Alicia se quedó mirando a Alba, tratando de asimilar lo que acababa de escuchar. La traición de su hermana era un golpe demasiado fuerte, pero no podía permitirse derrumbarse. No ahora.—¿Así que esta es tu decisión, Alba? —dijo Alicia, con la voz temblorosa pero firme—. ¿Prefieres a Galeano y a esta mansión antes que a tu propia hermana?Alba, con los ojos llenos de lágrimas y rabia, respondió:—No es así, Alicia. Tú fuiste la que me traicionó primero. Siempre has pensado que todo gira a tu alrededor. Galeano me ama y yo lo amo a él. No voy a renunciar a mi felicidad por tus celos.Miguel, que había estado observando en silencio, finalmente intervino:—Esto es una locura. Alicia, no tienes que quedarte aquí. Podemos irnos y empezar de nuevo. No necesitamos esta mansión ni todo el dinero que te heredó tu padre. Sabes que cuentas conmigo, para eso soy tu esposo. Y tengo una fortuna lo suficientemente grande para que tú y Carlotita, vivan como reinas. Alicia miró a Miguel, sintiendo u
Alicia estaba sentada en el sofá de la lujosa sala con las manos temblorosas. Miguel entró y notó su estado de agitación.—Alicia, ¿qué pasa? —preguntó, preocupado.Alicia levantó la mirada, con sus ojos llenos de lágrimas.—Es que tengo que decirte algo.Miguel frunció el ceño, sintiendo una punzada de preocupación.—¿Qué ha pasado ahora?Alicia tomó aire profundamente, tratando de encontrar las palabras adecuadas.—Es que Galeano estuvo aquí.—¿Qué estás diciendo? ¿Pero qué hacía ese degenerado aquí? Es un cínico, después de lo que hizo, ahora se aparece aquí tan descaradamente. ¿Pero te hizo algo? ¿Por qué estás así tan alterada?—Es que vino a decirme que Alba está esperando un hijo de él.Miguel se quedó en silencio por un momento, procesando la información.—¿Qué? ¿Alba está embarazada de Galeano? —dijo, incrédulo.Alicia asintió, mientras las lágrimas comenzaban a caer por sus mejillas.—Sí, y no puedo soportarlo. Nunca pude darle un hijo a Galeano, y ahora mi propia hermana… —
La mansión que había sido de Alicia, era un lugar imponente, con grandes ventanales que dejaban entrar la luz del sol, iluminando los elegantes muebles y las obras de arte que adornaban las paredes. A pesar de su belleza, el ambiente estaba cargado de tensión y tristeza.Alba estaba sentada en su habitación, una estancia decorada con tonos suaves y muebles de madera oscura. Las cortinas de encaje se movían ligeramente con la brisa que entraba por la ventana abierta. Sentada en un sillón junto a la ventana, Alba miraba al jardín, pero su mente estaba lejos. La pequeña Lucía lloraba en su cuna, pero Alba estaba tan sumida en sus pensamientos que no se daba cuenta. Galeano, desde su estudio, escuchó el llanto de la bebé y entró rápidamente a la habitación.—Alba, cariño, ¿acaso no escuchas que la bebé está llorando? —preguntó, preocupado.Alba levantó la mirada, sorprendida.—Ay, perdón, no me di cuenta. Estaba con mi mente en otro lugar. Pobrecita, debe tener hambre.Galeano, visibleme
Alba estaba desesperada. Su pequeña bebé lloraba sin parar y ella temía por su salud. El frío de la noche calaba hasta los huesos, y no tenía a dónde ir. Con el poco dinero que le quedaba, subió a un taxi y se dirigió a la villa donde vivía su hermana Alicia.Al llegar allí, tocó la puerta temblorosa. Una mujer de la servidumbre abrió y de inmediato avisó a Alicia, quien se encontraba en la habitación de su hija Carlotita.—Señora Alicia, disculpe la molestia, pero la busca la señora Alba.Alicia palideció. El solo escuchar el nombre de su hermana la hizo estremecer. No comprendía cómo se atrevía a aparecer después de todo lo que le había hecho.—¿Estás segura de que se trata de Alba? —preguntó Alicia, con un nudo en la garganta.—Sí, señora. Es su hermana y viene con una bebé en brazos.Mientras Alicia luchaba por mantener la calma, la pequeña Carlotita brincó de emoción.—¡Qué alegría! Es tía Alba, yo quiero verla.—¡Carlotita! Espera, es mejor que te quedes en tu habitación mientras y
Galeano intentó arrancar su auto a toda velocidad, pero los hombres de Gonzalo lo alcanzaron a solo unos metros de la mansión y le dispararon, hiriéndolo gravemente. Alba y Alicia escucharon los disparos y se miraron, aterrorizadas. Sabían que Galeano estaba involucrado con ese mafioso al que le debía tanto dinero, y temieron lo peor. Desesperadas, dejaron a la bebé y a Carlotita al cuidado de la sirvienta y salieron corriendo de la mansión hacia la calle, temiendo que algo terrible le hubiera sucedido a Galeano.El aire estaba cargado de tensión, como si el mundo estuviera conteniendo el aliento. Alicia y Alba, con los corazones latiendo desbocados, no midieron el riesgo que podían correr saliendo de la mansión, solo se dejaron llevar por el miedo que les causaba que Galeano estuviera lastimado.El sonido de las balas había sido como un trueno en la calma de la noche, y ambas mujeres se miraron alarmadas, sabiendo que algo terrible estaba sucediendo. Al salir, el frío las golpeó en e
El zumbido de las máquinas en la sala de operaciones era ensordecedor. Galeano yacía en la cama, conectado a un sinfín de máquinas que emitían un constante pitido. Con una expresión de desesperación, llamó al médico.—Por favor, llame a Alicia y Alba —dijo, su voz temblando—. Necesito hablar con ellas.El médico asintió y salió de la habitación. Galeano cerró los ojos un momento, sintiendo el peso de sus decisiones pasadas aplastarlo. Sabía que su tiempo se estaba acabando y había cosas que debía decir.Cuando Alicia y Alba llegaron, el ambiente era tenso. Ambas se acercaron a la cama, sus corazones latiendo al unísono con la esperanza de que el hombre que una vez había llenado sus vidas de complicaciones pudiera aferrarse a la vida un poco más.—Galeano… —comenzó Alicia, pero él levantó una mano, pidiéndole que se detuviera.—Lo siento, de verdad lo siento —dijo Galeano, sus ojos llenos de lágrimas.—Por todo el dolor que he causado. No he sido el padre que mis hijas merecían, ni el
Epílogo: Años DespuésDiez años habían pasado desde la muerte de Galeano. Poco después de su fallecimiento, Gonzalo Velutini fue arrestado por la policía y, como parte de su condena, se vio obligado a devolver la mansión y todos los bienes a Alba. Este acto de justicia permitió a la familia recuperar una parte importante de su pasado y comenzar a sanar.No mucho después, Rosi, la madre de Alicia, falleció en la vieja casa de la mujer humilde que le brindó apoyo en sus últimos años. Sus cenizas fueron entregadas a Alicia, quien decidió que descansaran junto a las cenizas de Galeano. De alguna manera, lograron estar juntos desde el más allá, uniendo sus espíritus en un descanso eterno.La vida había seguido su curso, y aunque la ausencia de Galeano siempre se sentía, Alicia, Alba, Carlotita y Lucía habían encontrado maneras de honrar su memoria y seguir adelante.Carlotita y Lucía habían crecido rodeadas de amor y apoyo. Miguel había cumplido su promesa de ser un padre presente y amoros
Rosi se encontraba en medio de una acalorada discusión con su esposo, Antonio. Este último luchaba desesperadamente para evitar que lo abandonara junto a su pequeña hija, Alicia.—Suéltame, me lastimas. No puedes seguir presionándome para que permanezca a tu lado. Ya no siento amor por ti, y siendo sincera, lo único que deseo es el divorcio. No puedo soportar vivir bajo el mismo techo contigo un día más. ¡Entiéndelo de una vez por todas!Antonio, aferrado a su papel de padre, respondió con vehemencia: — Rosi, no puedes dejarme. Soy el padre de nuestra hija. No permitiré que Alicia crezca sin la presencia de un padre. Si es necesario, te retendré por la fuerza. Sin mí, tú no eres nada. Recuérdalo.La tensión entre ambos escalaba mientras Rosi forcejeaba para liberarse. Antonio, obsesionado y decidido a no ceder, la sujetaba con firmeza.La pequeña Alicia, aterrada y sin comprender del todo la situación, observaba la escalofriante escena. Amaba a sus padres, pero temía que su unión co