Ethan conducía en silencio por una avenida poco transitada. Su mirada, fija en el camino, reflejaba una tensión contenida. El interior del vehículo estaba envuelto en una calma tensa, donde el sonido del motor apenas se mezclaba con el leve murmullo de la radio que nadie había querido apagar. A su lado, Ava observaba por la ventana, con los hombros ligeramente encogidos. Aunque no decía nada, su postura delataba la ansiedad que la recorría.Durante varios minutos, la ciudad pasó desapercibida, como un decorado distante. Ethan no desviaba los ojos del camino, pero en su mente, el peso del inminente proceso legal se hacía cada vez más insoportable. Era él quien estaba a punto de perder a su hijo. Y ahora, la amenaza de perderlo era real.El teléfono móvil de Ethan vibró con insistencia. Con movimientos tensos, lo tomó y respondió. La voz al otro lado era directa y formal.—Señor, le habla el Licenciado de divorcios. Lamento interrumpir, pero debo informarle que la señora Helena ha decid
Al entrar a la mansión, Ethan no se detuvo a saludar a nadie. Sus pasos eran firmes, casi furiosos, como si cada pisada golpeara el suelo con el peso de sus pensamientos. No se quitó el abrigo, no dejó el maletín, ni siquiera miró a su alrededor. Fue directo a su oficina, cruzando el pasillo principal como un huracán silencioso, ignorando las voces apagadas de los empleados que lo veían pasar con preocupación.Al llegar a la oficina, cerró la puerta con un golpe seco. La habitación, decorada con madera oscura, libros encuadernados en cuero y grandes ventanales, parecía un refugio del caos exterior, pero en ese momento era solo una caja de presión. Ethan arrojó el maletín sobre el escritorio sin preocuparse por cómo caía y tomó el teléfono con manos temblorosas. Marcó el número de Arthur y esperó, caminando de un lado a otro.—¿Y bien? —preguntó Ethan apenas escuchó que contestaban, con su voz tensa, profunda, y cargada de impaciencia—. ¿Lograste averiguar algo?Del otro lado de la lín
Ava no se había movido del borde del ataúd desde que llegaron al cementerio. La tierra húmeda bajo sus pies, el viento frío que le agitaba el cabello, nada de eso le importaba. Tenía los ojos clavados en la caja de madera que guardaba a su madre. Sus manos temblaban. Su rostro estaba pálido, sus mejillas marcadas por las lágrimas que no había dejado de derramar desde que el funeral empezó.La brisa helada acariciaba su piel, pero ella apenas lo notaba. El murmullo de las hojas secas arrastradas por el viento parecía un lamento que se sumaba al suyo. Las voces de los asistentes al funeral eran un eco distante, irrelevante en su mundo de dolor. Cada palabra, cada murmullo, cada susurro de consuelo, se desvanecía como si fuera un suspiro que se perdía en el aire. Nada podía tocarla, nada podía consolarla. En ese momento, solo existía ella y la caja que contenía lo que quedaba de su madre y de su vida.Cuando los trabajadores comenzaron a bajar el ataúd, Ava se llevó las manos a la boca p
La mansión estaba sumida en un silencio profundo, el tipo de quietud que solo ocurre cuando la casa está vacía de risas y voces, cuando la vida parece haberse detenido por un instante. Ethan había estado fuera más tiempo del que le hubiera gustado. La reunión legal con Helena había sido mucho más tensa de lo que había anticipado, y al llegar a casa, todo lo que deseaba era un poco de paz. Pero al cruzar la puerta, algo no estaba bien. La mansión, normalmente llena de vida, parecía más vacía que nunca. El aire estaba cargado de una quietud opresiva.Cerró la puerta detrás de él con suavidad y se quitó el abrigo, colgándolo en el perchero cerca de la entrada. La luz tenue de las lámparas del vestíbulo no ayudaba a disipar la sensación de desolación. La casa, aunque lujosa y hermosa, estaba impregnada de una atmósfera sombría, como si el dolor de sus propios habitantes se hubiera asentado en las paredes.Caminó en silencio por el pasillo, hasta llegar a la habitación donde sabía que enco
El sol se alzaba tímidamente sobre la ciudad, iluminando con su luz dorada el rostro de Ava mientras sostenía el teléfono entre sus manos. Había pasado toda la noche dando vueltas en la cama, su mente enredada en los pensamientos que no la dejaban descansar. Lo que había pasado con Ethan la noche anterior seguía golpeando su pecho, la sensación de impotencia y el miedo de lo que podría sucederle a Adrián la atormentaban. La idea de perderlo, de no poder hacer nada para evitarlo, le quemaba por dentro.Ava tomó una decisión. Sabía que la única forma de solucionar todo eso era enfrentarse directamente a Helena. No podía quedarse de brazos cruzados mientras la vida de Adrián se desmoronaba. Necesitaba hablar con ella, hacerle entender que lo mejor para el niño era quedarse con Ethan, que él había sido el único que realmente había estado allí para él. Que, aunque ella hubiera sido su madre biológica, su abandono había dejado huellas que no podían borrarse.Con determinación, Ava marcó el
La atmósfera en el restaurante se había vuelto densa y pesada, como si todo el aire hubiera absorbido las palabras de Helena, las bofetadas y la arrogancia de su tono. Ava había quedado allí, inmóvil, mirando cómo Helena se alejaba, dejándola con un torrente de emociones encontradas. La furia, la impotencia, la tristeza, y sobre todo, el miedo a no ser suficiente para Adrián. Su corazón palpitaba con fuerza, y la sola idea de que su presencia pudiera separar a un padre de su hijo la desbordaba.No entendía cómo había llegado a esto. Al principio, todo parecía tan claro: ella quería lo mejor para Adrián, quería que estuviera con Ethan, el hombre que lo había criado, que lo amaba. Pero ahora, después de aquella confrontación, todo había cambiado. La lucha interna que sentía era insoportable. Si se alejaba de Ethan, ¿estaba haciendo lo correcto? Si no lo hacía, ¿estaba condenando a Adrián a una vida que no merecía?Ava se sentó en una de las sillas del restaurante, dejando que las manos
Ava había tomado una decisión.No era la más fácil ni la más deseada, pero sí la más necesaria. Lo había pensado durante noches enteras mientras Ethan dormía a su lado con el brazo rodeándola, mientras Adrián se acurrucaba entre ellos pidiendo "cinco minutos más", mientras el sonido de la risa llenaba la casa como si el tiempo no estuviera a punto de acabarse.Iba a disfrutar al máximo los últimos días que le quedaban con ellos. Cada segundo. Cada sonrisa. Cada beso. Cada caricia. Porque después... no habría más.Y lo hizo.Durante esos días, Ava vivió con una intensidad desesperada. Los llevó al parque de diversiones. Compraron algodón de azúcar que terminó en el cabello de Adrián y en la nariz de Donkan. Ethan reía como un niño, y ella lo miraba sabiendo que esa risa sería pronto solo un recuerdo. Se tomaron fotos. Muchos videos. Grabó su voz, la risa de los niños, incluso la forma en que Ethan decía su nombre cuando la abrazaba desde atrás en la cocina.Las noches eran distintas. L
El juez invitó a todos a ponerse de pie mientras retomaban el juicio. En el aire flotaba una sensación tensa, densa, como si todo el peso del mundo se estuviera concentrando en ese momento. Ethan, con la vista fija en el rostro imperturbable del juez, sintió que cada segundo que pasaba lo arrastraba un poco más cerca del borde de un abismo del que ya no sabía si podría regresar.El juez comenzó a hablar con su tono firme, imparcial, como un reloj que sigue su curso sin importar lo que suceda alrededor. Mencionó cuestiones prácticas, detalles técnicos sobre el proceso judicial y las pruebas presentadas. Ethan, sin embargo, no escuchaba. El sonido de su voz le llegaba distorsionado, como si fuera parte de un sueño del que no podía despertar. Su mente estaba fija en lo único que realmente importaba, la sentencia que se avecinaba.Finalmente, el juez dijo las palabras que Ethan había estado esperando, o más bien, temiendo, durante todo el juicio.—Después de considerar los argumentos pres