Matrimonio forzado con el cruel jefe de la mafia
Matrimonio forzado con el cruel jefe de la mafia
Por: Paola Ramírez
Traición

El sudor de su frente bajaba lentamente por su rostro, era como si el tiempo se hubiese detenido en ese mismo momento.

Su cuerpo dolía como nunca, los golpes en sus costillas hacían que Dante se retorciera de dolor, aún así su mandíbula seguía tensa, y con la firme intención de salir de ahí con vida. 

Dante alzó su mirada, y vio una vez más el azul celeste de los ojos de sus amada cerrarse por última vez, la mujer de su vida, maldijo internamente, porque el día que se suponía que iba hacer el más feliz de sus vidas… se había convertido en un completo infierno.

—¡Jamás pensé tener tanta suerte en esta vida!, y vaya que siempre he sido un hombre con mucha suerte!, ¿Acaso no lo crees primito? —exclamó Antonio tomando fuertemente la mandíbula de Dante, él tenía su mirada fija en Eva, quien yacía inerte a un lado de sus pies.

Dante apretó un poco sus manos, la impotencia era evidente, solo quería soltarse y correr a los brazos de su amada, poder salvarla, poder estar ahí para ella.

—Disfruta el momento m*****a sabandija, pero ten por seguro, que así sea en esta vida o en la otra te buscaré y haré que me supliques de rodillas por tu vida —musitó Dante.

Antonio dejó salir una enorme sonrisa llena de satisfacción, él siempre había sido la sombra de Dante, solo que hoy era un día diferente, hoy por fin quitaba de su camino a su primo, hoy tomaba el poder de absolutamente todo.

—¡Acaben con él!, después échenlo a los perros, ah y el cuerpo de esta mujerzuela quemenlo, no quiero ver a este par de basuras en mi nueva casa —ordenó Antonio con prepotencia.

—¡Señor!, yo no puedo matar al señor Dante —dijo uno de los hombres agachando su cabeza.

Antonio se giró y con una sonrisa fingida caminó hacia el hombre quien todavía seguía con su cabeza abajo.

—Está bien, no lo mates, yo lo haré por ustedes —exclamó Antonio palmeando sus manos en las mejillas del hombre, mientras sacaba su arma y dejaba salir un disparo en la cabeza del hombre.

—Si alguno tiene sentimientos encontrados, pueden decírmelo, yo los sabré entender —advirtió Antonio mientras caminaba hacia la salida.

Dante movió una vez más sus manos con mucha más fuerza, un suspiro de alivio salió de su boca al darse cuenta que él nudo de sus manos ya no estaba.

Dobló sus piernas, estiró una de sus manos y tomó el tubo que estaba a su lado.

Él esperó unos segundos a la espera que alguno de los dos hombres que estaban de espaldas se acercara a él y sin dudarlo un segundo, se puso de pie, alzó sus manos y golpeó a los dos hombres que aún seguían decidiendo quien de los dos lo mataría.

Dante, tomó una de las armas, acarició por última vez el rostro de Eva y salió de ahí. Conocía perfectamente todos los pasadizos de aquellos calabozos, era hora de salvar su vida y poner todo en orden.

Él llevó una de sus manos a su abdomen y trató de hacer presión a su herida, y así poder contener la sangre que salía sin piedad alguna de su abdomen.

Sus pasos eran cada vez más lentos, su pecho subía y bajaba con gran fuerza, todo, absolutamente todo le dolía, incluso su corazón.

Una luz al final del túnel hizo que Dante llevará sus manos a su rostro, dió varios pasos hasta detenerse por completo.

Las voces de varios de lo que alguna vez fueron sus hombres, daban aviso de su huida.

Dante se inclinó, y espero que pasarán casi a centímetros de él, sabía que los podía matar perfectamente, pero no era hora de ser valiente, su cuerpo estaba bastante lastimado, su pecho latía con menos fuerza, aún así, las ganas de vengarse crecían más en su corazón.

—¡Maldita sea!, quiero que lo encuentren y me lo traigan en pedazos, a este par los quiero muertos por dejar que Dante escapara —exclamó Antonio.

Todos estaban tan cerca de Dante que ninguno se daba cuenta que él los escuchaba perfectamente.

Dante siempre había desconfiado de Antonio, él siempre había anhelado tener el poder de todo, así que Dante se cercioró de mandar a construir un túnel, por supuesto mató a cada uno de los que habían construido el túnel, así, solo así, él sería el único que sabía del túnel, y lo utilizará en caso de emergencia.

Dante rasgó un poco su camisa, amarró su abdomen y siguió caminando a paso lento.

Sus ojos se abrieron de par en par, al notar que un auto venía lentamente hacia su dirección, respiró profundo y negó repetidas veces, no podían ser sus hombres, o lo que alguna vez fueron sus hombres, definitivamente no podrían ser ellos.

Entre tanto, Aurora movía sus manos libremente mientras tarareaba su canción favorita, las llantas del auto rechinaron y sus ojos se abrieron de par en par al ver a un hombre tirado a la mitad de la vía.

—¡Díos!, ¿me bajó o no me bajo?, Aurora por favor, es un hombre que posiblemente está herido y tú juraste defender la vida ante todo —exclamó Aurora para sí misma.

Sus manos se movieron torpemente y abrió la puerta, se bajó y caminó hacia el hombre que estaba tirado en el piso.

—¡Señor!, ¡Señor!, ¿Está usted bien? —cuestionó Aurora moviendo al hombre con una de sus piernas—. ¡Díos!, ¿Por qué precisamente hoy?, abuelo perdóname llegaré un poco tarde —dijo Aurora dejando salir un resopló.

Se inclinó y movió al hombre con una de sus manos y así constatar que estuviera con vida.

—¡Súbeme al maldito auto!, y deja de hablar sola —exclamó Dante colocando el arma que sostenía en sus manos en la cabeza de Aurora.

El pecho de Aurora empezó a subir y bajar con gran desesperación, sus piernas estaban congeladas, al igual que su voz.

—¿Qué te pasa, niña estúpida?, ¡Súbeme al maldito auto!, ¡Ya!..

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