El proceso fue desagradable. Consideré humillante tener que desnudarme frente a las enfermeras y mujeres policías. Tuve que entregar mi ropa, inclusive la ropa interior. Fotografiaron cada herida de mi cuerpo, hasta el más mínimo hematoma. Pasaron una luz ultravioleta sobre mí piel, buscando ADN y huellas. Revisaron mis uñas y dientes. Además de pasar hisopos sobre mis heridas. Me realizaron exámenes de sangre y orina. Las mujeres a mi alrededor me hablaban con cuidado, lento y utilizaban palabras gentiles. Lo aprecié demasiado. Intentaron hacerme algunas preguntas sobre lo sucedido, pero les di vueltas hasta que olvidaron el tema. Lo más difícil fue la revisión ginecológica. Fue tan incómodo, doloroso y vergonzoso. La doctora a cargo hablaba conmigo sobre temas absurdos. Sabía que lo hacía para distraerme, para que evitará pensar en lo que no debía. Y a pesar que no fui violentada de esa manera, no me quitó el miedo ni las náuseas. Sentí que el tiempo pasaba lento y el proces
Hacía frío, mucho frío. Sentía el brazo hormiguear. El suelo se movía. ¿Era el suelo? Algo me estaba tocando. Abrí los ojos con pesadez. Quería seguir durmiendo. Lo primero que vi fue el torso desnudo de Derek. No me asusté, estaba demasiado adormecida para ello. Movió mi brazo enyesado y lo puso sobre la pila de almohadas a mí lado. No sé en qué momento me moví de posición. Se supone que debía estar con el brazo elevado mientras estaba acostada, para evitar coágulos, embolias y esa clase de cosas. Él me arropó y volvió acostarse a mi lado. No tardé en volver a dormirme, no sé si era por los analgésicos o el cansancio, pero estaba muy soñolienta. … ¿Cuánto tiempo había pasado? Continuaba cansada. La cama se movía otra vez. Sentí como movían mi brazo y lo colocaban en la pila de almohadas. No sé en qué momento me quitaba de la posición debida. La sabana cayó sobre mí y la cama se hundió a mi lado. No hubo más movimientos. … La cama se movió. Mi brazo fue tomado
Otro maldito día; la misma testada rutina, la misma insípida comida, la mayor parte de mi día trabajando en una aburrida oficina, tolerando a una arrogante y prepotente jefa. Apenas llegue a mi casa veré por décima vez en esta semana la película: quiero matar a mi jefe. Estuve matándome estudiando para terminar siendo la asistente de una infeliz millonaria clasista y sin corazón. Me endeudé en la universidad, pagando una costosa matrícula la cuál aún debo, ¿para esto? ¿Esta era mi gran meta en la vida? No sé qué es peor, ¿tener a la peor jefa del mundo o que la peor jefa del mundo sea mi ex compañera de universidad que siempre me detestó? Por algún motivo que no entiendo, siempre estuvo en mi contra. Si yo decía que el pasto era verde, ella proclamaba que era amarillo. Si decía que el océano era azul, ella juraba que era rosado. La vida era tan injusta. Mientras yo me endeudaba para poder pagar la universidad, ella iba a grandes fiesta, nunca estudiaba y pasaba los semestr
Se me cortó la respiración. Llevaba años sin verlo en persona, específicamente desde los veintiuno. No podía negar que este hombre siempre fue atractivo hasta el punto de ser doloroso. Y los años solo lo mejoraron y le dieron un aire de madurez y sofisticación difícil de pasar por alto. Su estatura rozaba el metro noventa, sus piernas eran largas y bien definidas. Sus hombros anchos cubiertos con el traje de vestir. Siempre tuvo una contextura envidiable, no era ni muy robusto ni muy flaco, un equilibrio perfecto entre ambos. Me preguntaba cómo se vería sin camisa, que tanto se le marcarían los músculos. Me encontré con su mandíbula marcada y las facciones de su rostro eran armoniosas. Su cabello negro azabache estaba peinado hacía atrás y sus ojos grises creaban un gran contraste con su piel pálida. Jamás lo negué, físicamente me atraía, pero su personalidad me alejaba. Un brillo burlón bailaba en sus ojos grises. No sabía que expresión tenía mi rostro, pero debí que
El rostro de Derek era tan severo como armonioso. Sus fosas nasales se ensanchaban, su mandíbula estaba tensa y sus labios eran una línea recta. Sus ojos grises me evaluaron de arriba abajo, recorriendo mis piernas desnudas, mi blusa suelta que dejaba a la imaginación mis curvas, mis pequeños pechos que no se notaban gracias a la tela. A una chica de busto grande o promedio se le hubieran notado los senos a través de la tela, la forma al menos. Pero a mí no. Mis limoncitos no resaltaban. Y aún así, Derek las miraba con una intensidad que me hacía preguntar que estaba pasando por su mente. Por fin vio mi rostro y apartó la mirada sin mostrar expresión alguna. Aproveché y examiné su cuerpo. Tenía puesta una pijama sencilla; una camisa manga larga blanca y un pantalón gris de algodón. Parpadeé con pesadez. Mi cerebro aún estaba medio dormido, pero no comprendía porque se encontraba en esas fachas. Cómo si hubiera saltado de la cama. Pero eso no tenía sentido, porque había llamad
Me aclaré la garganta, pasando del rostro de Derek, al de su acompañante y el de mi jefa. Katy se encontraba con el ceño fruncido, los labios rojos apretados y la mandíbula tensa. Estaba celosa. El hombre con el que estaba intentando concertar un matrimonio tiene sus manos puestas sobre una secretaria que estudió en el pasado con él. Me solté bruscamente. ―No, no estaba fumando. Recordé al desgraciado de Martin; el prestamista, y lo maldije mentalmente. No era consciente del calibre de mi olor porque el humo que soltó en mi cara bloqueó mis fosas nasales. Pero debió ser tan grave para que Derek se diera cuenta solo por pasarle por el lado. Volvió a sujetar mi muñeca y llevó su nariz a la palma de mi mano. Mi corazón dio un vuelco por su forma tan íntima y personal de tocarme. No podía negar que este hombre me afectaba, no estaba hecha de hierro. Tenía corazón y hormonas como el resto de las mujeres. Físicamente era perfecto, el problema era su forma de tr
Estuve la mayor parte de la fiesta embriagándome y hablando con la novia. ―Estás colocadísima, Erika ―dijo Kira, la novia. Su voz se escuchaba más aguda de lo normal y arrastraba las palabras. ―No más que tú ―Me reí. Estábamos bailando las dos juntas en medio de la pista, como si fuéramos una pareja. Nos tomábamos del cuello y la cintura, girando y siguiendo el ritmo de la salsa. El mundo me daba vueltas, pero no entendía como me mantenía de pie. Choqué con un señor mayor bailando con su esposa. ―Disculpa ―dije, entre risas. El señor me dirigió una mirada de desagrado antes de apartarse. No me importaba. Ya varias personas han intentado separarnos porque estábamos haciendo “el ridículo” según ellos. Principalmente los quejones eran de la familia de Kira y el novio. Venga ya, la mujer se está divirtiendo en su propia boda. ¿Ahora es eso un delito? Ella debería poder divertirse sin preocuparse por las normas sociales. ―Me alegra que hayas venido, me hubiera a
La cabeza me palpitaba, tenía los labios agrietados y los ojos me pesaban. Me sentía como si hubiera ingerido una barra de hierro. Mis sentidos se fueron activando. El olor era nuevo y limpio. El tacto era suave y acolchado. Definitivamente era una cama. No había bultos, huecos, resortes salidos. Solo comodidad. Nunca me había sentido tan cómoda y en calma. Estiré los brazos y me sorprendí de lo ancha que era. La cama en mi apartamento era tan pequeña que mis extremidades quedaban colgando. Seguí explorando aquel delicioso terreno. Mi mano chocó contra una pared dura y caliente. Y entonces escuché un gruñido. Abrí los ojos de golpe y me senté. Acerté, era una cama. El problema era quién estaba acostado junto a mí. Derek yacía bocarriba con los ojos cerrados. Su cabello negro le caía por la frente y su pecho desnudo estaba a la vista, podía detallar los músculos de su abdomen, pectorales y brazos. La sabana le cubría la cintura para bajo y tenía miedo de que no llevara