Capítulo 12

Fui donde Palacios, el jefe de policía. Lo que yo pensaba era que Rudolph quería darme un mensaje de que no podía descansar en paz porque no había sido resuelto su crimen y por eso se aparecía a cada momento. Y mientras no se supiera quién era el criminal, él estaría allí, flotando en la casa, quizás viviendo su propia pesadilla de estar muerto.

-Señora Pölöskei-, qué gusto verla, siempre tan hermosa-, se mostró Palacios muy galante. Yo no estaba de humor para halagos.

-¿Qué ha conseguido averiguar de mi marido muerto?-, fui de frente al grano, ciertamente mortificada.

-Tenemos algunas pistas-, intentó darme ánimo pero yo sabía que no era cierto. Su mirada lo delataba. Estaba vacía. No sabía mentir.

-Mi marido era un hombre bueno, oficial-, traté de no llorar.

-Lo sé, señora Pölöskei, estamos siguiendo todas las posibilidades para dar con los asesinos-, intentó justificarse él, conmovido de las lágrimas que empezaron a rodar, impertinentes, por mis mejillas.

-Yo sé que
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