—¿Está bien? —rompió el silencio, por un lado lo agradeció de forma interna, porque ya se temía que su respiración entrecortada, como si hubiera corrido un maratón, fuera escuchada por él.
—Sí, iba a tomar el bus, no tenía que hacer esto, en realidad —expresó educada, no quería quedar como una desagradecida. —Hace rato que salió de la secundaria, ¿no es así? —la miró de reojo, a simple vista parecía incomoda, así que vio idóneo agregar algo más —. Pensé que querría el aventón, señorita Romanov, ya ha esperado bastante en la parada. “Y no tenía problema en seguir esperando” respondió mentalmente. Llegar tarde a casa significaba menos tiempo en ese lugar, al fin y al cabo no había diferencia, era el mismo infierno en Bradford o en casa cerca de su terrible madre. Ni hablar del hijo de su padrastro, cada que iba a la casa se mantenía al margen de ese cerdo. Demasiadas veces se le había insinuado, dicho obscenidades y eso realmente le asustaba, al punto de tener que ponerle seguro a la puerta de la habitación, aún así muchas veces se sintió insegura ahí. En fin, ojalá tuviera un lugar a donde huir, estaría bien para ella salir de ese sitio tan inestable en ese aspecto. Que su profesor tuviera el gesto de llevarla, sin conocerla mucho, sin ser tan cercano, era raro. —Se lo agradezco, solo no quería ser una molestia. —No, para nada, no es una molestia. Y ya no estamos en clases, puedes tutearme —expresó amigable, la muchacha le regaló una dulce sonrisa, uno de esos pocos gestos que había visto en ella y que le habría gustado ver más a menudo. —De acuerdo. Gracias, Al-Mansour. —Burhan —corrigió con tacto. —Bien, Burhan —emitió más animada a conversar. Mirándolo con detenimiento, pudo darse cuenta de que se le hacía familiar, buscó su rostro entre los escondrijos de su mente, apostaba haberlo visto en alguna parte —. Siento que te conozco de algún lado, no lo sé… Burhan la miró, pero no tardó en volver a clavar los ojos en la carretera. —Bueno, he trabajado en una agencia, también he prestado mi imagen, tendría sentido que me hayas visto en algún lado. —Sí… —asintió reparando en sus palabras, ¿agencia? —. ¿Eres algo así como modelo? —no estaba segura, pero ya lo había dicho. —Sí —se limitó a decir. —¿Famoso? Mabel no podía soltarse de la perplejidad. ¿Era su profesor una figura pública? Entonces… ¿qué hacía en un sitio como Bradford? —No me consideraría así, ¿me ves apresado por un tumulto de reporteros? —N-no… —Entonces no soy tan popular —se encogió de hombros, dentro de sí sabía que estaba diciendo una falacia, tampoco disfrutaba de alardear sobre su otra profesión, así que no iba a indagar mucho en ello. La verdad es que Al-Mansour, luego de años como uno de los modelos más importantes y el favorito de entre sus colegas, decidió que era tiempo de hacer un parón, lo particular de su descanso de estar bajo los focos y ese estrés constante que se movía en el entorno de las pasarelas, viajes constantes y sesiones de fotos por doquier, era que optó por ejercer su carrera universitaria solo un año, algo así como el año sabático pero a su manera, todo era mejor dando lecciones a un montón de adolescente y hasta ahora le estaba gustando. De modo que una vez pasado el año ya dejaría la secundaria Bradford y regresaría a los reflectores, a ese mundo que incluso exigente, formaba importante parte en él. Por ahora seguiría averiguando que tan bueno era impartiendo clases, la física era algo que desde joven le interesó. Su relación con una de las materias más complicadas para muchos jóvenes, era excelente, y desde chico nunca tuvo problemas en desenvolverse en ello. Por esa razón eligió especializarse en ese campo. —Si usted lo dice… —fue su respuesta, pero no dejo de juntar las cejas, un gesto que expresaba su confusión, dudas, un pequeño porcentaje de consternación también. —A todo esto, no me has dicho dónde vives, Mabel —le recordó. Se sintió apenada, hace ya tiempo que se habían puesto en marcha. ¿Cómo se le pudo pasar por alto darle su dirección? Es que debía de andar en las nubes, ahí absorbida por ese sujeto tan potente. Sin más le dictó la calle. —Sé dónde queda, es un lugar hermoso, uno de los mejores de la ciudad. —Si bueno, es tranquilo —no quiso darle importancia —. Puedes dejarme antes, te indicaré, no es necesario que sea hasta mi casa… —¿Cómo crees? No te voy a dejar por ahí, Mabel —aseguró observándola por el rabillo del ojo. —No te preocupes, estaré bien, lo que falta ya me lo sé de memoria —expresó, no quería que se le viera bajar de aquel auto, cualquiera podría malinterpretar las cosas, ver algo donde no hay nada. —Insisto, sería descortés de mi parte dejarte ir a pie, luego de ofrecerte llevarte a casa —volvió a decir, Mabel jugó con su regazo, ¿cómo le explicaba que no quería ser vista por algún chismoso salir de un coche flamante? A la gente le encantaba tergiversar las cosas. —En realidad iré a ver una amiga que vive cerca — terminó por decir, no era cierto. —En ese caso, no tengo nada que decir —expresó. Pudo respirar aliviada, ya no tenía de qué preocuparse y no hubo necesidad de decirle la verdadera razón de quedarse en un previo sitio antes de su destino. Burhan intuía que la joven le estaba mintiendo, aún así le siguió la corriente para evitar ser un metido, suficiente con pedirle que subiera, eso no había sido tan apropiado después de todo. Tomando en cuenta de que era su alumna y que si llegaran a ser vistos por cualquier malintencionado dieran la idea de una falsa historia. Sucede que la vio ahí, esperando sola en una banca y algo lo empujó a ofrecerle su ayuda, ese algo sin nombre nació ese día, cuando la pelinegro de uniforme raro irrumpió y puso la mirada en ella. Para aplacar el silencio que se había formado, alargó la mano y puso algo de música. La melodía pareció ser del agrado de la muchacha, porque esta empezó a cabecear al ritmo de la canción, incluso la oyó tararear la letra, fingió no darse cuenta del instante en que ella se dejaba llevar, hasta que de forma abrupta se detuvo y sus mejillas se habían vuelto dos arreboles. —Me quedo aquí —le indicó acomodándose la mochila. —Claro —aparcó a orillas de la acera. —Te agradezco mucho el aventón, que tengas un buen día —declaró a punto de cerrar la portezuela. —No es nada, que sea igual para ti, Mabel. Nos vemos mañana —correspondió deslizando una afable sonrisa. Entonces ella cerró, aún a través del vidrio polarizado pudo verla continuar el rumbo hacia su dirección de mentira.Llegó a casa al mediodía, lo que no quería pasó, encontró a su madre en medio del living, esta bebía una copa de vino hasta el tope y reía por alguna estupidez que le decía el remitente al otro lado de la llamada que tenía. La verdad podía pasarse largo y tendido con un teléfono a la oreja, además de eso, las compras y las tontas tertulias que hacía con sus “amigas” se le iba la vida en tonterías. —Eso es maravilloso, no me perdería por nada del mundo un compromiso así —le comentó en un impertinente chillido —. Me muero por verle la cara, no imagino que vestido usará, ¿tienes idea? —He llegado —canturreó sin ganas de avisar en realidad, solo saludó a modo automático. —Ah, ahí estás —fue la contesta de su progenitora soltada de una forma despectiva. Siguió, estaba acostumbrada a esa indiferencia, subió a su habitación y pudo respirar hondo. Cerró la puerta con seguro y empezó a cambiarse la ropa. Al menos la ropa de andar en casa no era confeccionada por la amiga de su madre, cada
Cerró la ventana en la portátil y se dirigió a la puerta. Se llenó de valentía antes de abrir la puerta. Giselle, en su vestido apretado, elevados tacones, maquillaje demasiado marcado y el cabello como una fiera, estaba parada ahí, con su usual aire de dominio y poder. —¿Qué pasa mamá? —No has comido, ¿es que has estado comiendo en otro lado la porquería que sirven? Por eso estás tan gorda, ¿no? Comerás de forma sana conmigo, jovencita —señaló mordiente. Herirla siempre había sido el blanco, y ella lamentablemente nunca daba fallidos. Era cierto que llegó y subió a su habitación, no tenía hambre, no había comido chatarra afuera y definitivamente no estaba gorda. Desde que tenía uso de razón se dejaba aplastar por los rigurosos y restrictivos márgenes alimenticios que le imponía su madre, ella sí estaba escuálida, tan delgada que se le sobresalían los huesos de la clavícula y de otras partes. Ese régimen alimenticio que empezó a base de ensala
Mabel pudo quedarse tranquila al contemplar que ya llegaban a la secundaria Bradford. Burhan, como le había dicho se detuvo unos metros antes, lo suficiente para que nadie viera bajar de su auto a la joven. Así que la muchacha abrió la portezuela del auto y bajó, no sin antes agradecerle de nuevo por el aventón. El árabe le dedicó una sonrisa a modo de respuesta y pronto se marchó. Ella continuó por su cuenta, avanzando calmada, no llegaría tarde, así que no sentía esa urgencia de acelerar el paso, no estaba sobre la hora. La multitud de estudiantes estaban ingresando, que terrible era hacerse un lugar entre tantos, no ayudaba su estatura, medía un metro cincuenta y siete, se consideraba pequeña entre tantos jóvenes altos. En el pasillo intentó buscar su casillero, tenía el libro de química ahí, le urgía tomarlo, pero alguien estaba sesgando el paso, Georgia inclinada en la puerta del casillero mientras besaba a su novio y se decían tantas cosas que habría preferido no saber. —¿Podr
Semanas después...En diciembre, la ciudad se cubrió con una capa de nieve celestial, pero el frío intenso también se hacía sentir. Las bajas temperaturas le enrojecían la nariz y las mejillas, y aunque todo lucía hermoso, no le gustaba el invierno tan implacable.Valentina la invitó a pasear por la ciudad durante las vacaciones. Decidieron ir a desayunar a "The Original Pantry Café", un lugar con una sólida reputación que solo aceptaba pagos en efectivo y que había estado en operación desde 1924. La atmósfera sencilla pero encantadora del café y la rapidez en la entrega de las órdenes hacían que fuera un lugar popular entre los residentes de la ciudad.A pesar de la tentación de visitar "Pacífic Dining Car" con su estilo clásico y elegante, decidieron ir a Fred 62 en Los Feliz. Este famoso lugar no solo servía desayuno todo el día, sino las 24 horas del día, los 7 días de la semana, con un ambiente retro único y una amplia variedad de platillos deliciosos.Mientras su madre estaba de
Mabel quedó impactada con la habitación de su amiga, sencilla pero femenina, con detalles adorables como peluches y libros ordenados. Tina le mostró vestidos para probarse, eligiendo un tinto que inicialmente dudaba en usar. Después de probárselo, se sintió insegura por el escote, pero Valentina la convenció de lucirlo. Con la ayuda de su amiga, Mabel se arregló el cabello y maquilló, sintiéndose hermosa y agradecida por la transformación.Una vez llegaron al club, afuera había una fila, pero ni tuvieron que hacerlo, como toda una adulta, López caminó hasta donde estaba el hombre de seguridad, Mabel la siguió no queriendo quedarse atrás y cerca de desconocidos. De las dos, Valentina era la más valiente y lanzada. Se saludó amigablemente con el robusto varón que custodiaba la entrada y este le echó una mirada a la joven que acompañaba a su amiga. Le permitió la entrada a ambas luego de que él y Valentina cruzaran palabras. Una vez adentro, y con un poco de vacilación se quitó la gabar
Por todo el trayecto no dejó de reclamar y decirle cosas incoherentes. La dejó que soltara todo lo que quisiera. —No quiero ir a casa, Burhan. Por favor…—Entonces, ¿a dónde debo llevarte? —No lo sé… —expresó bufando y casi al instante ya cabeceaba sobre el asiento hasta dormirse inevitablemente. Cuando llegó al edificio donde vivía, aparcó en el estacionamiento subterráneo y la ayudó a salir. Cada paso, cada acto, cada acción que hacía lo ponía en peligro. No era correcto llevar a su alumna a su piso. Eso no estaba bien y lo sabía, pero en vista de que solo quería ayudarle, y hacer un bien, por eso tomó el riesgo y ahí estaba llevándola a su privacidad aún sabiendo que podría traerles consecuencias. —No volveré a tomar, nunca más —aseguró mientras ascendía por ese elevador. Solo los dos. Burhan le había pasado un brazo sobre los hombros para ayudarla a andar, aún ahora seguían en la misma posición, tan cerca que a Mabel le aturdida su presencia, él era peor que el efecto del alc
Mabel no dejaba de sentir una punzada de culpa en el interior. Habría querido salir de volada y no verlo más nunca en su vida. El nivel de vergüenza en ese momento la estaba devorando sin compasión. Pero él, tan insistente la convenció de quedarse y desayunar junto a él. Llevaba la ropa que él mismo le había conseguido, un pantalón rosa palo, y una blusa blanca de satén. No tenía idea de dónde había sacado las piezas de vestir, tampoco se pondría a ahondar mucho en eso. Comieron tostadas, había crema de maní, pero la odiaba así que decidió untarle a las suyas mermelada de cerezas, también había grosellas, de las que tomó algunas como acompañante. —Sigo avergonzado contigo, todo esto... Es que no dejo de pensar en lo que hicimos —expresó el árabe un tanto abrumado. Lo miró sobre sus pestañas, mientras tomaba un sorbo de café, la verdad es que se sentía como él, la escena estaba rodando como una película en su mente. En ese punto aún no podía creer que tuvo sexo por primera vez, encim
Le ayudó a lavar los trastes, seguían juntos. No debía seguir posponiendo la ida, ya mucho tiempo había pasado ahí a su par. Era hora de marcharse, de no darle reversa a nada o todo sería peor. Así que al terminar de ayudarle, se marchó. Pero Burhan la siguió por el pasillo y detuvo su andar al apresarle el brazo. Se quedó mirando su agarre que en en ningún momento pretendía ser rudo. Unos minutos en lo que ambos se quedaron mirando a los ojos fue suficiente para que la magia surgiera, así como el brillo simultáneo y sincero que se negaban a prestar atención. —Deja que te lleve, por favor. —expresó intentando ser cortéz, solo amable con ella. —No, Burhan, suficiente de permitir tanto de ti, muchas gracias por todo, incluso por lo que no debió de suceder, pero yo me voy sola —expresó soltándose, no se animó a seguirla, no se atrevería a insistir, ella tenía toda la razón. Se quedó en medio del pasillo observado su andar con premura, ella se metió en la caja metálica y vio su rostro