Palacios me llamó a la mañana siguiente. Su intempestiva comunicación me alteró. Yo estaba tranquila, desayunando, después de haberme dado una buena ducha, saboreando un café con leche cuando de repente timbró el móvil. Apenas vi su nombre en la pantalla del celular me preocupé. Sabía que estaba relacionado con la muerte de mi marido. -¿Puedo hablar con usted, señorita Pölöskei?-, me preguntó solemne, creo sonriente, el jefe de la policía. Eso me aterró aún más. Pensé en que ya sabía la identidad del asesino. Yo no quería que Rudolph se fuera de mi lado, o al menos permaneciera conmigo hasta que diera luz a nuestro o nuestros bebés y él pueda verlos. Ansiaba ver su carita feliz besando a su hijo, hijos, hija o hijas, jejeje, ay el número que fuera, je je je y compartir a su lado nuestra inmensa dicha. Es lo que más deseaba, incluso con encono. Fui de prisa a la comandancia. Palacios me esperaba con un café humeante y galletas. Estaba tranquilo. Eso me hizo recuperar la confianza.
Cuando fui a la agencia, Alondra me tenía una sorpresa entre manos. -Quiero pedirte un favor, Patricia, me llamó una amiga mía. Ella es diseñadora de modas y lanzará una línea de verano muy audaz que debe ser un gran éxito la próxima temporada-, me dijo con una sonrisita pícara, haciendo brillar sus ojitos. De inmediato pensé que sería para aparecer en los avisos y los encartes. -No hay problema Alondra, seré la modelo-, le dije, encendiendo mi ordenador. -No, ésta vez no es para que te tome fotos o te haga videos, mi amiga quiere que participes en un desfile de modas-, me disparó entonces ella de frente. Ay, yo detesto los desfiles de modas. No me gusta que todo el mundo me esté mirando de pies a cabeza, fijándose en mis piernas, mis posaderas, mis pechos, mi pelo, viéndome y analizándome como si fuera una cosa rara. Puedo soportar los avisos pero estar frente a los ojos de todo el mundo, me incomoda y me fastidia. -¿Por qué no desfilas tú? Eres tan o más hermosa que yo-,
Los exámenes clínicos empezaron de inmediato y George estaba tan o más entusiasmado que Rudolph y yo misma. Me hizo pasar por todos los chequeos habidos por haber en el hospital. Estuve en manos de ginecólogos, obstetras, neumólogos, cardiólogos, nutricionistas, especialistas en la sangre, en el hígado, los riñones, traumatólogos y hasta una psicóloga para evaluar si estaba preparada para ser mamá, me hicieron toda suerte de análisis, me tomaron radiografías y ecografías, controlaron mi temperatura, mi presión, todo. Prácticamente la pasé una semana entera en la clínica, al extremo que me conocí hasta el último de sus consultorios y pasadizos, je je je. Mi felicidad y entusiasmo coincidía también con la dicha de Alondra. Su relación con Gaston Brown iba de maravillas. Se veían todas las noches, él la llevaba a lujosos restaurantes, a exclusivos night club, a costosos conciertos y a salones de bailes, reservados, donde la pasaban muy bien, encandilados a su amor. -Te veo muy ena
Por la noche, después que hicimos el amor con mucha intensidad, Rudolph se alzó y me miró largo rato, acariciando mis pelos, enredando sus dedos en mis cabellos. Yo transpiraba aún después de la intensa faena y mordía mis labios, eclipsada y obnubilada después que me hizo suya igual a un volcán en erupción. -Me equivoqué, Patricia, me dijo, Brown es un buen hombre- Yo intentaba desacelerar mi corazón, echaba humo por mis narices y las llamas seguían chisporroteando por todos mis poros. -Tengo miedo que Brown se lleve a Alondra-, le confesé finalmente. -No creo que te deje, ella disfruta mucho de su trabajo-, mi marido no compartió mis dudas. Igual se lo pregunté a Alondra cuando hacíamos las fotos para la publicidad del museo de cera que abriría en breve sus puertas al público. Alondra me hizo posar con grandes personalidades de la historia, hechas estatuas, y también con las imágenes escalofriantes de Jack el Destripador o el abominable hombre de las nieves. -¿D
Esa mañana recibí la esperada llamada de George. Yo me había duchado, estaba metida en una bata, me hacía un delicioso hígado frito, ya había comprado pan antes de darme el baño y me haría, además, café con leche porque tenía mucha hambre. La había pasado de maravillas, además, en los brazos de Rudolph, estaba feliz, en realidad, me sentía súper coqueta y femenina y por eso deseaba darme una sabrosa comilona, cuando timbró mi móvil. -Todo bien, Patricia, los exámenes han salido todos bien, estás en condiciones de inseminarte, esto se hará la semana entrante, el miércoles o jueves que estarás ovulando-, me dijo él resoluto. Junté los dientes, las rodillas, moví los hombros, creo que mis mejillas se pintaron, por completo, de rosa y quería explotar de felicidad. -¿Soportaré un embarazo múltiple?-, parpadeé varias veces. -Por supuesto, eres una mujer, fuerte, sana, sin ningún tipo de problemas. Te reitero que es una posibilidad no es nada definitivo-, me aclaró George. Como
Tomé mi desayuno muy nerviosa, inquieta bastante eufórica en realidad pensando en cómo decírselo a Rudolph. Lo que yo quería era tener una faena muy romántica con mi marido y luego inseminarme, para de esta forma, coincidir la velada con el tratamiento que me haría George y quedar embarazada, como si en efecto, él, mi marido muerto, fuera el responsable de mi futura e inminente gestación. También debía decírselo a Alondra para que ella, paralelamente, tuviera su noche de amor intensa con Gaston y tratar, igualmente, de quedar embarazada. Pensé además en organizar la boda de ella, de mi amiga, apenas nos dieran la noticia de que estábamos en la dulce espera- Todo eso me tenía febril, entusiasmada, sumida en nervios, cuando, de pronto, Sebastián empezó a gritar frente a mi puerta, alterando a todos los vecinos. -¡¡¡Patricia!!! ¡¡¡Abre la puerta!!!-, decía Sebas como un energúmeno. Desorbité mis ojos, mis pelos se erizaron, mi corazón se alteró y quedé estupefacta y desconcertada
Esa mañana me llamaron a mi móvil autoridades de salud para que me presente de inmediato en sus oficinas. -¿Con quién vive, señorita Pölöskei?-, me preguntaron extrañados cuando me presenté delante de ellos. Fui con Alondra. Yo no sabía lo que estaba pasando, en realidad. -Vivo sola ,¿por qué?-, empecé a inquietarme. Me preguntaron si tenía familia, si trabajaba, qué es lo que hacía y si me había hecho exámenes psicológicos. Lo que yo tampoco era que el abogado de Sebastián también había reunido pruebas de personas que me vieron hablando sola en los parques, restaurantes, salsódromos y espacios públicos, también videos de las cámaras de vigilancia, tantas que definitivamente las autoridades de salud, también se convencieron de que yo estaba mal de la azotea. Alondra estalló indignada. -Patricia Pölöskei es una figura pública, una cotizada modelo, una exitosa publicista, la imagen de numerosas marcas, tiendas, galerías, acuarios, líneas de ropa, autos, están vilipendiando a una
Primero fue en el parque, un domingo por la tarde, mientras iba mirando las mariposas y las golondrinas, volando junto a las rosas y los árboles, relajándome, despejando mi mente, tratando de calmar mis nervios por la inseminación artificial que me iba a someter, pensando en no tener problemas en mi embarazo, en el pánico que me sumía la posibilidad de un embarazo múltiple y los riesgos que eso podría provocar eso cuando vi a un sujeto que me miraba con mucha atención. Tenía un enorme hueco en la frente. Es lo que me parecía. Estaba sentado en una banca, con los brazos y las piernas cruzadas y no dejaba de mirarme y asentía con una larga sonrisa dibujada en los labios. No entendía cómo podía tener ese enorme forado entre las cejas que, incluso, le había atravesado el cráneo, tanto que se veía el otro lado de la ciudad. No voy a mentir, me asusté mucho y eché a correr a mi casa. El tipo ese, incluso, me llamo, -¡¡¡Patricia, no corras, ven!!!-, le escuché decir fuerte y sonoro, lo