Capítulo 3

—¿A dónde debo acudir mañana?

Ethan tomó una tarjeta del escritorio y se la extendió.

—Aquí está la dirección. Mañana a las siete en punto.

Ava la tomó y se puso de pie.

—De acuerdo. Nos vemos mañana señor... —Ava dirigió su vista al pequeño —Nos vemos pronto tesoro.

Adrian levantó la vista paulatinamente y después se concentró en seguir rayando en las hojas.

Ethan no respondió. Simplemente volvió su atención a los documentos frente a él. Mientras miraba al pequeño Adrián de reojo.

Ava salió de la oficina con la sensación de haber firmado algo más que un simple contrato.

Caminó hasta la estación de autobús con la vista fija en el pavimento, repasando en su mente cada palabra de Ethan.

"Es rebelde, testarudo… sabe cómo manipular a las personas."

Algo en su instinto le decía que Adrián no era simplemente un niño problemático. Era un niño falto de amor. Lo pudo sentir mientras lo atrapaba mientras corría en momentos antes, para ella el solo estaba queriendo llamar la atención de su padre, ya que al tenerla solo se relajo y parecía un niño bien tranquilo rayando en sus hojas.

Ava se abrazó a sí misma. Pensar en eso le provocaba un nudo incómodo en el pecho.

Cuando llegó a su vecindario, la escena que la recibió fue un puñetazo directo al estómago.

Un camión de mudanza estaba estacionado frente a su casa. Hombres con overoles sacaban los muebles con indiferencia, mientras su madre, con una bata y un abrigo delgado sobre los hombros, intentaba detenerlos con desesperación.

—¡No pueden llevarse eso! ¡Por favor!

Ava sintió un calor furioso expandirse en su pecho y corrió hacia ella.

—¡Mamá!

Su madre giró hacia ella con los ojos llenos de lágrimas.

—Ava, por favor…

Uno de los hombres la empujó suavemente a un lado.

—Señora, solo hacemos nuestro trabajo.

Ava se interpuso entre ellos y su madre.

—¡Basta! ¡Nos iremos! Solo… solo dennos un momento.

El hombre se encogió de hombros y regresó al camión.

Ava rodeó a su madre con los brazos.

—Vamos adentro.

La mujer se dejó guiar con pasos débiles. Su piel estaba caliente al tacto.

Ava la sentó en el sofá que era uno de los pocos muebles que aún quedaban y corrió a la cocina. Llenó un vaso con agua y regresó a su lado.

—Bebe.

—Todo se está desmoronando…

Ava tragó el nudo en su garganta.

—No. Voy a solucionarlo.

Su madre la miró con tristeza.

—Cariño… no quiero que hagas sacrificios por esto.

Ava sonrió, aunque su pecho dolía.

—Ya firmé un contrato. Con un empresario, cuidare a un pequeño tesorito, no te preocupes mamá muy pronto saldremos de esto, y recuperaremos nuestra vida. Ya verás que también podremos pagar tu tratamiento.

Las lágrimas se deslizaron por las mejillas de su madre, pero no dijo nada.

Ava se inclinó y besó su frente.

—Duerme, mamá. Yo me encargo. Debes descansar para recuperarte.

Cuando su madre cerró los ojos, Ava se quedó junto a ella, mirando la habitación casi vacía.

Su padre regresó horas después ebrio, era más que obvio que él tomaba la situación de distinta manera a ellas.

A la mañana siguiente, en la mansión Moreau, un hombre de traje impecable y expresión tensa recorría el pasillo con el ceño fruncido.

—¡Adrián! ¡Sal de ahí ahora mismo!

La voz de Arthur, el asistente de Ethan, retumbó en la habitación, pero el niño no parecía impresionado.

El pobre Arthur ya no sabía que hacer, el pequeño no paraba de correr de un lado a otro y llevaba horas detrás de él.

Desde su escondite debajo de la mesa, Adrián lo observaba con una sonrisita traviesa.

—No —mencionó Adrián de forma firme sin siquiera detenerse para que Arthur lo tomara.

Arthur apretó los dientes. No estaba preparado para esto. Su trabajo consistía en manejar contratos, reuniones y agendas imposibles, no en perseguir a un niño de cinco años por la casa.

—Adrián, sal de ahí y vístete. Tu padre me pidió que me asegurara de que estuvieras listo antes de irse.

—Pues dile que no quiero, no quiero salir no quiero, dije que no...

Arthur suspiró y se masajeó el puente de la nariz.

—Mira, niño, podemos hacer esto por las buenas o…

No terminó la frase, porque en ese instante Adrián tomó su taza de café (que había dejado sobre la mesa) y la volcó sobre el suelo de mármol.

Arthur lo miró con horror.

—¡Maldita sea! —gruñó Arthur.

Adrián soltó una carcajada.

—No digas groserías. Papá dice que no debemos de decir groserías o nos lleva el cucui —Adrian no paraba de sonreír.

Arthur lo fulminó con la mirada y sacó su teléfono para llamar a Ethan, pero en ese momento la puerta principal se abrió y Ava entró.

Al ver el desastre en el suelo y a Arthur con la cara roja de frustración, levantó una ceja.

—¿Problemas? —preguntó Ava con una expresión confundida, viendo directamente a Arthur.

Arthur la miró con ojos suplicantes.

—Por favor, haz algo —rogó mientras unía sus manos en forma de súplica y desesperación.

Ava miró a Adrián, que seguía escondido bajo la mesa.

Se arrodilló y le sonrió con suavidad.

—Hola, Adrián. Soy Ava. ¿Me recuerdas? Nos vimos ayer.

El niño la miró con desconfianza.

—No quiero niñera. Mi papá dijo que tú serías mi nueva niñera, pero yo solo quiero que papá me cuide.

Ava no se inmutó.

—Lo entiendo. A veces es difícil aceptar a alguien nuevo, ¿verdad?

Adrián frunció el ceño.

—Sí.

Ava asintió.

—Bueno, pero ¿sabes qué? Yo tampoco quería venir —pronunció Ava fingiendo indiferencia.

Eso pareció sorprender al niño.

—¿Por qué no?

—Porque pensé que me encontraría con un niño muy, muy aburrido.

Adrián abrió los ojos con indignación.

—¡No soy aburrido!

Ava fingió pensarlo.

—Hmm… No sé. No pareces tan divertido.

El niño apretó los labios.

—¡Sí lo soy!

Ava sonrió.

—Demuéstramelo.

Adrián la miró con suspicacia.

—¿Cómo?

—Vistiéndote rápido y yendo al parque conmigo.

Arthur levantó una ceja.

—¿Es en serio?

Ava lo ignoró.

Adrián cruzó los brazos.

—¿Y si no quiero?

—Entonces supongo que sí eres aburrido.

El niño frunció el ceño y se levantó de un salto.

—¡No soy aburrido!

Y con esa declaración, salió corriendo escaleras arriba.

Arthur la miró con incredulidad.

—¿Eso funcionó?

Ava se encogió de hombros con una sonrisa.

—A veces los niños solo quieren un reto.

Arthur la observó por un momento y luego suspiró.

—Bien. Pero si él hace otro desastre, será tu responsabilidad.

Ava sonrió.

—Trato hecho.

Arthur se retiró y se fue a la oficina para comenzar su jornada laboral.

Mientras Ava ayudaba a Adrián a vestirse.

Cuando Adrián estaba vestido, Ava le extendió la mano.

—¿Listo para la aventura?

Adrián la miró con un brillo en los ojos.

—Sí.

Y por primera vez, Ava sintió que había encontrado su lugar.

—¿Te parece si desayunamos primero? —preguntó Ava.

—Bien, pero después iremos al parque.

Lo que Ava no sabía es que Adrián ya estaba planeando sus próximas travesuras para traer de vuelta a su padre.

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