Capítulo 44
La villa Bellandi dormía en el amparo de la noche. El silencio se esparcía como un manto espeso, roto solo por el lejano susurro del viento contra las ventanas y el crujido ocasional de la madera envejecida. En la habitación, la luz suave de una lámpara proyectaba sombras sobre las paredes, bañando en tonos dorados la figura dormida de Svetlana.

Dante estaba ahí, sentado en un sillón junto a su cama. Sostenía un vaso de whisky entre los dedos, pero hacía tiempo que había olvidado beber. Sus ojos estaban fijos en ella, en la calma de su respiración, en la manera en que sus labios se entreabrían suavemente con cada inhalación.

Habían pasado dos semanas.

Las herida de Svetlana ya había sanado, su piel había recuperado su color, y su cuerpo, su fuerza. Pero en él, el miedo ardía en su pecho. Un miedo que no reconocía, que despreciaba, porque los hombres como él no tenían derecho a temer. Pero cuando la miraba… Cuando recordaba su piel aún marcada por la brutalidad que había sufrido, el pá
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