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Una entrevista muy particular

Cuando llegó al enorme mesón de atención al público dió su nombre y preguntó por el departamento de Recursos Humanos de la empresa. 

La muchacha poco agraciada que la atendió se le quedó mirando apreciativamente de arriba a abajo, le dió un carnet para que se lo pusiera en la blusa, este decía "Visitante" y luego le indicó los ascensores por dónde debería subir hasta el décimo piso.

Cuando salió del ascensor vió el pasillo que la recepcionista le había dicho y se encaminó hacia allí, iba caminando cuando se cruzó con ella un hombre muy apuesto, alto, de facciones finas y a todas luces alguien muy importante, traía unos papeles en la manos cuando levantó la vista la miró por solo unos segundos, pero Rachel pudo notar una mirada de desprecio en su cara y su boca se torció en un claro gesto de rechazo.

Se imaginó que el sujeto había tenido un muy mal día, porque tenía una cara de contrariedad y amargura como pocas veces había visto, no entendió porqué la había mirado de esa manera, no le cayó bien, de hecho. Rachel no tenía ni la menor idea de que se había cruzado nada más y nada menos que con Patrick Hamilton, con quién tendría que trabajar a diario.

Cuando llegó a la oficina de recursos humanos, entró, la secretaria más próxima a la puerta se dirigió a ella y le preguntó si ella era Rachel Anderson, a lo que respondió afirmativamente.

—Por favor, sígame por aquí, señorita —le dijo con amabilidad al conducirla a la oficina de su jefe, el señor Roberts.

Rachel no supo la razón, pero le pareció que la chica la miraba como con lástima. Está era la segunda mirada que no había entendido ese día, definitivamente pagaba algo extraño en esta empresa.

La secretaria abrió la puerta y se asomó para anunciarla, de adentro se oyó una voz que dijo: ”Dígale que entre, por favor"

Rachel entró y vio al fondo de la amplia oficina a un hombre de mediana edad, un poco entrado en carnes pero de rostro amable, gafas oscuras y una incipiente calva en lo alto de su cabeza.

—Un verdadero gusto, señorita Anderson —dijo el señor Roberts amablemente mientras se levantaba un poco de su silla y le mostraba uno de los asientos vacíos ante ella.

Rachel tomó la mano que el señor Roberts le tendía y a continuación ambos se sentaron, como casi todos los que se habían cruzado en la empresa, le dirigió una mirada apreciativa y algo pareció gustarle porque sonrió antes de hablar.

—Se extrañará de que la hayamos llamado tan intempestivamente después de que le informaron que no calificaba para el empleo —el señor Roberts iba directo al grano y eso le agradó muchísimo a Rachel, se veía que era un hombre correcto en sus procederes.

—Pues sí, señor…

—Roberts, Julius Roberts gerente de Recursos Humanos.

—...señor Roberts —dijo y sonrió— Eso me llamó mucho la atención, ¿Puede usted explicarme el por qué?

—Sí, en realidad no es ningún misterio y usted podrá darse cuenta de inmediato apenas comience a trabajar aquí —Roberts dijo todo esto de un solo tirón, sin respirar siquiera, luego hizo una breve pausa y continuó— El puesto que estamos ofertando es el de Asistente de Presidencia, hasta allí todo es normal.

Roberts se repantigó en su asiento como para darse ánimos de continuar y luego prosiguió.

—Pero el señor Hamilton, el CEO de la corporación nos había dado algunas características —dijo un poco incómodo— Él… él es algo particular. 

Rachel levantó la ceja derecha, expresión que significaba tanto sorpresa como determinación.

—¿Qué tan particular, señor Roberts? —la pregunta fue directa y clara y a Roberts le gustó mucho.

—El jefe ha tenido muy malas experiencias… —titubeó por unos momentos y luego se obligó a continuar— Con mujeres hermosas… —la ceja de Rachel subió unos milímetros más y sus ojos se abrieron un poco más por la sorpresa, eran unos ojos azul piscina con el borde del iris violeta, esto realzaba las hermosas líneas de su rostro.

—Pero yo no soy una de esas mujeres hermosas, señor Roberts —dijo marcando cada palabra con cuidado— No soy una femme fatale ni nada por el estilo.

Roberts sonrió con comprensión ante el comentario de la chica.

—Debo decirle, señorita Anderson, que el señor Hamilton normalmente no contrata mujeres jóvenes para trabajar con él —la miró con atención para ver si lo estaba siguiendo, y siguió cuando ella hizo un gesto de asentimiento— Usted me recuerda a una sobrina, una cerebrito, que piensa que no es hermosa porque no es despampanante cómo estás mujeres a las que usted se refirió. Pero debo decirle que sí es hermosa y no es un cumplido, quizás no se vea muy llamativa, usted viste como profesional y se ve bien. Pero en el concepto del señor Hamilton usted es hermosa.

—Me temo que se desengañará cuando me vea —dijo Rachel— Igual no me gusta el coqueteo ni nada parecido. No fui criada de esa manera.

—Eso lo puedo apreciar muy bien —dijo Roberts con una sonrisa jovial en su rostro— Pero para el señor Hamilton quizás usted parezca "peligrosamente” atractiva, no sé si me entiende.

—Imagino que ha tenido malas experiencias con algunas mujeres —dijo arrugando un poco la frente como si buscara algo en su mente mientras miraba un punto indeterminado en el escritorio, luego levantó la vista y miró a Roberts directamente a los ojos— No me agrada, no mucho que se diga, pero mientras no se meta conmigo yo tampoco me meteré con él.

Ahora fue a Roberts a quien le tocó alzar ambas cejas mientras abría los ojos por la sorpresa, era muy extraño que un aspirante a un cargo emitiera una opinión de esa magnitud ante la persona que la debería evaluar para contratarla.

Al ver la cara que puso el señor Roberts , Rachel se preguntó si no había sido una imprudencia o una metedura de pata haber manifestado eso tan francamente, pero no quería aspirar a un empleo donde tuviera limitaciones estúpidas por un jefe intransigente, ella conocía su valor como persona y no iba a rebajar sus principios por nadie.

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