Capítulo 28

A los dos de la mañana, exacto, Rudolph fue a la mesa a tomar su café y cuando se sentó en su silla, recién me vio. Yo estaba en un rincón del comedor, con los brazos cruzados, furiosa, con mi rostro fruncido, mis pelos revueltos y mis ojos hechos fogatas. Tenía mi corazón acelerado y no tenía miedo ni pánico ni temor porque estaba realmente colérica, igual a una ola a presión, pensando y volviendo a pensar que mi marido, a quien me había entregado con mucha devoción, al que idolatraba y lo pensaba el hombre más sincero y fiel de la tierra, me había traicionado con la mujer de otro sujeto. Eso yo no podía tolerarlo y no me cabía en la cabeza que él había estado besando, afanando, seduciendo, flirteando, acariciando y quizás haciendo el amor con esa mujer a quien no conocía ni quería conocer jamás.

-Me engañabas con la mujer de Darrow, por eso me decías que era un tipo malo, el demonio porque tú lo odiabas-, mascullé entonces, chasqueando la boca enfurecida y colérica. Mi malhum
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