Capítulo 4

—Claro, porque yo sabía que Daniel fue cómplice de la trampa que llevó a la muerte al Pakhan. —respondí con sarcasmo, sin importarme que, por la mirada de Andréi, estuviese a punto de colgarme del cuello en un poste. —Puedes pensar lo que quieras sobre mí, pero jamás permitiré que pongas en duda la lealtad que tengo con ustedes, con la organización y mucho menos con mi padre.

—Nunca has querido tener nada que ver con todo esto. ¿Ahora quieres que te crea?

Entrecerré los ojos, mirándolo.

—Entonces, según tú, me case con Daniel y luego traicione al Pakhan. ¿Eso es lo que estás insinuando, Andréi Ivanov? —pregunté lentamente. Lo estaba retando para que me dijera a la cara lo que sus ojos me gritaban. —Parece que te gusta hablar, pero no tienes los cojones para mirarme a la cara y decírmelo. —Le escupí con rabia.

Antes de darme cuenta, mi tío levantó de la cama y me tomó del cuello, estampándome contra la pared.

Su mano rodeada la mitad de mi garganta, lo cual dificultaba que respirara correctamente. 

Andréi se acercó hasta mí y pude sentir su cálido aliento sobre el hombro; ambos nos observábamos con odio, rabia y asco.

—Siempre has sido un lastre para esta noble familia. Nunca quisiste entrenar, y apenas y aprendías lo suficiente de los negocios como para no quedarte totalmente en la ignorancia.

Su mirada se tornó turbia.

Lo empuje, no se esperaba que lo hiciera, así que retrocedió prácticamente por instinto.

Volví mis manos en puños y las dejé caer a ambos lados de mi cintura, las ganas de abofetearlo se hicieron presentes.

Así que, internamente suspire y cuadré mis hombros mientras colocaba mi mejor mascara de hielo en el rostro.

—No es mi culpa querer alejarme de un nido de criminales. —Andréi enarcó una ceja en mi dirección, dándome a entender que pensaba igual que yo. —Pero eso no significa que hubiese traicionado al Pakhan. —repetí.

—¡Era mi hermano!

—¡Y mi padre! ¡Lo fue mucho antes de ser el Boss! —grité de vuelta.

De nuevo estábamos cerca y pude detallar sus rasgos, muchos de los cuales compartía conmigo.

Los mismos ojos que relucían, la nariz recta, los pómulos marcados y una línea similar en el entrecejo.

Él se parecía mucho a mi padre, lo cual apretó mi corazón con melancolía durante unos segundos.

Sacudí mi cabeza.

Andréi me observaba, confundido por mi repentino silencio, un mechón de cabello platino le caía sobre la frente.

—Lo mejor será que me vaya, ya te dije lo que debía. —afirmé tomando mi bolso.

Camine hasta la puerta, dispuesta a marcharme y con la intención de esta vez sí cumplir mi promesa y no volverlo a ver nunca más.

Ya la había abierto y mi mano descansaba sobre el pomo, cuando escuché de nuevo la voz de mi tío, no me llamaba, eso sería demasiado humillante para alguien como él, sin embargo, hizo una pregunta que me dejó todavía más descolocada.

Fruncí el ceño.

—¿Sabes quién es el nuevo Boss? —preguntó.

Por primera en la noche detecte cierto resquebrajo en su voz, un pequeño atavismo de nerviosismo.

Eso me puso en alerta, que Andréi Ivanov estuviese nervioso por algo, no podía ser bueno.

—No. —respondí lentamente. Sentí una opresión en el pecho que me dejó sin respiración. —¿Tú lo sabes? —pregunté de vuelta.

Me mantuve dándole la espalda.

—Dimitri Volkov. —pronunció con asco, prácticamente lo escupió.

Me giré tan rápido que fue una suerte que no se me rompiera el cuello, esperaba haber escuchado mal.

Seguramente padecía algún problema de audición, rogaba porque fuese así.

Pero cuando mis ojos se toparon con los del rubio, supe que no mentía; un suave quejido, apenas perceptible salió de mis labios.

¿Cómo demonios habían terminado Dimitri en ese puesto?

—Por favor, dime que estás bromeando. —pedí entre dientes.

Andréi sonrió de nuevo, una sonrisa lobuna que no hizo más que aumentar la ansiedad que comenzaba a deslizarse por mi cerebro.

Negó moviendo despacio la cabeza de un lado al otro.

—También reaccioné igual cuando lo supe. —comentó en un tono jocoso.

—¿Algo está mal en el mundo? ¿Cómo es que ese grandísimo hijo de puta ahora ocupa el lugar de mi padre?

Andréi cruzó una pierna sobre la otra, luego se encogió de hombros.

—La basura siempre será basura, no importa que tan perfumada esté.

Puse los ojos en blanco, a ambos nos molestaba el hecho, pero por razones diferentes.

Yo no consideraba que Volkov pudiera estar cerca del líder que había sido mi padre y Andréi detestaba que un bastardo ahora mandara en el submundo.

—Su padre fue el líder de la Bratva luego de que Nikolay murió. —explicó mi tío con desgano, nunca había sido santo de la voluntad de esa familia. —Murió hace aproximadamente un año y ahora su “hijo” lleva el título de Boss.

Lo primero no me sorprendió, para nada.

Alexander Volkov siempre fue un miembro leal de la hermandad y también era cercano a mi padre, uno de los pocos amigos en los que confiaba, lamentablemente, pues este no movió ni un dedo cuando lo sentenciaron a morir.

—¿Qué pasó con los hijos de Volkov? Creí que su esposa le dio tres. —le recordé confundida.

Alexey era el mayor, pero era un bastardo de cuya madre no se sabía nada, algunos rumoreaban que había sido una prostituta que murió durante el parto, pero solamente eran eso, chismes infundados sin nada que los respaldase.

Siendo bebé apareció en la puerta de su padre y supongo que este no tuvo la sangre fría para enviarlo a un orfanato, darlo en adopción o enviarlo al gulag como se esperaba.

—Los dos hombres murieron y la tercera es mujer, sabes perfectamente que nadie la vera como una líder. —aclaró Andréi, recordándome una de las razones por las que decidí huir de ese infierno.

No había nacido para que me miraran por encima del hombro.

Sin embargo, en medio de toda esa información, algo me hacía ruido. No podía definir qué, pero ahí estaba la constante sensación de que pronto mi tío diría algo que no me gustaría, ni un poco.

Mis hombros se tesaron por instinto.

Confiaba en el rubio casi tanto como en un escorpión venenoso.

—¿Por qué me estás contando todo esto?

Andréi me miró fijamente durante unos segundos que se me hicieron eternos, pero cuando estaba por pensar que no hablaría, separó los labios.

—Alexey Volkov está buscando una esposa y quiero que sea tú.

Parpadeé una vez, luego otra y terminé por soltar una carcajada que debió haberse escuchado en todo el edificio. Esa era la broma más cómica que había escuchado en mi vida.

 ¿Yo? ¿Esposa de Volkov?

Primero muerta.

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