04

—¿Está bien? —rompió el silencio, por un lado lo agradeció de forma interna, porque ya se temía que su respiración entrecortada, como si hubiera corrido un maratón, fuera escuchada por él.

—Sí, iba a tomar el bus, no tenía que hacer esto, en realidad —expresó educada, no quería quedar como una desagradecida.

—Hace rato que salió de la secundaria, ¿no es así? —la miró de reojo, a simple vista parecía incomoda, así que vio idóneo agregar algo más —. Pensé que querría el aventón, señorita Romanov, ya ha esperado bastante en la parada.

“Y no tenía problema en seguir esperando” respondió mentalmente.

Llegar tarde a casa significaba menos tiempo en ese lugar, al fin y al cabo no había diferencia, era el mismo infierno en Bradford o en casa cerca de su terrible madre. Ni hablar del hijo de su padrastro, cada que iba a la casa se mantenía al margen de ese cerdo. Demasiadas veces se le había insinuado, dicho obscenidades y eso realmente le asustaba, al punto de tener que ponerle seguro a la puerta de la habitación, aún así muchas veces se sintió insegura ahí. En fin, ojalá tuviera un lugar a donde huir, estaría bien para ella salir de ese sitio tan inestable en ese aspecto.

Que su profesor tuviera el gesto de llevarla, sin conocerla mucho, sin ser tan cercano, era raro.

—Se lo agradezco, solo no quería ser una molestia.

—No, para nada, no es una molestia. Y ya no estamos en clases, puedes tutearme —expresó amigable, la muchacha le regaló una dulce sonrisa, uno de esos pocos gestos que había visto en ella y que le habría gustado ver más a menudo.

—De acuerdo. Gracias, Al-Mansour.

—Burhan —corrigió con tacto.

—Bien, Burhan —emitió más animada a conversar. Mirándolo con detenimiento, pudo darse cuenta de que se le hacía familiar, buscó su rostro entre los escondrijos de su mente, apostaba haberlo visto en alguna parte —. Siento que te conozco de algún lado, no lo sé…

Burhan la miró, pero no tardó en volver a clavar los ojos en la carretera.

—Bueno, he trabajado en una agencia, también he prestado mi imagen, tendría sentido que me hayas visto en algún lado.

—Sí… —asintió reparando en sus palabras, ¿agencia? —. ¿Eres algo así como modelo? —no estaba segura, pero ya lo había dicho.

—Sí —se limitó a decir.

—¿Famoso?

Mabel no podía soltarse de la perplejidad. ¿Era su profesor una figura pública? Entonces… ¿qué hacía en un sitio como Bradford?

—No me consideraría así, ¿me ves apresado por un tumulto de reporteros?

—N-no…

—Entonces no soy tan popular —se encogió de hombros, dentro de sí sabía que estaba diciendo una falacia, tampoco disfrutaba de alardear sobre su otra profesión, así que no iba a indagar mucho en ello.

La verdad es que Al-Mansour, luego de años como uno de los modelos más importantes y el favorito de entre sus colegas, decidió que era tiempo de hacer un parón, lo particular de su descanso de estar bajo los focos y ese estrés constante que se movía en el entorno de las pasarelas, viajes constantes y sesiones de fotos por doquier, era que optó por ejercer su carrera universitaria solo un año, algo así como el año sabático pero a su manera, todo era mejor dando lecciones a un montón de adolescente y hasta ahora le estaba gustando.

De modo que una vez pasado el año ya dejaría la secundaria Bradford y regresaría a los reflectores, a ese mundo que incluso exigente, formaba importante parte en él. Por ahora seguiría averiguando que tan bueno era impartiendo clases, la física era algo que desde joven le interesó. Su relación con una de las materias más complicadas para muchos jóvenes, era excelente, y desde chico nunca tuvo problemas en desenvolverse en ello. Por esa razón eligió especializarse en ese campo.

—Si usted lo dice… —fue su respuesta, pero no dejo de juntar las cejas, un gesto que expresaba su confusión, dudas, un pequeño porcentaje de consternación también.

—A todo esto, no me has dicho dónde vives, Mabel —le recordó.

Se sintió apenada, hace ya tiempo que se habían puesto en marcha. ¿Cómo se le pudo pasar por alto darle su dirección? Es que debía de andar en las nubes, ahí absorbida por ese sujeto tan potente.

Sin más le dictó la calle.

—Sé dónde queda, es un lugar hermoso, uno de los mejores de la ciudad.

—Si bueno, es tranquilo —no quiso darle importancia —. Puedes dejarme antes, te indicaré, no es necesario que sea hasta mi casa…

—¿Cómo crees? No te voy a dejar por ahí, Mabel —aseguró observándola por el rabillo del ojo.

—No te preocupes, estaré bien, lo que falta ya me lo sé de memoria —expresó, no quería que se le viera bajar de aquel auto, cualquiera podría malinterpretar las cosas, ver algo donde no hay nada.

—Insisto, sería descortés de mi parte dejarte ir a pie, luego de ofrecerte llevarte a casa —volvió a decir, Mabel jugó con su regazo, ¿cómo le explicaba que no quería ser vista por algún chismoso salir de un coche flamante? A la gente le encantaba tergiversar las cosas.

—En realidad iré a ver una amiga que vive cerca — terminó por decir, no era cierto.

—En ese caso, no tengo nada que decir —expresó.

Pudo respirar aliviada, ya no tenía de qué preocuparse y no hubo necesidad de decirle la verdadera razón de quedarse en un previo sitio antes de su destino.

Burhan intuía que la joven le estaba mintiendo, aún así le siguió la corriente para evitar ser un metido, suficiente con pedirle que subiera, eso no había sido tan apropiado después de todo. Tomando en cuenta de que era su alumna y que si llegaran a ser vistos por cualquier malintencionado dieran la idea de una falsa historia. Sucede que la vio ahí, esperando sola en una banca y algo lo empujó a ofrecerle su ayuda, ese algo sin nombre nació ese día, cuando la pelinegro de uniforme raro irrumpió y puso la mirada en ella.

Para aplacar el silencio que se había formado, alargó la mano y puso algo de música. La melodía pareció ser del agrado de la muchacha, porque esta empezó a cabecear al ritmo de la canción, incluso la oyó tararear la letra, fingió no darse cuenta del instante en que ella se dejaba llevar, hasta que de forma abrupta se detuvo y sus mejillas se habían vuelto dos arreboles.

—Me quedo aquí —le indicó acomodándose la mochila.

—Claro —aparcó a orillas de la acera.

—Te agradezco mucho el aventón, que tengas un buen día —declaró a punto de cerrar la portezuela.

—No es nada, que sea igual para ti, Mabel. Nos vemos mañana —correspondió deslizando una afable sonrisa.

Entonces ella cerró, aún a través del vidrio polarizado pudo verla continuar el rumbo hacia su dirección de mentira.

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