Subieron a un jet privado y volaron a Inverness, cenaron en el avión, y luego de casi dos horas, por fin llegaron, bajaron en el aeropuerto y fueron en auto, hasta llegar a aquel lugar, era un bosque de pinos, un lugar maravilloso.
Había una gran cabaña, era propiedad de los Leeman, ese lugar era sagrado para Amy, pues fue ahí donde pasaban los veranos de la infancia, acampando.
Al abrir la puerta de la cabaña, ella estaba nerviosa, fue la primera en llevar las maletas a la habitación, entró al cuarto de baño, se miró en el espejo, estaba ansiosa, tenía algo de temor, y también una sonrisa en sus labios, era su noche de bodas, se entregaría por primera vez a un hombre, por amor.
Se puso su vestido de dormir, se arregló el cabello, se puso perfume y luego, cuando al fin dominó su miedo, salió a la habitación.
Observó a Kenneth, pero él estaba recostado en la cama, ella se preguntó si de verdad se había dormido, se acercó despacio.
Él se recostó en aquel lecho, haciéndose el dormido, no quería verla, no quería enfrentarse a la noche de bodas, era suficiente con todo lo que había hecho, más, no creyó soportar.
Amy se metió entre las mantas calientes
—¿Estás dormido, Kenneth? —dijo y su voz sonó tan dulce, que lo estremeció, él permaneció con los ojos cerrados, era evidente que no dormía, su respiración era irregular, ella se abrazó a su cuerpo, depositó tiernos besos en su mejilla, Kenneth sintió que su cuerpo comenzaba a arder como llama, debía resistir, debía evitarlo.
De pronto, se levantó, alejándose de su alcance, ella le miró atónita.
—¡No me toques! —exclamó con fuerzas
Amy se quedó perpleja, ni en sus peores pesadillas pensó que él le diría eso.
—¿Qué pasa? ¿Por qué te pones así? Es nuestra luna de miel, hoy es nuestra noche de bodas y se supone que…
—¡Sí! Se supone que es nuestra noche de bodas, se supone que deberíamos celebrar, estar felices, que yo debería hacerte el amor, pero, ¡Eso solo sucederá en tus sueños más salvajes, Amy Lang!
Los ojos de Amy se abrieron enormes, estaba tan impactada, no podía creer lo que él le decía.
—¿Qué dices?
—Lo oyes, sí, nos casamos, conseguiste cumplir tu miserable capricho —espetó y tomó con su mano su barbilla, con tal fuerza que dolió—. ¿Eso te hace feliz? Cumpliste tu meta, ¡Felicidades! ¿Creíste que te amaría? ¿Qué seríamos felices para siempre? —él rio en su cara, su voz era tan cruel, su mirada tan gélida
—¿Qué es lo que está pasando, Kenneth? —exclamó confusa
—¿Qué está pasando, Amy? ¿No lo entiendes, aún? ¡Yo no te amo! ¡Nunca te he amado, nunca te amaré! Te desprecio, va más allá, no me inspiras nada, ¡No te deseo como mujer! La única mujer que estará en el corazón de Kenneth Leeman es Julia Lang, sí, solo la amaré a ella, así que ahora lo sabes —dijo apuntándola con firmeza—. Cada noche que compartamos la cama, solo pensaré en ella, cada vez que me beses, desearé que sea ella quien me besa, siempre la amaré a ella, ¡Ese será tu castigo!
Amy se levantó de la cama, dio un paso atrás, sintió que sus palabras la apuñalaban, destrozándola, él dio la vuelta, salió azotando la puerta, Amy se sentó sobre el colchón, lágrimas de tristeza y frustración corrieron por su rostro, cubrió sus oídos, porque era como si las palabras de Kenneth siguieran haciendo eco en su interior, lloró mucho, y se recostó sobre el suelo alfombrado, mientras aquella luna de miel, se convertía en una luna de hiel.
John estaba afuera, caminó por el bosque, hizo una pequeña fogata y se sentó frente a ella, mientras bebía un poco de vino, necesitaba aclarar su mente, su hermano había muerto, él lo enterró y lo lloró solo, nadie más lo sabía, eso lo torturaba, sabía que estaba causando un gran pesar a la familia ocultando la verdad, pero, él era su único hermano, todo lo que tenía en la vida, y que le fue arrebatado, sus ojos se llenaron de lágrimas y lloró en completo silencio.
Varias horas después, casi al filo del amanecer, John volvió adentro, llegó a la habitación, y la imagen que encontró ante su mirada lo conmovió, ella estaba ahí, Amy estaba tendida sobre la alfombra, parecía haber llorado por largo tiempo, aún tenía el rostro húmedo. John estuvo a punto de dejarla ahí, algo en su alma se lo impedía, era imposible resistirlo, la cargó entre sus brazos, y la recostó sobre el lecho, observó su cara, parecía tan dulce, tan inocente
«Si no supiera quién eres, Amy, si no conociera aquella carta, entonces caería en ti, sería inevitable dejarme llevar por tu belleza, por tus rasgos dulces, y tu mirada cautivadora, por tus labios suaves, podría hacerte mi mujer justo ahora, si no supiera quién eres en realidad, duerme, sueña con el mal hecho, tal vez, solo tal vez, algún día seas perdonada», pensó, la dejó recostada, y la cobijó con una manta.
John se sentó sobre un sofá, podía verla desde ahí, admirar su sueño, escuchar su suave respiración, luego cerró los ojos, él también cayó rendido.
A la mañana siguiente, cuando Amy despertó, observó a Kenneth sobre el sofá, ella lo admiró, incluso en esa posición tan incómoda, lucía adorable, ella tomó una manta, y lo cubrió.
Luego fue al cuarto de baño, lavó su rostro, y boca, se apuró a ir al comedor, y preparó un delicioso desayuno. Escuchó pasos en la escalera, y cuando alzó la vista lo vio.
El olor a dulce y a café invadía su olfato, ella le sirvió una taza de café
—Bebe, te gustará, está preparado tal como te gusta.
Él bebió del café, sabía delicioso. Pero, luego, lanzó la taza al suelo, igual que todos los platos, haciéndolos añicos contra el suelo.
Amy estaba tan asustada ante tal acto, sin entender el porqué de su actuar
—¡Basta, Kenneth! ¿Qué es lo que haces?
—¡Toma todas tus cosas, volvemos a Edimburgo!
Ella le miró como si estuviera enloquecido, se alejó y fue a la alcoba. Amy se echó a llorar, vio entrar a ese hombre en la habitación, estaba silencioso
—¿Qué está pasando, Kenneth? ¿Por qué me tratas así?
Él estaba de espaldas, él se giró a mirarla
—¿Y según tú, como te trato?
—¡Cómo si me odiaras! Yo no merezco esto, ¿Esta es la oportunidad que me darías para enamorarte? Estás haciéndome perder la fe, no sé cuánto voy a resistir.
—¿Qué quieres decir con eso, Amy?
—Es mejor volver a Edimburgo, pero es mejor que al volver, nos separemos.
Él la miró con ojos incrédulos, no esperaba semejante respuesta.
—¡¿Qué dices?!
—¡Qué no permitiré que me trates de esta forma! Te amo, Kenneth, con toda la fuerza de mi corazón, pero nunca permitiré que acabes con mi valor de mujer —sentenció
Ella salió de prisa, bajó la escalera llevaba consigo la maleta, que ni siquiera fue deshecha.
Él la miró impactado, ¿Quién era su mujer? ¿Por qué actuaba con esa dignidad, cuando él estaba seguro de que no tenía amor propio, al separar a dos enamorados con actos tan viles?
Les tomó tres horas volver a Edimburgo, volvieron a la mansión de los Leeman, al llegar, Fedora los observó asustada —Pero, ¿Qué ha pasado? ¿Por qué han vuelto? —¡Qué te lo cuente ella! ¡Lo ha arruinado todo! —exclamó enfurecido, él subió tan rápido la escalera Amy bajó la mirada triste, conteniendo el llanto. Fedora la miró preocupada y corrió a abrazarla —Hija, ¿Qué ha pasado? Dime, todo. —Pasa que su hijo me odia, Kenneth me aborrece, y no sé por qué, prometió que me daría una oportunidad para ganar su amor, pero solo me humilló, ni siquiera quiso tocarme, ¡Me dijo que sigue amando a Julia! ¡Sigue amando a la mujer que le destruyó la vida y lo traicionó! Lo mejor será que acabamos con el matrimonio, será mejor que nos divorciemos —dijo con la voz rota por el llanto —¡No! Por Dios, sería un gran escándalo, ¡Además no puedes dejar que Julia gane la jugada! Ella no es buena para Kenneth, él te quiere, sé que te amará con locura, solo está confundido, estos últimos meses han sido
—¡¿Cómo te atreves a poner tus asquerosas manos en mi mujer?! —exclamó como un bramido, Amy miró a Kenneth, estaba estupefacta, él nunca fue un hombre de violencia, ahora parecía vuelto una fiera, dispuesta a comerse vivo a aquel hombre El marqués se arrodilló suplicando perdón en una escena bastante patética —¡Perdóname, Kenneth! Debí malinterpretar la conducta libertina de tu mujer, ella me ha seducido, y cuando me dejé llevar por el calor del momento, se ha puesto en una actuación de digna. Amy Lang abrió ojos estupefactos —¡Cómo se atreve a mentir! ¡Eso es falso! Estaba aquí, usted ha venido por mí, me ha tratado de una forma repugnante. Amy sintió la mirada recriminadora de su marido, y sintió miedo, ¿Acaso él de verdad creía eso? —¡Lárguese de aquí! O le juro que lo mataré. El marqués de Girard se levantó tan rápido como pudo, y corrió alejándose de ellos. —¿Qué hiciste, Amy Lang? Ella le miró incrédula —¡¿Qué?! ¿Tú me crees capaz de hacer algo así? ¿Crees que seduje a
John bajó las escaleras a toda prisa, Amy iba tras él, cubierta por una manta —¡Kenneth! ¡Kenneth, espera! —exclamó desesperada, pidiendo que se detuviera, él lo hizo, la miró con severidad —¡He dicho que no soy más Kenneth! ¿Acaso no fui claro con que soy John? ¡Llámame John! —aseveró Amy tenía los ojos cubiertos de lágrimas y asintió suavemente —¿Por qué te comportas así? —¡Ya mujer, no seas dramática! Él tomó las llaves de la casa, ella lo miró incrédula —¡¿A dónde vas?! ¡No puedes dejarme aquí! ¡Me iré, John! Me iré ya mismo. Pero, John no le hizo ni caso, cerró la puerta en sus narices, y ella escuchó como le echó llave, Amy golpeó la puerta con furia, al notar que no podría salir. Luego fue al jardín, la puerta corrediza estaba abierta, pero notó que había un portón, que seguro tendría llave. Sus fuerzas se desvanecieron y se sentó sobre el suelo de madera, enrollada en aquellas mantas, llorando, desolada —¡¿Por qué John o Kenneth? ¡Quién maldito seas! ¿Por qué me hace
Amy lo miraba tratando de comprender quién era ese hombre, ¿Por qué actuaba como un lunático? —¿Por qué te fuiste así? ¿Por qué me dijiste todo eso en la alcoba? —Porque es verdad, ¿O quieres que mienta? ¿Quieres que diga que te amo? ¿Quieres que diga que he olvidado a Julia Lang? Cuando no es verdad, ¡Solo para satisfacer tu maldito ego! Amy sintió tanto dolor de sus palabras, le encestó tal bofetada que el hombre se quedó perplejo, no lo esperaba. —¡Estoy harta! Si tanto la amas, ve y búscala, te doy tu libertad. Amy subió a la alcoba, y tomó su maleta, debía irse, pero, John entró y la tomó, lanzando la maleta al suelo, haciendo que la ropa saliera disparada —¿Qué te pasa? ¿Enloqueciste? ¿Qué quieres de mí? No seré tu saco de boxeo, ¡Esto se acabó! John se puso nervioso, de pronto, caminó de un lado a otro, sosteniendo su cabeza con desesperación, bufando con rabia. Amy lo miró bien, sentía que no podía reconocer al hombre ante ella, llevaban años de conocerse, ¿Cómo podría
Amy estaba cocinando, pensaba en él, se quedó dormido, y ella no quiso despertarlo, sabía que ninguno había comido. Ella preparó todo, escuchó pasos, y cuando giró a ver, él estaba en la cocina, observando la mesa puesta. El olor delicioso invadió su nariz, sintió que su estómago gruñía de hambre —Toma asiento. John la miró extrañado —¿No te quejarás de este lugar? —¿Quejarme? ¡Es hermoso, John! ¿Por qué lo haría? —Estás acostumbrada a cosas mejores. —¿Y qué importa? Mi padre siempre me enseñó a acostumbrarme a todo, así que, no creas que me rendiré por esto. John la miró bien, sus cabellos largos y oscuros, su silueta grácil, era una mujer hermosa, de pronto pensó que no entendía por qué Kenneth no la amó a ella, antes que a Julia Lang «El corazón quiere lo que quiere» se obligó a pensar Ella sonrió, sentándose frente a él —Come un poco. —Tengo un trabajo aquí —dijo degustando un poco de la sopa —¿Trabajo? —Sí, quiero hacerlo por mi propia cuenta, por eso te traje aquí.
John abrió ojos aterrorizados, al ver a la mujer tendida en el suelo, y chillando de dolor, se levantó y corrió a ver como estaba —¡Amy! —gritó y se acercó a ella, mirándola con temor, era su culpa que estuviera herida, observó que se quejaba de su tobillo—. Dime, ¿Estás bien? —Sí… —dijo ella enderezando su postura, él acarició su rostro, afligido y esa caricia fue para Amy como un soplo de vida, ella pudo sentir menos dolor El hombre que conducía el auto, bajó deprisa, asustado por tal situación, de pronto escuchó —¡¿Qué demonios sucede contigo?! —exclamó un anciano que empujó al hombre que conducía el auto—. ¡Casi los matas! —sentenció con rabia —¡Yo… lo siento tanto! Nunca fue mi intención, no fue mi culpa, iba manejando… ¡ÉL se atravesó! —exclamó titubeante, tan angustiado John revisaba a Amy, tocó su tobillo y notó que se quejó del dolor, tanto que temblaba, él lamentó ver que dolía —Está bien, está bien, cariño, sé valiente, mejorarás —dijo con voz tan suave, en un susurro
Cuando John abrió los ojos, la luz del día entraba por la ventana, él miró su reloj, eran casi las seis de la mañana. Observó al otro lado de la cama, y ella no estaba ahí, se asustó, de pronto, tuvo la sensación de que ella no estaba a su lado, de que la perdería, eso le dio un miedo atroz. Se levantó enseguida y la buscó por todos lados, pensó en que estaba adolorida, ¿Cómo podría haberse levantado? Bajó la escalera, y la encontró en la cocina, olía delicioso. —¿Qué haces, Amy? No debes estar aquí, debes descansar —dijo preocupado por ella. Amy le dedicó una suave sonrisa. —No te angusties, te he cocinado el desayuno, espero que te guste. Además, me siento mejor. John dio un vistazo, la comida se veía deliciosa, aún faltaba por terminar, de pronto, él la cargó en sus brazos, sorprendiéndola. —Sí, me gusta, pero, usted, señora, no puede estar de pie, y lastimando su pie, debe reposar, fue la orden del médico. —Ya me siento bien, además, quiero consentirte, John, quiero aliment
—¿Quién es usted? ¡Cómo se atreve a entrar a mi casa sin invitación! —exclamó furiosa, intentó levantarse, pero se quejó de dolor en su tobillo. —¡Lo siento tanto! ¿Está bien? No quise asustarla, menos lastimarla. Él tomó su brazo. —¡Aléjese! —exclamó severa —Déjeme llevarla a sentar, no se ve bien. Ella levantó la mirada. —¿Quién es usted? —Lo siento tanto, vine a ofrecer una disculpa y he creado otro embrollo. Ella lo miró con duda. —¿Una disculpa? —No me recuerda, es mi culpa que su pie está dañado, de verdad, estoy avergonzado. —¿Usted es el hombre que casi nos arrolla? Él asintió, había un rubor que cubría sus mejillas, Amy sonrió. —¿Cómo entró? —Bueno, lo siento, la puerta estaba abierta y… llamé… —No se angustie, entiendo. Tampoco se sienta culpable, he sido yo, la loca que se lanzó a su coche. —Por salvar a su… —A mi marido. Khan alzó las cejas con estupor. —¿Marido? Creí que diría hermano, perdone, es que creí que eres muy joven para tener un esposo. —No, e