Rosi se encontraba en medio de una acalorada discusión con su esposo, Antonio. Este último luchaba desesperadamente para evitar que lo abandonara junto a su pequeña hija, Alicia.
—Suéltame, me lastimas. No puedes seguir presionándome para que permanezca a tu lado. Ya no siento amor por ti, y siendo sincera, lo único que deseo es el divorcio. No puedo soportar vivir bajo el mismo techo contigo un día más. ¡Entiéndelo de una vez por todas! Antonio, aferrado a su papel de padre, respondió con vehemencia: — Rosi, no puedes dejarme. Soy el padre de nuestra hija. No permitiré que Alicia crezca sin la presencia de un padre. Si es necesario, te retendré por la fuerza. Sin mí, tú no eres nada. Recuérdalo. La tensión entre ambos escalaba mientras Rosi forcejeaba para liberarse. Antonio, obsesionado y decidido a no ceder, la sujetaba con firmeza. La pequeña Alicia, aterrada y sin comprender del todo la situación, observaba la escalofriante escena. Amaba a sus padres, pero temía que su unión continuara causándoles daño. Desesperada, Rosi se dio cuenta de que Antonio no la dejaría ir. En un acto impulsivo, forcejeó con él, provocando que cayera por las enormes escaleras de la casa. Antonio quedó gravemente herido e inconsciente tras el impacto en la cabeza. Desde el piso de arriba, Rosi contemplaba la escena con horror, mientras Alicia observaba a su padre ensangrentado. Inmediatamente bajó a donde se encontraba Antonio, y cuando lo observó con atención, se dio cuenta de que efectivamente aún respiraba. Llamó enseguida una ambulancia y esperó a que lo llevaran al hospital más cercano. (…) Años después… — Galeano no debemos continuar con esta relación, tú eres mi alumno y además tienes casi la edad de mi hija. — Rosi, eres una mujer muy atractiva, además no aparentas la edad que tienes, y me gustas demasiado. — Cuando nos conocimos en ese bar, en donde después tuvimos una noche apasionada producto de los tragos que bebimos sin medida, jamás me imaginé que después serías uno de mis alumnos. — Pero debo confesarte que yo sí sabía quien eras tú, desde hace mucho tiempo había querido tomar clases de inglés para poder estar cerca de ti. ¡Me enamoré de ti a primera vista! — No me hables tan cerca, mira que pueden vernos, recuerda que aun estamos en la universidad. Además, tengo entendido según comentarios que he escuchado por ahí de alguno de tus compañeros, que estás saliendo desde hace algunos meses con una chica. Y además es de tu edad. ¿O me equivoco? — Y suponiendo que eso fuera verdad, ¿Te molestaría? — Bueno… la verdad es que no te voy a decir que me sentiría cómoda, pero estoy muy clara en nuestra diferencia de edad, soy tu profesora de inglés, y recuerda que yo podría ser tu madre. — Sí, lo sé, no tienes qué recordármelo. —dijo con decepción. — No te molestes, debemos ser realistas, además no me has dicho si los comentarios sobre tu supuesta novia son verdad. — Bueno… sí, es una chica que conocí hace un par de meses, y nos hemos visto una que otra vez, pero mis padres quieren que me case con ella, están ansiosos porque les de un nieto. Es que soy el único hijo y mi padre quiere dejarme en herencia todos sus bienes, pero antes de hacerlo quiere que me case con una buena chica, o de lo contrario piensa sacarme de su herencia. — ¿Y no pensabas decírmelo? — dijo Rosi alterada. — Es que.. Yo.. La verdad es que yo no estoy seguro de ese compromiso, pero entiendo que hay muchas cosas que me separan de ti. Por un lado ella es una chica con la que puedo tener un hogar, hijos y todo eso que quieren mis padres. Pero yo te amo es a ti y estoy consiente de que estás casada, a pesar de que tu marido es un hombre invalido. — Entiende Galeano, la hemos pasado riquísimo, tú me has hecho volar, pero debemos entender que la realidad es diferente a eso que deseamos. Y lo que no debió pasar de una noche, ya ha llegado a seis meses, de los cuales tienes dos saliendo con esa chica, y he sido la última en enterarme. — Rosi, por favor, entiéndeme, es que yo no quería perder lo que tenemos, yo estoy enamorado de ti y tenía miedo de decírtelo. — Mira, mejor dejemos esta conversación hasta aquí, creo que lo mejor será no vernos más, además no es justo para esa chica que la engañes con una mujer que puede ser tu madre, cuando ella puede darte lo que yo jamás podré. Rosi se puso un poco incómoda, ella le duplicaba la edad a pesar de verse aun muy atractiva. Pero sabía que no podía tapar el sol con un dedo, con el tiempo tarde o temprano esa diferencia de edad iba a notarse más y la que terminaría sufriendo iba a ser ella. Rosi se encontraba en una encrucijada emocional. A pesar de haber establecido desde el principio que su relación con Galeano no implicaba compromisos, la aparición de esa chica desconocida le hizo cuestionarse sus sentimientos. ¿Era solo el buen sexo lo que la unía a Galeano o había algo más profundo? Rosi era una mujer madura atrapada en un matrimonio con un hombre que siempre la había maltratado. La caída que sufrió años atrás durante una acalorada discusión con él, lo había dejado postrado en una silla de ruedas. La vida de Rosi estaba llena de complejidades y secretos. Al llegar a casa, Rosi se encontró con su hija, Alicia, la cual estaba esperando con ansias sus llegada. —Por fin llegas mamá, no he podido salir de casa porque la enfermera que cuida a papá, salió por sus medicinas. —¿Y a dónde vas con tanto afán? —Tengo una cita y ya se me ha hecho bastante tarde. —¿Una cita? ¿Pero con quién? No me habías dicho que estás saliendo con alguien. —No tengo porque decirte todo lo que hago mamá, soy una mujer mayor de edad, parece que a veces lo olvidas. Bueno, me marcho, hablamos después. —¡Alicia! Espera, no me dejes con la palabra en la boca. ¡Alicia te estoy hablando! — solo se escuchó el fuerte portazo. Alicia, harta de la sobreprotección materna, salió enfadada, dejando a Rosi llena de preguntas . Finalmente, Rosi se dirigió a la habitación de Antonio, su esposo parapléjico. La mirada de odio que él le lanzó evidenciaba el dolor y la frustración que ambos compartían. Antonio, incapaz de hablar, solo emitía sonidos ininteligibles. La silla de ruedas y la falta de palabras los mantenían atrapados en un silencio incómodo, recordándoles la tragedia que había marcado sus vidas. Para Rosi había sido una especie de castigo el tener que lidiar con su enfermedad durante casi diez años. No quiso internarlo en ninguna clínica ya que se sentía culpable de que estuviera en ese estado tan deplorable, además vivía con el dolor de saber que su hija había presenciado aquel horrible accidente que ella lamentablemente en medio de su desesperación terminó provocando, y su hija Alicia siempre recordaba aquella escena donde prácticamente vio a su madre empujar desde el segundo piso a su papá. Y en el fondo tenía mucho resentimiento hacia su madre ya que la creía culpable de la desgracia de su padre. Era esa la razón que la hacía estar siempre a la defensiva y a pesar de estar viviendo bajo el mismo techo, Alicia estaba muy alejada de Rosi. En el fondo creía que aquel accidente de su padre no había sido accidental, si no más bien fue la oportunidad que encontró su madre para ponerle fin a la vida de su padre y así no continuar sufriendo con sus maltratos.Alicia había crecido en un hogar en donde lo único que veía constantemente era el maltrato de su padre hacia su madre, el supuesto accidente que había tenido su padre la había dejado muy marcada, no podía olvidar aquella escena en donde Rosy lo empujaba por las escaleras para que cayera al vacío. Aún no tenía claro si había sido realmente un accidente o había sido una decisión de su madre para acabar con él definitivamente. Por su parte Rosi siempre trataba de defenderse e imponer su versión de los hechos afirmando que ella no lo había hecho adrede y que todo había sido un accidente producto del forcejeo y de tratar de defenderse de los golpes que le propinaba Antonio. Según los diagnósticos que habían determinado los médicos a través de los años, no iba a volver a caminar y era muy difícil que recuperara de nuevo el habla, por lo que tal vez estaría condenado a pasar el resto de su vida postrado en una silla de ruedas y dependiendo de los cuidados de una enfermera, que en este ca
Rosi temblaba, la copa de cristal se le resbaló de las manos haciéndose completamente añicos. Alicia estaba sorprendida de la actitud de su madre al conocer a Galeano, pensó que algo muy malo había visto en él que la hizo ponerse así tan nerviosa, así que se acercó a ella tratando de recoger los vidrios esparcidos en el suelo, mientras le decía con angustia:— ¡Por Dios madre! Cuidado con los vidrios, no vaya a ser que te cortes. ¿Pero qué te ha pasado? Te has puesto pálida. ¿Te encuentras bien?Rosi no le quitaba la mirada a Galeano, estaba temblando de los nervios, luego trató de reponerse y enseguida le respondió tratando de controlarse para no caer desmayada al piso:— Por supuesto que estoy bien, deja que la sirvienta se encargue de recoger este desastre.Alicia obedeció y se levantó del piso acercándose a Galeano, lo tomó por el brazo diciendo:— Bueno no ha pasado nada que no se pueda solucionar, como te venía diciendo madre quiero que conozcas a Galeano mi futuro esposo. Ga
Rosi no podía creer lo que estaba escuchando. Con lágrimas en los ojos, lo apartó con fuerza y le espetó:— ¡Eres un miserable! No quiero volver a verte jamás.Salió del bar a toda prisa, pero Galeano no se quedó de brazos cruzados. Necesitaba explicarle la verdad.— ¡Rosi! Por favor, espera. No te vayas así.Ella caminaba rápidamente hacia su auto, pero Galeano la alcanzó y la sujetó del brazo, deteniéndola.— No puedo dejarte sin explicarte por qué no puedo romper mi compromiso con Alicia.— No hay nada que explicar. Me queda claro que te has burlado de ambas, pero que lo hayas hecho conmigo no me importa. Sin embargo, con mi hija, eso no tiene perdón.— No puedes juzgarme sin al menos darme el beneficio de la duda. Mi corazón solo late por ti.Rosi, sintiendo que él seguía jugando con sus sentimientos, le propinó una bofetada con todas sus fuerzas y le gritó:— ¡Pero yo no te amo! Quiero que me dejes en paz o solicitaré una orden de restricción en tu contra.La apretó con fuerza co
Al día siguiente…Rosi descendió de su habitación, lista como siempre para dar clases en la universidad. Sin embargo, antes de salir, se detuvo en el comedor para desayunar y allí encontró a su hija, Alicia, tomando una taza de café.—Buenos días, Alicia. ¿No tienes hambre? —preguntó Rosi.—No tengo apetito, solo tomaré café —respondió Alicia con un tono de molestia.—Hija, creo que tenemos una conversación pendiente sobre lo que ocurrió anoche.—No creo que haya mucho de qué hablar. Mi decisión está tomada: me casaré con Galeano, te guste o no.Alicia se marchó, dejando a Rosi con las palabras en la boca. Conocía a su hija lo suficiente como para saber que nada la haría cambiar de opinión. Rosi terminó su desayuno, consciente de que enfrentaría otra prueba de fuego si Galeano decidía seguir asistiendo a sus clases. Había estacionado su auto y se dirigía a entrar, quería llegar unos minutos antes de comenzar su clase, ya que no le había dado tiempo de preparar el tema del que iba
La tensión entre Rosi y Alicia se palpaba en el aire. Rosi, nerviosa, no esperaba encontrarse con su hija en ese lugar. Alicia, en cambio, parecía desafiar las costumbres y aparecer sin previo aviso. ¿Qué secreto ocultaba Rosi? ¿Por qué la sorpresa de Alicia? Las palabras fluyeron entre ellas, y la verdad comenzó a emerger. A veces, los encuentros inesperados revelan más de lo que imaginamos. — ¿Alicia por qué estás aquí? Nunca te apareces en mi trabajo, no comprendo por qué hoy decidiste venir. — Tú cara está pálida como si hubieras visto un espanto ¿Qué hay de malo que haya venido hasta aquí sin avisarte? ¿ Es que ibas a hacer algo en secreto que no quieres que yo sepa?— Es que… lo que pasa es que yo… bueno en realidad no te esperaba, y no tengo nada que ocultar así que deja de decir cosas que no son verdad. ¿Le pasó algo a tu padre y por eso estás aquí?— ¡Ya cálmate! De haber sabido que te ibas a poner así, te hubiera pedido una cita para que me anotaras en tu agenda. Todo está
Ambos estaban nerviosos, sin saber qué hacer. El tiempo se les había escapado mientras estaban en el baño, y ahora se apresuraban a arreglarse, tratando de no hacer ruido. Rosi tapó la boca de Galeano para evitar que dijera algo, mientras le hacía señas de que respondería a Alicia.— Sí, Alicia, aquí estoy —respondió Rosi, tratando de mantener la calma. — Abre la puerta, déjame entrar. Quiero asegurarme de que estés bien.Rosi se apresuró a arreglarse, sintiendo el corazón latir con fuerza. ¿Cómo explicarle a Alicia que no podía abrir la puerta?— ¡No! —dijo, buscando una excusa—. Lo que pasa es que… todavía no termino. Me sentí un poco mal del estómago, pero tranquila, ya se me pasará.Alicia insistió:— Madre, por favor date prisa. Y para colmo, no encuentro a Galeano por ningún lado.Rosi pensó enseguida qué responderle con tal se alejara de allí: — Tal vez está en su habitación —sugirió—. La verdad es que solo me trajo hasta el baño, pero pensé que estaba contigo en la sala.— Bu
El doctor no dejaba de mirar a Rosi; la conocía desde hace muchos años. Con una sonrisa, le dijo:— Rosi, no se trata de la menopausia. Creo que aún te falta mucho para que eso llegue. A partir de ahora, tendrás que hacer otros planes en tu vida.— ¿Cómo? Si todos estos malestares no son de menopausia, ¿entonces me estás diciendo que tengo algo malo? No me digas que estoy enferma; eso es lo que me faltaba ahora para complementar todos mis males.— Cálmate, Rosi. No se trata ni de una cosa ni de la otra. Lo que pasa es que estás embarazada.Rosi palideció y quedó mirando al doctor con una expresión de asombro e incredulidad ante lo que estaba escuchando. — Cálmate Rosi, no tienes por qué ponerte así, ahora es muy normal que una mujer de tu edad pueda salir embarazada, sin embargo, me imagino que en vista de la condición de tu esposo, ese hijo que esperas es imposible que sea de él. Y eso es lo que te preocupa, ¿No es así? Ella bajó la mirada, a pesar de la confianza que le tenía a su
Rosi se encontraba en un dilema angustiante. El secreto de su embarazo pesaba sobre ella como una losa, y la boda de su hija, Alicia, estaba a punto de comenzar. Temía que revelar la verdad a Galeano y que se pudiera desencadenar una tormenta de emociones y arruinar el día especial de su hija.— Madre, aún no te has vestido —dijo Alicia con urgencia—. Falta muy poco para la boda, y mi suegra nos espera en su casa. Además, necesito tu ayuda para ponerme el vestido. ¿Qué te sucede? Estás en otro mundo.Rosi miró a su hija con ojos llenos de preocupación. ¿Cómo podría explicarle que el hombre al que amaba se trataba de Galeano? ¿Cómo contarle que estaba esperando un hijo de él? El miedo la paralizaba, no podía decirle la verdad. — Alicia, cariño —dijo Rosi con voz temblorosa—, hay algo que necesito decirte antes de que la boda comience. — Sí, ya te escuché Alicia, pero no me siento bien, tengo una fuerte jaqueca y tengo muchas náuseas, — Sí no fueras una vieja, pensaría que estás emb