Inicio / Romántica / Mi esposo de reemplazo / Capítulo Cinco: Baile de cobardes
Capítulo Cinco: Baile de cobardes

Les tomó tres horas volver a Edimburgo, volvieron a la mansión de los Leeman, al llegar, Fedora los observó asustada

—Pero, ¿Qué ha pasado? ¿Por qué han vuelto?

—¡Qué te lo cuente ella! ¡Lo ha arruinado todo! —exclamó enfurecido, él subió tan rápido la escalera

Amy bajó la mirada triste, conteniendo el llanto. Fedora la miró preocupada y corrió a abrazarla

—Hija, ¿Qué ha pasado? Dime, todo.

—Pasa que su hijo me odia, Kenneth me aborrece, y no sé por qué, prometió que me daría una oportunidad para ganar su amor, pero solo me humilló, ni siquiera quiso tocarme, ¡Me dijo que sigue amando a Julia! ¡Sigue amando a la mujer que le destruyó la vida y lo traicionó! Lo mejor será que acabamos con el matrimonio, será mejor que nos divorciemos —dijo con la voz rota por el llanto

—¡No! Por Dios, sería un gran escándalo, ¡Además no puedes dejar que Julia gane la jugada! Ella no es buena para Kenneth, él te quiere, sé que te amará con locura, solo está confundido, estos últimos meses han sido devastadores para él, por favor, Amy, antes de tomar una decisión, dale otra oportunidad, hablaré con él.

Ella hundió la mirada

—No estoy segura.

Fedora subió a la habitación de Kenneth, al entrar lo vio sentado sobre el sofá, la mujer cerró la puerta de un portazo, lo miró con firmeza

—¡¿Qué es lo que crees que haces, Kenneth?!

—¿De qué hablas, madre?

—Amy Lang quiere el divorcio, quiere acabar con el matrimonio, ¿Te das cuenta del escándalo que representaría?

—¿Y qué? Debo rogarle a la princesita para que se quede a mi lado, ella fue la que rogó por esa boda, que suplique ella.

Fedora le miró atónita.

—¡Kenneth! ¿Qué es lo que sucede con tu mente? Amy Lang te ama, es la única mujer que te ama con locura, ella te ha ayudado en tus peores momentos, ha celebrado tus mejores triunfos, ¿Cómo puedes pagarle de tan cruel manera?

Él la miró impactada

—¡Ella me separó de Julia Lang! Ha sido la culpable de mis desgracias con su obsesivo amor.

—¡¿Qué?! Kenneth, despierta, Julia Lang es una…

—¡Basta! No la humilles, no hagas que odie más a Amy Lang.

Fedora le miró incrédula

—¡Reflexionarás! Convencí a Amy de que espere, de que se quede por lo menos, hasta la fiesta de tu padre que será mañana, diremos a todos que querían estar en el cumpleaños de tu padre, ¿Entendiste? Quiero que estén bien, no quiere murmuraciones —Fedora acunó su rostro con dulzura—. Kenneth, hijo, siempre has sido mi orgullo, no me decepciones.

Sus palabras fueron un golpe a su pecho, a su ego, pensó en Kenneth, a él no le gustaría decepcionar a sus padres, siempre estuvo agradecido de ser adoptado y de la vida buena que le dieron.

—Lo haré, madre.

Fedora sonrió y lo abrazó.

Amy Lang durmió en una habitación de huéspedes, se sintió como una pieza fuera de lugar, ahora solo quería salir de esa casa, ir a su verdadero hogar, ella no comprendía como era posible que Kenneth hubiese cambiado tanto en tres días, él le había dicho que haría un viaje a su casa de la infancia, y que, después, le contaría un gran secreto, algo que le ocultó, pero ahora, ese hombre se había convertido en un extraño en su corazón, cepilló su largo cabello, y la puerta se abrió, pegó un brinco, cuando ese hombre estuvo detrás de ella, pudo verlo por el espejo

—¿Tú, aquí? ¿Qué necesitas de mí, Kenneth?

Él no pudo evitar sentirse tentado ante su preciosa imagen, con aquel camisón de seda, sus ojos recorrieron su figura, como si su mirada pudiera devorarla, John nunca se sintió tan tentado por ninguna mujer, tragó saliva y miró a otro lado, necesitaba olvidar las ganas de amar que ella le había provocado

—Mañana es la fiesta de cumpleaños de mi padre, te exijo que te comportes a la altura, no quiero que arruines mi reputación.

Ella le miró con ojos severos

—¿Yo arruino tu reputación? —ella rio un poco—. Dudo mucho que al Kenneth que solía conocer le importe su reputación.

—¿Por qué dices eso? —exclamó con algo de temor, pensó si ella lo había descubierto, pero no entendía de qué manera lo hizo.

—Pareces un desconocido para mí, Kenneth, ¿Quién eres? —exclamó ella y se acercó a él, hasta reducir la distancia, ella tomó su rostro entre sus manos, era tan suave, que él se dejó llevar, no pudo evitarlo, él besó sus labios con pasion, estrechó su cintura, tenía ganas de hacerla suya, pero recordó a Kenneth, recordó su penosa muerte, la alejó de inmediato, como si ella quemara sus labios, no dijo nada, su mirada decía todo, había una furia, y un deseo, él salió y cerró la puerta.

Amy sintió que él la enloquecía, la subía al cielo, y la hundía en el infierno en un solo segundo.

«¿Qué clase de amor es este?» pensó con tristeza.

Al día siguiente, en la mansión Leeman todo era un apuro, empleados que iban y venían, decorando el jardín y la terraza de la casa, todo estaba siendo supervisado por la visión de Fedora, llevaba veinticuatro años casada con su amado esposo Bruce Leeman, era feliz, era estable, al menos ella creía en eso.

—Hermano, ¡Qué guapo! —exclamó Lorreine abrazándolo—. Supe que algo va mal con Amy, es triste, porque ella te ama.

Él pensó que era la segunda vez que escuchaba sobre el amor de Amy Lang por Kenneth, ahora sentía algo de confusión en su interior.

Lorraine caminó hasta el jardín, enfundada en su vestido de gala. John se quedó ahí, al pie de la escalera, portaba su esmoquin elegante, esperaba a que ella bajara, para ir a la fiesta.

Cuando escuchó el ruido de sus zapatillas, y la miró, se quedó boquiabierto, ella era tan hermosa como una ninfa de los cuentos antiguos, él sonrió, estaba embelesado con su belleza, con su figura, sus cabellos largos y castaños brillantes, y esos ojos verdes, él la había conocido por foto, a ella y a Julia, siempre pensó que Amy tenía algo que la hacía parecer una diva, pero ahora, podía comprobarlo

—Estoy lista para fingir tu buena reputación —sentenció con desdén

Sus palabras fueron como un balde de agua fría, él la tomó del brazo y juntos salieron de ahí.

En el salón principal estaban reunidos los invitados, luego de brindar por la vida de Bruce Leeman, comenzaron el baile.

Fedora se acercó al recién matrimonio

—Kenneth, baila con tu esposa, por favor, y cambien en esas caras, la gente está murmurando —sentenció severa

Él tomó la mano de Amy y la llevó a la pista de baile, comenzaron a bailar, ante la vista de todos

—Parece que debemos fingir ser felices, así que pon tu mejor sonrisa —dijo él con un tono burlón

—Luego de esto, quiero el divorcio, Kenneth.

Él la miró severo

—¿Para qué lo quieres? ¿Hiciste todo esto, para dejarme ir tan pronto, querida?

—¿Te escuchas? Yo no he hecho nada, ¿De qué me acusas?

Los ojos de ese hombre brillaban con rabia

—Lo sabes bien, querida, dime, ¿Puedes dormir por la noche?

—¿Quién te crees que soy, Kenneth Leeman? —exclamó—. Tengo dignidad, no soy la malvada bruja que te estás inventando, no sé qué ha sucedido contigo, siento que ya no me conoces.

Él estrechaba su cintura, podía oler su delicioso aroma a prímulas y rosas, sentía que ella era embriagante

—Eres una hipócrita —dijo susurrando en su oído, ella le miró con dolor, pero siguió bailando.

Amy notó la mirada de todos sobre ellos, la gente los veía y hablaba, era como si todos supieran que algo estaba mal. La canción terminó y Amy se alejó de su esposo, a toda prisa, necesitaba aire fresco, sentía que se asfixiaba, sentía que enloquecería de tanto dolor.

Ella limpiaba sus lágrimas, estaba en una parte solitaria del jardín, debía volver, cuando escuchó esa voz gangosa, tan desesperante

—¡Señora Leeman! ¿Usted llorando?

Ella le miró severa

—Lo siento —dijo con una falsa sonrisa, intentó irse, cuando sintió esa mano que la sujetó del brazo

—Si su esposo la trata tan mal, permítame consolarla, sé cómo secar esas lagrimitas de cocodrilo.

Amy le vio con asco, el marqués de Girard era un amigo de la familia, un noble del Mediterráneo que se mudó a Edimburgo, al ser repelido por la sociedad de su país, ella intentó alejarse, pero sintió que ese hombre la estrechó entre sus brazos con tanta fuerza

—¡Suélteme! ¡¿Qué le pasa?!

—Déjame darte un poco de amor.

El pequeño hombre asqueroso, intentó besar sus labios, y Amy luchaba contra él con furia.

Amy tenía miedo, ese hombrecillo era fuerte, intentaba besarla, y ella luchaba por alejarse de él, gritaba, pero nadie la escuchaba, la música era alta, se sintió tan desprotegida.

De pronto, unas manos violentas apartaron al marqués, el tipo recibió tal golpe en la mejilla que dio al suelo, y lanzó un quejido

—¡¿Cómo te atreves a poner tus asquerosas manos en mi mujer?!

Capítulos gratis disponibles en la App >

Capítulos relacionados

Último capítulo