Capítulo 4

POV CLARA

—Entonces, Clara, ¿cómo fue tu semana? —inquiere Laura, mi psicoanalista, mirándome con interés a través de sus grandes lentes.

—Conseguí el trabajo en Wolf —anuncio, ella sonríe y anota—. Empecé hoy, pero parece que hay un buen ambiente de trabajo, el jefe parece bueno, aunque es un tanto… extraño.

—¿A qué te refieres con extraño? —pregunta. Me encojo de hombros.

—Tiene una vibra rara, como que es bueno, pero al mismo tiempo oculta algo.

Mi psicoanalista asiente, tomando notas mientras escucha atentamente mis palabras.

—Entiendo. ¿Algo más que hayas notado sobre él? —pregunta, incitándome a seguir compartiendo mis pensamientos.

—Bueno, aparte de eso, también hubo un encuentro con otra mujer. Se llama Valeria, y parece tener una historia complicada con mi jefe. De alguna manera, sentí como si estuviera marcando territorio delante de mí, y eso me hizo sentir incómoda y confundida —explico, tratando de ordenar mis pensamientos.

Laura asiente de manera comprensiva, alentándome a continuar.

—Creo que lo más extraño de todo es que, a pesar de todas estas situaciones, siento una especie de atracción hacia mi jefe, a pesar de apenas conocerlo. Es como si algo en su presencia despertara algo en mí, algo que no puedo entender del todo —confieso, sintiendo la confusión y la intriga revoloteando en mi mente.

Mi psicoanalista me mira con una expresión reflexiva, antes de responder con suavidad:

—Es completamente normal sentirse confundida en situaciones nuevas, especialmente cuando involucran a personas que ejercen cierta influencia sobre nosotros. Es importante explorar estas emociones y comprender qué nos lleva a sentirnos de cierta manera. ¿Te gustaría hablar más sobre esto en nuestra próxima sesión? Pasa esta semana en el trabajo y anota cómo te vas sintiendo con respecto a esto.

—Bien, lo haré —replico.

—Y sobre tus pesadillas… ¿Has tenido alguna esta semana?

Ah, mis hermosas pesadillas. Desde el accidente, no hay día que no sueñe cosas horribles. Hago un asentimiento con la cabeza.

—En ninguna logro salvar a mis padres —comento—. De todos modos, las pastillas que me recetó están haciendo su efecto, no son tan seguidas como antes.

—Es un paso positivo que las pastillas estén ayudando —dice Laura, su voz es un bálsamo de calma—. Pero las pesadillas son solo un síntoma. Es el trauma lo que debemos abordar. ¿Recuerdas algo específico de tus sueños que te perturbe más que el resto?

Hago una pausa, reflexionando. Las imágenes de mis sueños se agolpan en mi mente, pero hay una que siempre se repite.

—Siempre es el mismo momento —respondo con voz temblorosa—. El sonido del choque… es ensordecedor. Y luego, el silencio. Ese silencio es lo peor, como si todo lo demás dejara de existir.

Laura asiente, anotando algo en su libreta.

—El silencio puede ser más ensordecedor que cualquier ruido —comenta—. Es un vacío que tu mente intenta llenar. Vamos a trabajar en eso. Por ahora, sigue usando las pastillas según lo prescrito y enfócate en las cosas que te traen paz. Como la pintura, ¿verdad?

Mi corazón se encoge al mencionarla. La pintura, mi refugio, ahora se ha convertido en una fuente de frustración.

—Sí, pero… no he podido pintar desde el accidente —confieso, sintiendo cómo la angustia se apodera de mi voz—. Cada vez que lo intento, hay un bloqueo mental y mi mano… mi mano tiembla demasiado.

—Entiendo —dice Laura con una mirada comprensiva—. El bloqueo y el temblor son manifestaciones de tu ansiedad y trauma. No te presiones. La creatividad fluye a su propio ritmo. Tal vez, en lugar de forzarte a pintar, podríamos explorar otras formas de expresión que no requieran tanta precisión manual. ¿Qué te parece la escritura o la música?

La sugerencia me toma por sorpresa. Nunca había considerado otras formas de expresión artística. Siento una mezcla de curiosidad y esperanza.

—Podría intentarlo —digo, pensativa—. Quizás escribir sobre mis sueños o aprender a tocar un instrumento.

—Eso suena maravilloso —Laura sonríe, cerrando su libreta—. Es importante que encuentres una salida para tus emociones. La próxima semana, hablemos más sobre esto y sobre cualquier progreso que hayas hecho. Y recuerda, estoy aquí para ayudarte a atravesar esto, no tienes que hacerlo sola.

Salgo de la oficina de Laura sintiéndome un poco más liviana.

Cuando llego al departamento que comparto con mi prima, le explico cómo fue mi primer día de trabajo y la situación incómoda que pasé con el señor Selton.

—Era obvio que iba a ser un mujeriego, es soltero, millonario y además está buenísimo —comenta.

—Sí, lo sé, pero me pareció muy inapropiado lo que hizo —contesto untando una tostada con mantequilla. Ella sonríe y arquea una ceja.

—¿Estás celosa? —inquiere.

—¿Qué? ¡No! ¿Cómo voy a estar celosa de un hombre que no es nada mío?

—Prima, eres mujer, ese tipo te revuelve las hormonas, es normal que sientas celos, quisieras estar en el lugar de esa tal Valeria —expresa. Niego con la cabeza.

—No se trata de celos —digo, intentando sonar convincente mientras la mantequilla se derrite en la tostada caliente—. Se trata de respeto. No quiero ser una más en su lista.

Mi prima me observa con una mezcla de escepticismo y diversión.

—Claro, claro, el respeto —dice, arrastrando las palabras—. Pero admitamos que el señor Selton tiene su encanto. Y tú, querida prima, no eres de piedra. ¿Hace cuánto no estás con un hombre?

Suspiro, sabiendo que tiene razón en parte. El señor Selton es atractivo, pero eso no cambia cómo me hizo sentir. La peor parte de esto, es que jamás estuve con un hombre. He tenido novios, pero por alguna razón nunca llegábamos a más de un par de besos.

—Tal vez —concedo—. Pero no puedo permitirme distracciones. Tengo que concentrarme en mi recuperación y en volver a pintar.

—Ah, la pintura —dice ella, suavizando su tono—. ¿Cómo va eso?

Bajo la mirada hacia la tostada, evitando su pregunta.

—No muy bien —admito—. Cada vez que tomo el pincel, es como si una barrera invisible me detuviera. Y mi mano… tiembla incontrolablemente.

Ella se acerca y pone su mano sobre la mía.

—Vas a superarlo —afirma con confianza—. Eres la mujer más fuerte que conozco. Y cuando estés lista, ese lienzo te estará esperando.

Asiento, sintiendo una oleada de gratitud por su apoyo incondicional.

—Gracias, prima —digo, regalándole una sonrisa sincera—. Por ahora, me enfocaré en la terapia y en encontrar otras formas de expresarme. Laura sugirió la escritura o la música.

—Eso suena fantástico —responde ella, entusiasmada—. Te puedo enseñar a tocar la guitarra.

—Creo que me inclinaría más por el piano —expreso.

—Bien, te conseguiré clases de piano, dame unos días.

—Tranquila, Marina, aún hay tiempo —replico sonriendo—. Además, ni siquiera sé lo que me gusta, déjame descubrirlo.

—Oki, te dejaré tranquila unos días —contesta de manera pícara—. Voy a trabajar, nos vemos mañana. —Me da un beso en la coronilla y sale.

Ella trabaja en un club nocturno como moza, aunque a veces tiene turnos rotativos y le toca trabajar atendiendo un bar por la mañana. Ambas nos esforzamos por mantener nuestra vida y finanzas en orden, pero desde el accidente ella prácticamente se tuvo que hacer cargo de mí, no sé cómo agradecerle.

Quizás con mi nuevo trabajo puedo devolverle todo lo que me dio.

Suspiro y decido irme a la cama temprano, no tengo muchas ganas de cenar y me está matando el sueño.

Cierro la puerta de la cocina detrás de mí y me dirijo hacia mi habitación, dejando que el silencio de la noche me envuelva. Mientras me preparo para acostarme, mi mente vuelve a vagar hacia el señor Selton. No puedo evitar preguntarme qué es lo que realmente esconde detrás de esa fachada de confianza y misterio.

Con un suspiro, me obligo a apartar esos pensamientos de mi mente. Mañana será un día largo en la oficina y necesito estar completamente concentrada en mi nuevo trabajo. Además, ese hombre no debería importante, es el típico millonario mujeriego, ¿por qué debería preocuparme?

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