* * * * * * * * * MERLÍ* * * * * * * * * *
—Por favor, suéltame —suplico al tiempo en que ya no aguanto más y me quiebro frente a ella.
—¡Eso no pienso hacerlo! ¡Ni así Bayá logre ayudarme a controlar el territorio de Sánchez! ¡Yo no te soltaré! ¡No permitiré que ustedes dos vuelvan a estar juntos! ¡Y MUCHO MENOS SI ESTÁS ESPERANDO UN HIJO DE ÉL!
—¡NO! Yo... ya no quiero —lloro mucho más fuerte.
—¿Qué quieres decir? —cuestiona muy interesada al prestarme toda su atención.
—Que yo ya no quiero... —me quiebro más.
—¡HABLA YA! —grita exasperada.
—Que yo ya no quiero a este bebé —digo entre lágrimas para después romper en un intenso llanto.
Me sentía avergonzada por haber dicho ello, pero... la estúpida rabia me abía ganado.
—Eso sería MUUUUY FÁCIL —sonríe muy divertida—, pero ni creas que lo haré —agrega muy seria—. Primero, porque Bayá se encargaría de deshacerse de mí si se entera que yo me deshice de su primogénito —señala—. Por otro lado y LO MÁS IMPORTANTE, es que si ese bebé no fuese a nacer, será por decisión de Maximiliano. ÉL TENDRÁ QUE DECIDIRLO. NO TÚ NI YO, ¡SINO ÉL! ¿QUIERES SABER POR QUÉ? —interroga al rodearme.
Mientras tanto yo continúo llorando desconsolada en la silla en la que estaba y maniatada.
—Porque si Bayá decide no tener a ese, bebé, entonces será suficiente prueba para mí que nadie le importa más que yo. SOLO ASÍ SABRÉ QUE ÉL ME AMA CON TODO SU CORAZÓN Y QUE NO EXISTE OTRA PERSONA MÁS EN ÉL, ¡NI SIQUIERA SU HIJO!
—¡YA! ¡BASTA!
—¡NO! ¡BASTA TÚ! —me tira otra bo fetada—. BASTA TÚ PORQUE YA ME CANSASTE. NO ENTIENDO CÓMO ES QUE BAYÁ PUDO HABERTE ELEGIDO PARA ESPOSA —expresa con sumo desprecio—. ¡NO LO ENTIENDO! —reniega—. PERO ESO SE ACABARÁ MUY PRONTO. ¡NI SIQUIERA LE HARÉ ESPERAR A QUE SE CUMPLA UN AÑO! ¡LE PEDIRÉ QUE ACABE SU COMPROMISO CONTIGO YA! ¡CUANTO ANTES! ¡PORQUE NO PIENSO ESPERARLO! SI ÉL ME AMA, TENDRÁ QUE ACABAR CON LA FARSA DE MATRIMONIO QUE TIENE CONTIGO Y DESHACERSE DE AQUELLO QUE TIENES EN TU VIENTRE —escupe con molestia.
—¡ES MI HIJO! —grito furiosa.
—¿Ah sí? ¿Ahora es tu hijo? ¿Pero qué interesante? Hace muy poco querías deshacerte de él.
—¿ESO ES PORQUE SOY UNA COMPLETA TONTA! ¡UNA E STÚPI DA! ¡PERO ES MI HIJO Y LO AMO! ¡LO AMO DEMASIADO! ¡LO AMO MÁS QUE A NADA EN ESTE MUNDO! ¡NO ME IMPORTA BAYÁ! SI DESEAS, ¡TE LO PUEDES QUEDAR Y LLEVAR MUY LEJOS! ¡TOTAL, LOS DOS SON TAL PARA CUAL! —señalo al comenzar a llorar—. Solo quiero que me dejen tranquila con mi hijo, no quiero más.
—Pues eso será muy difícil porque tu hijo no me agrada. Yo no quiero a nada ni nadie que em robe tod la atención de Bayá.
—Por favor, prometo irme muy lejos y desaparecer. Nadie te quitará a Bayá. Prometo ir a otro país o a otro continente si deseas, pero no nos hagas nada.
—NO —articula muy firme— Y ya deja de insistir porque me estás cansando y, cuando alguien me cansa, lo callo de inmediato y no, precisamente, de una manera cordial —amenaza y, frente a ello decido quedarme callada por el bien de mi bebé.
** * * * * * * * * * * * * * * * * * * * * * *
* * * * * * * * * BAYÁ * * * * * * * * * *
—Creí que no llegarías —me dice cuando he ingresado al lugar en el que me pidió que la viese.
—Tengo palabra —es lo único que articulo de forma adusta.
—Ay, Maxi.... —sonríe divertida.
—¿QUÉ PASA? —pregunto con fastidio; y ella sonríe mucho más.
—Nada —contesta más que relajada—. Lo que pasa es que... mmmm... yo no creería que tú aceptaras ayudarme a atacar a Sánchez. ¿Quieres saber por qué?
—NO —contesto tajante—. Lo único que me interesa ahora s empezar cuanto antes para que puedas devolverme a mi mujer y a mi hijo.
—ESE ES EL PROBLEMA —señala de pronto.
—DIME QUE MI MUJER Y MI HIJO ESTÁN BIEN, DANAÍ —amenazo sorpresivamente al acercarme a ella y tomar de su nuca.
—SÍ, ELLOS ESTÁN BIEN —responde de muy mala manera, la cual no me gustaba, pero la que tenía que soportar—. YA, SUÉLTAME —se queja.
—¿DÓNDE ESTÁN? —pregunto como si no lo supiera.
—Están muy bien escondidos. En un lugar en el que ni tú ni nadie podría encontrarlos —señala; y yo sonrío de manera interna.
—SOLO ESPERO QUE ESTÉN BIEN
—SI TÚ CUMPLES CON TU PALABRA, ENTONCES TODO ESTARÁ BIEN.
—¿QUÉ HAREMOS?
—¿Sabes, Maxi? No entiendo cómo es que una mujer embarazada te hace tan débil. Y mira qué mujer —señala despectiva.
Eso logra molestarme, pero decido no decir nada al respecto. Ramsés me había advertido que lo mejor era no hacer un comentario que le pudiese molestar a Danaí; ningún comentario que pudiese hacerla decidirse por dar la orden de terminar con mi es posa, así que iba a tomar su consejo (sobre todo porque él ya estaba en camino de rescatarla).
Ya habíamos averiguado dónde estaba Merlí y mi hijo; ya sabíamos dónde los había escondido la desquiciada mujer que tenía frente a mí. Ahora solo faltaba que todo lo planeado con mi mejor amigo se llevara a cabo bien.
—¿PODEMOS EMPEZAR? —cuestiono serio; y ella sonríe.
—¿Qué te parece hoy?
—¿Empezar hoy?
—Me gusta dar sorpresas, sobre todo si es a mis enemigos como... Sánchez —señala muy relajada.
—Entonces empecemos de una vez a estructurar el plan o arreglar el que tuviese en mente, ya que mientras más tardemos, hay más posibilidades de que alguien le lleve la noticia de tu ataque sorpresa a Sánchez (que ya no sería tan sorpresa si lo descubren antes).
—Está bien, está bien —responde fastidiada al dirigirse detrás de su escritorio.
De pronto, recibe una llamada y frunce su ceño de forma repentina.
—¿Qué dices? —pregunta al teléfono—. PUES SÍ, MANDA A REDOBLAR LA VIGILANCIA. NO QUIERO QUE NADA SUCEDA AHÍ, DE OTRO MODO, TÚ SERÁS EL RESPONSABLE —ame naza; y luego, me mira fijamente.
—¿EMPEZAMOS? —interrogo, pero ella no se mueve ni dice nada, solo me observa con suma atención.
—SI TE ECHASTE PARA ATRÁS...
—NO —contesta tajante— CLARO QUE NO ME ECHÉ PARA ATRÁS, PERO... MIS HOMBRES VIERON ALGO EXTRAÑO EN EL LUGAR EN EL QUE TENGO A TU PRECIADO BEBÉ Y ESPOSA. Espero que n tengas nada que ver.
—¿EMPEZAMOS? —pregunto mucho más serio al hacer caso omiso a su pregunta.
—MÁS TE VALE QUE NO, MAXIMILIANO.
—ME ESTÁS CANSANDO, DANAÍ. ¿EMPEZAMOS O NO? PORQUE YO NO ESTOY PARA PERDER EL TIEMPO EN CONVERSACIONES ABSURDAS. LO QUE YO QUIERO ES RECUPERAR A MI ESPOSA E HIJO CUANTO ANTES —concluyo tajante al mirarla a sus ojos.
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* * * * * * * * * MERLÍ* * * * * * * * * *
—Por favor, ayuda —musito al inclinar mi cabeza hacia adelante, producto del cansancio.
Ya no podía más, me estaba agotando de tratar de desatarme sin éxito.
—Por favor —pido otra vez al cerrar mis ojos y llorar mientras pienso en mi bebé..., mi vida, mi único amor—. Por favor..., que alguien venga —pido al seguir llorando— por fa... —me quedo en silencio cuando veo que la puerta de la habitación en la que estaba se abre.
Segundos después, aparece él...
—¿Ramsés? —musito el nombre del mejor amigo de él..., de Bayá.
—Merlí —articula al verme con preocupación y acercarse a mí—, ¿estás bien? —cuestiona; y yo empiezo a llorar, puesto que él era mi esperanza de salir de este lugar con vid.
—Sí..., sí, por favor, sácame de aquí. Sácanos a mi hijo y a mí de aquí —suplico.
Mientras tanto, él ha comenzado a desatarme.
—Bayá me mandó por ti...
—Es lo que siempre hace, enviar a otros por mí —preciso; y Ramsés se detiene a verme.
—Él está muy preocupado por ti, Merlí, y si no ha venido aquí es porque tiene una misión mucho más importante que tiene que ver con tu rescate.
—No quiero saberlo —respondo al tiempo en que desvío mi mirada a mi vientre y lloro un poco más.
—¿Estás bien? ¿El bebé? ¿Cómo te sientes?
—Solo un ligero dolor, pero nada de gravedad..., creo —susurro—. Por favor, Ramsés, sácame de aquí —pido a la vez que él ha terminado de desatarme para luego levantarme y hacerme apoyar uno de mis brazos sobre sus hombros.
—Sostente fuerte, Merlí...
—Sí, solo sácame —le pido; y empezamos a salir.
—Tendremos que salir por la puerta trasera del lugar. En este caso, no hay salidas secretas o algo por el estilo, así que será más peligroso —señala; y yo entiendo.
—Okey, okey, está bien. Solo quiero salir de aquí —pido al empezar a tomar fuerzas de donde sea para apresurar mi paso.
—Ven —susurra al cubrirme la boca y tirarme hacia una pared para después salir y acabar con dos hombres de manera silenciosa.
—Oh por dios, oh por dios —susurro al ver la escena.
—Ven, no te quedes ahí —me pide al tomar mi mano.
Ramsés, al igual que la vez anterior, había logrado salvarme y eso no podría agradecérselo ni con todas las gracias o abrazos del mundo. Mucho menos ahora que no solo me había salvado a mí, sino también a mi hijo.
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* * * * * * * * * BAYÁ * * * * * * * * * * —Eso es nuestro plan, mi amor —señala cariñosa al acariciar una de msi manos que estaban sobre su escritorio. En eso, suena mi celular y yo llevo la mano que ella acariciaba a mi bolsillo. Saco mi móvil, lo enciendo y me doy cuenta de que es un mensaje de Ramsés, a´si que lo abro rápidamente, pues esperaba noticias sobre el rescate de Merlí y mi hijo. Entro al mensaje y... "Están a salvo. Tu esposa y tu hijo están a salvo", leo y siento una enorme tranquilidad envolverme. —¿Mi amor? —escucho su insoportable voz—. Maxi, mi amor... —No te muevas; no se te ocurra moverte —amena zo complacido al mirarla fijamente. Danaí me mira con mucha extrañeza hasta que, de pronto, mis hombres (quienes habían tenido la orden de ex terminar a los suyos) se hacen presente en su despacho. —No te muevas —vuelvo a advertir cuando me doy cuenta de que trata de sacar su arm a. —Maximiliano, ¿qué significa esto? —pregunta nerviosa; y yo sonrío. —Primero, amo
* * * * * * * * * BAYÁ * * * * * * * * * * —Señor Bayá —me habla uno de mis hombres cuando estoy a punto de subir a mi auto para ir a mi casa y ver a mi esposa. —Que sea rápido. —Las condiciones, señor Bayá. ¿En qué condiciones quiere que esté... —Denle lo suficiente como para que ella y su bebé puedan estar bien —señalo muy serio—. El niño, aunque no sea mi hijo —preciso porque estaba muy seguro de eso—, debe estar bien. —Sí, señor Bayá —contesta; y después de eso termino de caminar hacia mi auto, entrar en él y comenzar a conducir hasta mi casa. Al llegar a la mansión, estaciono mi auto y voy directo a su habitación; sin embargo, el ver a Ramsés en la sala, me detiene. —¿Ramsés? —Bayá —me habla serio. —¿Qué haces aquí? Pensé que estarías ya en tu casa. ¿Hay algo que haya pasado? —NO, NO... todo salió bien; solo hubo un hombre herido, pero nada más. Ya está siendo atendido. —Bien, bien... —Bueno, en realidad, SÍ pasó algo, Bayá —dice de pronto. —¿QUÉ PASÓ? —interrogo adus
* * * * * * * * * MERLÍ * * * * * * * * * * Él me observa fijamente y, por alguna extraña razón, lo noto un poco tranquilo. Eso me sorprende, ya que esperaba a que estuviese furioso, después de que yo le pidiera a Ramsés, su mejor amigo, que no quería verlo por este día. Sin embargo, había cambiado de opinión. Necesitaba verlo y hablar con él cuanto antes y comunicarle la decisión que había tomado y la cual era la mejor para los dos o, mejor dicho... para los tres..., porque también era lo mejor para mi hijo. —Buena noche —saluda; y yo asiento con mi cabeza lentamente. —Buena noche —contesto serena al mirarlo a los ojos también—. Quisiera que podamos hablar por favor —le pido; y él se queda en silencio por unos segundos (los cuales parecieron minutos). —Yo también quiero lo mismo —me contesta muy serio. «Bien, ahí va apareciendo él. El verdadero Maximiliano Fisterra», pienso en silencio al ver su gesto adusto. —Bien, entonces... —miro el sillón que estaba a un lado del sofá en el
* * * * * * * * * BAYÁ * * * * * * * * * * ¿Cómo me sentía ante lo que acababa de suceder? Muy desconcertado, así como... inevitablemente fastidiado. Inevitablemente fastidiado porque... a ella no pareció importarle o intimidarle el hecho de que yo la ame nazara con su abuela y su mejor amiga. De hecho, no pareció importarle nada, ya que se había mostrado muy tranquila durante toda la conversación y eso me exasperaba, debido a que ella era como una fiera, una verdadera fiera que me daba la contra y no precisamente con suaves susurros como lo había hecho hoy, sino que se defendía, así que me fue muy extraña y, hasta cierto punto, exasperante su pasiva actitud. —Dios, esa mujer piensa volverme loco —señalo al sentarme en el sofá, llevar mis manos a mi nuca, agachar la cabeza y exhalar con pesadez—. Me quiere volver loco..., loco..., aunque... aún no es consciente de que, tal vez, ya lo haya hecho —acepto como todo un imbé cil.—. ¡JODER! ¡Qué mujer para más exasperante! —remarco al pen
* * * * * * * * * BAYÁ * * * * * * * * * * —¿Cómo te sientes? —¿Cómo quieres que me sienta? —respondo serio al seguir repasando los planos que tenía sobre mi escritorio—. Sigue sin hablarme y… —¿Y? —Y lo que más me preocupa es que su estado de ánimo ha vuelto a bajar. Me informan que su apetito ha disminuido, que para casi todo el día para en su habitación y que ahora, incluso, ya no habla con nadie en la mansión —enumero frustrado—. ¿Cómo quieres que me sienta, Ramsés? —Maximiliano —Me siento preocupado, frustrado…, molesto —suspiro con pesadez al dejar de mirar los planos, recostarme sobre mi silla y tirar mi cabeza hacia atrás—. Me siento muy molesto conmigo. De algún modo, yo provoqué todo esto. Yo provoqué que ella estuviera así. —Veo que te preocupa mucho Merlí. —Me preocupa mi hijo. Si ella no está bien, mi hijo tampoco lo está. —¿En serio, Bayá? ¿Aún lo seguirás negando, a pesar de todo lo que ha pasado entre ustedes? —Ya basta, Ramsés. Ese no es asunto tuyo —contesto
* * * * * * * * * BAYÁ * * * * * * * * * * —Mi esposa, QUIERO VER A MI ESPOSA —exijo angustiado, al no tener respuesta alguna del médico. —Señor, Costantini, por favor, le pedimos que se cal… —MI ESPOSA. QUIERO VER A MI ESPOSA —arremeto al querer entrar a la sala de partos, pero mi amigo me detiene. —¡SUÉLTAME, RAMSÉS! —¡BAYÁ! Tu hijo… Lo has asustado —reclama; y de pronto soy consciente de que la pequeña criatura que estaba en mis brazos, estaba llorando muy fuerte. Mi corazón se oprime, pero no puedo hacerlo, no podía tranquilizarme y no podía darle tranquilidad a él. Necesitaba verla…, necesitaba ver a su madre, necesitaba ver a mi esposa, necesitaba… —Necesito verla. Necesito ver a mi esposa, doctor. DÍGAME DÓNDE ESTÁ —Enfermera, por favor, llévese al bebé a la sala de cuidados para recién nacidos. —NO. No quiero que se lo lleven —preciso adusto al mirar a la enfermera con sus brazos estirados hacia mí—. Mi hijo se queda conmigo. No quiero que se lo lleven. —Está bien, se
* * * * * * * * * MERLÍ * * * * * * * * * * —Tu habitación seguirá siendo la del primer piso —informa cuando entramos a la enorme casa blanca en la que había vivido los últimos meses—. No puedes hacer muchos esfuerzos aún, así que... evitar las escaleras ayudará —precisa como si fuera un tutor imponiendo disciplina. —Entiendo… —susurro al ver a mi pequeño bebé y sonreírle—. ¿Quieres conocer nuestra habitación, mi amor? ¿Sí? Pues vamos, mami te la mostrará…, mi pequeño ángel —musito al admirar su angelical rostro—, mi pequeño… —¿Aún no has decidido el nombre? —No, aún no —preciso muy apenada al verlo—. Tú… ¿tienes alguno en mente? —Algunos, pero… tú puedes elegirlo. —Quiero escuchar alguno. —No son tan buenos…, creo… —Igual. Quiero escucharlos. —Está bien, pero vamos a tu habitación. Tú y el bebé deben descansar. —¿Más de lo que descansamos en el hospital? —articulo divertida; y él esboza una casi inadvertida sonrisa—. Bueno…, vamos —concreto; y juntos entramos a mi dormitorio
* * * * * * * * * BAYÁ * * * * * * * * * * La veo en la habitación de nuestro hijo, estaba con él en sus brazos, mirándolo de la misma forma en la que yo solía hacerlo. Le susurra algo que no puedo llegar a escuchar y, al final, le sonríe; y nuestro hijo a ella también. —Eres tan hermoso, mi pequeño Maximiliano —musita al suspirar y juntar su bello rostro al de nuestro bebé—. Te amo con mi vida…, eres mi vida —señala; y en ese momento, decido acercarme. —Y ustedes son la mía… —expreso mientras la abrazo por detrás y ella cierra sus ojos —Maximiliano —pronuncia mi nombre; y yo aprovecho en dejar un suave beso en su cuello. —Merlí…, mi Merlí —susurro; y ella sonríe. Me había dado cuenta de que le gustaba que yo le dijera “mi Merlí”; y tenía que confesar que… a mí me gustaba decírselo. —Te amo…, te amo a ti y… amo a nuestro hijo. —Son mi vida, Merlí. —Lo sé, lo sé, mi amor —pronuncia tímida; y yo sonrío. —Parece que tuvieras miedo de llamarme así. —No es miedo… —¿Entonces? —