POV CLARALa reunión fue como una tormenta suave: llegó con fuerza, sacudió todo… y luego se disipó, dejando una quietud cargada de energía nueva.Ya no queda casi nadie en el claro. Solo unos cuantos… los más cercanos. Marina y Augusto, sentados juntos sobre un tronco. Mis padres conversando con Elian, que parece no poder estar quieto ni un segundo. Adriel se despidió hace un rato. El resto se ha ido a sus casas con una mezcla de emoción y nerviosismo por el entrenamiento que comenzará al amanecer.Y yo… estoy en paz. Bueno, casi. Porque de pronto, sin previo aviso, mi cuerpo decide que necesita algo muy específico.—Quiero duraznos —digo en voz alta, mirando al frente, seria.Todos se quedan en silencio.—¿Perdón? —dice Marina, frunciendo el ceño como si no hubiera escuchado bien.—Duraznos. Con crema. Miel. Y almendras —repito, con más urgencia—. Pero no cualquiera… duraznos bien maduros. Dulces. Jugosos.—¿Ahora? —pregunta Augusto.—¡Ahora! —exclamo—. Lo necesito.Silencio otra ve
POV HERNÁNEl aire en la cocina cambia de golpe.Donde antes había risas, cucharas tintineando y el murmullo cálido de una familia improvisada, ahora hay un silencio espeso. Uno de esos que presagian tormentas.Todos se quedan quietos. Incluso Elian, quien siempre parecer tener una broma lista.Mis ojos no se apartan de Clara. Está pálida, demasiado. Sus labios tienen un leve temblor que intenta controlar, y sus dedos… sus dedos tiemblan cuando rozan el colgante que apareció con el forastero.Me acerco con cuidado, como si cualquier movimiento brusco pudiera deshacerla.—Clara… —mi voz es baja, pero firme—. ¿Estás bien?Parpadea. Una vez. Dos. Como si regresara de muy lejos. Me mira, pero sus ojos parecen atravesarme. Finalmente, niega con la cabeza, apenas.—Me siento... mareada —susurra, llevándose una mano al vientre. La forma en que lo hace me estruja el pecho. Es instintivo, protector, casi animal.—Siéntate —le digo de inmediato, guiándola hacia la silla más cercana.Elian ya es
POV CLARADespierto con una calma extraña. No es que me sienta bien, pero al menos mi cabeza ya no da vueltas y el mareo ha pasado. Aun así, sé que algo cambió. Lo siento en los huesos, en la piel, como si una capa invisible me envolviera, más ligera y, al mismo tiempo, más intensa.Respiro hondo. El aire huele a madera tibia, a infusión de hierbas… y a lavanda. Una parte de mí reconoce ese aroma como algo reconfortante, seguro. La otra parte, la nueva, esa que se despertó tras la visión, percibe mucho más: las notas de magia sutil flotando en el ambiente, el crujido del fuego en la sala contigua, y el latido suave, constante, de una presencia que me acompaña.—¿Estás despierta? —La voz de Hernán llega baja, como si supiera que mi mundo aún no se ha acomodado del todo.Abro los ojos. Él está sentado junto a la cama, apoyado en el respaldo de la silla, con las manos entrelazadas y los codos en las rodillas. Pero sus ojos están clavados en mí. Intensos. Atentos. Cálidos.—Hola —susurro.
POV CLARALa noche es espesa, silenciosa. El tipo de silencio que no asusta, sino que acompaña. Miro el techo un momento más, con los ojos bien abiertos, sabiendo que no voy a poder volver a dormir.No por pesadillas. No por visiones.Por antojo.—Duraznos… —murmuro, aunque ya los comí antes. No se trata solo del gusto, sino de la sensación. El recuerdo dulce en la boca y el amor con el que todos fueron capaces de buscarlos solo para cumplir mi capricho.Me muevo con cuidado. No quiero despertar a Hernán, que duerme profundamente a mi lado. Me quedo unos segundos observándolo. Tiene el ceño levemente fruncido, como si incluso en sueños intentara protegerme de algo. Su pecho sube y baja con calma, y esa calma me sostiene incluso cuando no dice una sola palabra.—Gracias por ser mi paz —susurro, aunque no me escucha.Tomo la manta a los pies de la cama, me la envuelvo sobre los hombros y salgo en silencio. Mis pies descalzos apenas hacen ruido sobre la madera. La casa entera parece dorm
POV HERNÁNEl cielo todavía está cubierto de un gris pálido cuando salgo al porche. El aire de la mañana tiene ese olor fresco que anuncia movimiento y cambio. La luz apenas empieza a asomarse entre los árboles, tiñendo las hojas de un verde más brillante. Es temprano, pero en la casa ya hay señales de vida.Dentro, las voces se cruzan con ritmo acelerado. Elian da indicaciones entre risas, Marina revisa mochilas y bolsas con una eficiencia casi militar, y Vera murmura con Sebastián mientras llenan termos y organizan frascos con infusiones y remedios naturales para el viaje.Clara aún no ha bajado. Sé que necesita un poco más de tiempo. Anoche tuvo una charla intensa con su madre, y no hace falta ser vidente para saber que ambas salieron de esa cocina más unidas que nunca.Me acerco al auto y reviso los últimos ajustes. Neumáticos, tanque lleno, mantas, agua, una caja entera de galletas que Elian insistió en llevar “por si la Luna embarazada se pone caprichosa”.—¿Listo para la traves
POV HERNÁNSus zapatos hacen eco en la oficina ni bien entra. Sus labios, pintados de un rojo intenso bastante llamativo, tiemblan un poco en cuanto me ve. Su cabello oscuro, largo hasta la cintura, hace contraste con su tez pálida y sus ojos, de color pardo, me miran con una mezcla de interés y temor.Le hago un gesto con la mano para que tome asiento frente a mí y alisa su camisa color verde agua antes de sentarse.Me aclaro la voz antes de hablar.—Bien, soy Hernán Selton, dueño de la compañía Wolf y asociados —me presento. Ella asiente con la cabeza—. Usted es Clara Rojas, ¿verdad?—Así es —responde en un murmullo apenas audible.Estiro mi mano para estrechársela y, en cuanto tengo contacto con su piel, una corriente eléctrica me invade de pies a cabeza, provocando que retire mi brazo con rapidez y brusquedad. Trago saliva con fuerza.—¿Está bien, señor? —me pregunta, notando que quedé paralizado.—Sí, perdón, voy a buscar algo de agua… —respondo levantándome con torpeza.Me dirij
POV CLARA—“Ricirsis himinis li istiri llimindi piri ivisirli si quidi in il pisti” —digo con tono burlón, cerrando la puerta del refrigerador con fuerza—. Todo el mundo sabe que eso significa que no te van a contratar.Marina suelta una carcajada y toma la cerveza que acaba de abrir, y me siento a su lado en el sillón.—Brindemos por tu no trabajo —expresa, chocando nuestras pequeñas botellas de vidrio. Esbozo una sonrisa.Marina es mi prima y mi mejor amiga. Literalmente, la única vida social que tengo, ya que mi familia falleció en el accidente de auto que tuvimos y por el cual casi no sobrevivo. A causa de eso, me quedó una enorme cicatriz en mi baja espalda, la cual tapé con un tatuaje de un gran ramo de flores, para recordarme que los momentos difíciles son los que más nos hacen florecer.—Me hubiera gustado trabajar ahí, de todos modos —respondo con tono derrotado.—Eso es solo porque el jefe es un bombonazo —comenta guiñándome un ojo.Suelto una risa por lo bajo y asiento con
POV HERNÁNDespués del encuentro que tuve con Clara en el camino hacia mi oficina, sigo confundido acerca de ella.Siento cierta conexión, pero es que ella es muy atractiva. Me sigo convenciendo a mí mismo de que es imposible que mi pareja destinada sea humana, jamás se vio un caso así en la historia licántropa en siglos. No puedo ser la excepción.Entro a mi oficina con algo de vagancia, debo admitir que hoy no tenía muchas ganas de venir. Pasé la noche pensando en toda esta situación y creo que estoy al borde de volverme loco. Puede que esté exagerando, pero así me siento.El camino más fácil sería preguntarle a mi padre si puede ser posible lo que estoy sintiendo con una humana, pero estoy seguro de que él se moriría si supiera eso y, por otro lado, me obligaría a buscar a mi verdadera pareja, y no estoy listo para enfrentar aquello.El día se desliza lentamente en la oficina, con cada minuto pareciendo una eternidad mientras lucho por mantenerme concentrado en mi trabajo.Finalmen