Capítulo 38. Una Confesión

―Déjanos.

Nina asintió cuando el Duque abrió la puerta. La llave siempre estaba en manos de uno de los guardias custodiando la entrada, o en manos del Duque personalmente. Ni siquiera ella tenía permiso de pedir por una copia.

Cerró la puerta y salió del estudio. Solo a unos pasos de la entrada, esperando como siempre. Tenía miedo de que otra discusión más, dejara a su amada Duquesa frágil y cansada.

Dentro de la habitación, sentada en la silla cerca de la ventana, con el libro de notas aún abierto y la pluma entintada, Norah esperaba que Albert empezara a hablar. Aún recordaba lo que habían hecho esa mañana y la cara se le encendía con calor en las mejillas.

―¿A qué viene aquí, milord? ―trató de disimular el nerviosismo en su voz. Aunque evito verlo directamente, no podría soportarlo.

―¿No puedo entrar a la alcoba de mi esposa?

Norah quería decir que no, pero era evidente que no podía negarlo. El podía hacer lo que quisiera y ella sol

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