Alicia estaba sentada en el sofá de la lujosa sala con las manos temblorosas. Miguel entró y notó su estado de agitación.—Alicia, ¿qué pasa? —preguntó, preocupado.Alicia levantó la mirada, con sus ojos llenos de lágrimas.—Es que tengo que decirte algo.Miguel frunció el ceño, sintiendo una punzada de preocupación.—¿Qué ha pasado ahora?Alicia tomó aire profundamente, tratando de encontrar las palabras adecuadas.—Es que Galeano estuvo aquí.—¿Qué estás diciendo? ¿Pero qué hacía ese degenerado aquí? Es un cínico, después de lo que hizo, ahora se aparece aquí tan descaradamente. ¿Pero te hizo algo? ¿Por qué estás así tan alterada?—Es que vino a decirme que Alba está esperando un hijo de él.Miguel se quedó en silencio por un momento, procesando la información.—¿Qué? ¿Alba está embarazada de Galeano? —dijo, incrédulo.Alicia asintió, mientras las lágrimas comenzaban a caer por sus mejillas.—Sí, y no puedo soportarlo. Nunca pude darle un hijo a Galeano, y ahora mi propia hermana… —
La mansión que había sido de Alicia, era un lugar imponente, con grandes ventanales que dejaban entrar la luz del sol, iluminando los elegantes muebles y las obras de arte que adornaban las paredes. A pesar de su belleza, el ambiente estaba cargado de tensión y tristeza.Alba estaba sentada en su habitación, una estancia decorada con tonos suaves y muebles de madera oscura. Las cortinas de encaje se movían ligeramente con la brisa que entraba por la ventana abierta. Sentada en un sillón junto a la ventana, Alba miraba al jardín, pero su mente estaba lejos. La pequeña Lucía lloraba en su cuna, pero Alba estaba tan sumida en sus pensamientos que no se daba cuenta. Galeano, desde su estudio, escuchó el llanto de la bebé y entró rápidamente a la habitación.—Alba, cariño, ¿acaso no escuchas que la bebé está llorando? —preguntó, preocupado.Alba levantó la mirada, sorprendida.—Ay, perdón, no me di cuenta. Estaba con mi mente en otro lugar. Pobrecita, debe tener hambre.Galeano, visibleme
Alba estaba desesperada. Su pequeña bebé lloraba sin parar y ella temía por su salud. El frío de la noche calaba hasta los huesos, y no tenía a dónde ir. Con el poco dinero que le quedaba, subió a un taxi y se dirigió a la villa donde vivía su hermana Alicia.Al llegar allí, tocó la puerta temblorosa. Una mujer de la servidumbre abrió y de inmediato avisó a Alicia, quien se encontraba en la habitación de su hija Carlotita.—Señora Alicia, disculpe la molestia, pero la busca la señora Alba.Alicia palideció. El solo escuchar el nombre de su hermana la hizo estremecer. No comprendía cómo se atrevía a aparecer después de todo lo que le había hecho.—¿Estás segura de que se trata de Alba? —preguntó Alicia, con un nudo en la garganta.—Sí, señora. Es su hermana y viene con una bebé en brazos.Mientras Alicia luchaba por mantener la calma, la pequeña Carlotita brincó de emoción.—¡Qué alegría! Es tía Alba, yo quiero verla.—¡Carlotita! Espera, es mejor que te quedes en tu habitación mientras y
Galeano intentó arrancar su auto a toda velocidad, pero los hombres de Gonzalo lo alcanzaron a solo unos metros de la mansión y le dispararon, hiriéndolo gravemente. Alba y Alicia escucharon los disparos y se miraron, aterrorizadas. Sabían que Galeano estaba involucrado con ese mafioso al que le debía tanto dinero, y temieron lo peor. Desesperadas, dejaron a la bebé y a Carlotita al cuidado de la sirvienta y salieron corriendo de la mansión hacia la calle, temiendo que algo terrible le hubiera sucedido a Galeano.El aire estaba cargado de tensión, como si el mundo estuviera conteniendo el aliento. Alicia y Alba, con los corazones latiendo desbocados, no midieron el riesgo que podían correr saliendo de la mansión, solo se dejaron llevar por el miedo que les causaba que Galeano estuviera lastimado.El sonido de las balas había sido como un trueno en la calma de la noche, y ambas mujeres se miraron alarmadas, sabiendo que algo terrible estaba sucediendo. Al salir, el frío las golpeó en e
El zumbido de las máquinas en la sala de operaciones era ensordecedor. Galeano yacía en la cama, conectado a un sinfín de máquinas que emitían un constante pitido. Con una expresión de desesperación, llamó al médico.—Por favor, llame a Alicia y Alba —dijo, su voz temblando—. Necesito hablar con ellas.El médico asintió y salió de la habitación. Galeano cerró los ojos un momento, sintiendo el peso de sus decisiones pasadas aplastarlo. Sabía que su tiempo se estaba acabando y había cosas que debía decir.Cuando Alicia y Alba llegaron, el ambiente era tenso. Ambas se acercaron a la cama, sus corazones latiendo al unísono con la esperanza de que el hombre que una vez había llenado sus vidas de complicaciones pudiera aferrarse a la vida un poco más.—Galeano… —comenzó Alicia, pero él levantó una mano, pidiéndole que se detuviera.—Lo siento, de verdad lo siento —dijo Galeano, sus ojos llenos de lágrimas.—Por todo el dolor que he causado. No he sido el padre que mis hijas merecían, ni el
Epílogo: Años DespuésDiez años habían pasado desde la muerte de Galeano. Poco después de su fallecimiento, Gonzalo Velutini fue arrestado por la policía y, como parte de su condena, se vio obligado a devolver la mansión y todos los bienes a Alba. Este acto de justicia permitió a la familia recuperar una parte importante de su pasado y comenzar a sanar.No mucho después, Rosi, la madre de Alicia, falleció en la vieja casa de la mujer humilde que le brindó apoyo en sus últimos años. Sus cenizas fueron entregadas a Alicia, quien decidió que descansaran junto a las cenizas de Galeano. De alguna manera, lograron estar juntos desde el más allá, uniendo sus espíritus en un descanso eterno.La vida había seguido su curso, y aunque la ausencia de Galeano siempre se sentía, Alicia, Alba, Carlotita y Lucía habían encontrado maneras de honrar su memoria y seguir adelante.Carlotita y Lucía habían crecido rodeadas de amor y apoyo. Miguel había cumplido su promesa de ser un padre presente y amoros
Rosi se encontraba en medio de una acalorada discusión con su esposo, Antonio. Este último luchaba desesperadamente para evitar que lo abandonara junto a su pequeña hija, Alicia.—Suéltame, me lastimas. No puedes seguir presionándome para que permanezca a tu lado. Ya no siento amor por ti, y siendo sincera, lo único que deseo es el divorcio. No puedo soportar vivir bajo el mismo techo contigo un día más. ¡Entiéndelo de una vez por todas!Antonio, aferrado a su papel de padre, respondió con vehemencia: — Rosi, no puedes dejarme. Soy el padre de nuestra hija. No permitiré que Alicia crezca sin la presencia de un padre. Si es necesario, te retendré por la fuerza. Sin mí, tú no eres nada. Recuérdalo.La tensión entre ambos escalaba mientras Rosi forcejeaba para liberarse. Antonio, obsesionado y decidido a no ceder, la sujetaba con firmeza.La pequeña Alicia, aterrada y sin comprender del todo la situación, observaba la escalofriante escena. Amaba a sus padres, pero temía que su unión co
Alicia había crecido en un hogar en donde lo único que veía constantemente era el maltrato de su padre hacia su madre, el supuesto accidente que había tenido su padre la había dejado muy marcada, no podía olvidar aquella escena en donde Rosy lo empujaba por las escaleras para que cayera al vacío. Aún no tenía claro si había sido realmente un accidente o había sido una decisión de su madre para acabar con él definitivamente. Por su parte Rosi siempre trataba de defenderse e imponer su versión de los hechos afirmando que ella no lo había hecho adrede y que todo había sido un accidente producto del forcejeo y de tratar de defenderse de los golpes que le propinaba Antonio. Según los diagnósticos que habían determinado los médicos a través de los años, no iba a volver a caminar y era muy difícil que recuperara de nuevo el habla, por lo que tal vez estaría condenado a pasar el resto de su vida postrado en una silla de ruedas y dependiendo de los cuidados de una enfermera, que en este ca