La sangre se me subió a la cabeza y fui contra el que se atravesó primero, tomé a Olivia por el pelo e intenté levantarla, pero ambas terminamos en el piso, golpeándonos como dos perras rabiosas.
Clave mis uñas en sus brazos y ella hizo lo mismo, mi mano se deslizó por su rostro y sentí un pequeño asomó de satisfacción al ver cómo brotaban pequeños hilos de sangre.
Por supuesto que la felicidad no duro mucho, solo lo suficiente para que Olivia me ensartará un golpe en la nariz que me hizo retroceder. Probablemente me la había roto.
Aprovecho que yo estaba distraída para levantarse y para cuando me di cuenta, estaba clavando el tacón de su zapato sobre mi vientre.
Un dolor punzante se instaló en esa zona, trate de moverme, pero entre la molestia y la fuerza que ejercía para someterme no podía coordinar mis movimientos.
La cabeza empezaba a dolerme, nunca había sentido algo así, me parecía que en cualquier momento explotaría y mis sesos quedarían desperdigados por toda la habitación.
“Mi bebe”
Era en lo único que podía pensar, intente llevarme las manos hasta el abdomen para protegerlo, pero me fue imposible.
Si le pasaba algo, no sería capaz de perdonármelo, comencé a chillar para que me soltara, corría el riesgo de perder a mi hijo si continuaba lastimándome de esa forma.
Daniel debió notar la desesperación en mi voz o simplemente creyó que ya había recibido suficiente, de cualquier forma, intervino tomando a Olivia por la cintura, separándola de mí.
Sentí como el aire volvía a mis pulmones en cuanto me vi libre de ella, sin embargo, algo en mi cuerpo no estaba del todo bien.
Todavía podía sentir esa extraña presión en el vientre, incluso más que antes.
Los dos traidores estaban hablando entre ellos, ignorándome por completo, así que llevé mis manos hasta mi entrepierna y casi me desmayó cuando noté humedad.
Levante una de las manos y esta estaba manchada de color rojo brillante, los ojos se me humedecieron e hice acopio de toda mi voluntad para levantarme de allí.
“No, no, esto no puede estar pasándome”.
Me apoye en una de las sillas, pero una nueva punzada me atacó, provocando que me encorvara a causa del dolor.
Fue allí cuando Olivia y Daniel repararon en mi presencia, este último me observó preocupado e intentó acercarme, pero lo detuve.
No quería su ayuda, ni nada que pudiese provenir de él, a excepción de mi hijo.
—No quiero volver a saber nada de ti. —afirmé tangente.
Tomé mi bolso y salí de su oficina a pasos cortos, sin mirar atrás ni una sola vez.
Necesitaba ir a un hospital cuanto antes.
En cuanto el taxista se estacionó, abrí la puerta y salí gritando del auto.
—¡Por favor, ayúdenme! —pedí en medio del llanto. Las lágrimas me tenían la vista borrosa, pero noté que un par de figuras se acercaban hacía mí. —Salven a mi hijo. —rogué antes de perder totalmente la conciencia, luego todo se volvió negro.
“Poic, poic, poic”
El sonido de una gota cayendo me devolvió a la realidad, tuve que hacer un gran esfuerzo para abrir los ojos, pues sentía los parpados increíblemente pesados.
Había demasiada claridad lo cual me dificulto enfocar lo que me rodeaba, la cabeza me dolía y notaba los restos de un ligero mareo, también notaba el cuerpo agotado.
“¿Dónde estoy? ¿Qué me ha pasado?”.
Mi vista por fin se despejó y gire la cabeza de un lado a otro, la imagen de una habitación de hospital me dio la bienvenida, era completamente larga y un ligero aroma a antiséptico cubría el ambiente.
Hice amago de levantarme, pero una pequeña punzada, similar a la que sientes cuando te pica una avispa, me lo impidió.
Observé mi mano y descubrí el origen de dicha molestia, tenía una sonda por la que me estaban administrando una especie de suero, una especie de cable cubría mi índice derecho, no necesitaba levantar la vista para saber que el cable llevaría hasta un monitor que mostraba mis signos vitales.
Baje la mirada hasta mi cuerpo, la ropa había desaparecido y lo único que me cubría era un bata de color azul.
De pronto, la puerta de la habitación se abrió, una joven enfermera entró por esta.
—Señora Burgos, que bueno que ya despertó. —inquirió llamándome por mi apellido de casada, el cual pocas veces usaba. Debieron haber encontrado mi identificación cuando llegué aquí. —Estábamos muy preocupados, pues llegó con una hemorragia interna en la zona pélvica y…
—¿Sangrado? —pregunté confundida. No comprendía de qué demonios hablaba.
De pronto una serie de recuerdos vinieron a mí, golpeándome como una serie de imágenes consecutivas.
El conocimiento de mi embarazo, descubrir la traición del hombre que amaba con mi mejor amiga, la pelea que estuve con esta y la sangre, mucha sangre.
Me dejé caer sobre la cama por la sorpresa, giré mi cabeza para observar la enfermera, quien parecía incluso más nerviosa que cuando entró.
—¿Cómo está mi hijo? —pregunté llevándome las manos hasta mi vientre en un gesto protector, había tenido mucho miedo de que Olivia me golpeara en algún lugar importante. La enfermera se mordió el labio inferior, lo que solo sirvió para ponerme más nerviosa, me enderecé rápidamente. Fue con demasiada velocidad porque volvía a marearme de nuevo y la mujer tuvo que acercarse a ayudarme. —¿Qué le pasó a mi bebe? —pregunté de nuevo con más insistencia.
—El doctor que la atendió vendrá pronto para informarle de todo, pero por ahora debe mantener la calma. Ha perdido mucha sangre y ahora está muy débil…
—Yo solo quiero saber qué demonios pasó con mi hijo. —grité en medio del llanto.
La enfermera me miró con pena y sacó una jeringa de su bolsillo, antes de darme cuenta de lo que pretendía ya había inyectado el sedante en el suero que colgaba de un lado de la cama.
La tristeza fue sustituida por la rabia y empecé a patalear e intenté arrebatarme la vía, pero ella me sostuvo con fuerza, impidiéndolo.
—Esto la ayudará a descansar, ya vera que cuando despierte se sentirá mejor. —aseguró sosteniéndome de las manos hasta que el medicamento empezó a hacerme efecto.
“Si, por supuesto.”
Pensé con sarcasmo al mismo tiempo que cerraba los ojos ya que los parpados volvían a sentirse pesados.
Pronto estuve de nuevo sumida en la oscuridad de la inconciencia.
Lo único en lo que podía pensar es en que probablemente había perdido lo único bueno y completamente mío que había tenido en la vida.
No sé cuánto tiempo dormí, pero para cuando desperté de nuevo, por segunda vez, había un hombre con un bata blanca parado enfrente de mí.
Supuse que era el doctor que me atendió cuando llegué al hospital, por lo que me senté derecha en la cama, preparándome para las noticias que me daría.
—Es un gusto conocerla, señora Burgos. Soy el doctor James, fui quien la traté al ingresar al hospital, me alegra verla tan repuesta. —Asentí, deseaba que dejara de dar tantas vueltas y me dijera lo que debía. El hombre soltó un suspiro, debía tener unos cincuenta años, cuarenta y cinco como mínimo. Su cabello era castaño rojizo, aunque ya estaba veteado por un par de mechones blancos. —Lamento mucho tener que ser portador de malas noticias, pero es mi deber informarle que… Su bebe no sobrevivió, señora.
Un silencio sepulcral nos cubrió, él me observaba fijamente para estar atento a cualquier posible reacción.
¿Alguna vez han practicado parapente?
La primera vez que estuve flotando en el aire sentí como mi estómago se encogía a causa de los nervios, mis manos sudaban y el pulso se me aceleró significativamente.
Entre en un ataque de pánico y me llegaba oxígeno al cerebro.
Ahora experimentaba algo similar, pero mucho, mucho peor.
Note como la garganta se me cerraba, los oídos comenzaron a pitarme y seguramente mi rostro estaba pálido; intenté inhalar y exhalar aire varias veces para evitar que el pánico me dominara, pero mis esfuerzos fueron inútiles.
Empecé a llorar desconsoladamente, la enfermera y el doctor intentaron acercarse a mí, pero los detuve, merecía al menos poder llorar a mi hijo como se debía.
Por instinto llevé la mano hacía mi vientre, ahora estaba vacío, sin vida.
—Pudimos evitar que su útero sufriera algún daño, por lo que no tendrá problemas en volver a embarazarse más adelante. —explicó el doctor en un tono comprensivo, como si esas noticias pudiesen reparar la perdida que acaba de sufrir.
Solté una carcajada seca e intenté levantarme de la cama, pero mis piernas estaban demasiado débiles como para sostenerme y caí directamente al suelo, de donde no hice el más mínimo esfuerzo por levantarme.
“Mi pequeño”.
Desconocía que sentimiento era más fuerte: Si la tristeza por mi hijo o la rabia que me carcomía por aquellos que me lo habían arrebatado.
Cerré los ojos, probablemente el último.
—¿Acaso cree que puedo reemplazar a un hijo con otro? —pregunté en un tono anormalmente sereno.
Ni siquiera yo misma lo reconocía, jamás le había hablado de esa forma a nadie.
—No, por supuesto que no…—comenzó a decir el médico, sonaba nervioso.
Supuse que se había dado cuenta del error que cometió al pronunciar aquellas palabras.
—¿Tiene hijos, doctor? —pregunté interrumpiéndolo.
—Si, tengo dos.
Enarqué una ceja en su dirección, había vuelto a abrir los ojos.
—Entonces respóndame algo…—Me había levantado del suelo y estaba apoyada en una de las camas. —Si uno de sus “queridos” hijos muere, no importa, ¿correcto? Porque después de todo, puede tener más y reemplazar al que murió. —afirmé en un tono helado y esbozando una sonrisa sardónica.
El rostro del médico perdió todo color, al igual que el de la enfermera, sin embargo, debo reconocer que era lo suficientemente valiente como para negar, moviendo la cabeza de un lado al otro de forma incesante.
Me acerque hacía él con pasos lentos, no porque quisiera asustarlo más de lo que ya lo estaba, sino porque cada una de mis articulaciones parecía a punto de desarmarse con cada paso quedaba.
Cuando estuve frente a él lo tomé de la camisa y lo miré con asco antes de hablar.
—Le prohíbo que diga que puedo tener otros hijos, porque nada podrá reparar al que acabo de perder. ¿Entendió? —Debía parecer una demente, pues el medico volvió a asentir, ahí fue cuando lo solté y regresé hasta mi cama, escondiéndome debajo de las sábanas. Si tenía, aunque sea un poco de suerte, podría desaparecer en ellas. —Quiero estar sola, así que váyanse, no quiero ver a nadie.
En cuanto estuve sola me permití derramar las primeras lágrimas por la pérdida de mi hijo.
El hueco en mi pecho comenzaba a hacerse cada vez más y más grande, pero era consciente que no había nada en el mundo que pudiese llenarlo de nuevo.
Una parte de mí murió con el pequeño que ni siquiera tuvo la oportunidad de ver la luz del día.
Lloré toda esa tarde, también la siguiente y la siguiente a esa, lloré hasta que ya no me quedaron más lágrimas para hacerlo, ni el líquido suficiente como formar una sola gota.
Me dieron de alta dos días después de lo sucedido.Empezaba a parecerme más a un robot y menos a una persona.Volví de nuevo en mí cuando el taxi se detuvo en frente del edificio donde vivía.En cuanto me bajé, observé la estructura y solté un suspiro.El departamento está a nombre de Daniel.En cuanto abrí la puerta del que anteriormente consideraba mi hogar, no sentía absolutamente nada, nada más que un enorme vacío en el centro de mi pecho.¿Tanto me hirió Daniel como para que el lugar que formamos juntos no tuviese ninguna reacción en mí?La espina de la traición seguía incrustada en mi costado derecho.Fui hasta la habitación que compartía con Daniel y coloqué la maleta sobre la cama.Caminé hasta el closet para buscar otra valija, el aroma del perfume que usaba Daniel me golpeó en cuanto abría las puertas.Maldije por lo bajo e intenté contener la respiración, pues las náuseas empezaban a asentarse en mi garganta.Me puse de puntas para tomar una maleta azul que estaba en la gav
—Claro, porque yo sabía que Daniel fue cómplice de la trampa que llevó a la muerte al Pakhan. —respondí con sarcasmo, sin importarme que, por la mirada de Andréi, estuviese a punto de colgarme del cuello en un poste. —Puedes pensar lo que quieras sobre mí, pero jamás permitiré que pongas en duda la lealtad que tengo con ustedes, con la organización y mucho menos con mi padre.—Nunca has querido tener nada que ver con todo esto. ¿Ahora quieres que te crea?Entrecerré los ojos, mirándolo.—Entonces, según tú, me case con Daniel y luego traicione al Pakhan. ¿Eso es lo que estás insinuando, Andréi Ivanov? —pregunté lentamente. Lo estaba retando para que me dijera a la cara lo que sus ojos me gritaban. —Parece que te gusta hablar, pero no tienes los cojones para mirarme a la cara y decírmelo. —Le escupí con rabia.Antes de darme cuenta, mi tío levantó de la cama y me tomó del cuello, estampándome contra la pared.Su mano rodeada la mitad de mi garganta, lo cual dificultaba que respirara co
Cuando termine de reír, seque con cuidado las lágrimas que me habían escapado. Mis labios terminaron formando una “O” a causa de la sorpresa, no podía estar hablando en serio, ¿o sí? Enarqué una ceja en dirección de mi tío, intenté captar un atavismo de diversión en su mirada, pero lo único que encontré fue la astucia de una hiena. —¿Has estado probando algún nuevo estupefaciente? —pregunte sin más. Andréi me lanzó una mirada mordaz, que me hizo cerrar la boca inmediatamente. —Deja tus comentarios de colegiala para quien le importe, estamos tratando un tema muy serio. Me sonroje de pies a cabeza, Andréi tenía razón. —Perdonadme, pero entiende que me esperaba cualquier cosa menos esto. —afirmé cruzando una pierna sobre la otra. —Alexey y yo nunca nos hemos llevado bien, ni siquiera cuando éramos niños. —aclaré con la esperanza de hacerle ver las cosas con claridad. Andréi rodó los ojos, un gesto que lo hizo parecer más joven por unos segundos. —A estas alturas deberías conocerm
El aire se volvió denso, tenía que respirar por la boca para no asfixiarme; Alexey continuaba mirándonos a ambos con una expresión de desagrado, como si fuésemos dos cucarachas que poseían la desfachatez de adentrarse en sus dominios. No nos reconocía. —¿Van a hablar? —preguntó con impaciencia. —No quiero ordenarles a mis hombres que piten el suelo con sus sesos, lo acaban de limpiar. —aseguró ofuscado. Observé a Andréi por el rabillo del ojo, esperando que pronunciara algo. No tenía ningún deseo de morir en este piso dónde veía mi propio reflejo. Con disimulo le di un codazo para que espabilara y volviera a la tierra. Al parecer, funciono. —Mi nombre es Andréi Ivankov. —dijo con voz firme. —He venido a solicitar una cita con el Boss. —explicó desabrochándose el primer botón del traje que usaba. —Es un asunto urgente. —aclaró sin más. Los ojos de Alexey se oscurecieron, no quedaba ni rastro del verde primaveral que tenían cuando llegamos. Evidentemente nuestra familia no era bien
Luego de terminar la conversación, que sin duda alguna había sido la más extraña que tenía hasta ahora, el Boss nos ordenó que volviéramos a la fiesta. Acordamos reunirnos con el resto de su familia y los miembros de la hermandad el día de mañana, también teníamos que hablar con su consejero para que redactara el acuerdo. Me llevé una mano por el rostro. El día fue realmente difícil y lo único que realmente quería era dormir unas cuantas horas, tal vez así podía fingir que todo esto no era más que una terrible pesadilla de la cual pronto despertaría. Así se lo hice saber a Andréi. —De acuerdo. —dijo encogiéndose de hombros. —Nos vemos mañana temprano. —Me recordó. Yo asentí y me encaminé hasta la salida. Tenía la mano en el pomo de la puerta, cuando noté una sensación extraña en mi espalda. Alguien me observaba. El primer error que cometí, fue voltearme y a ese le siguieron una lista todavía más grande. Prácticamente choque mi mirada con la de Alexey, que me observaba desde su an
—Por aquí por favor, los están esperando. —La mujer se dio la vuelta esperando que la siguiéramos.No pude detenerme para observar de nuevo la fortaleza. La conocía como la palma de mí mano, pero durante los últimos diez años habían cambiado muchas cosas. Hubiese querido comprobar que esto seguía igual.La esclava nos guió hasta el segundo piso y se detuvo frente a una de las puertas, tocó esta y dentro se escucho un áspero "pase". Entramos y la mujer bajó la cabeza en señal de respeto, ese gesto solo aumentaba mis nervios.—Sus invitados, señor. —anunció para luego retirarse en silencio, cerrando la puerta tras de ella.Enfoqué la vista en la habitación, una sensación de melancólica se instaló en mi estómago. Esta había sido la oficina de mi padre durante mucho tiempo y seguía igual que en los recuerdos de mi memoria. No sabía si estar feliz o entristecida por eso, tal parece que Alexey deseo hacerle cambios.Las paredes eran de color marrón oscuro, casi negro, junto con unas cortin
El resto de la tarde lo pasé encerrada, aburriéndome como una ostra. Se supone que hoy también veríamos al resto de la hermandad y algunos miembros de la familia del Boss, pero me habían dejado aquí. Olvidada de la mano de Dios.Un hermoso crepúsculo se había formado en el cielo cuando por fin decidí salir de la habitación. No era ninguna prisionera y tampoco me habían ordenado quedarme aquí. Así que tome el abrigo con el que venía y saque un gorro negro que empaque por si acaso.Todavía no nos traían nuestras cosas, así que debía solucionar con lo que tenía. Revise mi bolso buscando la última cosa que había traído conmigo. La cámara Nikon me estaba hasta el fondo, la tomé y me la colgué del cuello.Seguramente existía algo en medio de este paisaje invernal que fuese digno de fotografiar. Salí de la alcoba y baje las escaleras de dos en dos, por suerte no me tropecé con nadie que pudiese detenerme u hacer preguntas indecibles. Iba a abrir la puerta a la fortaleza cuando una voz me det
Entre a la casa y subí la escalera de dos en dos, mi corazón latía desbocado y llegar a mi habitación se había convertido en algo imperativo. Mi mente estaba en otro lado, por lo que termine chocando contra una persona. Termine en el piso, al igual que ella.—Pero… ¿Qué te sucede? ¿Acaso no te fijas por dónde vas? —Me gritó la desconocida levantándose del suelo, sacudiéndose la ropa.Observe que tenía el cabello rubio que le caía en ondas por la espalda. Tendría más o menos mi edad, treinta a lo sumo. Iba vestida con un abrigo de color gris y rayas negras, (se veía cálido) del cual sobresalía un vestido negro hasta los muslos y unas medias pantis negros, terminando en unas botas altas de cuero. Era atractiva de una manera en que lo sería una guerrera vikinga. Su rostro tenía forma de corazón y sus ojos eran de un tono verde muy familiar. De hecho, todo en ella me recordaba a alguien, pero no podía ubicar a quién.Abrí la boca para disculparme, pero volvió a interrumpirme.—¿Tienes id