Cabos sueltos

Los pasos de Dante eran lentos, llenos de dolor, rabia y por supuesto venganza, aún así pudo caminar hasta el enorme ventanal que brindaba una hermosa vista.

Los ojos de Dante se abrieron de par en par al ver una camioneta que él reconocía perfectamente.

—¡Usted!, ¿Sabe quién viene en esa camioneta? —preguntó Dante a Giuseppe.

—No señor, no sé de quién se trata, es la primera vez que veo a ese vehículo en esta mansión —respondió Giuseppe.

—¡Maledizione! «Maldición» —exclamó Dante.

—¿Señor a dónde va?, ¡Usted no puede salir de esta habitación! —exclamó Giuseppe, al ver que Dante caminaba a paso lento hacia la salida.

—Es mejor que no se atreva a tocarme y mucho menos a detenerme. Mejor ayúdeme a bajar, necesito saber quien llegó en esa camioneta —ordenó Dante mientras apretaba sus dientes.

Giuseppe asintió, tomó el brazo de Dante y lo ayudó a bajar con mucho cuidado de que su jefe no se diera cuenta, lo que menos quería era que Aurora estuviera en problemas.

Mientras tanto, Antonio dejó salir una reluciente sonrisa, al ver que Aurora corría a sus brazos.

—¡Hermosa!, ¿Cómo es posible que no me hayas avisado que llegabas hoy? —exclamó Antonio tomando a Aurora de la cintura y así pegarla más a él.

—Lo siento, quería darte una sorpresa —respondió ella haciendo una mueca.

Los ojos de Dante se abrieron nuevamente al ver a Antonio tomando a la mujer que le había salvado la vida. Ella estaba en brazos del hombre que lo traicionó.

—¡Señor! ¿Se siente bien? —preguntó Giuseppe al notar como Dante llevaba sus manos a la cabeza, Dante asintió mientras su mandíbula se colocaba cada vez más tensa.

—¡Antonio!, ¿Qué haces aquí?, la verdad no te esperaba hasta dentro de dos días —musitó Aurora colgada del cuello de Antonio.

—Hermosa, ¿Sabes que te amo? Y por ello hoy venía a hablar con tu abuelo sobre nuestro matrimonio —aseguró Antonio, quien estiró sus manos llevando una de ellas al bolsillo de su pantalón.

—Sabes que todavía no es el tiempo, mi abuelo ni siquiera sabe de nuestra relación —expresó ella moviendo sus manos de lado a lado.

—¡Hermosa!, no me importa que él no sepa, en este momento hablaremos con él, sabes lo importante que es para mí casarme contigo, y más ahora que mi primo murió y debo ser yo quien tome el control de todo, ya sabes no puedo dejar que los socios se tomen atribuciones que no le corresponden —dijo Antonio, ella se giró y caminó en círculos.

—¡Está bien!, mañana en la cena hablaremos con mi abuelo, y siento mucho lo de tu primo se lo importante que era para ti —dijo ella, acariciando su mejilla.

—Por eso te amo hermosa, entonces preparare todo para nuestro matrimonio, se qué el señor Francesco comprenderá mi situación y aprobará nuestro matrimonio. Compra el vestido más hermoso, el domingo nos casaremos —dijo Antonio, ella mostró una sonrisa tímida.

La vena en la frente de Dante estaba más brotada que nunca, su ira era cada vez más grande, se giró y acomodó el arma que tenía en la pretina de su pantalón y volvió a la habitación de Aurora.

El dolor cada vez aumentaba más, aún así, daba vueltas por toda la habitación, ahora todo encajaba, Dante solo quería quitarlo del camino y así casarse para tomar el poder, algo que él no iba a permitir 

—¡Ay primito! Que equivocado estás si piensas que te vas a casar —exclamó Dante entre dientes mientras su mirada estaba fija en Antonio quien subía de nuevo a la camioneta.

Aurora respiró profundo, y dejó salir una última sonrisa antes de entrar a su habitación, debía ver como seguía ese hombre, y tratar de convencerlo que se fuera de su casa.

Aurora miró hacia todos lados en busca del hombre herido, solo que justo cuando ella se giró, Dante la empujó contra la pared y colocó su manos en el cuello de ella. 

—¡Suéltame!, me lastimas —musitó ella, tratando de respirar un poco, pues las manos de Dante hacían bastante presión en su cuello que impedían que ella lograra respirar bien.

—Lo siento bonita, pero en este momento tomarás tus cosas y vendrás conmigo —aaseguró Dante. 

Aurora abrió sus ojos mientras sus piernas empezaron a temblar como gelatina.

—¡Yo no voy a ir con usted a ningún lado! —exclamó ella empujando a Dante con todas sus fuerzas.

Dante llevó sus manos a su estómago y se retorció de dolor, aún así sacó fuerzas estiró una de sus manos y tomó a Aurora del cabello haciendo que ella dejara salir un grito agudo.

—¡Te dije que vendrás conmigo!, así que no quiero que pongas resistencia —exclamó él jalandola con más fuerza el cabello de Aurora haciendo que el cuerpo de ella se arqueara por completo 

—¡No voy a ir con usted a ningún lado!, mi abuelo no lo permitirá, y mi novio mucho menos —aseguró ella.

—En cuanto a tu novio lamento decirte que no te podrás casar con él, porque mañana mismo te casarás conmigo —vociferó Dante con una reluciente sonrisa dibujada en su rostro.

—¡Qué!, ¿Está usted loco? —exclamó ella.

Los gritos de Aurora alertaron a Francesco, quien acaba de llegar de los viñedos con una botella de vino para su nieta, sin dudarlo un segundo sacó su arma, la cual llevaba mucho tiempo guardada, y que pensó que jamás volvería a utilizar.

—Suelte a mi nieta en este mismo momento, o le juro que le disparé en este momento —habló Francesco, quien apuntaba con su arma directamente hacia Dante.

—Don Francesco, lamento mucho los inconvenientes que estoy causando  a su familia, se que está no es la mejor manera de conocerlo, pero creo que no tuve más opciones —dijo Dante tratando de explicar.

Sus manos soltaron el cabello de Aurora quien corrió de inmediato a brazos de su abuelo, quien lucía realmente asombrado.

—Don Dante, no se que problema tenga usted, pero creo que mi nieta no tiene nada que ver con ellos, así que le exijo que abandone en este momento mi propiedad —a regañadientes habló Francesco.

—Lo haré, por supuesto que lo haré, pero su nieta vendrá conmigo.

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