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Capítulo Dos: Beso que quema

Subieron al auto, fue difícil desprenderse de todos los abrazos de felicitación, pero pronto fueron en camino a la recepción donde sería la fiesta de bodas, se haría en la mansión Leeman, en el gran jardín que ellos tenían.

Amy sonreía y tomó la mano de Kenneth entre la suya, el hombre se sintió incómodo, su toque de piel fue casi quemante

—¿Por qué tardaste tanto, Kenneth? Casi pensé que te arrepentirías —dijo ella

—¿Y por qué lo haría? ¿Acaso tengo una razón para rechazarte? —espetó con recelo, y ella sintió que algo andaba mal, tal vez su tono de voz, más grave que lo habitual, pero luego decidió que solo estaba nerviosa, era su boda, todas las novias eran un manojo de angustia en esos momentos.

—¡Claro que no! Tú sabes que yo te amo, siempre te he amado, siempre te amaré.

Amy no esperó más, acunó su rostro y sin más besó sus labios, Kenneth atinó a empujar su cuerpo atrás, alejándose, y ese simple gesto asustó a Amy, quien le miró con los ojos llenos de tristeza y conmoción

—¿Qué pasa? Yo… pensé que ahora que somos esposos, podríamos hacer cosas de pareja… —dijo con titubeo, ella creyó que por fin sería libre para besar, abrazar y tocar al hombre que amaba, y ahora sentía que había una roca en su pecho, que le impedía respirar, era el dolor de sentir su rechazo.

—Sí, solo…

—Es raro, porque antes éramos amigos, y hemos dado un gran salto, lo entiendo, lo entiendo, está bien, Kenneth, perdona mi arrebato, seré paciente —dijo Amy, ella tomó su mano entre la suya y miró al frente, un silencio los envolvió

Él la miraba de reojo, con ojos desconfiados

«¿Así que de verdad amabas a mi hermano o solo eres una farsante? Tal vez sí lo amas, pero él no te amaba, Amy Lang, no tenías derecho a destruir su relación con Julia solo por resentida, acabaste con sus esperanzas e ilusiones», pensó con rabia

Amy Lang lanzó un quejido

—¡Kenneth estás apretando mucho mi mano!

Él la soltó al instante, y ella vio como enrojeció su piel, le miró sorprendida, Kenneth siempre era un caballero dulce y amable, no entendía que le pasaba.

—Lo siento, no me di cuenta, solo estoy nervioso.

Ella sonrió, y se abrazó a su pecho, sentirla cerca y oler su perfume, evocó un sentimiento casi confuso, ella olía a las rosas que crecían en los jardines de Islas del Sur.

—Hemos llegado —dijo el chofer, y los novios se apuraron en bajar del auto, para ir a la fiesta en su honor.

Amy notó como Kenneth caminaba rápido, alejándose de ella, atinó a caminar tan rápido como pudo y sujetar su mano.

—Espera, querido, debemos entrar juntos —dijo ella.

Kenneth la miró fijamente, fue la primera vez que Amy se reflejó en esos ojos tan azules, fue como si viera una mirada diferente, había algo en él, algo que le pareció extraño, pero Amy pensó que era la boda, no era un matrimonio obligado, pero él no la amaba, ella lo sabía, no era tonta, pero ella se aferró, lucharía por su amor, contra viento y marea, porque estaba segura de que Kenneth y ella eran almas gemelas, y Julia solo fue una piedra que se atravesó entre ellos, una pierda que ya no era un estorbo más en su camino.

Cuando entraron al jardín, toda la gente aplaudió, había una pista de baile, y los dirigieron hasta ahí, ellos debían bailar su primer vals de novios.

Fueron hasta ahí, y una luz los iluminó, se miraron directamente a los ojos, aunque ella era una desconocida, él tuvo que admitir que le gustaba su rostro, sus ojos, no parecía la arpía que él creyó encontrar, pero ahora sabía que un rostro bello con gesto de inocente no hacía la diferencia, para él, ella era mala, era cruel, era la causante de la muerte de su amado hermano.

Puso su mano en su cintura, ella puso su mano en su hombro, y la música suave resonó, comenzaron a bailar al compás de la música.

—¿Dónde aprendiste a bailar tan bien, Kenneth? Antes, en cualquier baile yo debía guiarte, pero ahora tú eres quien tiene el control —dijo ella, sonriente

—Y así será de ahora en adelante, Amy, soy yo quien tiene el control, soy yo quien dirige y ordena, ¿Lo has entendido?

Su voz sonó severa, casi como el bramido de una fiera, ella se quedó perpleja, bajó la mirada, quería reír, ¿Quizas era una broma? No lo sabía, pero eran amigos, ella no se cohibiría con él.

—¿Es una broma? ¿Cuándo conseguiste el sentido del humor?

Él sujetó su cintura con más fuerza, acercándola a él

—Ni una broma, aquí no hay risas, ni burlas, todo se hará como yo diga, ¿Entendiste? —exclamó

Ella se quedó perpleja, sintió que en su voz había algo frío, algo cruel, sus miradas se encontraron, él observó sus ojos, pero su mirada devoró sus labios, eran tan seductores, y bellos, que se preguntó si serían tan suaves, cuando quiso comprender lo que hacía, era demasiado tarde, él rozó sus labios en un ligero roce, casi como si fuera el toque de una caricia, era la primera vez que Kenneth la besaba, al menos por su propia voluntad, el beso era tan dulce, suave, Amy sintió que podía volver sin alas, todo su cuerpo temblaba, y su corazón latía con fuerza.

John escuchó los aplausos, se alejó en un paso, y la miró severo, ¿Qué había hecho? ¿Besó a la asesina de su hermano, a su peor enemiga?

Sintió que la aborrecía aún más, ella pudo ver ese enojo en sus ojos, él dio la vuelta y la dejó ahí. Amy abrió ojos tan grandes e impactados, sintió que su rostro se cubría de rubor, el novio la abandonó en plena pista de baile, y corrió alejándose de ella, eso debía ser una alarma en su interior, Kenneth Leeman nunca era maleducado, él sabía respetar las reglas de la sociedad, pero Amy Lang decidió ignorar esa alarma que le decía que algo estaba mal.

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