Les tomó tres horas volver a Edimburgo, volvieron a la mansión de los Leeman, al llegar, Fedora los observó asustada
—Pero, ¿Qué ha pasado? ¿Por qué han vuelto?
—¡Qué te lo cuente ella! ¡Lo ha arruinado todo! —exclamó enfurecido, él subió tan rápido la escalera
Amy bajó la mirada triste, conteniendo el llanto. Fedora la miró preocupada y corrió a abrazarla
—Hija, ¿Qué ha pasado? Dime, todo.
—Pasa que su hijo me odia, Kenneth me aborrece, y no sé por qué, prometió que me daría una oportunidad para ganar su amor, pero solo me humilló, ni siquiera quiso tocarme, ¡Me dijo que sigue amando a Julia! ¡Sigue amando a la mujer que le destruyó la vida y lo traicionó! Lo mejor será que acabamos con el matrimonio, será mejor que nos divorciemos —dijo con la voz rota por el llanto
—¡No! Por Dios, sería un gran escándalo, ¡Además no puedes dejar que Julia gane la jugada! Ella no es buena para Kenneth, él te quiere, sé que te amará con locura, solo está confundido, estos últimos meses han sido devastadores para él, por favor, Amy, antes de tomar una decisión, dale otra oportunidad, hablaré con él.
Ella hundió la mirada
—No estoy segura.
Fedora subió a la habitación de Kenneth, al entrar lo vio sentado sobre el sofá, la mujer cerró la puerta de un portazo, lo miró con firmeza
—¡¿Qué es lo que crees que haces, Kenneth?!
—¿De qué hablas, madre?
—Amy Lang quiere el divorcio, quiere acabar con el matrimonio, ¿Te das cuenta del escándalo que representaría?
—¿Y qué? Debo rogarle a la princesita para que se quede a mi lado, ella fue la que rogó por esa boda, que suplique ella.
Fedora le miró atónita.
—¡Kenneth! ¿Qué es lo que sucede con tu mente? Amy Lang te ama, es la única mujer que te ama con locura, ella te ha ayudado en tus peores momentos, ha celebrado tus mejores triunfos, ¿Cómo puedes pagarle de tan cruel manera?
Él la miró impactada
—¡Ella me separó de Julia Lang! Ha sido la culpable de mis desgracias con su obsesivo amor.
—¡¿Qué?! Kenneth, despierta, Julia Lang es una…
—¡Basta! No la humilles, no hagas que odie más a Amy Lang.
Fedora le miró incrédula
—¡Reflexionarás! Convencí a Amy de que espere, de que se quede por lo menos, hasta la fiesta de tu padre que será mañana, diremos a todos que querían estar en el cumpleaños de tu padre, ¿Entendiste? Quiero que estén bien, no quiere murmuraciones —Fedora acunó su rostro con dulzura—. Kenneth, hijo, siempre has sido mi orgullo, no me decepciones.
Sus palabras fueron un golpe a su pecho, a su ego, pensó en Kenneth, a él no le gustaría decepcionar a sus padres, siempre estuvo agradecido de ser adoptado y de la vida buena que le dieron.
—Lo haré, madre.
Fedora sonrió y lo abrazó.
Amy Lang durmió en una habitación de huéspedes, se sintió como una pieza fuera de lugar, ahora solo quería salir de esa casa, ir a su verdadero hogar, ella no comprendía como era posible que Kenneth hubiese cambiado tanto en tres días, él le había dicho que haría un viaje a su casa de la infancia, y que, después, le contaría un gran secreto, algo que le ocultó, pero ahora, ese hombre se había convertido en un extraño en su corazón, cepilló su largo cabello, y la puerta se abrió, pegó un brinco, cuando ese hombre estuvo detrás de ella, pudo verlo por el espejo
—¿Tú, aquí? ¿Qué necesitas de mí, Kenneth?
Él no pudo evitar sentirse tentado ante su preciosa imagen, con aquel camisón de seda, sus ojos recorrieron su figura, como si su mirada pudiera devorarla, John nunca se sintió tan tentado por ninguna mujer, tragó saliva y miró a otro lado, necesitaba olvidar las ganas de amar que ella le había provocado
—Mañana es la fiesta de cumpleaños de mi padre, te exijo que te comportes a la altura, no quiero que arruines mi reputación.
Ella le miró con ojos severos
—¿Yo arruino tu reputación? —ella rio un poco—. Dudo mucho que al Kenneth que solía conocer le importe su reputación.
—¿Por qué dices eso? —exclamó con algo de temor, pensó si ella lo había descubierto, pero no entendía de qué manera lo hizo.
—Pareces un desconocido para mí, Kenneth, ¿Quién eres? —exclamó ella y se acercó a él, hasta reducir la distancia, ella tomó su rostro entre sus manos, era tan suave, que él se dejó llevar, no pudo evitarlo, él besó sus labios con pasion, estrechó su cintura, tenía ganas de hacerla suya, pero recordó a Kenneth, recordó su penosa muerte, la alejó de inmediato, como si ella quemara sus labios, no dijo nada, su mirada decía todo, había una furia, y un deseo, él salió y cerró la puerta.
Amy sintió que él la enloquecía, la subía al cielo, y la hundía en el infierno en un solo segundo.
«¿Qué clase de amor es este?» pensó con tristeza.
Al día siguiente, en la mansión Leeman todo era un apuro, empleados que iban y venían, decorando el jardín y la terraza de la casa, todo estaba siendo supervisado por la visión de Fedora, llevaba veinticuatro años casada con su amado esposo Bruce Leeman, era feliz, era estable, al menos ella creía en eso.
—Hermano, ¡Qué guapo! —exclamó Lorreine abrazándolo—. Supe que algo va mal con Amy, es triste, porque ella te ama.
Él pensó que era la segunda vez que escuchaba sobre el amor de Amy Lang por Kenneth, ahora sentía algo de confusión en su interior.
Lorraine caminó hasta el jardín, enfundada en su vestido de gala. John se quedó ahí, al pie de la escalera, portaba su esmoquin elegante, esperaba a que ella bajara, para ir a la fiesta.
Cuando escuchó el ruido de sus zapatillas, y la miró, se quedó boquiabierto, ella era tan hermosa como una ninfa de los cuentos antiguos, él sonrió, estaba embelesado con su belleza, con su figura, sus cabellos largos y castaños brillantes, y esos ojos verdes, él la había conocido por foto, a ella y a Julia, siempre pensó que Amy tenía algo que la hacía parecer una diva, pero ahora, podía comprobarlo
—Estoy lista para fingir tu buena reputación —sentenció con desdén
Sus palabras fueron como un balde de agua fría, él la tomó del brazo y juntos salieron de ahí.
En el salón principal estaban reunidos los invitados, luego de brindar por la vida de Bruce Leeman, comenzaron el baile.
Fedora se acercó al recién matrimonio
—Kenneth, baila con tu esposa, por favor, y cambien en esas caras, la gente está murmurando —sentenció severa
Él tomó la mano de Amy y la llevó a la pista de baile, comenzaron a bailar, ante la vista de todos
—Parece que debemos fingir ser felices, así que pon tu mejor sonrisa —dijo él con un tono burlón
—Luego de esto, quiero el divorcio, Kenneth.
Él la miró severo
—¿Para qué lo quieres? ¿Hiciste todo esto, para dejarme ir tan pronto, querida?
—¿Te escuchas? Yo no he hecho nada, ¿De qué me acusas?
Los ojos de ese hombre brillaban con rabia
—Lo sabes bien, querida, dime, ¿Puedes dormir por la noche?
—¿Quién te crees que soy, Kenneth Leeman? —exclamó—. Tengo dignidad, no soy la malvada bruja que te estás inventando, no sé qué ha sucedido contigo, siento que ya no me conoces.
Él estrechaba su cintura, podía oler su delicioso aroma a prímulas y rosas, sentía que ella era embriagante
—Eres una hipócrita —dijo susurrando en su oído, ella le miró con dolor, pero siguió bailando.
Amy notó la mirada de todos sobre ellos, la gente los veía y hablaba, era como si todos supieran que algo estaba mal. La canción terminó y Amy se alejó de su esposo, a toda prisa, necesitaba aire fresco, sentía que se asfixiaba, sentía que enloquecería de tanto dolor.
Ella limpiaba sus lágrimas, estaba en una parte solitaria del jardín, debía volver, cuando escuchó esa voz gangosa, tan desesperante
—¡Señora Leeman! ¿Usted llorando?
Ella le miró severa
—Lo siento —dijo con una falsa sonrisa, intentó irse, cuando sintió esa mano que la sujetó del brazo
—Si su esposo la trata tan mal, permítame consolarla, sé cómo secar esas lagrimitas de cocodrilo.
Amy le vio con asco, el marqués de Girard era un amigo de la familia, un noble del Mediterráneo que se mudó a Edimburgo, al ser repelido por la sociedad de su país, ella intentó alejarse, pero sintió que ese hombre la estrechó entre sus brazos con tanta fuerza
—¡Suélteme! ¡¿Qué le pasa?!
—Déjame darte un poco de amor.
El pequeño hombre asqueroso, intentó besar sus labios, y Amy luchaba contra él con furia.
Amy tenía miedo, ese hombrecillo era fuerte, intentaba besarla, y ella luchaba por alejarse de él, gritaba, pero nadie la escuchaba, la música era alta, se sintió tan desprotegida.
De pronto, unas manos violentas apartaron al marqués, el tipo recibió tal golpe en la mejilla que dio al suelo, y lanzó un quejido
—¡¿Cómo te atreves a poner tus asquerosas manos en mi mujer?!
—¡¿Cómo te atreves a poner tus asquerosas manos en mi mujer?! —exclamó como un bramido, Amy miró a Kenneth, estaba estupefacta, él nunca fue un hombre de violencia, ahora parecía vuelto una fiera, dispuesta a comerse vivo a aquel hombre El marqués se arrodilló suplicando perdón en una escena bastante patética —¡Perdóname, Kenneth! Debí malinterpretar la conducta libertina de tu mujer, ella me ha seducido, y cuando me dejé llevar por el calor del momento, se ha puesto en una actuación de digna. Amy Lang abrió ojos estupefactos —¡Cómo se atreve a mentir! ¡Eso es falso! Estaba aquí, usted ha venido por mí, me ha tratado de una forma repugnante. Amy sintió la mirada recriminadora de su marido, y sintió miedo, ¿Acaso él de verdad creía eso? —¡Lárguese de aquí! O le juro que lo mataré. El marqués de Girard se levantó tan rápido como pudo, y corrió alejándose de ellos. —¿Qué hiciste, Amy Lang? Ella le miró incrédula —¡¿Qué?! ¿Tú me crees capaz de hacer algo así? ¿Crees que seduje a
John bajó las escaleras a toda prisa, Amy iba tras él, cubierta por una manta —¡Kenneth! ¡Kenneth, espera! —exclamó desesperada, pidiendo que se detuviera, él lo hizo, la miró con severidad —¡He dicho que no soy más Kenneth! ¿Acaso no fui claro con que soy John? ¡Llámame John! —aseveró Amy tenía los ojos cubiertos de lágrimas y asintió suavemente —¿Por qué te comportas así? —¡Ya mujer, no seas dramática! Él tomó las llaves de la casa, ella lo miró incrédula —¡¿A dónde vas?! ¡No puedes dejarme aquí! ¡Me iré, John! Me iré ya mismo. Pero, John no le hizo ni caso, cerró la puerta en sus narices, y ella escuchó como le echó llave, Amy golpeó la puerta con furia, al notar que no podría salir. Luego fue al jardín, la puerta corrediza estaba abierta, pero notó que había un portón, que seguro tendría llave. Sus fuerzas se desvanecieron y se sentó sobre el suelo de madera, enrollada en aquellas mantas, llorando, desolada —¡¿Por qué John o Kenneth? ¡Quién maldito seas! ¿Por qué me hace
Amy lo miraba tratando de comprender quién era ese hombre, ¿Por qué actuaba como un lunático? —¿Por qué te fuiste así? ¿Por qué me dijiste todo eso en la alcoba? —Porque es verdad, ¿O quieres que mienta? ¿Quieres que diga que te amo? ¿Quieres que diga que he olvidado a Julia Lang? Cuando no es verdad, ¡Solo para satisfacer tu maldito ego! Amy sintió tanto dolor de sus palabras, le encestó tal bofetada que el hombre se quedó perplejo, no lo esperaba. —¡Estoy harta! Si tanto la amas, ve y búscala, te doy tu libertad. Amy subió a la alcoba, y tomó su maleta, debía irse, pero, John entró y la tomó, lanzando la maleta al suelo, haciendo que la ropa saliera disparada —¿Qué te pasa? ¿Enloqueciste? ¿Qué quieres de mí? No seré tu saco de boxeo, ¡Esto se acabó! John se puso nervioso, de pronto, caminó de un lado a otro, sosteniendo su cabeza con desesperación, bufando con rabia. Amy lo miró bien, sentía que no podía reconocer al hombre ante ella, llevaban años de conocerse, ¿Cómo podría
Amy estaba cocinando, pensaba en él, se quedó dormido, y ella no quiso despertarlo, sabía que ninguno había comido. Ella preparó todo, escuchó pasos, y cuando giró a ver, él estaba en la cocina, observando la mesa puesta. El olor delicioso invadió su nariz, sintió que su estómago gruñía de hambre —Toma asiento. John la miró extrañado —¿No te quejarás de este lugar? —¿Quejarme? ¡Es hermoso, John! ¿Por qué lo haría? —Estás acostumbrada a cosas mejores. —¿Y qué importa? Mi padre siempre me enseñó a acostumbrarme a todo, así que, no creas que me rendiré por esto. John la miró bien, sus cabellos largos y oscuros, su silueta grácil, era una mujer hermosa, de pronto pensó que no entendía por qué Kenneth no la amó a ella, antes que a Julia Lang «El corazón quiere lo que quiere» se obligó a pensar Ella sonrió, sentándose frente a él —Come un poco. —Tengo un trabajo aquí —dijo degustando un poco de la sopa —¿Trabajo? —Sí, quiero hacerlo por mi propia cuenta, por eso te traje aquí.
John abrió ojos aterrorizados, al ver a la mujer tendida en el suelo, y chillando de dolor, se levantó y corrió a ver como estaba —¡Amy! —gritó y se acercó a ella, mirándola con temor, era su culpa que estuviera herida, observó que se quejaba de su tobillo—. Dime, ¿Estás bien? —Sí… —dijo ella enderezando su postura, él acarició su rostro, afligido y esa caricia fue para Amy como un soplo de vida, ella pudo sentir menos dolor El hombre que conducía el auto, bajó deprisa, asustado por tal situación, de pronto escuchó —¡¿Qué demonios sucede contigo?! —exclamó un anciano que empujó al hombre que conducía el auto—. ¡Casi los matas! —sentenció con rabia —¡Yo… lo siento tanto! Nunca fue mi intención, no fue mi culpa, iba manejando… ¡ÉL se atravesó! —exclamó titubeante, tan angustiado John revisaba a Amy, tocó su tobillo y notó que se quejó del dolor, tanto que temblaba, él lamentó ver que dolía —Está bien, está bien, cariño, sé valiente, mejorarás —dijo con voz tan suave, en un susurro
Cuando John abrió los ojos, la luz del día entraba por la ventana, él miró su reloj, eran casi las seis de la mañana. Observó al otro lado de la cama, y ella no estaba ahí, se asustó, de pronto, tuvo la sensación de que ella no estaba a su lado, de que la perdería, eso le dio un miedo atroz. Se levantó enseguida y la buscó por todos lados, pensó en que estaba adolorida, ¿Cómo podría haberse levantado? Bajó la escalera, y la encontró en la cocina, olía delicioso. —¿Qué haces, Amy? No debes estar aquí, debes descansar —dijo preocupado por ella. Amy le dedicó una suave sonrisa. —No te angusties, te he cocinado el desayuno, espero que te guste. Además, me siento mejor. John dio un vistazo, la comida se veía deliciosa, aún faltaba por terminar, de pronto, él la cargó en sus brazos, sorprendiéndola. —Sí, me gusta, pero, usted, señora, no puede estar de pie, y lastimando su pie, debe reposar, fue la orden del médico. —Ya me siento bien, además, quiero consentirte, John, quiero aliment
—¿Quién es usted? ¡Cómo se atreve a entrar a mi casa sin invitación! —exclamó furiosa, intentó levantarse, pero se quejó de dolor en su tobillo. —¡Lo siento tanto! ¿Está bien? No quise asustarla, menos lastimarla. Él tomó su brazo. —¡Aléjese! —exclamó severa —Déjeme llevarla a sentar, no se ve bien. Ella levantó la mirada. —¿Quién es usted? —Lo siento tanto, vine a ofrecer una disculpa y he creado otro embrollo. Ella lo miró con duda. —¿Una disculpa? —No me recuerda, es mi culpa que su pie está dañado, de verdad, estoy avergonzado. —¿Usted es el hombre que casi nos arrolla? Él asintió, había un rubor que cubría sus mejillas, Amy sonrió. —¿Cómo entró? —Bueno, lo siento, la puerta estaba abierta y… llamé… —No se angustie, entiendo. Tampoco se sienta culpable, he sido yo, la loca que se lanzó a su coche. —Por salvar a su… —A mi marido. Khan alzó las cejas con estupor. —¿Marido? Creí que diría hermano, perdone, es que creí que eres muy joven para tener un esposo. —No, e
Besó sus labios posesivo y desesperado, ella sintió como su lengua acariciaba la suya, se estremecía, cuando quería rechazarlo era imposible, él le hacía sentir lo que nunca creyó sentir, era tan suya que podía decirlo sin palabras. Ella detuvo el beso, necesitaba explicarle todo. —¡Basta, Kenneth! ¿Qué sucede contigo? —¡He dicho que no me llames Kenneth! —Ese hombre solo vino a disculparse. —¿Disculparse? ¿Por qué? Casi te mata. —No fue su culpa. —¿Ahora lo defiendes? —¿Cuándo te volviste tan celoso? —¿Celoso? —exclamó John, como si por fin se diera cuenta, tragó saliva y dio un paso atrás, debía reconocerlo, sí, estaba celoso, pero no lo aceptaría, jamás ante ella—. Solo no me gusta ser el tonto de nadie, ya lo fui muchas veces, ¿No lo crees, querida? Ella le miró dudosa. —Deja de actuar de esa forma insoportable. John subió la escalera, alejándose. —¿No vas a cenar? —No tengo hambre —sentenció Amy miró la mesa puesta, sintió tristeza. «¿Qué está pasando? ¡Dios mío! D