* * * * * * * * * BAYÁ * * * * * * * * * *
—Eso es nuestro plan, mi amor —señala cariñosa al acariciar una de msi manos que estaban sobre su escritorio.
En eso, suena mi celular y yo llevo la mano que ella acariciaba a mi bolsillo. Saco mi móvil, lo enciendo y me doy cuenta de que es un mensaje de Ramsés, a´si que lo abro rápidamente, pues esperaba noticias sobre el rescate de Merlí y mi hijo.
Entro al mensaje y...
"Están a salvo. Tu esposa y tu hijo están a salvo", leo y siento una enorme tranquilidad envolverme.
—¿Mi amor? —escucho su insoportable voz—. Maxi, mi amor...
—No te muevas; no se te ocurra moverte —amena zo complacido al mirarla fijamente.
Danaí me mira con mucha extrañeza hasta que, de pronto, mis hombres (quienes habían tenido la orden de ex terminar a los suyos) se hacen presente en su despacho.
—No te muevas —vuelvo a advertir cuando me doy cuenta de que trata de sacar su arm a.
—Maximiliano, ¿qué significa esto? —pregunta nerviosa; y yo sonrío.
—Primero, amor mío —articulo irónico—, deja de llamarme Maximiliano porque no sé quién es ese.
—¡CLARO QUE LO SABES! ¡ERES TÚ! —grita; y yo me acerco a ella para tirarle una bofetada y después quitarle su a rma, tirarla al piso y terminar por arrinconarla en su gigante librero que estaba a sus espaldas.
—Si me haces algo, mis hombres terminarán con tu esposa y tu querido hijo; ya tienen la orden clara, así que ni se te ocurra ponerme un solo dedo en cima porque lo lamentarás muchísimo —amenaza; y yo sonrío complacido al continuar mirándola a sus ojos
—Ay, Danaí... no cabe duda que para haber logrado quedarte con el poder de la cuarta parte del territorio, aún eres una... tonta que no sabe manejar las situaciones.
—¿QUÉ QUIERES DECIR CON ESO?
—LO QUE QUIERO DECIR ES QUE NO HAS APRENDIDO A RECONOCER A LAS PERSONAS QUE NO DEBERÍAS A MENAZAR Y LA PRIMERA EN LA LISTA... ¿ADIVINA QUIÉN ES? —pregunto sarcástico al tomarla de su c uello.
—Basta, ya basta, me estás... ahoga...
—YO —respondo adusto por ella—. Yo soy el primero en esa lista y tu, DANAÍ, la quebrantaste Y NO SOLO ESO, NO SOLO ME AMENAZASTE, SINO QUE TE METISTE CON MI FAMILIA PARA HACERLO. MI ESPOSA Y MI HIJO —preciso muy furioso.
—Intenta, intenta hacerme algo y no tendrás más esposa e hijo...
—¿AH SÍ? ¡¿AH SÍ?! —aprieto más.
—Max... —trata de hablar, pero no puede— Ma... golpea a como puede mis brazos—. Max... —suplica; y la suelto un poco para que tome aire.
—Te voy a enseñar a no volver a meterte conmigo y MUCHO MENOS con MI esposa y MI hijo —aclaro tajante.
—¡SÍ! ¡SÍ! ¡VAMOS! ¡ACABA CONMIGO Y YA VERÁS CÓMO EL VA A TU PRECIOSA FAMILIA! —advierte con diversión (lo cual me irrita y decido volver a presionarla más).
—Mmmm suéltame —grita ahoga demente.
—Claro, claro que te suelto —señalo al hacerlo— Yo no me ensuciaré las manos con una tonta como tú.
—¿Qué es lo que dices? —cuestiona algo asustada.
—TIENES GENTE INEPTA A TU ALREDEDOR, DANAÍ. ESO ES UN ERROR.
—¿Qué dices?
—En este caso, es un error que vas a tener que pagar muy caro porque nadie, ESCÚCHALO BIEN, NADIE se mete con mi familia —me acerco a ella nuevamente y susurro sobre su oído—. Nadie se mete con la familia de Maximiliano Fisterra —musito para después alejarme de ella.
—¡Eres un tonto! ¡¿Qué es lo que haces?! ¡¿Quieres que termine con tu familia?!
—¿Ah sí? ¿Y a quién llamarás? ¿A tus hombres en el Ruder, ese mini palacio que tienes y en el cual decidiste encerrar a mi esposa? —cuestiono divertido; y ella palidece como si recién se hubiese dado cuenta de la situación.
—¡NO! ¡TÚ NO PUDISTE ENCONTRARLA! ¡NO!
—Hasta que por fin —preciso divertido al mirarla fijamente.
—¡NOOOO! ¡NO PUDIERON ENCONTRARLA! ¡ESTABA BIEN RESGUARDADO! ¡NOOOOO!
—No tengo por qué soportar tus gritos.
—Maximiliano, por favor, no vayas a hacer lo que estoy pensando —suplica de pronto.
—¿Por qué no lo haría? Dame una muy buena razón para eso —pido; y ella no sabe qué decir—. Lo sabía, no tienes ninguna —añado victorioso—. ¿Quieres un consejo, Danaí?
—Por favor, por favor, Maximiliano, te lo suplico, no hagas esto...
—Eso debiste pensarlo antes de tomar a mi esposa y mi hijo como tus rehenes.
—Por favor, Maximiliano, estaba desesperada por ti. Lo único que yo quería, verdaderamente, es que tú y yo estemos juntos. POR ESO HE HECHO TODO ESTO. ¡POR ESO QUERÍA TOMAR EL TERRITORIO DE SÁNCHEZ! ¡PARA ENTREGÁRTELO Y CASARNOS PRONTO PARA QUE TÚ Y YO PODAMOS GOBERNAR JUNTOS Y FELICES! Como siempre debió ser —agrega al mirarme como si estuviese soñando—. Maximiliano, te amo... eres el gran amor de mi vida...
—¿Y crees que eso me importa? —interrogo divertido—. ¿Crees que con eso yo te dejaría libre? —sonrío—. NADIE se mete con la mi esposa y mi hijo y, quien lo haga, solo lo paga de una sola manera —señalo al observarla directamente a sus pupilas—. TÚ YA SABES CUAL —agrego relajado para después, darme media vuelta y así, mis hombres van hacia ella y la arrodillan al piso para comenzar con su tort ura.
—Maximiliano —articula con nerviosismo— Maximiliano, no, NO TE VAYAS —me pide al tiempo en que la escucho querer llorar—. ¡NO! ¡NO LO HAGAS! ¡MAXIMILINO! —grita, pero yo no le hago caso—. ¡MAXIMILIANO! ¡MAXIMILAINO NOOOO! ¡MAXIMILIANOOOOO! ¡MAXIMILIANO NO POR FAVOR!
—Buen viaje, Danaí —me despido frío y desinteresado al mirarla y luego, solo abro la puerta para salir.
—¡MAXI! ¡MAXIIII! ¡MAXIMILIANO NO! ¡ESTOY EMBARAZADAAAA! ¡ESTOY EMBARAZADA DE TI! ¡ES TU HIJO! —exclama; y aquellas palabras me paralizan—. Es tu hijo, es tu hijo —señala agitada por el miedo; y yo me giro a verla con molestia—. Es tu hijo —repite muy convencida— Y si tú te atreves a hacernos algo, yo me encargaré de que todos se enteren de que fingiste tu matrimonio, les contaré toda la farsa que envuelve aquel y NO SOLO ESO, sino que también me encargaré de decirle a todos que le fuiste infiel a tu esposa. Y TÚ SABES LO IMPORTANTE QUE ES LA IMAGEN EN NUESTRA FAMILIA, EN NUESTRO NEGOCIO, así como en los tontos medios de comunicación en los que te mueves como si fueras un magnate. ¿Y quieres saber qué más sucederá? Si acabas conmigo ahora, mis hombres se encargarán de difundir TODO eso y ¿; además, que desapareciste a la mujer con la que le fuiste infiel a tu novio y quien TAMBIÉN tenía en su vientre un hijo tuyo. ¡ASÍ QUE ESTÁS ADVERTIDO! —concluye; y todo lo que acababa de decir, logra enfurecerme.
Así que me acercoa ella a pasos largos y no espero más para abo fetearla en el piso.
—¡A MÍ NADIE ME AMENAZA! ¡¿ACASO NO LO ENTENDISTE?! —cuestiono furioso; y ella se limpia el hilo de sa n gre que brotaba de su boca para luego, sonreír como victoriosa.
—No me importa, no me duele. Total... —se encoge de hombros— sé que te tengo en mis manos. Mi amenaza no es un juego, Bayá. YO MISMA DEJÉ TODO PREPARADO, así que tampoco me trates como una tonta ¡PORQUE NO LO SOY!
—¡SILENCIO! —grito nuevamente al propinarle otra, pero más suave.
—Hazme lo que quieras. Sé que no puedes acabar conmigo y no solo por nuestro hijo....
—DEJA DE DECIR "NUESTRO HIJO! ¡YO JAMÁS TENDRÍA UN HIJO CON ALGUIEN TAN REPUGNANTE COMO TÚ!
—¡REPUGNANTE O NO, ES TU HIJO Y YO SOY SU MADRE! TE ACOSTASTE CONMIGO, LO DISFRUTASTE, ¡AHORA ASUMES LAS CONSECUENCIAS!
—¡MENTIRA! JAMÁS DISFRUTARÍA VOLVER A ESTAR CONTIGO. LO ÚNICO QUE ME PROVOCAS ES... AS CO —señalo con desprecio—. Y estoy casi seguro de que entre tú y yo no pasó nada. Ese hijo, si lo estás esperando, no es mío.
—¡CREE LO QUE QUIERAS! ¡AL FINAL, ESO ES MUY FÁCIL DE AVERIGUARLO! —exclama; y yo reniego.
—Ese hijo no puede ser mío; ES IMPOSIBLE.
—Hicimos el amor, Maxi —me recuerda.
—YO NO ERA CONSCIENTE DE NADA —refuto al arrodillarme y tomarla de sus cabellos—. YO NO ERA CONSCIENTE DE NADA Y; ADEMÁS, ESTOY CASI SEGURO DE QUE ESE HIJO NO ES MÍ. Estoy MUY SEGURO —reafirmo; y ella se molesta.
—¡TONTO! ¡A MÍ NO ME TRATAS ASÍ! ¡EL HIJO QUE CARGO EN MI VIENTRE ES TUYO!
—¡¿AH SÍ?! Pues entonces eso lo veremos.
—¡SUÉLTAME! —ordena de pronto; y yo río.
—NO TE SOLTARÉ.
—El que me tengas así solo perjudica la salud de tu hijo.
—Ese niño no es...
—NO ES TU HIJO, ¡YA LO DIJISTE! Pero te demostraré que te equivocas —señala con suma seguridad (la cual me molesta).
—ESE HIJO NO LLEVA MI S AN GRE —vuelvo a reafirmar—, pero está bien..., esperemos a que nazca y... entonces, ya veré qué es lo que haré contigo. Estoy seguro de qu eme divertiré muchísimo más.
—¡ME HARÁS TU ESPOSA! ¡ESTOY SEGURA! ¡TÚ NO LA AMAS A ELLA!
—Estás desquiciada si piensas que dejaré a mi esposa para casarme contigo. MERLÍ ES LA ÚNICA ESPOSA QUE TENGO Y LA ÚNICA QUE QUIERO TENER, así que deja de delirar con que me divorciaré para casarme contigo, PORQUE NO LO HARÉ —concluyo muy firme; y me vuelvo a dar media vuelta para salir—. Háganse cargo de ella, deben encerrarla... YA SABEN DÓNDE —concreto y, sin detenerme a escuchar más de sus gritos, me voy a mi casa para cerciorarme de que mi esposa y mi hijo estén bien.
¿Verdad o mentira lo que dice Danaí? ¡Las y los leooooo! ¡Lindo martes!
* * * * * * * * * BAYÁ * * * * * * * * * * —Señor Bayá —me habla uno de mis hombres cuando estoy a punto de subir a mi auto para ir a mi casa y ver a mi esposa. —Que sea rápido. —Las condiciones, señor Bayá. ¿En qué condiciones quiere que esté... —Denle lo suficiente como para que ella y su bebé puedan estar bien —señalo muy serio—. El niño, aunque no sea mi hijo —preciso porque estaba muy seguro de eso—, debe estar bien. —Sí, señor Bayá —contesta; y después de eso termino de caminar hacia mi auto, entrar en él y comenzar a conducir hasta mi casa. Al llegar a la mansión, estaciono mi auto y voy directo a su habitación; sin embargo, el ver a Ramsés en la sala, me detiene. —¿Ramsés? —Bayá —me habla serio. —¿Qué haces aquí? Pensé que estarías ya en tu casa. ¿Hay algo que haya pasado? —NO, NO... todo salió bien; solo hubo un hombre herido, pero nada más. Ya está siendo atendido. —Bien, bien... —Bueno, en realidad, SÍ pasó algo, Bayá —dice de pronto. —¿QUÉ PASÓ? —interrogo adus
* * * * * * * * * MERLÍ * * * * * * * * * * Él me observa fijamente y, por alguna extraña razón, lo noto un poco tranquilo. Eso me sorprende, ya que esperaba a que estuviese furioso, después de que yo le pidiera a Ramsés, su mejor amigo, que no quería verlo por este día. Sin embargo, había cambiado de opinión. Necesitaba verlo y hablar con él cuanto antes y comunicarle la decisión que había tomado y la cual era la mejor para los dos o, mejor dicho... para los tres..., porque también era lo mejor para mi hijo. —Buena noche —saluda; y yo asiento con mi cabeza lentamente. —Buena noche —contesto serena al mirarlo a los ojos también—. Quisiera que podamos hablar por favor —le pido; y él se queda en silencio por unos segundos (los cuales parecieron minutos). —Yo también quiero lo mismo —me contesta muy serio. «Bien, ahí va apareciendo él. El verdadero Maximiliano Fisterra», pienso en silencio al ver su gesto adusto. —Bien, entonces... —miro el sillón que estaba a un lado del sofá en el
* * * * * * * * * BAYÁ * * * * * * * * * * ¿Cómo me sentía ante lo que acababa de suceder? Muy desconcertado, así como... inevitablemente fastidiado. Inevitablemente fastidiado porque... a ella no pareció importarle o intimidarle el hecho de que yo la ame nazara con su abuela y su mejor amiga. De hecho, no pareció importarle nada, ya que se había mostrado muy tranquila durante toda la conversación y eso me exasperaba, debido a que ella era como una fiera, una verdadera fiera que me daba la contra y no precisamente con suaves susurros como lo había hecho hoy, sino que se defendía, así que me fue muy extraña y, hasta cierto punto, exasperante su pasiva actitud. —Dios, esa mujer piensa volverme loco —señalo al sentarme en el sofá, llevar mis manos a mi nuca, agachar la cabeza y exhalar con pesadez—. Me quiere volver loco..., loco..., aunque... aún no es consciente de que, tal vez, ya lo haya hecho —acepto como todo un imbé cil.—. ¡JODER! ¡Qué mujer para más exasperante! —remarco al pen
* * * * * * * * * BAYÁ * * * * * * * * * * —¿Cómo te sientes? —¿Cómo quieres que me sienta? —respondo serio al seguir repasando los planos que tenía sobre mi escritorio—. Sigue sin hablarme y… —¿Y? —Y lo que más me preocupa es que su estado de ánimo ha vuelto a bajar. Me informan que su apetito ha disminuido, que para casi todo el día para en su habitación y que ahora, incluso, ya no habla con nadie en la mansión —enumero frustrado—. ¿Cómo quieres que me sienta, Ramsés? —Maximiliano —Me siento preocupado, frustrado…, molesto —suspiro con pesadez al dejar de mirar los planos, recostarme sobre mi silla y tirar mi cabeza hacia atrás—. Me siento muy molesto conmigo. De algún modo, yo provoqué todo esto. Yo provoqué que ella estuviera así. —Veo que te preocupa mucho Merlí. —Me preocupa mi hijo. Si ella no está bien, mi hijo tampoco lo está. —¿En serio, Bayá? ¿Aún lo seguirás negando, a pesar de todo lo que ha pasado entre ustedes? —Ya basta, Ramsés. Ese no es asunto tuyo —contesto
* * * * * * * * * BAYÁ * * * * * * * * * * —Mi esposa, QUIERO VER A MI ESPOSA —exijo angustiado, al no tener respuesta alguna del médico. —Señor, Costantini, por favor, le pedimos que se cal… —MI ESPOSA. QUIERO VER A MI ESPOSA —arremeto al querer entrar a la sala de partos, pero mi amigo me detiene. —¡SUÉLTAME, RAMSÉS! —¡BAYÁ! Tu hijo… Lo has asustado —reclama; y de pronto soy consciente de que la pequeña criatura que estaba en mis brazos, estaba llorando muy fuerte. Mi corazón se oprime, pero no puedo hacerlo, no podía tranquilizarme y no podía darle tranquilidad a él. Necesitaba verla…, necesitaba ver a su madre, necesitaba ver a mi esposa, necesitaba… —Necesito verla. Necesito ver a mi esposa, doctor. DÍGAME DÓNDE ESTÁ —Enfermera, por favor, llévese al bebé a la sala de cuidados para recién nacidos. —NO. No quiero que se lo lleven —preciso adusto al mirar a la enfermera con sus brazos estirados hacia mí—. Mi hijo se queda conmigo. No quiero que se lo lleven. —Está bien, se
* * * * * * * * * MERLÍ * * * * * * * * * * —Tu habitación seguirá siendo la del primer piso —informa cuando entramos a la enorme casa blanca en la que había vivido los últimos meses—. No puedes hacer muchos esfuerzos aún, así que... evitar las escaleras ayudará —precisa como si fuera un tutor imponiendo disciplina. —Entiendo… —susurro al ver a mi pequeño bebé y sonreírle—. ¿Quieres conocer nuestra habitación, mi amor? ¿Sí? Pues vamos, mami te la mostrará…, mi pequeño ángel —musito al admirar su angelical rostro—, mi pequeño… —¿Aún no has decidido el nombre? —No, aún no —preciso muy apenada al verlo—. Tú… ¿tienes alguno en mente? —Algunos, pero… tú puedes elegirlo. —Quiero escuchar alguno. —No son tan buenos…, creo… —Igual. Quiero escucharlos. —Está bien, pero vamos a tu habitación. Tú y el bebé deben descansar. —¿Más de lo que descansamos en el hospital? —articulo divertida; y él esboza una casi inadvertida sonrisa—. Bueno…, vamos —concreto; y juntos entramos a mi dormitorio
* * * * * * * * * BAYÁ * * * * * * * * * * La veo en la habitación de nuestro hijo, estaba con él en sus brazos, mirándolo de la misma forma en la que yo solía hacerlo. Le susurra algo que no puedo llegar a escuchar y, al final, le sonríe; y nuestro hijo a ella también. —Eres tan hermoso, mi pequeño Maximiliano —musita al suspirar y juntar su bello rostro al de nuestro bebé—. Te amo con mi vida…, eres mi vida —señala; y en ese momento, decido acercarme. —Y ustedes son la mía… —expreso mientras la abrazo por detrás y ella cierra sus ojos —Maximiliano —pronuncia mi nombre; y yo aprovecho en dejar un suave beso en su cuello. —Merlí…, mi Merlí —susurro; y ella sonríe. Me había dado cuenta de que le gustaba que yo le dijera “mi Merlí”; y tenía que confesar que… a mí me gustaba decírselo. —Te amo…, te amo a ti y… amo a nuestro hijo. —Son mi vida, Merlí. —Lo sé, lo sé, mi amor —pronuncia tímida; y yo sonrío. —Parece que tuvieras miedo de llamarme así. —No es miedo… —¿Entonces? —
* * * * * * * * * DANAÍ * * * * * * * * * * —¿Esos son los resultados, doctor? —Sí, señora, estos son —informa al entregarme el sobre blanco que tenían en sus manos—, pero veo que su esposo no está. —No, pero puede entregármelo a mí sin ningún problema. —De todas maneras, si el señor quiere una nueva copia, no dude en acercarse a laboratorio para que se le otorgue nuevamente. —¿Cómo? ¿Laboratorio le puede entregar otra copia? —Sí, claro. Puede hacerlo. —Bien…, entiendo —Yo me retiro, señora. —No. Por favor, no, doctor. Quédese un momento aquí por favor. —¿Se siente mal, señora? —No, doctor. Todo lo contrario, es usted un gran médico. —Entonces, ¿en qué la puedo ayudar? —Verá, doctor… —articulo serena al abrir el sobre y leer los resultados. “Vaya, esto era más que esperado, pero… va en contra de mis planes” —Seré muy franca. Estos resultados no me gustan. —Son los únicos que hay, señora. —Lo sé, doctor, pero no me gustan. Ese hombre atractivo que ha estado aquí es el v