Norah salió con paso decidido fuera de la habitación, sin embargo, no más de dos pasos fuera, una mujer con aspecto estricto y un hombre viejo con cabello blanco, pero igualmente con mirada severa, detuvieron sus pasos. Hicieron una ligera reverencia a modo de saludo y se voltearon a verla de nuevo.―Milady, ¿ha tenido algún inconveniente con Madame Hill?El hombre fue quien habló primero, él era el mayordomo de la mansión, el Señor Guillén. A diferencia del resto de los empleados, él había sido un noble de una familia muy antigua, sin embargo, la fortuna de su casa se hundió en desastre cuando la enfermedad y la plaga sacudió su territorio. Si no fuera por la pronta ayuda de los médicos enviados por el Duque Bailler, padre de Albert, no hubiera sobrev
La tarde pasó tranquila, no había ningún toquido a la puerta para anunciar a la modista, y aunque Nina había salido varias veces a averiguar, regresaba sin noticias. Solo con la palabra de que se había ido a informar al pueblo para conseguir a alguien, pero por el tiempo en que había transcurrido, o no había nadie disponible o no había nadie que quisiera tomar el encargo.Seguramente lo último era la razón.―Hah… ―Norah se estiró en el asiento de la mesa, ya se había cansado de estar en la misma posición por varios minutos.―¡Milady, son hermosos!―¿Te gustan?―Son impresionantes, me gustaría
Albert se levantó de su mesa, y se abalanzó contra el idiota de su amigo. Ni siquiera tuvo compasión por lo cansado y débil que su rostro y su cuerpo se veían. No consideró por un segundo que eran primos y amigos cercanos de la infancia. Nada. Ahora solo veía a un cretino que se atrevía a insultar a su esposa, en su casa y frente a él.―¡Espera! ¿Qué… qué te pasa, Albert? Detente…Marcus se levantó con premura del sofá y corrió hacia la puerta, sabía que no tenía ninguna oportunidad peleándose a los puños con Albert. Ya había experimentado ese dolor varias veces, en sus años en la Academia, y no le gustaría repetir la desgraciada experiencia, no cuando aún le faltaba disfrutar
Al abrir la puerta, la visión que esperaba no había aparecido ante los brillantes ojos de Albert. La mujer que debía tendida en su cama y tentándolo a tomarla no se encontraba por ningún lado.Sin embargo, justo cuando se preparaba para llamar a alguien y empezar a buscarla, el suave y dulce aroma del jardín recorrió la habitación. Fue como una invitación a un mundo fantástico, donde una hermosa sirena lo seducía con su canto. Dicha sirena de cabello plateado estaba tendida en uno de los sillones del jardín con sus piernas estiradas y durmiendo profundamente. Se veía tan pacífica y en calma.―¡Su Excelencia!Albert giró hacia Nina quién estaba entretenida cociendo una servilleta al
La tina se llenó de agua, clara, templada, con una pequeña nube de vapor saliendo de ella y alcanzando el techo del cuarto de baño. Albert cargó a Norah con agilidad, al mismo tiempo que las sirvientas dejaban la habitación.Muchas de ellas no pudieron evitar dejar salir miradas de extrañeza, después de todo, nunca habían visto a su joven amo actuar de esa manera. Tan atento y gentil, si bien lo habían visto hablar con la Señorita Gina sin tanta frialdad, nunca había llegado al extremo de mirarla con semejante cariño.Ahora no había duda, el Duque estaba encantado con su bella esposa y pronto los rumores correrían por todo el territorio.―No tienes que quedarte aquí, yo puedo sola.
Norah tomó el libro, sentía un extraño retumbar en su corazón que le decía que las respuestas a todo lo que necesitaba estaban en esas páginas. La pequeña llama se subió en la cubierta y la abrió.Parecía expectante a lo que los ojos de Norah pudieran encontrar dentro de esas hojas.«¿Qué es esto?»La primera página era una advertencia. Simple.«Solo los herederos de la sangre pueden leer las palabras, solo los herederos tienen derecho a saber. Aléjate extranjero e intruso si tu sangre no es furia, si tu sangre no es fuego, si tu sangre no es de dragón.»Cada letra era un símbolo
El sonido de la pluma en el suelo despertó a los dos de su distracción. Norah sintió un extraño miedo subir por su espalda. No esperaba que él la encontrara tan pronto.―Yo… ―No sabía cómo explicar la situación. Cualquier excusa parecería un invento del momento. ―Yo…Albert la tomó de los brazos antes de que pudiera continuar hablando. ―¡Te he prometido que cuidaría a tu madre! ¡No hay necesidad de que hagas esto, no encontrarás nada con lo que puedas escapar de aquí!La voz de Albert era fuerte, enojada, como si el bello sueño que había tenido hace unos minutos hubiera sido un engaño. Como si el afecto que se habían dado el día anterior hubiera sid
La pequeña llama azul regresó a su forma original y desapareció. Sin rastro ni huella, se fue. Albert miró a Norah con la ceja alzada y sonrió al verla sonrojarse hasta las orejas. Se veía tan cautivadora que apenas si podía resistirse a llevarla a la cama y tomarla con furia.―Di… dijiste que esperarías a mi respuesta… me… me lo prometiste…Albert sonrió, sabía que le reclamaría y sacaría la promesa que le hizo el día anterior. No quería espantarla, pero tampoco quería que ella pensara que solo porque no llegaría hasta el final, se abstendría de tocarla. En cambio, a cada momento con ella, la haría disfrutar de sus toquidos hasta hacerla suplicar. La llenaría de tentaciones y, entonces, ella serí