Pues, al final del día las expectativas para Danilo habían resultado de cabeza con respecto a la “gran” noticia que había acabado de recibir por parte del señor Avery Pendragon, como estaba escrito e aquel papel que le dejó el hombre con su nombre y dirección. Y pensar que él casi brincaba en un pie para ir con el pito y el tambor con lo que consideraba, era su felicidad pura.
Aquella plática con Mary, en cuanto el señor Avery se hubiese marchado, le dejó un sinsabor extraño. Ella se había reportado enferma en el trabajo y regresó expresamente para que él le contara todo lo que había hablado con ese sujeto desconocido para ella.
Allí, sentados en la salita del apartamento se pusieron a charlar largo y tendido sobre el asunto.
—No, Danilo… —refunfuñó negando con la cabeza—. Creo que estás a punto de ser estafado de la manera más tonta del planeta.
Danilo miraba hacia el techo para no hacerle una mirada mortífera a su pesimista amiga.
—Piénsalo, Dani. Nadie, absolutamente nadie viene aquí a regalarte una mansión y esa inmensa cantidad de dinero en nombre de un primo lejano que ni siquiera conociste en vida… Es una e****a, ¡abre los ojos, por Dios!
—Mary, en primer lugar no es mi primo, es mi pobre tío Alberto difunto, que en paz descanse; más respeto. Además lo pensé muy bien mientras hablaba con el agente y en mi opinión, no tengo nada que perder ante el mundo. Ahora no soy nada, no tengo ni en qué caerme muerto —Danilo se encogió de hombros—. Si es que fuera una e****a simplemente me volveré a quedar sin nada, no es la gran cosa. Es peor no intentarlo, m*****a sea.
Mary rodó los ojos ante aquella respuesta tan tajante de su amigo. Al parecer Danilo no tenía la mínima intención de cambiar de opinión; ni siquiera de considerar aquello como la e****a del siglo. Después de todo, él ya lo había dicho: no tenía ni reputación, ni renombre, mucho menos dignidad por lo visto.
Esa misma tarde, luego de la hora del almuerzo, Danilo se había dirigido hacia la casa de sus padres, pero nadie le abrió. Él no quiso pensar en el hecho de que no abrieran porque se trataba de él, sino que, quizá habrían salido o estarían en la hora de la siesta; cualquier cosa era mejor pensar, que el mero rechazo paternal.
Danilo, resignado se devolvió a casa de Mary, no sin antes hacer un desvío en su bicicleta y pasar viendo por la ventana de su amada Lara. Allí estaba ella, en su cómodo sofá, con las piernas cruzadas y un bowl de palomitas de maíz; se veía muy sumergida en el programa que estuviera viendo. Ella se veía bien de cualquier forma y en cualquier situación. Suspiró, despabiló y continuó su camino.
Cuando llegó a la casa, Mary estaba en la cocina; ella amaba ese arte culinario desde que la conocía. No quiso preguntarle nada, solo avisó de su llegada y se dirigió a su habitación improvisada, que constaba de un par de edredones de su amiga y una almohada; su Tablet aburrida y su mochila perdida por alguna esquina. Algo era mejor que nada, después de todo agradecía no haberse quedado en la calle como un mendigo.
Se recostó en su “cama” y se dispuso a soñar despierto. No podía esperar a que llegara el día siguiente y al fin poder obtener todos los beneficios de la vida que se merecía. Observaba el papel con el nombre del agente y abogado. Esa fortuna estaba al alcance de unos cuantos pasos. Aquella oficina estaba por el parque central de la ciudad. Si para algo era bueno Danilo era para ubicarse muy bien en la calle.
Y hablando de calle, después de una rica cena preparada por Mary –porque debía reconocer que todo lo que cocinaba ella sabía a gloria–, Danilo no pudo evitar sentir las ansias de salir una vez más a aquel bar de mala muerte, en el que siempre ahogaba sus penas.
«No, mañana es el gran día. Si te emborrachas de seguro todo sale mal».
Ahí estaba la voz de su conciencia, dictándole lo crítico que podía pasar al no ir en sus cinco sentidos a la dichosa cita con Avery. Y como siempre, una vez más pudo más el ansia y el vicio. Danilo había salido de una, con la excusa de ir por chicles a la tienda, lo cual Mary ni en los más imposibles sueños le creería. No obstante, ella no era su madre, ni su novia, mucho menos su esposa como para estarle queriendo detener; ya era un hombre hecho y derecho. Él debía aprender a luchar sus propias batallas, al menos Mary así lo creía.
Pasó lo que tenía que pasar: Danilo se quedó dormido, pero esa vez no dentro del bar, porque en esa ocasión lo habían sacado por pelearse con otro hombre de manera irracional. Resulta que, en sus alucinaciones él bailaba con Lara y ella no podía ser de nadie más.
Él ni siquiera dio un motivo o razón, simplemente en unos cinco pasos, el muchacho que bailaba de lo lindo con su pareja había volado hacia una de las mesas del bar; dejando en el suelo las bebidas y a las personas que estaban bebiendo con tranquilidad en sus respectivos lugares.
El muchacho, quien también tenía los estragos del alcohol, se levantó con la velocidad con la que cayó y tampoco quiso una conversación civilizada. La lluvia de golpes había caído sobre Danilo, haciéndolo caer de bruces en el duro suelo, ya que los niveles del alcohol alentaban sus movimientos. Las mujeres a las que le había tirado la mesa también estaban colaborando en el linchamiento. Así terminó aquella noche entre tragos, alucinaciones y turbas furiosas contra él.
Con un moretón en el ojo, el dolor de la paliza combinado con la resaca, todos los dolores en junto, dieron a Danilo el “mejor” de sus despertares. Y no solo eso… Era jodidamente tarde para su cita con el señor Avery. El día no podía comenzar de la peor manera para él, y todo por sus necedades. Ninguna cachetada mental podía hacerlo escarmentar, más que el hecho de no obtener esa herencia por su impuntualidad.
Quedaba aproximadamente una hora para estar en las oficinas del señor Pendragon y la vida no podía haberse puesto más infernal ese día precisamente; pero no era el momento para cavilar en los “hubieras”, lo hecho estaba hecho, solo había que seguir adelante y tratar por todos los medios posibles llegar a las once de la mañana, como lo habían acordado el día anterior.Como sus pies le iban respondiendo, Danilo corrió por su alma y comenzó a tocar el timbre de Mary. En un principio había considerado pedirle una copia de sus llaves, pero luego de la noticia de la herencia, y si la suerte jugaba de su lado y lograba llegar a tiempo, no tendría que necesitar de entrar a ese apartamento nunca más; bueno, quizá a visitar.Tocó una, dos y tres veces hasta que le dolieron los nudillos. A la quincuagésima vez él cayó en la cuenta de que Mary ya desde hace hace unas dos horas estaba en su trabajo. Se dio una golpiza mental para añadir una más a sus dolores generales y se dispuso a llamar a su am
El par de amigos, caminaron por unos pasillos y subieron un elevador que los llevó cinco pisos arriba. En cuanto llegaron, Mary hizo pasar a su amigo a su oficina personal y le indicó donde estaba el baño.Mientras Danilo se cambiaba, Mary tocó la puerta para pasarle una colonia de hombre, y también un peine, y gel para el cabello. Danilo no pudo estar más que complacido con el gesto de ella.Mary se sentó a esperar, mientras tecleaba su informe de ventas, pero al cabo de unos minutos, Danilo irrumpió en la oficina, ajustándose la corbata y alisándose el traje con las manos.—¡Mary! ¡Mary! ¡Necesito tu ayuda urgente! —exclamó él, con la euforia brotando de sus poros.Mary levantó la mirada de su computadora con una ceja alzada.—Y tú qué… ¿Acaso estás en medio de una crisis existencial?—¡No, no! Es algo mucho más importante que eso. Mira, necesito saber de dónde sacaste este gel de cabello y esta colonia para hombre ¡Huelo y me veo fantástico, ¿verdad? —dijo Danilo, jadeando un poco
«Siento la fortuna… ¡Ya huelo la fortuna! Estoy a punto de saborearla», pensaba Danilo, mientras peinaba su rebelde flequillo y caminaba a paso ligero junto al señor Avery mientras avanzaban por una sola cuadra.Al doblar la esquina, sus ojos color miel se encontraron con el edificio que supuestamente albergaba el bufete del señor Avery. La emoción latía en su pecho como un tambor, una mezcla de ansiedad y anticipación que hacía que su corazón repiqueteara a un ritmo vertiginoso. Había llegado a tiempo, algo que rara vez lograba en su vida, y esta vez no podía permitirse ningún error de su parte.El edificio que se erguía frente a ellos tenía un aspecto desolado y lúgubre. La fachada estaba cubierta de graffiti descolorido y la pintura se descascaraba en varios lugares. Las ventanas parecían sucias y opacas, como si no hubieran sido limpiadas en años. La entrada principal tenía una puerta de madera vieja y desgastada que crujía ominosamente cuando el señor Avery la abrió.El interior
Danilo se había abstenido de tocar el timbre y se encontraba de pie en el umbral de la casa de Lara, uno de sus pies zapateaba con la incertidumbre de cómo acercarse a ella ahora que, prácticamente era un millonario en potencia. Se rascaba la sien y su mente estaba llena de preguntas sobre cómo iniciar la conversación y sobre qué hablarían. «Bueno, Danilo, es hora de enfrentar la situación. Debes hablarle, pero ¿de qué? ¿Cómo lo haces? Tienes que parecer interesante, seguro de ti mismo», pensó nervioso mientras sobaba las palmas de sus manos entre sí. El joven imaginó diferentes escenarios en los que podía entablar una conversación con Lara, pero sus pensamientos rápidamente se desviaron hacia lo que haría si ella le respondiera bien. Fantaseó sobre llevarla a una cena elegante en un restaurante de lujo o a una playa paradisíaca en algún rincón exótico del mundo. «Claro, un millonario debe impresionar a su cita... es obvio. Veamos... ¿Un hotel cinco estrellas, tal vez? Y si todo va
Danilo se encontraba sentado en el suelo, quejándose del dolor en la pierna por la mordida del perro Bravo; se hallaba en un estado de completa confusión y nerviosismo. La vergüenza y los celos lo consumían al mismo tiempo, y no sabía cómo actuar ante Lara, quien había salido al patio trasero y se sorprendió al reconocerlo.—Vamos, Bravo, ¡suelta a Danilo ahora!—exclamó Lara, agarrándose la cara de horror.Bravo, obediente a la llamada de su dueña, se retiró lentamente, aunque seguía mirando con desconfianza a Danilo. Gruñó con suavidad y se dirigó hacia la rubia, que lo guió hasta la entrada trasera de la casa.Mientras Danilo se sacudía la tierra, Lara entró a su casa, dando instrucciones a su acompañante para que se quedara adentro de la casa.—Quédate dentro, Javier y Asegúrate de que Bravo se calme—ordenó Lara al muchacho—¿Puedes darle algunas croquetas, por favor?El hombre, alto, de cabello negro y con una apariencia atlética tanto por su físico como por su vestimenta, parecía
La tarde llegó a su fin y Mary regresó a su casa, cansada y con los nervios a flor de piel, con la esperanza de ver a Danilo, pero cuando entró y lo llamó mientra encendía la luz, no había ni rastro de él.«Pero… ¿dónde estará metido este tonto, otra vez? Como ilusa anhelaba que estuviera aquí, esperándome para charlar conmigo, con la misma intensidad que yo esperaba hablar con él, pero veo que solo yo albergaba eso en mi alma», pensó, cabizbaja.La joven trigueña inspeccionó su hogar y en su pecho se anidó una extraña sensación de inquietud en el ambiente. Decidió abrir las ventanas para ventilar la casa y encendió un incienso para tratar de disipar la pesadez que sentía en el aire. Algo le decía que las cosas no estaban yendo bien para Danilo, y esa preocupación comenzó a anidar en su mente.Mientras se acercaba a la ventana, observó cómo las primeras estrellas comenzaban a asomarse en el firmamento, formando una capa de luz en el cielo nocturno. La belleza de la escena contrastaba
Ese lugar que era una cantina de mala muerte, a los ojos de Danilo se dejaba ver como una suite lujosa en algún país lejano, lejos de las calles de su barrio. Y en lugar de estar con Jenny, la camarera, o cualquier persona conocida o desconocida, era la hermosa Lara, la que se encontraba a su lado.En la mente de Danilo, la velada perfecta era una visión idílica, rodeados de lujos que solo él podía imaginar. En esa fanstasía vívida, se veía a sí mismo compartiendo una noche de ensueño con la rubia que tanto añoraba.Se había visto con Lara, con un hermoso vestido rojo que le tallaba a la perfección, ambos sentados en una mesa para dos, en un lujoso balcón con mirador hacia la costa. Un par de sirvientes los atendían con sumo esmero, trayendo exquisitos platillos y el mejor vino. Lara, con su rostro angelical, sonreía de oreja a oreja y sus ojos brillaban con complicidad hacia los de él.—Danilo… me encanta pasar el tiempo contigo. No puedo pensar en otro lugar donde preferiría estar e
Danilo despertó de manera abrupta de su ensoñación embriagada, pero lo hizo sobresaltado por un fuerte puñetazo en el brazo. Su mirada aturdida y confusa se encontró pronto con la furia del dueño de la cantina, un hombre de mediana edad que lo miraba con desprecio.—¡Despierta, inútil! —gritó el dueño de la cantina, que tenía la cara al rojo vivo.Jenny, con lágrimas teñidas de negro en las mejillas, se acercó al dueño y siguió quejándose con voz temblorosa.—Ese tipo… —sorbió por la nariz—. Me engañó, no tiene dinero ni para pagar una sola botella de licor. Además… ¡me trató de una manera abusiva!Danilo se llevó la mano a la cabeza, aun sintiéndose aturdido y fruncía el ceño, sin poder creer todo lo que salía de la boca de Jenny, quien seguía con su retahíla de quejas.—En pocas palabras, me quiso violar… Me forzó de manera violenta y me trató como una cualquiera ¡Tiene que hacer algo, don Lepe! —La joven se recargó en el brazo del señor y este respiraba fuerte de tan solo escucharl