Quedaba aproximadamente una hora para estar en las oficinas del señor Pendragon y la vida no podía haberse puesto más infernal ese día precisamente; pero no era el momento para cavilar en los “hubieras”, lo hecho estaba hecho, solo había que seguir adelante y tratar por todos los medios posibles llegar a las once de la mañana, como lo habían acordado el día anterior.
Como sus pies le iban respondiendo, Danilo corrió por su alma y comenzó a tocar el timbre de Mary. En un principio había considerado pedirle una copia de sus llaves, pero luego de la noticia de la herencia, y si la suerte jugaba de su lado y lograba llegar a tiempo, no tendría que necesitar de entrar a ese apartamento nunca más; bueno, quizá a visitar.
Tocó una, dos y tres veces hasta que le dolieron los nudillos. A la quincuagésima vez él cayó en la cuenta de que Mary ya desde hace hace unas dos horas estaba en su trabajo. Se dio una golpiza mental para añadir una más a sus dolores generales y se dispuso a llamar a su amiga. Como se le acabó el saldo por todas las veces que lo envió al buzón, decidió intentar desde un teléfono público; con suerte le habían quedado unas monedas en los bolsillos.
La desesperación había llegado al corazón de Danilo, ya que la susodicha no respondía su celular en horas laborales y eso solo complicaba más las cosas. En definitiva él se rehusaba a llegar con pinta de vagabundo a esa reunión tan importante.
Danilo tomó una decisión importante y de último momento: tendría que ponerse en marcha hacia el lugar donde Mary trabajaba si quería salir bien parado de todo ese embrollo. No lo pensó ni dos veces y corrió hacia su bicicleta, la cual estacionaba en la garita de los apartamentos; luego de eso salió hecho un rayo hacia el lugar que quedaba a unas siete cuadras de allí, y para colmo de males el tráfico estaba a todo dar aunque no fuera la hora pico.
Cuando al fin logró llegar, Danilo ni se tomó la molestia de parquear la bici; la dejó tirada en medio de la banqueta y se dirigió a la recepción, en donde una secretaria de aspecto impecable le atendió, pero no del modo que él hubiera esperado.
Resulta que, la belleza que irradiaba el aspecto de la mujer no encajaba del todo con la forma de hablarle. Se portó del todo fría e inflexible. Ni siquiera lo volteaba a ver a los ojos, con la excusa de estar ocupada sobremanera con algo que sus finas manos tecleaban en su computadora.
—Señor, ya le dije que en este momento no se le puede atender —espetó la secretaria.
—Pero, señorita. Es urgente que hable con la gerente Mary Sandoval de inmediato ¡Es de vida o muerte! ¿Qué no entiende? —dijo Danilo mientras golpeaba el escritorio con desesperación, pero aquello no suavizaba la mirada de la mujer, al contrario, esa acción la enfureció.
—Le voy a tener que pedir que se retire de inmediato o llamo a seguridad —espetó la secretaria, mientras hacía una mueca de disgusto al ver la pinta de él.
—Sólo dígame, ¿por qué diablos no me deja hablar con ella? Usted está aquí para atender a las personas, no para impedirles lo que tienen que hacer —reclamó Danilo.
—¿Cómo le voy a creer, si ni presentable viene en primer lugar? Mire, no me haga perder el tiempo. Ya le dije: aquí no se puede hablar con nadie en este momento. Todo el personal y la gerencia están en una junta importante. Si quiere espera aquí afuera a que terminen su reunión, pero no le puedo decir la hora porque a veces se tardan todo el día —finalizó la mujer con voz tajante y siguió con lo que estuviera haciendo.
«Maldita bruja», pensó Danilo con las entrañas retorciéndosele de enojo e impotencia.
Sin siquiera responder a lo último que aquella amargada secretaria le había dicho, Danilo rechinó los dientes, apretó los puños y se dio la vuelta para salir del lugar. Tendría que ir presentado así, con esa gran facha que llevaba encima, oliendo a alcohol, a mugre, a sudor y a quién sabe qué cosas más por haber dormido en la sucia acera del bar.
Resignado y decepcionado con la vida, Danilo se encaminó casi arrastrando los pies a la salida de aquel edificio; haciéndose a la idea de dar por perdida aquella ganga de herencia. No había más que hacer. Sólo haría el último esfuerzo de ir a la dichosa cita así, tal cual se veía en ese momento y que pasara lo que tuviera que pasar.
Cuando se acercó a recoger su bicicleta de donde la había dejado botada, el corazón se le estrujó cuando se dio cuenta que algo o alguien la había pasado golpeándola y no de una manera leve. Al levantarla se dio cuenta que, una de las llantas se había quedado tirada en el suelo; estaba zafada y tomaría tiempo llevarla a reparar a algún taller.
«¿Es en serio? ¡Odio mi desgraciada vida!», se lamentó para sus adentros y pateó lo que quedaba de su bici, no sin antes lastimarse el dedo gordo del pie, lo cual le sacó un grito de dolor mientras saltaba en un pie.
En esa caótica situación estaba cuando de repente su celular sonó y el alma de Danilo se llenó de alegría; se trataba de su amiga Mary, quien cuando notó las casi mil llamadas perdidas de su amigo, devolvió la llamada de inmediato.
Mary sabía que Dani no llamaría con tanta insistencia si no fuera algo de fuerza mayor; además fue por esa razón que ella misma canceló dicha junta de negocios en ese preciso momento. Y si su intuición no le fallaba, en realidad algo nefasto le estaba pasando a su amigo.
—¡Por fin puedo hablar contigo, Mary! —exclamó con desesperación.
—¿Dani, qué ocurre? —esbozó preocupada—. Te estuve esperando en casa lo más que pude, pero hoy no podía darme el lujo de faltar. Necesito el dinero para sostenerme, las cuentas no se pagan solas. Ahora cuéntame todo.
—Mary… mi suerte hoy es un desastre ¡Este es el peor día de mi vida! —Se lamentó Danilo.
—¿Sólo hoy? —dijo sarcástica, mientras cubría su risita con la mano.
—Muy graciosa… Mary no te puedo contar todo pero… necesito que me prestes las llaves del apartamento. Parezco un maldito vagabundo y debo ir por el único traje semi-formal que tengo. No puedo presentarme así ante el señor Avery y solo tengo media hora.
—De acuerdo, salgo en un momento hacia donde estés —dijo Mary levantándose de su escritorio.
—Es que, estoy justo enfrente de tu trabajo. Vine a buscarte —respondió Danilo con una sonrisa apenada.
—Mejor aún, ya bajo —Mary cortó la llamada.
Danilo sintió que al fin podía respirar mejor. Su amiga le brindaba ese aire de camaradería, de apoyo incondicional y de complicidad. Aquello era algo que, en verdad apreciaba más de lo que ella podría imaginar. En cuanto tuviera la oportunidad, de seguro le devolvería todos los favores con creces.
Mary llegó hasta la entrada del edificio y vio de espaldas a Danilo, justo en la acera. Tocó su hombro y cuando volteó, abrió los ojos como platos, no podía creer lo que veía en ese instante.
—¡Dani, por Dios! ¿Qué te pasó? ¿Acaso anoche fuiste a querer participar en esas luchas clandestinas de la ciudad, o qué rayos? —inquirió horrorizada al ver lo sucio y lastimado que lucía él.
—Es una larga historia, Mary —Danilo rodó los ojos—, te la cuento más tarde. Ahora necesito ir a bañarme y a cambiarme al apartamento.
—Y… ¿Exactamente qué tienes planeado hacer con tu aspecto? —preguntó Mary con curiosidad.
—Pues… ¿Lo que se pueda? —opinó Danilo con una sonrisa ladina.
Mary rodó los ojos, se cruzó de brazos y lo vio de pies a cabeza. Algo le decía que, ni siquiera a traje semi-formal llegaba Danilo en su guardarropa.
—Tengo una idea, no sé si te parezca. Así no tienes que ir al apartamento ¿Te atreves? —inquirió Mary, divertida con sus ideas.
—Pues… como te dije, Mary, realmente no tengo nada qué perder —respondió mientras le guiñaba un ojo y ella reaccionó con una sonrisa nerviosa.
—Acompáñame, entraremos a las bodegas —Le dio un leve empujón para que pasara adelante.
Al llegar a las bodegas, Danilo quedó perplejo con lo que Mary le estaba mostrando: un traje ejecutivo azul marino que él ni en sueños hubiera imaginado usar para ir a la cita. Además, el conjunto iba con una camisa de vestir blanca, zapatos formales negros y corbata del mismo color, con un ligero estampado de puntitos blancos. Aquello era “el traje”.
—¿Y bien, Dani? —dijo Mary sosteniendo el traje, pero no recibió respuesta por parte de él— ¡Hola, tierra llamando a Danilo! —exclamó ella con exasperación.
—Tú… ¿Cómo? —titubeó Danilo.
—No preguntes ¿Lo tomas o lo dejas? Decide, mis brazos se cansan de sostener el traje —alegó Mary.
—Esto es… —Danilo no podía enunciar ni una frase coherente— ¡Es simplemente perfecto, Mary!
—Sabía que mi idea te iba a parecer más —respondió Mary con una sonrisa.
—Mary, te debo la vida —esbozó Danilo, sintiendo que el alma le volvía al cuerpo.
No pudo dejar de sonreír ante aquella oportunidad. Llegaría a su cita luciendo como todo un ejecutivo. Esa herencia sería para él sí o sí; era el destino.
El par de amigos, caminaron por unos pasillos y subieron un elevador que los llevó cinco pisos arriba. En cuanto llegaron, Mary hizo pasar a su amigo a su oficina personal y le indicó donde estaba el baño.Mientras Danilo se cambiaba, Mary tocó la puerta para pasarle una colonia de hombre, y también un peine, y gel para el cabello. Danilo no pudo estar más que complacido con el gesto de ella.Mary se sentó a esperar, mientras tecleaba su informe de ventas, pero al cabo de unos minutos, Danilo irrumpió en la oficina, ajustándose la corbata y alisándose el traje con las manos.—¡Mary! ¡Mary! ¡Necesito tu ayuda urgente! —exclamó él, con la euforia brotando de sus poros.Mary levantó la mirada de su computadora con una ceja alzada.—Y tú qué… ¿Acaso estás en medio de una crisis existencial?—¡No, no! Es algo mucho más importante que eso. Mira, necesito saber de dónde sacaste este gel de cabello y esta colonia para hombre ¡Huelo y me veo fantástico, ¿verdad? —dijo Danilo, jadeando un poco
«Siento la fortuna… ¡Ya huelo la fortuna! Estoy a punto de saborearla», pensaba Danilo, mientras peinaba su rebelde flequillo y caminaba a paso ligero junto al señor Avery mientras avanzaban por una sola cuadra.Al doblar la esquina, sus ojos color miel se encontraron con el edificio que supuestamente albergaba el bufete del señor Avery. La emoción latía en su pecho como un tambor, una mezcla de ansiedad y anticipación que hacía que su corazón repiqueteara a un ritmo vertiginoso. Había llegado a tiempo, algo que rara vez lograba en su vida, y esta vez no podía permitirse ningún error de su parte.El edificio que se erguía frente a ellos tenía un aspecto desolado y lúgubre. La fachada estaba cubierta de graffiti descolorido y la pintura se descascaraba en varios lugares. Las ventanas parecían sucias y opacas, como si no hubieran sido limpiadas en años. La entrada principal tenía una puerta de madera vieja y desgastada que crujía ominosamente cuando el señor Avery la abrió.El interior
Danilo se había abstenido de tocar el timbre y se encontraba de pie en el umbral de la casa de Lara, uno de sus pies zapateaba con la incertidumbre de cómo acercarse a ella ahora que, prácticamente era un millonario en potencia. Se rascaba la sien y su mente estaba llena de preguntas sobre cómo iniciar la conversación y sobre qué hablarían. «Bueno, Danilo, es hora de enfrentar la situación. Debes hablarle, pero ¿de qué? ¿Cómo lo haces? Tienes que parecer interesante, seguro de ti mismo», pensó nervioso mientras sobaba las palmas de sus manos entre sí. El joven imaginó diferentes escenarios en los que podía entablar una conversación con Lara, pero sus pensamientos rápidamente se desviaron hacia lo que haría si ella le respondiera bien. Fantaseó sobre llevarla a una cena elegante en un restaurante de lujo o a una playa paradisíaca en algún rincón exótico del mundo. «Claro, un millonario debe impresionar a su cita... es obvio. Veamos... ¿Un hotel cinco estrellas, tal vez? Y si todo va
Danilo se encontraba sentado en el suelo, quejándose del dolor en la pierna por la mordida del perro Bravo; se hallaba en un estado de completa confusión y nerviosismo. La vergüenza y los celos lo consumían al mismo tiempo, y no sabía cómo actuar ante Lara, quien había salido al patio trasero y se sorprendió al reconocerlo.—Vamos, Bravo, ¡suelta a Danilo ahora!—exclamó Lara, agarrándose la cara de horror.Bravo, obediente a la llamada de su dueña, se retiró lentamente, aunque seguía mirando con desconfianza a Danilo. Gruñó con suavidad y se dirigó hacia la rubia, que lo guió hasta la entrada trasera de la casa.Mientras Danilo se sacudía la tierra, Lara entró a su casa, dando instrucciones a su acompañante para que se quedara adentro de la casa.—Quédate dentro, Javier y Asegúrate de que Bravo se calme—ordenó Lara al muchacho—¿Puedes darle algunas croquetas, por favor?El hombre, alto, de cabello negro y con una apariencia atlética tanto por su físico como por su vestimenta, parecía
La tarde llegó a su fin y Mary regresó a su casa, cansada y con los nervios a flor de piel, con la esperanza de ver a Danilo, pero cuando entró y lo llamó mientra encendía la luz, no había ni rastro de él.«Pero… ¿dónde estará metido este tonto, otra vez? Como ilusa anhelaba que estuviera aquí, esperándome para charlar conmigo, con la misma intensidad que yo esperaba hablar con él, pero veo que solo yo albergaba eso en mi alma», pensó, cabizbaja.La joven trigueña inspeccionó su hogar y en su pecho se anidó una extraña sensación de inquietud en el ambiente. Decidió abrir las ventanas para ventilar la casa y encendió un incienso para tratar de disipar la pesadez que sentía en el aire. Algo le decía que las cosas no estaban yendo bien para Danilo, y esa preocupación comenzó a anidar en su mente.Mientras se acercaba a la ventana, observó cómo las primeras estrellas comenzaban a asomarse en el firmamento, formando una capa de luz en el cielo nocturno. La belleza de la escena contrastaba
Ese lugar que era una cantina de mala muerte, a los ojos de Danilo se dejaba ver como una suite lujosa en algún país lejano, lejos de las calles de su barrio. Y en lugar de estar con Jenny, la camarera, o cualquier persona conocida o desconocida, era la hermosa Lara, la que se encontraba a su lado.En la mente de Danilo, la velada perfecta era una visión idílica, rodeados de lujos que solo él podía imaginar. En esa fanstasía vívida, se veía a sí mismo compartiendo una noche de ensueño con la rubia que tanto añoraba.Se había visto con Lara, con un hermoso vestido rojo que le tallaba a la perfección, ambos sentados en una mesa para dos, en un lujoso balcón con mirador hacia la costa. Un par de sirvientes los atendían con sumo esmero, trayendo exquisitos platillos y el mejor vino. Lara, con su rostro angelical, sonreía de oreja a oreja y sus ojos brillaban con complicidad hacia los de él.—Danilo… me encanta pasar el tiempo contigo. No puedo pensar en otro lugar donde preferiría estar e
Danilo despertó de manera abrupta de su ensoñación embriagada, pero lo hizo sobresaltado por un fuerte puñetazo en el brazo. Su mirada aturdida y confusa se encontró pronto con la furia del dueño de la cantina, un hombre de mediana edad que lo miraba con desprecio.—¡Despierta, inútil! —gritó el dueño de la cantina, que tenía la cara al rojo vivo.Jenny, con lágrimas teñidas de negro en las mejillas, se acercó al dueño y siguió quejándose con voz temblorosa.—Ese tipo… —sorbió por la nariz—. Me engañó, no tiene dinero ni para pagar una sola botella de licor. Además… ¡me trató de una manera abusiva!Danilo se llevó la mano a la cabeza, aun sintiéndose aturdido y fruncía el ceño, sin poder creer todo lo que salía de la boca de Jenny, quien seguía con su retahíla de quejas.—En pocas palabras, me quiso violar… Me forzó de manera violenta y me trató como una cualquiera ¡Tiene que hacer algo, don Lepe! —La joven se recargó en el brazo del señor y este respiraba fuerte de tan solo escucharl
Lo profundo del estado de embriaguez esta vez provocó que no hubiera ningún sueño idílico, eso sin duda era algo nuevo para Danilo. En primera instancia su primera sensación fue la de una tremenda y conocida pesadez… sí, la de haber bebido más de la cuenta una vez más.Había perdido la noción del tiempo y del lugar. Cuando abrió los ojos, los tenues rayos del sol que se lograban colar por una rendija de la cortina, parecieron azotar sus ojos, que tuvo que cerrar de golpe, trayendo el sueño a sus pesados párpados.—¿Dani? —dijo una melodiosa voz, pero no lograba reconocerla del todo… ¿Se trataba de Lara? ¡Que va! Era mejor no ilusionarse.Se volteó para seguir durmiendo.—¡Dani, despierta! ¡Ya casi me tengo que ir al trabajo y a ti no te importa! —exclamó Mary, con el ceño fruncido.—¿Qué… eres Mary? Déjame dormir —Danilo gruño, entreabrió los ojos y se tapó con el edredón.Pero la joven lo volteó para que se despertara, sin éxito alguno.—Y dime, holgazán… ¿No piensas despertarte?—So