Mabel no dejaba de sentir una punzada de culpa en el interior. Habría querido salir de volada y no verlo más nunca en su vida. El nivel de vergüenza en ese momento la estaba devorando sin compasión. Pero él, tan insistente la convenció de quedarse y desayunar junto a él. Llevaba la ropa que él mismo le había conseguido, un pantalón rosa palo, y una blusa blanca de satén. No tenía idea de dónde había sacado las piezas de vestir, tampoco se pondría a ahondar mucho en eso. Comieron tostadas, había crema de maní, pero la odiaba así que decidió untarle a las suyas mermelada de cerezas, también había grosellas, de las que tomó algunas como acompañante. —Sigo avergonzado contigo, todo esto... Es que no dejo de pensar en lo que hicimos —expresó el árabe un tanto abrumado. Lo miró sobre sus pestañas, mientras tomaba un sorbo de café, la verdad es que se sentía como él, la escena estaba rodando como una película en su mente. En ese punto aún no podía creer que tuvo sexo por primera vez, encim
Le ayudó a lavar los trastes, seguían juntos. No debía seguir posponiendo la ida, ya mucho tiempo había pasado ahí a su par. Era hora de marcharse, de no darle reversa a nada o todo sería peor. Así que al terminar de ayudarle, se marchó. Pero Burhan la siguió por el pasillo y detuvo su andar al apresarle el brazo. Se quedó mirando su agarre que en en ningún momento pretendía ser rudo. Unos minutos en lo que ambos se quedaron mirando a los ojos fue suficiente para que la magia surgiera, así como el brillo simultáneo y sincero que se negaban a prestar atención. —Deja que te lleve, por favor. —expresó intentando ser cortéz, solo amable con ella. —No, Burhan, suficiente de permitir tanto de ti, muchas gracias por todo, incluso por lo que no debió de suceder, pero yo me voy sola —expresó soltándose, no se animó a seguirla, no se atrevería a insistir, ella tenía toda la razón. Se quedó en medio del pasillo observado su andar con premura, ella se metió en la caja metálica y vio su rostro
La noche ya había llegado y bajo la soledad de su habitación, se preparó para dormir. No imaginaba que su teléfono sonaría en ese momento, no creyó que fuera un número desconocido. Bufó, nada más inoportuna que una llamada de algún remitente equivocado, no estaba dentro de sus registros, así que se vio tentada a colgarle y dejar el aparato sobre la mesita de noche. En ese momento, cuando depositó el móvil en la mesilla, volvió a sonar. ¡Pero que insistente! Pensó en apagarlo porque sabía que seguiría sonando más tarde, de modo que contestó si más remedio, ya un poco agobiada. —¿Quién es? —preguntó tosca, tal vez también por el sueño que tenía como para hablar a esa hora.—No te recuerdo así de gruñona, Mabel —le dijo Burhan, en un tono divertido, la voz varonil y gruesa de ese hombre ya la había sometido irremediablemente. Se sintió más despierta que nunca y sin saber que respuesta dar. Además, ¿cómo Al-Mansour dio con su número? Suspiró hondo, ni habló, se tomó al menos un par de
Anocheció, otro día se iba. Ya no se sentía tan cansada pero el aburrimiento no se iba. Le había marcado hace rato a su amiga, Valentina, pero esta le pidió disculpas por no poder ir esa noche a casa. Andaba mal del estómago y en cama por lo fatal que se sentía. La comprendió y al colgar la llamada decidió hacer algo esa noche. Después de la cena se fue a la cama, espero a que el reloj marcara las doce, sabía que a esa hora Lili ya debía de estar dormida como una roca, así que de dejó la cama y se abrigó. Solo daría una vuelta, caminaría un rato, no importando lo desolada que podían estar las calles a esa hora tomando en cuenta la hora, de todos modos saldría. Al salir de la habitación fue lo más cuidadosa posible, avanzó con sigilo y descendió los peldaños muy cautelosa, no quería causar el más mínimo ruido. Logró salir al exterior. Miró la hora en su móvil, ya se le sumaban cinco minutos a las doce. Caminó un poco, una joven pasó por ahí velozmente, se asustó, volteó a ver y ya no
Que decretara su regreso a las pasarelas la tomó por sorpresa, pero no debió de ser así, después de todo él aún era muy joven, tenía un camino por delante en el mundo del modelaje, no quedarse en Bradford, dónde no exigía un salario como cualquier profesor. Era raro que alguien como él, a pesar de que amaba la física, decidiera impartir clases que estar en algún del mundo disfrutando de la vida. Llegando a ese punto pensó en él y si tendría alguna relación seria, esto último lo descartó por completo cuando recordó lo que pasó entre ellos. En ese momento ya habían llegado a su casa. Y no quería bajarse, algo la detenía. —Gracias. —Aguarda... —pidió enrollando su mano torno a su delgada muñeca, solo la tela de la gabardina le impedía sentirla a plenitud.No sé dijeron nada más, se anclaron en esa emoción prohibida de solo verse directamente a los ojos, un lugar erróneo. Burhan deslizó su atención sobre esa dulce boca a solo centímetros, labios que sabían dar un giro, pausar y descont
Cuando amaneció, la resaca fue infernal y odió levantarse, la punzada en su cabeza era insoportable. Por suerte tenía tylenol. Luego de eso se dirigió al gran salón que tenía como living. No tenía hambre, la verdad. Y media mañana ocupó su cabeza en la joven que estaba no muy lejos de él, la recordó encima de él, sus palabras esperando algo más que un beso arrebatado, aguardado poder subir a un nivel peligroso. Mabel no estaba tomando en cuenta el verdadero riesgo que esa decisión acarreaba. Y él con tal de evitarle a ambos un impacto feroz, declinó. Era claro que no había quedado contenta. Solo no quería tener problemas con la ley, y ella debía entenderlo. Suficiente con acostarse con ella, eso no podía repetirse, sería una locura. »—No importa, ya lo seré, por ahora podremos mantenerlo en secreto. No me lo niegues, Burhan, en serio, jamás me había sentido así con alguien. Ahora mismo ni siquiera me reconozco —agregó e intentó bajarse de sus piernas, pero él se lo impidió «—Volvi
Su origen era un misterio, era una incertidumbre. Le causaba curiosidad saber la verdad, y sabía que merecía saberla, ya mucho tiempo había pasado. Con diecisiete años, ya era tiempo de enterarse sobre su padre, no importa si este probablemente hubiera hecho algo malo o no. —¿Qué pasó con él, Lili? —Antes de hablar sobre él, prométeme que no le dirás nada a Giselle, ella es quien debería de decirte la verdad, hace mucho que pasó, lo mereces, mi niña. Te he notado tan distinta estos días que no sé qué pensar en realidad, no sé si es por un chico, no sé si te cuestionas sobre tu padre... ¿Así que estaba a punto de contarle la verdad solo porque la había visto extraña actuar esos días? Mabel no quiso corregirla, no le dio la gana de decirle que no se debía a la ausencia de la verdad, sino por un hombre. Así que prefirió callarse y esperar a quee Lili le expresara la verdad que tanto deseaba conocer. —Sí, necesito saberlo, toda la vida he estado pronunciando la palabra padrastro, pero
—Lo siento, Mabel. Pero es la verdad, cariño —susurró sosteniendo su rostro con cuidado, encargándose de calmarla con amor y borra todo rastro de lágrimas en su cara —. Cuando naciste, fuiste esa segunda oportunidad que vi de hacer lo mejor por ti, Giselle te miraba con malos ojos, porque cada vez que te veía estaba mirando a ese hombre, pero yo solo miraba a mi pequeña nieta, a una niña que merecía la felicidad y no la calamidad por cuestiones del pasado y de los que ni siquiera tenías la culpa. Así que te amé y acepté el empleo de Nana, también la condición de nunca decirte que soy tu abuela era eso o Giselle no me permitiría estar cerca de ti, y me sentí entre la espada y la pared, porque en ee momento la casa en la que vivía la tenía hipotecada y luego de tanto el banco me la embargó. No sabes cuánto me alegro de decírtelo al fin, de contarte que no solo soy tu Lili, sino tu abuela. —Oh Dios mío, y-yo... He pensado todo este tiempo que —la abrazó con fuerza, se tiró a sus brazos