—¿Por qué no podría estar solo?
—Un hombre como tú, ciertamente no debería andar solo. ¿Tienes planes para esta noche? Porque puedo proponerte algo.—No, no los tengo —respondió sin mostrar ningún tipo de interés hacia ella, lo cual era verdad, ya que no tenía intenciones de tener un encuentro romántico con nadie en ese momento.—Podemos ir a un lugar más íntimo —sugirió ella, mordiéndose el labio inferior.—No me atrae la idea, pero gracias por la oferta —contestó y pagó al barman que estaba observando la situación, pero sin intervenir. Él reconocía a la mujer y sabía que podía ser bastante insistente.Se levantó y, aunque mareado, logró salir del lugar. Una vez afuera, se detuvo un momento. Le costaba encontrar su auto con la vista nublada, por lo que tomó su tiempo para ubicarlo. Finalmente lo encontró y se dirigió hacia él, pero una vez dentro del vehículo, se quedó pensativo con las manos en el volante. La última vez que condujo en e—¿Sigues tomando la píldora?—Sí, ¿a qué viene la pregunta?—No quiero un bebé ahora, por eso te pregunto, y sé que tú tampoco. Necesitas estudiar, vivir la etapa, ¿no estás de acuerdo?—Sí, sé que es lo mejor. Pero si resulto estar embarazada por algún descuido, o que se yo... No importa, Burhan. Asumiré la responsabilidad, un bebé es una bendición de Dios, y no sabes cómo me ilusiona ser madre...—Todo a su tiempo, hasta parece que vas a quedarte embarazada adrede —comentó divertido.—Oye, no es eso —le dio un golpecito —. Dime, si un día de estos quedo embarazada, ¿qué pensarás al respecto?—Que es un regalo maravilloso, Mabel. Si sucede, voy a amarlo, y viviré la experiencia contigo. Sé sincera conmigo, ¿te estás tomando la píldora o no?—Ya dije que sí, pero puede pasar, así que solo es una advertencia para ti, futuro padre... —susurró y tomó sus labios besándolo.—¿Es que quieres que te haga de nuevo el am
Mabel se levantó como cualquier día, pero la cotidianidad de su vida consistía en el mal hábito de despertarse tarde en la mañana, en consecuencia, siempre se ganaba el regaño de algún profesor.El motivo de quedarse dormida más de lo debido era por estar despierta hasta tarde mientras repasaba algunos temas conflictivos de la física, antes ocurría lo mismo, solo que la razón de mantenerse en vilo era masoquismo suyo, puesto que se le iba el tiempo en tonterías.Lo malo es que haciendo lo correcto o no, no le atinaba a abrir los ojos cuando su alarma sonaba, el gran problema es que sí sonó, pero le dio igual.—¡¿Qué?! —exclamó estremecida por la hora que su reloj de mesa marcaba.Era súper tardísimo, sabía que no era su día, ya tenía el presentimiento de que sería el peor de todos. Encima la primera clase era con el nuevo profesor. ¡Madre mía! Con suerte llegaría a mitad de la primera clase, y con un poco más de suerte este le permitiría entrar. Le pidió al cielo que el nuevo viejo no
En el momento en que sus ojos se encontraron con los suyos, algo extraño entró en su torrente sanguíneo bombarding más sangre de lo habitual, tenía el corazón a mil por hora y el molesto temblor en sus piernas.Estupefacción e incredulidad la abordaron de inmediato, Mabel se habría imaginado a un viejo con calvicie, o algún escuálido como Raymond, todo menos un espécimen de hombre sacado de Hollywood o de una famosa pasarela de moda.Tragó duro.Ya no sabía qué era peor, tener a alguien tan apuesto al frente o a un gruñón profesor.—Señorita Mabel, ¿podría justificar su retraso? —cuestionó educado, sin embargo la pregunta también envolvía cierta molestia, no dejaba de atravesarla con su fija mirada, era tan obvio el enfado porque ella había interrumpido con su explicación.Mabel no supo qué decir de inmediato. Ni siquiera notaba que estaba quedando como tonta ante sus compañeros. Su cabeza estaba volando, además de que seguía repitiendo la forma en que pronunció su nombre, tan sensual
La joven se mantuvo en el silencio. No le hacía bien la cercanía de aquel sujeto, él era una antítesis, un ser tan perfecto que causaba aturdimiento, no estaba exenta de caer en el efecto del sexy profesor.—Él siempre es así de molesto, gracias por lo que has hecho. —Descuida, ya no te quito más tiempo, come tranquila —añadió y finalmente la dejó sola. La verdad es que se le había cerrado el apetito, a esas alturas ya no tenía hambre y decidió tirar el resto. A continuación, tomó sus cosas y se marchó a la siguiente clase: Literatura. Fue una de la primeras en entrar. Sé esforzó en tomar notas y prestar atención a todo lo que la señorita Lauren decía, pero su cabeza seguía en la vagancia extrema de pensar en Al-Mansour. ¿Qué rayos le ocurría a ella?—Romanov, ¿podría explicarle a la clase lo último que he dicho? —le cuestionó la profesora, esa mirada de Silverstein direccionada a ella venía con amenaza. Se removió incómoda en el asiento. No era mentira que se había ausentado dur
—¿Está bien? —rompió el silencio, por un lado lo agradeció de forma interna, porque ya se temía que su respiración entrecortada, como si hubiera corrido un maratón, fuera escuchada por él. —Sí, iba a tomar el bus, no tenía que hacer esto, en realidad —expresó educada, no quería quedar como una desagradecida. —Hace rato que salió de la secundaria, ¿no es así? —la miró de reojo, a simple vista parecía incomoda, así que vio idóneo agregar algo más —. Pensé que querría el aventón, señorita Romanov, ya ha esperado bastante en la parada. “Y no tenía problema en seguir esperando” respondió mentalmente.Llegar tarde a casa significaba menos tiempo en ese lugar, al fin y al cabo no había diferencia, era el mismo infierno en Bradford o en casa cerca de su terrible madre. Ni hablar del hijo de su padrastro, cada que iba a la casa se mantenía al margen de ese cerdo. Demasiadas veces se le había insinuado, dicho obscenidades y eso realmente le asustaba, al punto de tener que ponerle seguro a la
Llegó a casa al mediodía, lo que no quería pasó, encontró a su madre en medio del living, esta bebía una copa de vino hasta el tope y reía por alguna estupidez que le decía el remitente al otro lado de la llamada que tenía. La verdad podía pasarse largo y tendido con un teléfono a la oreja, además de eso, las compras y las tontas tertulias que hacía con sus “amigas” se le iba la vida en tonterías. —Eso es maravilloso, no me perdería por nada del mundo un compromiso así —le comentó en un impertinente chillido —. Me muero por verle la cara, no imagino que vestido usará, ¿tienes idea? —He llegado —canturreó sin ganas de avisar en realidad, solo saludó a modo automático. —Ah, ahí estás —fue la contesta de su progenitora soltada de una forma despectiva. Siguió, estaba acostumbrada a esa indiferencia, subió a su habitación y pudo respirar hondo. Cerró la puerta con seguro y empezó a cambiarse la ropa. Al menos la ropa de andar en casa no era confeccionada por la amiga de su madre, cada
Cerró la ventana en la portátil y se dirigió a la puerta. Se llenó de valentía antes de abrir la puerta. Giselle, en su vestido apretado, elevados tacones, maquillaje demasiado marcado y el cabello como una fiera, estaba parada ahí, con su usual aire de dominio y poder. —¿Qué pasa mamá? —No has comido, ¿es que has estado comiendo en otro lado la porquería que sirven? Por eso estás tan gorda, ¿no? Comerás de forma sana conmigo, jovencita —señaló mordiente. Herirla siempre había sido el blanco, y ella lamentablemente nunca daba fallidos. Era cierto que llegó y subió a su habitación, no tenía hambre, no había comido chatarra afuera y definitivamente no estaba gorda. Desde que tenía uso de razón se dejaba aplastar por los rigurosos y restrictivos márgenes alimenticios que le imponía su madre, ella sí estaba escuálida, tan delgada que se le sobresalían los huesos de la clavícula y de otras partes. Ese régimen alimenticio que empezó a base de ensala
Mabel pudo quedarse tranquila al contemplar que ya llegaban a la secundaria Bradford. Burhan, como le había dicho se detuvo unos metros antes, lo suficiente para que nadie viera bajar de su auto a la joven. Así que la muchacha abrió la portezuela del auto y bajó, no sin antes agradecerle de nuevo por el aventón. El árabe le dedicó una sonrisa a modo de respuesta y pronto se marchó. Ella continuó por su cuenta, avanzando calmada, no llegaría tarde, así que no sentía esa urgencia de acelerar el paso, no estaba sobre la hora. La multitud de estudiantes estaban ingresando, que terrible era hacerse un lugar entre tantos, no ayudaba su estatura, medía un metro cincuenta y siete, se consideraba pequeña entre tantos jóvenes altos. En el pasillo intentó buscar su casillero, tenía el libro de química ahí, le urgía tomarlo, pero alguien estaba sesgando el paso, Georgia inclinada en la puerta del casillero mientras besaba a su novio y se decían tantas cosas que habría preferido no saber. —¿Podr