••Narra Derek•• Debí hacerlo desde el principio, hubiese sido lo más fácil. Pero una parte ingenua y tonta dentro de mí aún creía que Erika sería capaz de amarme. Pero alguien tan correcta y bondadosa nunca se enamoraría de mí. Sin contar, que no quería verla destruida en un juicio. Me destruiría el corazón verla en esa situación, convertirla en una escoria. Pero tenía que hacerlo.Salí de la casa y me subí a la parte trasera del coche. ―¡Conduzca más rápido!Solté una maldición cuando nos detuvimos de golpe. ―¿Qué carajos te pasa? ―grité. ―Señor, esa es… ―El conductor no pudo terminar la oración, en su lugar, señaló al frente. Seguí su mirada. Y ahí estaba. Las luces del coche la alumbraban, haciéndola parecer más pálida. Estaba caminando en nuestra dirección. El cabello estaba desordenado, cubriéndole el rostro, su blusa estaba exhibiendo el sostén y los senos. Los pasos eran descoordinados, se iba de lado constantemente. No podía verle la cara con claridad debido a la
••Narra Derek•• El doctor continuaba con ella y yo no podía verla. Era su esposo y fui corrido de la habitación. Caminé en círculos en la solitaria sala de espera y me di cuenta que no tenía a nadie con quién compartir mis preocupaciones. Ni siquiera estaba mi asistente porque lo había despedido por traidor. No tenía con quien compartir la culpa que sentía. Mis acciones hacía Erika han sido desastrosas. Quería vengarme, pero también quería que me amara. Y lo único que logré es que me tuviese miedo. “Derek, ya son más de las nueve” Yo sabía lo que quería decir. No estaba informándome la hora, mucho menos estaba preocupada por llegar a mí lado porque se sentía segura conmigo. Vino caminando, desorientada, a través de la carretera y a nada de colapsar con la intención de llegar a tiempo. Con la esperanza que no la demandará. No le preocupaba el estado de su cuerpo, lo único que quería evitar era que yo la convirtiera en un deudor y ella sabía que yo estaba esperando la
••Narra Erika•• El brazo… Dios, dolía demasiado, ardía. Era insoportable. Derek no me dijo nada, se negó a darme la hora. No me ha dicho nada por el anillo, ¿no sé había dado cuenta? ¿Yo misma me expuse? Un doctor entró en la habitación. Arrugué la frente, recorriendo la habitación. No me había percatado que estaba en una habitación de hospital. Y mi brazo izquierdo estaba vendado hasta el codo. Recordé los espantosos sonidos que emitía mi dedo cuando lo movía para poder escapar. Un escalofrío recorrió mi columna. Logré escapar del señor Martín y caí en los brazos de Derek. Cambié una celda por una jaula. Por más que mi cuerpo se estuviese desgarrando de afuera hacía dentro, no me importaba. Necesitaba saber mi condena, necesitaba saber los números fijos a los que había subido mi deuda. ―Señora Erika ―Una voz se escuchaba a la lejanía, pero no era capaz de saber de quien provenía porque estaba ocupada viendo a Derek, esperando que marcara mi destino. ―Erika, ¿puede esc
El proceso fue desagradable. Consideré humillante tener que desnudarme frente a las enfermeras y mujeres policías. Tuve que entregar mi ropa, inclusive la ropa interior. Fotografiaron cada herida de mi cuerpo, hasta el más mínimo hematoma. Pasaron una luz ultravioleta sobre mí piel, buscando ADN y huellas. Revisaron mis uñas y dientes. Además de pasar hisopos sobre mis heridas. Me realizaron exámenes de sangre y orina. Las mujeres a mi alrededor me hablaban con cuidado, lento y utilizaban palabras gentiles. Lo aprecié demasiado. Intentaron hacerme algunas preguntas sobre lo sucedido, pero les di vueltas hasta que olvidaron el tema. Lo más difícil fue la revisión ginecológica. Fue tan incómodo, doloroso y vergonzoso. La doctora a cargo hablaba conmigo sobre temas absurdos. Sabía que lo hacía para distraerme, para que evitará pensar en lo que no debía. Y a pesar que no fui violentada de esa manera, no me quitó el miedo ni las náuseas. Sentí que el tiempo pasaba lento y el proces
Hacía frío, mucho frío. Sentía el brazo hormiguear. El suelo se movía. ¿Era el suelo? Algo me estaba tocando. Abrí los ojos con pesadez. Quería seguir durmiendo. Lo primero que vi fue el torso desnudo de Derek. No me asusté, estaba demasiado adormecida para ello. Movió mi brazo enyesado y lo puso sobre la pila de almohadas a mí lado. No sé en qué momento me moví de posición. Se supone que debía estar con el brazo elevado mientras estaba acostada, para evitar coágulos, embolias y esa clase de cosas. Él me arropó y volvió acostarse a mi lado. No tardé en volver a dormirme, no sé si era por los analgésicos o el cansancio, pero estaba muy soñolienta. … ¿Cuánto tiempo había pasado? Continuaba cansada. La cama se movía otra vez. Sentí como movían mi brazo y lo colocaban en la pila de almohadas. No sé en qué momento me quitaba de la posición debida. La sabana cayó sobre mí y la cama se hundió a mi lado. No hubo más movimientos. … La cama se movió. Mi brazo fue tomado
Otro maldito día; la misma testada rutina, la misma insípida comida, la mayor parte de mi día trabajando en una aburrida oficina, tolerando a una arrogante y prepotente jefa. Apenas llegue a mi casa veré por décima vez en esta semana la película: quiero matar a mi jefe. Estuve matándome estudiando para terminar siendo la asistente de una infeliz millonaria clasista y sin corazón. Me endeudé en la universidad, pagando una costosa matrícula la cuál aún debo, ¿para esto? ¿Esta era mi gran meta en la vida? No sé qué es peor, ¿tener a la peor jefa del mundo o que la peor jefa del mundo sea mi ex compañera de universidad que siempre me detestó? Por algún motivo que no entiendo, siempre estuvo en mi contra. Si yo decía que el pasto era verde, ella proclamaba que era amarillo. Si decía que el océano era azul, ella juraba que era rosado. La vida era tan injusta. Mientras yo me endeudaba para poder pagar la universidad, ella iba a grandes fiesta, nunca estudiaba y pasaba los semestr
Se me cortó la respiración. Llevaba años sin verlo en persona, específicamente desde los veintiuno. No podía negar que este hombre siempre fue atractivo hasta el punto de ser doloroso. Y los años solo lo mejoraron y le dieron un aire de madurez y sofisticación difícil de pasar por alto. Su estatura rozaba el metro noventa, sus piernas eran largas y bien definidas. Sus hombros anchos cubiertos con el traje de vestir. Siempre tuvo una contextura envidiable, no era ni muy robusto ni muy flaco, un equilibrio perfecto entre ambos. Me preguntaba cómo se vería sin camisa, que tanto se le marcarían los músculos. Me encontré con su mandíbula marcada y las facciones de su rostro eran armoniosas. Su cabello negro azabache estaba peinado hacía atrás y sus ojos grises creaban un gran contraste con su piel pálida. Jamás lo negué, físicamente me atraía, pero su personalidad me alejaba. Un brillo burlón bailaba en sus ojos grises. No sabía que expresión tenía mi rostro, pero debí que
El rostro de Derek era tan severo como armonioso. Sus fosas nasales se ensanchaban, su mandíbula estaba tensa y sus labios eran una línea recta. Sus ojos grises me evaluaron de arriba abajo, recorriendo mis piernas desnudas, mi blusa suelta que dejaba a la imaginación mis curvas, mis pequeños pechos que no se notaban gracias a la tela. A una chica de busto grande o promedio se le hubieran notado los senos a través de la tela, la forma al menos. Pero a mí no. Mis limoncitos no resaltaban. Y aún así, Derek las miraba con una intensidad que me hacía preguntar que estaba pasando por su mente. Por fin vio mi rostro y apartó la mirada sin mostrar expresión alguna. Aproveché y examiné su cuerpo. Tenía puesta una pijama sencilla; una camisa manga larga blanca y un pantalón gris de algodón. Parpadeé con pesadez. Mi cerebro aún estaba medio dormido, pero no comprendía porque se encontraba en esas fachas. Cómo si hubiera saltado de la cama. Pero eso no tenía sentido, porque había llamad