Horas después…—¿Hoy no vas a trabajar? —preguntó Ava, acurrucada en el sofá con una manta sobre las piernas, mientras observaba a Ethan abotonarse la camisa.Ethan se giró hacia ella, dejando de lado la corbata que había comenzado a anudar. Su rostro se suavizó al verla tan serena, tan distinta a la joven impulsiva que solía correr por los pasillos de la casa. Esa dulzura le rompía el alma.—Pensaba ir solo un par de horas, pero… —se acercó, se sentó a su lado y le acarició el cabello—. ¿Pasa algo?Ava bajó la mirada un instante y luego lo miró con una sonrisa suave.—Quiero ir a visitar a mamá hoy. Ayer me pidió unos dulces y me prometí a mí misma llevarselos.Ethan suspiró. No porque no quisiera que fuera, sino porque sabía lo mucho que le costaba esa visita, lo que significaba para ella ver a su madre en ese estado, tratando de mantenerse fuerte por Donkan. —Está bien. No iré a trabajar. Le pediré a Arthur que cancele las reuniones del día. Hoy será para ustedes.Ava le sonrió co
Apenas Ava salió rumbo al hospital con Donkan, Ethan cerró la puerta con suavidad, sin perder de vista la silueta de su amada alejándose de la casa. El suave golpeteo de la lluvia contra las ventanas acompañaba su partida, creando una melodía melancólica que resonaba en el corazón de Ethan. Se quedó unos segundos inmóvil, con el corazón latiendo más rápido de lo que debería. No sabía si era por la ternura que había sentido al ver a Ava tan decidida, o por la ansiedad de lo que estaba por hacer.Se dirigió a su despacho, encendiendo la pantalla de su computadora y acomodando algunos papeles antes de tomar su teléfono y marcar el número de su abogado. El despacho estaba iluminado por una lámpara de escritorio. El aroma a cuero de los muebles y el leve olor a café impregnaban el ambiente, otorgándole una sensación de calma tensa. La llamada se conectó rápidamente.—Buenos días, señor Moreau —saludó el abogado desde el otro lado de la línea, con una voz profesional pero amigable.—Buenos
Ethan soltó a Adrián de su regazo y se quedó unos segundos mirando cómo el niño se acomodaba sobre el pequeño escritorio, dispuesto a continuar con su "trabajo". La tranquilidad de la oficina se interrumpió por el sonido del teléfono móvil de Ethan, vibrando sobre la mesa. Miró la pantalla y vio que era el abogado, era un número conocido que lo conectaba con los detalles más complicados de su vida. Un suspiro escapó de sus labios antes de contestar.—Buenos días, señor Moreau —saludó el abogado con voz firme y profesional.—Buenos días, Pierre. ¿Cómo van las cosas? —respondió Ethan, sintiendo una ligera presión en el pecho. Sabía que este asunto no se resolvería sin complicaciones.—En realidad, tenemos una actualización. Helena ha aceptado la reunión. Quiere ver a Adrián y a ti hoy, en la plaza principal. Es algo que no podemos evitar, y me gustaría saber si es posible que sea en una hora.Ethan no pudo evitar tensarse. Miró a Adrián, que seguía tan ajeno a la conversación, absorto e
La plaza principal estaba llena de gente que caminaba bajo el cielo gris, un par de nubes bajas amenazaban con soltar la lluvia, pero no parecía que eso afectara demasiado a los transeúntes. La suave brisa que movía las hojas de los árboles proporcionaba un alivio momentáneo, una sensación de calma que parecía contrastar con la tensión en el aire. Ethan miraba hacia el lugar donde estaba por reunirse con Helena, y, a pesar de la sonrisa entusiasta de Adrián, algo en su interior lo mantenía al borde de la incomodidad.Cuando llegaron al lugar señalado, Adrián, con los ojos brillando de emoción, se adelantó sin pensarlo. Su pequeño cuerpo corrió con rapidez, sorteando a las pocas personas que se cruzaban en su camino. Ethan observaba en silencio, con su corazón latiendo al ritmo acelerado de los pasos de su hijo. Al fondo, vio la figura de Helena, con su rostro familiar, aunque distinto en muchos aspectos. La mujer que había abandonado a su hijo, pero que aún mantenía la capacidad de ha
La tensión en el aire era densa, como si el tiempo mismo se hubiera detenido en esa plaza, esperando que algo estallara. La gente que pasaba por allí parecía ajena al drama que se estaba desarrollando frente a sus ojos, ignorante de los cuchillos invisibles que se clavaban en cada palabra, en cada mirada cargada de reproche. La conversación entre Ethan y Helena había alcanzado un punto crítico, uno del que no había retorno. La rabia y el dolor se filtraban en cada gesto, en cada palabra que se intercambiaba.Helena, con una sonrisa irónica en los labios, miraba a Ethan como si estuviera observando a un niño que no entendía las reglas del juego. Su expresión era una mezcla de desafío y una tranquilidad calculada. Ella sabía lo que estaba haciendo, lo había planeado todo. Y por un momento, incluso pareció disfrutar de esa tensión, de la incertidumbre que llenaba el espacio entre ellos.—No firmaré el divorcio —dijo, con su voz calmada pero llena de firmeza—. Quiero pasar más tiempo con
El sol comenzaba a descender lentamente en el horizonte, tiñendo el cielo de un tono naranja cálido que, a pesar de la belleza del momento, no lograba suavizar la tensión palpable entre los protagonistas de este encuentro. Ethan, con la mirada fija en Helena, sentía cómo su corazón latía con fuerza, como si cada golpe del mismo lo acercara más a una decisión que no estaba preparado para tomar, pero que de alguna manera ya había sido decidida por su mente. No importaba cuánto luchara, el poder de las palabras de Helena había dejado una marca, una cicatriz profunda que no sabía si se curaría con el tiempo. La amenaza de perder a Adrián, su hijo, lo quemaba por dentro.Al alejarse de ella, sin mirar atrás, Ethan sintió el peso de la situación más que nunca. Era como si el aire mismo se hubiese vuelto más denso, y sus piernas, aunque firmes, no lograban avanzar tan rápido como quisiera. La única meta en su mente era acercarse a Adrián, asegurarse de que su hijo estuviera bien, de que no q
Apenas el auto se detuvo frente a la majestuosa entrada de la mansión, Adrián abrió la puerta sin esperar a que Ethan lo ayudara y salió corriendo con una energía contagiosa. Sus risas rebotaban en las paredes de piedra mientras sus pequeños pies cruzaban el vestíbulo. Donkan, que estaba jugando con bloques en la sala principal, alzó la vista, y al ver a su mejor amigo, soltó un grito de alegría.—¡Adrián! —exclamó Donkan, dejando caer los bloques de colores que sostenía en sus manos. Corrió hacia él y lo abrazó con fuerza, como si quisiera asegurarse de que su amigo era real y no una ilusión.—¡Te extrañé mucho! —continuó Donkan, con los ojos brillantes de emoción.—¡Y yo a ti! —respondió Adrián sin soltar la sonrisa que llevaba desde el parque. Sus mejillas sonrojadas reflejaban la emoción del momento—. Fui al parque con mi mamá. Jugamos, comimos helado y me prometió que pronto vendrá a vivir con nosotros. ¡Los cinco vamos a ser una familia!Donkan lo miró sin comprender del todo, p
El silencio que se instaló en el estudio tras el abrazo de Ethan y Ava fue largo y cálido, como si el mundo se hubiese detenido en ese instante para permitirles respirar, y para darles una tregua. Afuera, el sol comenzaba a ocultarse, tiñendo el cielo con tonos anaranjados y violáceos, como si la naturaleza misma quisiera bendecir aquel momento de reconciliación.Durante un largo rato, ninguno de los dos dijo nada. Permanecieron así, envueltos en un abrazo que era más que físico: era una promesa, una súplica muda, y una declaración sin palabras. Los brazos de Ethan rodeaban a Ava con una firmeza tierna, como si temiera que, si la soltaba, se desvanecería. Y Ava, por su parte, se aferraba a él con una mezcla de necesidad y alivio, como si finalmente hubiera encontrado el lugar donde debía estar.Podían oírse sus respiraciones, acompasadas, y el tenue latido de sus corazones resonaba en el silencio, creando una melodía íntima,e invisible, solo para ellos.Ethan fue el primero en moverse