Capítulo 107

Ese jueves, al fin, apareció Hauss. Yo recién terminaba de hacer el diseño de un tríptico de una florería que requería, urgente, de publicidad. Tocó la puerta y metió la nariz muy confianzudo. -¿Se puede, Patricia?-, me preguntó riéndose.

-Mi vida está de cabeza, los fantasmas me buscan y no me dejan en paz-, le dije mortificada.

Hauss miró con curiosidad mis cuadros grandes de los avisajes que modelé. Estiró una larga sonrisa en el que aparecía en el acuario del que había sido dueño antes de morir.

-Sí, ha habido problemas con el pez arowana, un simple resfriado, ja ja ja-, tomaba las cosas a la ligera.

-Alondra no quiere salir de su casa, se la pasa llorando-, le reclamé muy molesta.

Hauss se sentó al fin en una silla. -La cosa es simple, Patricia, nadie quiere estar muerto, todos quieren volver a la vida, no les gusta el otro mundo ja ja ja-, me dijo, sin despintar su sonrisa.

-¡¡¡Alondra ni yo tenemos la culpa de lo que les haya pasado!!!-, me puse aún más fur
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