La tarde llegó a su fin y Mary regresó a su casa, cansada y con los nervios a flor de piel, con la esperanza de ver a Danilo, pero cuando entró y lo llamó mientra encendía la luz, no había ni rastro de él.«Pero… ¿dónde estará metido este tonto, otra vez? Como ilusa anhelaba que estuviera aquí, esperándome para charlar conmigo, con la misma intensidad que yo esperaba hablar con él, pero veo que solo yo albergaba eso en mi alma», pensó, cabizbaja.La joven trigueña inspeccionó su hogar y en su pecho se anidó una extraña sensación de inquietud en el ambiente. Decidió abrir las ventanas para ventilar la casa y encendió un incienso para tratar de disipar la pesadez que sentía en el aire. Algo le decía que las cosas no estaban yendo bien para Danilo, y esa preocupación comenzó a anidar en su mente.Mientras se acercaba a la ventana, observó cómo las primeras estrellas comenzaban a asomarse en el firmamento, formando una capa de luz en el cielo nocturno. La belleza de la escena contrastaba
Ese lugar que era una cantina de mala muerte, a los ojos de Danilo se dejaba ver como una suite lujosa en algún país lejano, lejos de las calles de su barrio. Y en lugar de estar con Jenny, la camarera, o cualquier persona conocida o desconocida, era la hermosa Lara, la que se encontraba a su lado.En la mente de Danilo, la velada perfecta era una visión idílica, rodeados de lujos que solo él podía imaginar. En esa fanstasía vívida, se veía a sí mismo compartiendo una noche de ensueño con la rubia que tanto añoraba.Se había visto con Lara, con un hermoso vestido rojo que le tallaba a la perfección, ambos sentados en una mesa para dos, en un lujoso balcón con mirador hacia la costa. Un par de sirvientes los atendían con sumo esmero, trayendo exquisitos platillos y el mejor vino. Lara, con su rostro angelical, sonreía de oreja a oreja y sus ojos brillaban con complicidad hacia los de él.—Danilo… me encanta pasar el tiempo contigo. No puedo pensar en otro lugar donde preferiría estar e
Danilo despertó de manera abrupta de su ensoñación embriagada, pero lo hizo sobresaltado por un fuerte puñetazo en el brazo. Su mirada aturdida y confusa se encontró pronto con la furia del dueño de la cantina, un hombre de mediana edad que lo miraba con desprecio.—¡Despierta, inútil! —gritó el dueño de la cantina, que tenía la cara al rojo vivo.Jenny, con lágrimas teñidas de negro en las mejillas, se acercó al dueño y siguió quejándose con voz temblorosa.—Ese tipo… —sorbió por la nariz—. Me engañó, no tiene dinero ni para pagar una sola botella de licor. Además… ¡me trató de una manera abusiva!Danilo se llevó la mano a la cabeza, aun sintiéndose aturdido y fruncía el ceño, sin poder creer todo lo que salía de la boca de Jenny, quien seguía con su retahíla de quejas.—En pocas palabras, me quiso violar… Me forzó de manera violenta y me trató como una cualquiera ¡Tiene que hacer algo, don Lepe! —La joven se recargó en el brazo del señor y este respiraba fuerte de tan solo escucharl
Lo profundo del estado de embriaguez esta vez provocó que no hubiera ningún sueño idílico, eso sin duda era algo nuevo para Danilo. En primera instancia su primera sensación fue la de una tremenda y conocida pesadez… sí, la de haber bebido más de la cuenta una vez más.Había perdido la noción del tiempo y del lugar. Cuando abrió los ojos, los tenues rayos del sol que se lograban colar por una rendija de la cortina, parecieron azotar sus ojos, que tuvo que cerrar de golpe, trayendo el sueño a sus pesados párpados.—¿Dani? —dijo una melodiosa voz, pero no lograba reconocerla del todo… ¿Se trataba de Lara? ¡Que va! Era mejor no ilusionarse.Se volteó para seguir durmiendo.—¡Dani, despierta! ¡Ya casi me tengo que ir al trabajo y a ti no te importa! —exclamó Mary, con el ceño fruncido.—¿Qué… eres Mary? Déjame dormir —Danilo gruño, entreabrió los ojos y se tapó con el edredón.Pero la joven lo volteó para que se despertara, sin éxito alguno.—Y dime, holgazán… ¿No piensas despertarte?—So
Al final resultó que Mary -como siempre-, había puesto el trabajo antes que la diversión y los buenos momentos que la vida le estaba ofreciendo. La excusa que había puesto, según Danilo, era que el jefe la iba a sancionar si se retiraba y una sarta de cosas que eran un intento para hacerlo sentir culpable de la situación.—Además, Danilo Antonio… ahora tendré que estar pendiente de que el Sr. Duncan jamás se entere de que yo tomé uno de sus mejores trajes y que encima de eso está lleno de lodo, sangre y vómito de borracho ¿Cómo quieres que yo explique eso, eh? —espetó su amiga al otro lado de la línea.—¡Pero, Mary! —exclamó a falta de argumentos.— No… tendrás que ir solo, Dani —musitó Mary, que denotaba sigilo y molestia en sus palabras—. Solo espero volver a saber de ti, porque quizá con tu vida de rico, ¡quién sabe si termines perdiendo la memoria!—¡Oye…! —alcanzó a balbucear, Danilo.Mary colgó y el joven arrugó la nariz; tuvo que darle la razón a Mary, ya que gracias a ella él
Danilo no esperó un segundo más y con premura comenzó a recorrer aquellos majestuosos pasillos de su nueva mansión, más que decidido a encontrar a la chica camarera de la que no recordaba el nombre, pero vaya que se le habían quedado casi de memoria los encantos que tenía. Aquella búsqueda se volvió una especie de juego a las escondidillas en aquel enorme lugar del que Danilo no conocía el mínimo resquicio, bien podría perderse en aquel laberinto de pasillos y salones elegantes. Y pensar que aún no se acostumbraba a llamarlo su “nuevo hogar”, pero tendría que. Sobre todo porque pronto saldría a relucir su nombre en la alta sociedad. —Camarera… ¿dónde te has escondido? —murmuró, pero sin poder evitar que su voz chocara entre las paredes y los altos techos blanco marfil. El joven continuó su recorrido por esos elegantes pasillos decorados con amueblado antiguo, cuadros en lienzo, algunos con unos paisajes inigualables, a otros no les hallaba ni pies ni cabeza, era algo extraño para é
—¡Danilo! —Mary se despertó sobresaltada, el sudor perlaba su frente y un grito desesperado por el nombre que se había escapado de sus labios. «¿Hasta cuándo, Mary? ¡Ya deja de pensar en él! Ni siquiera piensa en ti…». Cuando volteó a su alrededor, la oscuridad de su habitación contrastaba con la pesadez de esa visión que la atormentaba. Con lentitud se incorporó en la cama, respirando agitada para intentar recuperar la calma mientras sus pensamientos se enredaban entre lo que eran sus sueños y la seca realidad. —Dani…—susurró, como si el eco de su sueño la persiguiera. Comenzó a recordar y esa imagen de un edificio colapsando se mantenía viva en su mente. Un lugar imponente, quizá un castillo… tal vez una empresa, no recordaba con claridad, lo cierto era que la construcción caía en ruinas, mientras su amigo, imperturbable avanzaba en dirección hacia aquel caos. Mary, desde la penumbra de su inconsciente, había intentado advertirle, pero sus palabras se perdían en el vacío, porqu
El día no podía transcurrir de peor manera. El peso de la frustración y el desánimo rondaban a Mary, que estaba sentada en una de las bancas del parque más cercano a la empresa donde trabajaba, ni siquiera había querido almorzar con las colegas de trabajo.Ese en definitiva era uno de esos días en los que todo parecía conspirar en su contra, y esta vez la consecuencia parecía ser justa y merecida. El fatídico encuentro con su jefe esa mañana había sido la guinda que decoraba su torta de desgracias. Sus palabras resonaban en su mente, como si estuvieran ocurriendo en ese mismo instante.—¡Falta uno de mis trajes, Mary! —espetó el señor Duncan, casi fulminándola con la mirada que decía más que mil palabras insultantes.En ese momento, Mary se sentía acorralada, sin argumentos ni excusas de peso que la pudieran ayudar con esa ola de consecuencias. Ella sabía muy bien que no podía mentirle a su jefe, en realidad era muy mala con siquiera intentarlo, así que solo se limitó a morder su labi