La mansión estaba sumida en un silencio profundo, el tipo de quietud que solo ocurre cuando la casa está vacía de risas y voces, cuando la vida parece haberse detenido por un instante. Ethan había estado fuera más tiempo del que le hubiera gustado. La reunión legal con Helena había sido mucho más tensa de lo que había anticipado, y al llegar a casa, todo lo que deseaba era un poco de paz. Pero al cruzar la puerta, algo no estaba bien. La mansión, normalmente llena de vida, parecía más vacía que nunca. El aire estaba cargado de una quietud opresiva.Cerró la puerta detrás de él con suavidad y se quitó el abrigo, colgándolo en el perchero cerca de la entrada. La luz tenue de las lámparas del vestíbulo no ayudaba a disipar la sensación de desolación. La casa, aunque lujosa y hermosa, estaba impregnada de una atmósfera sombría, como si el dolor de sus propios habitantes se hubiera asentado en las paredes.Caminó en silencio por el pasillo, hasta llegar a la habitación donde sabía que enco
El sol se alzaba tímidamente sobre la ciudad, iluminando con su luz dorada el rostro de Ava mientras sostenía el teléfono entre sus manos. Había pasado toda la noche dando vueltas en la cama, su mente enredada en los pensamientos que no la dejaban descansar. Lo que había pasado con Ethan la noche anterior seguía golpeando su pecho, la sensación de impotencia y el miedo de lo que podría sucederle a Adrián la atormentaban. La idea de perderlo, de no poder hacer nada para evitarlo, le quemaba por dentro.Ava tomó una decisión. Sabía que la única forma de solucionar todo eso era enfrentarse directamente a Helena. No podía quedarse de brazos cruzados mientras la vida de Adrián se desmoronaba. Necesitaba hablar con ella, hacerle entender que lo mejor para el niño era quedarse con Ethan, que él había sido el único que realmente había estado allí para él. Que, aunque ella hubiera sido su madre biológica, su abandono había dejado huellas que no podían borrarse.Con determinación, Ava marcó el
La atmósfera en el restaurante se había vuelto densa y pesada, como si todo el aire hubiera absorbido las palabras de Helena, las bofetadas y la arrogancia de su tono. Ava había quedado allí, inmóvil, mirando cómo Helena se alejaba, dejándola con un torrente de emociones encontradas. La furia, la impotencia, la tristeza, y sobre todo, el miedo a no ser suficiente para Adrián. Su corazón palpitaba con fuerza, y la sola idea de que su presencia pudiera separar a un padre de su hijo la desbordaba.No entendía cómo había llegado a esto. Al principio, todo parecía tan claro: ella quería lo mejor para Adrián, quería que estuviera con Ethan, el hombre que lo había criado, que lo amaba. Pero ahora, después de aquella confrontación, todo había cambiado. La lucha interna que sentía era insoportable. Si se alejaba de Ethan, ¿estaba haciendo lo correcto? Si no lo hacía, ¿estaba condenando a Adrián a una vida que no merecía?Ava se sentó en una de las sillas del restaurante, dejando que las manos
Ava había tomado una decisión.No era la más fácil ni la más deseada, pero sí la más necesaria. Lo había pensado durante noches enteras mientras Ethan dormía a su lado con el brazo rodeándola, mientras Adrián se acurrucaba entre ellos pidiendo "cinco minutos más", mientras el sonido de la risa llenaba la casa como si el tiempo no estuviera a punto de acabarse.Iba a disfrutar al máximo los últimos días que le quedaban con ellos. Cada segundo. Cada sonrisa. Cada beso. Cada caricia. Porque después... no habría más.Y lo hizo.Durante esos días, Ava vivió con una intensidad desesperada. Los llevó al parque de diversiones. Compraron algodón de azúcar que terminó en el cabello de Adrián y en la nariz de Donkan. Ethan reía como un niño, y ella lo miraba sabiendo que esa risa sería pronto solo un recuerdo. Se tomaron fotos. Muchos videos. Grabó su voz, la risa de los niños, incluso la forma en que Ethan decía su nombre cuando la abrazaba desde atrás en la cocina.Las noches eran distintas. L
El juez invitó a todos a ponerse de pie mientras retomaban el juicio. En el aire flotaba una sensación tensa, densa, como si todo el peso del mundo se estuviera concentrando en ese momento. Ethan, con la vista fija en el rostro imperturbable del juez, sintió que cada segundo que pasaba lo arrastraba un poco más cerca del borde de un abismo del que ya no sabía si podría regresar.El juez comenzó a hablar con su tono firme, imparcial, como un reloj que sigue su curso sin importar lo que suceda alrededor. Mencionó cuestiones prácticas, detalles técnicos sobre el proceso judicial y las pruebas presentadas. Ethan, sin embargo, no escuchaba. El sonido de su voz le llegaba distorsionado, como si fuera parte de un sueño del que no podía despertar. Su mente estaba fija en lo único que realmente importaba, la sentencia que se avecinaba.Finalmente, el juez dijo las palabras que Ethan había estado esperando, o más bien, temiendo, durante todo el juicio.—Después de considerar los argumentos pres
El motor seguía vibrando cuando Ethan detuvo el coche frente a su casa. Sus dedos apretaban el volante con tal fuerza que sus nudillos se pusieron blancos, y el pulso en sus muñecas retumbaba con cada latido. El silencio que lo rodeaba era brutal, como si el mundo entero se hubiera desvanecido. No podía concentrarse, no podía pensar. Sólo había una urgencia en su mente: bajar del coche y llegar hasta Adrián.En cuanto empujó la puerta, un grito desgarrador perforó el aire, un grito que se clavó en su pecho como una daga afilada.—¡PAPAAAAA!Era la voz de Adrián. La misma voz que solía ser dulce y llena de risas, ahora quebrada, llena de desesperación y miedo. El sonido era tan penetrante que el cuerpo de Ethan se tensó de inmediato. Corrió hacia la entrada sin pensar, sin dudar. Su respiración era errática, con su mente nublada por el pánico, pero sus pies avanzaban, guiados por una única verdad: tenía que llegar a su hijo, a toda costa.Adrián estaba allí, en la entrada, forcejeando
Ethan entró en la mansión con el corazón latiendo desbocado, el sudor empapando su frente, y una sensación de pavor recorriéndole las venas. Había algo en el aire que le hacía sentir que todo estaba fuera de lugar, que la paz de la casa ya no existía. Cada paso que daba parecía más pesado, como si el suelo estuviera absorbiendo el peso de sus pensamientos y su dolor. Al abrir la puerta principal, el eco de sus pasos se hacía cada vez más ruidoso, como un presagio que se intensificaba con cada centímetro que avanzaba.—¡Ava! —gritó desesperado, con su voz rota por el miedo, esperando que la silueta de su amada apareciera en la esquina del pasillo. Nada.Nada más que un silencio profundo que retumbaba en su pecho.Caminó por la mansión vacía, recorriendo cada habitación, pero cada espacio estaba vacío. La familiaridad de cada rincón ya no era acogedora, todo estaba impregnado por una sensación de abandono, de desolación que le apretaba el corazón y le hacía respirar con dificultad. En s
—¿Qué demonios está pasando aquí? Ethan sintió que la sangre le hervía, como si su cuerpo estuviera a punto de explotar. Su voz salió quebrada, contenida por la incredulidad y el dolor que le retorcían las entrañas. Jamás pensó que algo así pudiera llegar a su vida y menos de la mujer que más a amado en su vida. Helena se apartó del hombre con rapidez, como si su contacto fuera una llamarada que la quemaba. El desconocido se levantó torpemente de la cama, tambaleándose, sin saber qué hacer ni adónde ir. Ethan los miró, con su pecho subiendo y bajando. Era como un animal a punto de lanzarse al ataque. —Ethan… —Helena murmuró, sin poder sostenerle la mirada, se sentía avergonzada de haber sido descubierta—. No esperaba que volvieras tan pronto. Las palabras se colaron en sus oídos. La rabia comenzó a desbordarse en su pecho, oscureciendo sus pensamientos. Se acercó a ella con una velocidad inesperada. Todo en el era un reflejo de la ira que sentía en su interior. —¿No esperabas que