Capítulo 52. Capital

―No me quiero ir, por favor, Albert, déjame quedarme otros días más… yo… yo te aseguro que no haré ningún escándalo.

Gina no se había dado por vencida y había armado un berrinche el día que su hermano llegó para llevársela. Se había quejado de un dolor en la pierna derecha por el ataque de los mercenarios, y, aunque no había dicho nada ese día, ni los siguientes, de repente apareció una fractura en su pierna derecha.

―Estarás mejor en tu casa, te atenderán mejor ahí, por el momento mis doctores y sirvientes deben estar al pendiente de mi esposa.

Había frialdad en las palabras de Albert, ya la había dejado hacer de las suyas por tanto tiempo y ya no tenía ganas de seguir complaciendo sus caprichos. Era suficiente con soportar su descaro al tomar las pertenencias de su esposa, sin devolver nada, incluso era posible que los rumores sobre el supuesto escape de Norah hubieran empezado con ella.

―No… no me iré…

Gina se arrodilló con los ojos llenos

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