Semanas después...En diciembre, la ciudad se cubrió con una capa de nieve celestial, pero el frío intenso también se hacía sentir. Las bajas temperaturas le enrojecían la nariz y las mejillas, y aunque todo lucía hermoso, no le gustaba el invierno tan implacable.Valentina la invitó a pasear por la ciudad durante las vacaciones. Decidieron ir a desayunar a "The Original Pantry Café", un lugar con una sólida reputación que solo aceptaba pagos en efectivo y que había estado en operación desde 1924. La atmósfera sencilla pero encantadora del café y la rapidez en la entrega de las órdenes hacían que fuera un lugar popular entre los residentes de la ciudad.A pesar de la tentación de visitar "Pacífic Dining Car" con su estilo clásico y elegante, decidieron ir a Fred 62 en Los Feliz. Este famoso lugar no solo servía desayuno todo el día, sino las 24 horas del día, los 7 días de la semana, con un ambiente retro único y una amplia variedad de platillos deliciosos.Mientras su madre estaba de
Mabel quedó impactada con la habitación de su amiga, sencilla pero femenina, con detalles adorables como peluches y libros ordenados. Tina le mostró vestidos para probarse, eligiendo un tinto que inicialmente dudaba en usar. Después de probárselo, se sintió insegura por el escote, pero Valentina la convenció de lucirlo. Con la ayuda de su amiga, Mabel se arregló el cabello y maquilló, sintiéndose hermosa y agradecida por la transformación.Una vez llegaron al club, afuera había una fila, pero ni tuvieron que hacerlo, como toda una adulta, López caminó hasta donde estaba el hombre de seguridad, Mabel la siguió no queriendo quedarse atrás y cerca de desconocidos. De las dos, Valentina era la más valiente y lanzada. Se saludó amigablemente con el robusto varón que custodiaba la entrada y este le echó una mirada a la joven que acompañaba a su amiga. Le permitió la entrada a ambas luego de que él y Valentina cruzaran palabras. Una vez adentro, y con un poco de vacilación se quitó la gabar
Por todo el trayecto no dejó de reclamar y decirle cosas incoherentes. La dejó que soltara todo lo que quisiera. —No quiero ir a casa, Burhan. Por favor…—Entonces, ¿a dónde debo llevarte? —No lo sé… —expresó bufando y casi al instante ya cabeceaba sobre el asiento hasta dormirse inevitablemente. Cuando llegó al edificio donde vivía, aparcó en el estacionamiento subterráneo y la ayudó a salir. Cada paso, cada acto, cada acción que hacía lo ponía en peligro. No era correcto llevar a su alumna a su piso. Eso no estaba bien y lo sabía, pero en vista de que solo quería ayudarle, y hacer un bien, por eso tomó el riesgo y ahí estaba llevándola a su privacidad aún sabiendo que podría traerles consecuencias. —No volveré a tomar, nunca más —aseguró mientras ascendía por ese elevador. Solo los dos. Burhan le había pasado un brazo sobre los hombros para ayudarla a andar, aún ahora seguían en la misma posición, tan cerca que a Mabel le aturdida su presencia, él era peor que el efecto del alc
Mabel no dejaba de sentir una punzada de culpa en el interior. Habría querido salir de volada y no verlo más nunca en su vida. El nivel de vergüenza en ese momento la estaba devorando sin compasión. Pero él, tan insistente la convenció de quedarse y desayunar junto a él. Llevaba la ropa que él mismo le había conseguido, un pantalón rosa palo, y una blusa blanca de satén. No tenía idea de dónde había sacado las piezas de vestir, tampoco se pondría a ahondar mucho en eso. Comieron tostadas, había crema de maní, pero la odiaba así que decidió untarle a las suyas mermelada de cerezas, también había grosellas, de las que tomó algunas como acompañante. —Sigo avergonzado contigo, todo esto... Es que no dejo de pensar en lo que hicimos —expresó el árabe un tanto abrumado. Lo miró sobre sus pestañas, mientras tomaba un sorbo de café, la verdad es que se sentía como él, la escena estaba rodando como una película en su mente. En ese punto aún no podía creer que tuvo sexo por primera vez, encim
Le ayudó a lavar los trastes, seguían juntos. No debía seguir posponiendo la ida, ya mucho tiempo había pasado ahí a su par. Era hora de marcharse, de no darle reversa a nada o todo sería peor. Así que al terminar de ayudarle, se marchó. Pero Burhan la siguió por el pasillo y detuvo su andar al apresarle el brazo. Se quedó mirando su agarre que en en ningún momento pretendía ser rudo. Unos minutos en lo que ambos se quedaron mirando a los ojos fue suficiente para que la magia surgiera, así como el brillo simultáneo y sincero que se negaban a prestar atención. —Deja que te lleve, por favor. —expresó intentando ser cortéz, solo amable con ella. —No, Burhan, suficiente de permitir tanto de ti, muchas gracias por todo, incluso por lo que no debió de suceder, pero yo me voy sola —expresó soltándose, no se animó a seguirla, no se atrevería a insistir, ella tenía toda la razón. Se quedó en medio del pasillo observado su andar con premura, ella se metió en la caja metálica y vio su rostro
La noche ya había llegado y bajo la soledad de su habitación, se preparó para dormir. No imaginaba que su teléfono sonaría en ese momento, no creyó que fuera un número desconocido. Bufó, nada más inoportuna que una llamada de algún remitente equivocado, no estaba dentro de sus registros, así que se vio tentada a colgarle y dejar el aparato sobre la mesita de noche. En ese momento, cuando depositó el móvil en la mesilla, volvió a sonar. ¡Pero que insistente! Pensó en apagarlo porque sabía que seguiría sonando más tarde, de modo que contestó si más remedio, ya un poco agobiada. —¿Quién es? —preguntó tosca, tal vez también por el sueño que tenía como para hablar a esa hora.—No te recuerdo así de gruñona, Mabel —le dijo Burhan, en un tono divertido, la voz varonil y gruesa de ese hombre ya la había sometido irremediablemente. Se sintió más despierta que nunca y sin saber que respuesta dar. Además, ¿cómo Al-Mansour dio con su número? Suspiró hondo, ni habló, se tomó al menos un par de
Anocheció, otro día se iba. Ya no se sentía tan cansada pero el aburrimiento no se iba. Le había marcado hace rato a su amiga, Valentina, pero esta le pidió disculpas por no poder ir esa noche a casa. Andaba mal del estómago y en cama por lo fatal que se sentía. La comprendió y al colgar la llamada decidió hacer algo esa noche. Después de la cena se fue a la cama, espero a que el reloj marcara las doce, sabía que a esa hora Lili ya debía de estar dormida como una roca, así que de dejó la cama y se abrigó. Solo daría una vuelta, caminaría un rato, no importando lo desolada que podían estar las calles a esa hora tomando en cuenta la hora, de todos modos saldría. Al salir de la habitación fue lo más cuidadosa posible, avanzó con sigilo y descendió los peldaños muy cautelosa, no quería causar el más mínimo ruido. Logró salir al exterior. Miró la hora en su móvil, ya se le sumaban cinco minutos a las doce. Caminó un poco, una joven pasó por ahí velozmente, se asustó, volteó a ver y ya no
Que decretara su regreso a las pasarelas la tomó por sorpresa, pero no debió de ser así, después de todo él aún era muy joven, tenía un camino por delante en el mundo del modelaje, no quedarse en Bradford, dónde no exigía un salario como cualquier profesor. Era raro que alguien como él, a pesar de que amaba la física, decidiera impartir clases que estar en algún del mundo disfrutando de la vida. Llegando a ese punto pensó en él y si tendría alguna relación seria, esto último lo descartó por completo cuando recordó lo que pasó entre ellos. En ese momento ya habían llegado a su casa. Y no quería bajarse, algo la detenía. —Gracias. —Aguarda... —pidió enrollando su mano torno a su delgada muñeca, solo la tela de la gabardina le impedía sentirla a plenitud.No sé dijeron nada más, se anclaron en esa emoción prohibida de solo verse directamente a los ojos, un lugar erróneo. Burhan deslizó su atención sobre esa dulce boca a solo centímetros, labios que sabían dar un giro, pausar y descont