo-, hizo brillar ella sus ojitos como luceros. -Será lo más loco que hayamos hecho juntas ja ja ja-, yo me reía muy contenta. -Brown quiere casarse conmigo-, me anunció, además, Alondra. No debía sorprenderme. Ellos estaban muy enamorados, la pasaban de maravillas, como les dije, ella quería embarazarse y él estaba deseoso, también, de formar una familia, por lo que formalizar su relaci
Ese martes en la noche, previo a la inseminación artificial, en la noche, me puse muy linda, con una lencería roja transparente muy sugerente que había comprado en una tienda de modas, con medias y liguero, solté mis pelos, para verme muy sexy y calcé zapatos taco catorce para estar enorme frente a él. Me envolví, además, en una bata sugerente y esperé a Rudolph. Él llegó muy orondo, como siempre. -¡¡¡Mi café, Patricia!!!.-, dijo jalando una silla, tamborileando la mesa. -¿No prefieres, mejor, este postre?-, le dije, entonces, insinuante, coqueta, poniendo un pie en la pared y alzando mis pelos con una mano, dejando caer la bata sugerente. Entreabrí la boca y mordí mi lengua muy sensual, como una femme fatale. Rudolph quedó estupefacto y pasmado viendo mi belleza bien pincelada en la lencería roja. Se maravilló con mis pechos inflados como globos, palpitando al mismo compás de mi corazón eufórico repicando en mi busto como una melodía dulce y romántica. Contempló mis piernas b
George me esperaba en su consultorio con una gran sonrisa. -Es muy sencillo y no vas a sentir nada, eso sí no hagas locuras je je je-, él también parecía cortado por la misma tijera que mi marido y Watson. Los tres se reían de todo, eran distendidos y me trataban siempre en forma muy paternal que me hacían sentir confiada y entusiasmada a la vez. -Yo me siento muy bien, como si hubiera el amor en forma intensa-, le confesé riendo coqueta. -Sí, lo veo en tu cara, Patricia, estás muy relajada, contenta, emocionada, tu carita está pintada de rosa-, me dio él la razón. Es que yo me sentía así, feliz. Mi entusiasmo se desbordaba no solo por mi sonrisa o mis ojos sino en todo mi ser. En efecto todo fue fácil, sencillo, entre muchas risas, bromas y ni siquiera me di cuenta en qué momento quedé inseminada, porque no dejaba de reírme por las bromas que hacían George y las enfermeras. Él les tenía mucha confianza a ellas porque les tomaba el pelo, les lanzaba insinuaciones y no dejab